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Eduardo Llanos Melussa. "Antología presunta"
Santiago, FCE, 2003.


Por Óscar Sarmiento
Modern Languages. SUNY Potsdam.
Taller de letras, Revista de la Facultad de Letras, Pontificia Universidad Católica de Chile, Nº 34, 2004, pp. 184-188.


Antología presunta es una selección de textos escritos entre 1976 y 2002, y en ella la poesía de Eduardo Llanos vuelve a presentarse ante los lectores interesados en la poesía chilena reciente. Con excepción de los poemas que recoge de su libro Contradiccionario (1983)(1), todos los otros textos pertenecen a manuscritos inéditos. Esto explica, en principio, el título del libro. Como lo reconoce el prologuista Niall Binns, una antología presupone que se realiza una selección de poemas publicados en otros libros, y esto no sucede necesariamente en este caso, ya que el lector se confronta con textos que debieran corresponder a una síntesis de un todo mayor respecto de la cual la antología ofrece un punto de comparación en este caso hipotético. Pero el alcance del título va más allá porque, como había señalado ya en "A los compañeros de una generación presunta" de Contradiccionario, el poeta ha pensado su palabra dentro de una generación hipotética que dudaba de su propia existencia cultural, literaria y cívica, dadas las asfixiantes condiciones que se vivieron durante la dictadura militar en Chile. Así, el libro sería una suerte de testimonio "sospechoso" de la zona de penumbra, de esta borradura o tachadura desde la que sus textos se potencian y se presentan ante el lector. Esta lectura, que pone el acento en la capacidad de representación de lo tachado, se potencia inesperadamente en el poema "En busca de la beldad", cuando el poeta contrapone las participantes de un concurso de belleza televisado a las mujeres de extracción popular que Llanos ya había celebrado en su poema "Las muchachas sencillas": "Miremos bien a estas otras muchachas raquíticas y ya encanecidas, / presuntamente representadas por aquellas compatriotas en traje de baño" (132). Aquí se advierte que el título tiene un matiz no sólo astutamente humorístico, sino crítico, en cuanto se cuestiona el artilugio de la puesta en escena o representación.

Con excepción de Paisaje histórico y Prohibido estacionar (en que las obsesiones se amalgaman), como bien lo señala Niall Binns, cada sección de esta antología se subdivide en tres partes que insisten, de manera relativamente flexible, sobre tres obsesiones: la primera es fundamentalmente metapoética y se concentra en la factura misma del poema; la segunda se refiere al objeto del deseo del sujeto: a Eros, así como se da a conocer en una serie de fantasmas de muchachas que lo asedian; y el tercero pone el acento en los avatares y desniveles, por momentos trágicos u horribles, de una sociedad violenta y excluyente.

Llanos no puede olvidar que el poema se constituye como una fuerza retórica a la que la palabra, los giros de lenguaje, las fórmulas discursivas le dan sustento material o sabor. Cuando la palabra poética se vuelve de esta manera sobre sí misma en Llanos, lo que ocurre es que el humor, la parodia, y el sarcasmo entran en escena junto con lo lúdico. Así el poeta se permite la posibilidad de comportarse en el texto como un niño -figura que reaparece de manera explícita en determinados textos- que enhebra palabras o las pone en juego. Esto es lo que hace posible la intersección entre sonido, sentido y visualidad en estos poemas; característica que se condensa en su adopción del legado del Apollinaire de Calligrammes(2) y que, en Chile, nos recuerda el genio inventivo de Vicente Huidobro.

