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Tequila Sunrise

Erik Martínez Richards

 

Prólogo

Hace treinta y siete años, en 1968, irrumpió en Chile un nuevo y pequeño grupo de poetas (cuatro para ser exactos), expresamente en una antología de la revista Orfeo, bajo el título 33 nombres claves de la actual poesía chilena. Este grupo impetuosamente pretendía, ni más ni menos, reemplazar y desmitificar la poesía vigente en ese entonces, a la que ellos veían como un ejercicio despojado de audacia y entregado a un letargo literario que era necesario reemplazar por una poesía nueva. Me refiero a la Escuela de Santiago. Formada por Naín Nómez, Julio Piñones, Jorge Etcheverry y Erik Martínez, este grupo de vanguardia buscaba una re-fundación de América a través de la imaginación y la revolución. Querían, con una poesía insumisa y subversiva que crecía a la "sombra de las ciudades" hacer del hombre, un ente con una capacidad mental de observar el destino que se abría al futuro, de la mano de sus propias convicciones.

Estos cuatro poetas, que hicieron de seleccionadores para esa antología de Orfeo, aparecieron en la revista mencionada con personajes ilustres de la poesía vanguardista de Chile como Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, Teófilo Cid, Braulio Arenas y otros grandes de las letras nacionales como Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier y otros. También aparece en aquella antología un poeta con el cual ellos no tenían afinidad alguna en aquel momento y a quien posteriormente respetarían grandemente, Nicanor Parra. La antología no incluyó a Neruda ni Huidobro, ni Mistral ni de Rockha lo que les trajo una serie de problemas con la crítica de entonces.

Estos jóvenes poetas se centraron en preceptos de la vanguardia intentando que una sociedad cerrada se abriera a perspectivas amplias dentro de la literatura y que fueran capaces de ver las distintas realidades, forzando al status quo a cuestionar su moral y sus creencias, tratando así cambiar, como dijimos, el panorama literario imperante.

Toda esta fuerza creativa en ciernes de estos jóvenes poetas, fue expugnada en septiembre de 1973 y la Escuela de Santiago tuvo que continuar en otra latitud (Canadá) sus quehaceres creativos. Así, Chile fue privado de conocer y sacar ventajas, por así decir, de este movimiento literario. Tengo completa certeza de que si estos poetas hubieran podido quedarse en Chile después del golpe de estado, dada sus proposiciones y actitudes de ruptura, se hubieran convertido en los referentes de las generaciones de poetas jóvenes que aparecieron hacia fines de los 70 y durante los 80 a lo largo del país. Por lo menos creo que el panorama de la poesía chilena actual sería bastante distinto. En todo caso, tuvimos suerte quienes de cerca pudimos conocer estos poetas y quizá de algún modo reconocer cierta influencia de ellos en nuestros trabajos. Quizá ese sea el mejor homenaje que se les pueda hacer, eso está por verse.

Uno de los poetas de ese grupo, como ya mencionamos, es Erik Martínez, quien publicó en 1985, Tequila Sunrise que presentamos aquí y que es uno de los libros claves de la poesía chilena producida en Canadá (bueno sería también que lo fuera en Chile) junto al libro de Jorge Etcheverry, El evasionista y otro libro producido por otro poeta chileno en Ottawa.

En las páginas de Tequila Sunrise hay una serie de imágenes de horror, de pesadillas, de abandono, que en sus primeros poemas quizá se puede evidenciar una relación con el golpe de estado en Chile. Luego el libro adquiere un carácter más personal, más onírico, con elementos claramente surrealistas. Hay un desgajamiento profundo de una entidad matriz que llevan al hablante a realidades donde la geografía, al igual que la poesía, está totalmente fragmentada y al límite existencial. A diferencia de otros libros publicados en el exilio canadiense y en otras latitudes, el poemario no vislumbra el tema de la nostalgia como uno de sus ejes centrales, tampoco pretende ser un compendio de prédicas mesiánicas donde el poeta adquiere más protagonismo que la poesía. Los poemas en general tienden a una estructura de versos libres y en prosa, muy a tono (y como tal) con la poesía vanguardista.