En el libro la figura del niño, la mujer y el uso lúdico del lenguaje se intersectan. En "Retribución", por ejemplo, Llanos escribe: "Gracias a la sobredosis de tibieza que me aplica tu piel, / el niño decrépito que en mi yacía ahora sobrevive" (61). Sin embargo, cuando el propio poeta cuestiona su relación con las mujeres, aparece una perspectiva más escéptica respecto de la adopción del lenguaje del niño. Así, en el poema XIX de Prohibido estacionar se lee: "Estas palabras se deslizan como barcos de papel / hacia la poza de la infancia, esa única nación / de la que, según Rilke, todos somos exiliados / y a la que creías reintegrarte aniñando tu lenguaje" (235). En el libro se presenta, en realidad, un teatro de situaciones posibles que revelan las vicisitudes de una relación amorosa así como es percibido por el sujeto masculino. Por eso, de la perspectiva idealizada, de adoración y elevación de la mujer, se pasa a una que la entiende como ser complementario y nutriente del yo masculino. Por otro lado, cuando la relación se quiebra, dejando al sujeto sumido en un proceso de luto, la mujer aparece como cuerpo seductor y hebra de circunstancias personales significativas ya trizadas pero rescatables por un actor de fervor rememorativo. En el extremo que va del paraíso al infierno de las relaciones amorosas, la mujer pasa de ser una Eva acogedora, materna, que da inclusive nacimiento al poeta como niño, a la figura de un ente agresivo y destructivo, cómplice activo de una sociedad triunfalista. Ciertamente que en cualquier forma que adopte la mujer, como musa o musaraña que forma parte del imaginario en que se mueve el sujeto, su figura siempre convoca al lenguaje para producir poesía(3). Paradójicamente, cuando la mujer se vende a la maquinaria del éxito y la modernidad exclusiva y excluyente (lo que recuerda la visión de determinadas mujeres en los epigramas de Ernesto Cardenal)(4) y el sujeto reconoce la precariedad de la elaboración imaginaria o fusión con la mujer como casa fecundante, finalmente el yo reafirma el valor de su figura como quimera en un nudo que articula su deseo. Esta quimera se reivindica en cuanto se resiste a caer en el juego tramposo de las "situaciones regulares"(5): el espejeo de la sociedad del espectáculo para pocos. El poema XXI de "Prohibido estacionar" da paso a esta contrafigura de la mujer como pura alteridad: "[...] una muchacha aborigen guardará estos versos [...]" (237).

La tercera dimensión, que Llanos subraya al dividir en tres partes las secciones más extensas del libro, es la de denuncia o crítica social y política. Esta dimensión se vincula a la propuesta de una palabra contradictoria que no sólo se contradice a sí misma explícitamente, sino que también busca contradecir los espectáculos o manipulaciones culturales, sociales o políticas de turno al interior de un difuso espacio de interacciones personales y sociales. Esto se señala en el manifiesto poético "Aclaración preliminar", el primer poema de Contradiccionario. Al mismo tiempo, en este manifiesto ya se encontraba otra clave importante: la empatía que surge en el sujeto respecto de la miseria y el horror por el que atraviesa el otro. Esta empatía se inserta dentro del contexto de una comprensión religiosa de los avatares humanos en que la crisis del individuo es tan profundamente social como existencial. Así, por ejemplo, en el rescate de la voz de Job que realiza el poema "Inmolación de Sebastián Acevedo", tenemos un agudo ejemplo de inserción de la palabra del poeta al interior de la violencia extrema vuelta automutilación del ciudadano padre durante la dictadura militar. Este tipo de inserción se vuelve decidora en el caso del poema "Miré los muertos de la patria mía", que consiste en una serie de cuarenta y cinco cruces conformadas por palabras dispuestas horizontal y verticalmente. En estas cruces convergen el juego visual de los caligramas y la poesía concreta, la denuncia del horror de la persecución y el asesinato llevado a cabo en los años de la dictadura y la comprensión teológica del entramado histórico en que tales eventos se inscriben para el poeta. La economía verbal del poema es total y sugiere que el niño poeta puede observar en detalle, de una manera despojada o sin anteojeras, las atrocidades que ocurren a su alrededor prescindiendo de una manera discursiva de denuncia y testimonio. En otras palabras, las cruces pueden "hablar" por sí mismas. Este carácter crítico o de denuncia adquiere una nueva faceta en el periodo democrático en Chile en Prohibido Estacionar, por cuanto el poeta cuestiona de manera ácida el triunfalismo social al cual se adscriben sus antiguas enamoradas. Si el poeta se autodescribe empeñado en ir contra la corriente del éxito como un "vendedor de olas en alta mar" (la labor del poeta como un despropósito se reitera en varias ocasiones a través del libro), esto ocurre porque se configura a sí mismo como la obstinada contraparte social y cultural de las muchachas a las que alude. De la denuncia del horror como evento cotidiano socializado se pasa aquí a la denuncia de la comedia o farsa socializada en torno a la circulación de un mismo espectáculo publicitario, consumista, que reproduce en Chile el estereotipo del brillo de la modernidad de punta de la sociedad estadounidense. Tal vez el legado de los epigramistas, atentos a la intersección entre la reacción sarcástica del yo despechado, las veleidosas amadas, y el entramado de valores socialmente codificados como prestigiosos, se recupera aquí para readecuarlo a la actualidad chilensis tanto como la mirada escéptica de un enamoradizo Enrique Lihn en Al bello aparecer de este lucero. Por ultimo, la denuncia (que también se ofrece como autocrítica en diversas ocasiones en el libro) se ejerce contra el ámbito del colectivo de escritores, críticos y académicos, como un universo en el cual lo que cuenta es la anulación del otro y, en general, la superficialidad fundada en intereses estrechos. El poema "Jorge Luis Borges en el Salón de Honor de la Universidad de Chile" registra con ambigüedad calibrada al máximo la manera en que todos los componentes del ritual socializado de la escritura -el escritor reconocido, la audiencia, la prensa, los propios escritores- se coluden para generar una escena de prestigio cultural, de acomodo en el culto hueco a un fetiche, en la cual se deja de lado la posible diferencia del sujeto supuestamente protagonista (Borges).

Se puede no coincidir exactamente con la modulación que la retórica amorosa adquiere en poemas como "Nuevamente a Patricia", el espesor empático de "Desaparición de Rodrigo Lira" o la prestidigitación verbal de "Pistas para filmar a una protagonista invisible"; sin embargo, es necesario y fácil reconocer la maestría del artesano de "Las muchachas sencillas", "Cabaña de madera" o "Sudamericanos". Así como también es posible apreciar la ajustada economía verbal de textos como "Chiloé, "Estación ferroviaria en desuso", haikus como "Haiku generacional", o la certera irresolución de "Primera despedida de Ana/lógica", la pesadillesca precisión simbólico-testimonial de "Miré los muertos de la patria mía", la calibrada soltura de "Prohibido estacionar".

Es evidente que Antología Presunta de Eduardo Llanos realiza diversos guiños explícitos e implícitos a la poesía hispanoamericana y de otras latitudes. De acuerdo a Binns, "el padre tutelar" de Llanos sería Enrique Lihn, por cuanto, además de un perspicaz articulador de su inteligencia y expresividad, representa un modelo ético crucial. Es, por otra parte, difícil ver en esa confrontación virulenta con un lenguaje que se percibe como fosilizado por el kitsch de Lihn el valor empático, revelatorio y lúdico que Llanos le ha conferido a la palabra. Lenguaje y sujeto van sin duda insertos aquí en diferentes circunstancias históricas que llevan desde la reivindicación de la desilusión productiva a la presunta reivindicación de la ilusión poética contra los poderes de turno. En todo caso, el valor de los guiños de Llanos reside en el rescate astuto que el poeta realiza de las fuentes que utiliza, por cuanto su escritura surge de una conversación incesante con los logros de otros y de sí mismo como un (in)esperado otro.

 

 

NOTAS

(1) En este libro Llanos también recogía una serie de manuscritos inéditos que habían sido merecedores de premios.

(2) Entre estos poemas escritos entre 1913 y 1916, el segundo y tercer caligramas incorporan referencias a México, la figura del sol es prominente, y hay palabras en español e inclusive se una jerga mexicana en uno de ellos. De ese modo, los caligramas ya quedaban vinculados a Latinoamérica y a nuestra lengua en este libro decisivo.

(3) Aludo a la figura de mujer representada en el poema "Musa araña", de Manuel Silva Acevedo, publicado en Desandar lo andado (1988).

(4) Los siguientes versos de Cardenal, por ejemplo, establecen un contraste entre el ahora del espejismo social y las palabras del poeta: "De estos cines, Claudia, de estas fiestas, / de estas carreras de caballos, / no quedará nada para la posteridad / sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia [...]".

(5) Me refiero a la regulación absurda, hasta mecanizada de la experiencia vital de los ciudadanos y extranjeros que describió, en otro contexto, Lihn.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

- Guillaume Apollinaire: Calligrammes. París: Gallimard, 1966 [1914].

- Eduardo Llanos Melussa: Contradiccionario. Santiago: Tragaluz, 1983.

- Enrique Lihn: París, situación irregular. Santiago: Aconcagua, 1977.

- Enrique Lihn: Al bello aparecer de este lucero. Hanover, New Hampshire: Ediciones del Norte, 1983.

- Manuel Silva Acevedo: Suma alzada. Santiago: FCE, 1998.

 
 

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