El libro abre con el poema Estado de cosas, donde el poeta se sitúa frente a la ciudad a vista del espacio que aparentemente se ha perdido. Dice en el poema: "El poeta mismo se desplaza lentamente por las populosas calles de la ciudad /ciego como el viejo Edipo al comienzo de la última pieza de Sófocles /pero sin sentir esa nostalgia por los territorio enterrados en las oscuras aguas de la memoria". Vemos desde ya que no hay nostalgia por el entorno desde donde se produce la separación, el desgajamiento. Vertiginosamente comienzan a sucederse imágenes dislocadas que hacen del mundo un ente casi apocalíptico. Aún dentro de este caos, sin embargo, podemos percibir quizá en forma muy efímera, que el hablante trata de describir la separación o dispersión de los destinos de sus semejantes, probablemente debido a los acontecimientos ocurridos en septiembre de 1973. En el poema Nosotros leemos: "Ellos, todos ellos, todos esos rostros se alejaron como atrapados en burbujas de tiempo//Un coro de voces mudas exclama /en el imaginario teatro de nuestras historias desenlazadas//Para nosotros la extendida red de las rutas internacionales /para nosotros el espeso alquitrán de este mar".

A medida que avanzamos y nos adentramos en una geografía caótica, da la impresión que el poeta estuviera despojado de una identidad propia, el descenso hacia espacios indefinidos donde el hablante casi no encuentra un lugar donde pueda sentirse en casa, le dan al hablante en la mayoría de los poemas, un estado de paroxismo que no logran aplacar su aparente desventura. Por otro lado llama la atención, la recurrencia y yuxtaposición de la figura femenina a través del libro. Con ella el hablante espera encontrar un muy necesitado apoyo o afecto, esta sin embargo generalmente se desdibuja y se desvanece como algo hecho de materiales altamente frágiles o despojados de los sentidos comunes al ser humano.

Hay cierta semejanza en el ritmo o sentido del libro a la manera de escribir de Friedrich Hölderlin, quien dentro de sus elementos más notorios contaba con cierto movimiento pendular en su poesía, es decir, saltaba desde figuras idealizadas de la mitología griega, o especie de utopía, a Alemania y luego, a la idealización de una figura femenina. En el caso de Erik Martínez en Tequila Sunrise, estos dos elementos son usados opuestamente. Las figuras mitológicas paradójicamente podrían ser más bien cosas reales, imágenes y seres que el hombre puede ver: caballos, aviones, trenes, abejas, etc. Sin embargo hay también repetidas alusiones al sol, el agua, el viento, el cosmos, todo esto en lugar de utopía, en este caso, representa el caos. Luego la mujer en el libro de Martínez, no es como en Hölderlin una idealización de ésta, sino que más bien una imposibilidad, algo inalcanzable. Alguien que en lugar de ofrecer tranquilidad, por el contrario, exacerbará el sentido de desesperanza. Podríamos decir en verdad, una ausencia de Diótima. En el poema Damas en grabado podemos ver un ejemplo de esto: "Damas decimonónicas, caminan parsimoniosas, pálidas /mirando un punto fijo en la distancia//Inusitadamente aparece un personaje / con una máscara de actor dramático: /Toma una de ellas por la cintura /le sube los vestidos buscando el gran triángulo que forman las piernas /pero allí descubre lo siguiente: /Las damas decimonónicas son nada más que unos maniquíes". Podemos agregar que Martínez, igual como es indicativo en algunos poemas de Hölderlin, usa su imaginación como elemento mnemónico en donde se suceden las imágenes metafóricas que va dando al libro un carácter de movimiento continuo, nutrido por un frondoso alcance de la memoria. (Hölderlin incluso tiene un poema dedicado a Mnemosyne, la diosa de la memoria)

El libro de Martínez es riquísimo en una gran variedad de imágenes y podría causar espanto a más de algún psicoanalista, como fue el caso del cineasta de vanguardia Luis Buñuel. Casi en todos los casos, cuando es necesario, el poeta nos advierte cuando está soñando, pero esto no despeja ninguna incógnita en el lector porque pareciera que el libro entero es un gigantesco sueño donde aparecen desde lagartos hasta personajes como la Leda de W.B. Yeats. También en alguna instancia el poeta nos informa que él está "volado" con yerba colombiana.

Hay algunos poemas que me parecen simplemente memorables como el poema Paseo nocturno, éste cuenta con tres versiones diferentes de las cuales se omite la primera versión, luego en las otras dos versiones, da la impresión de estar en una sala donde se editan películas en donde a esta se le corta o se le agregan escenas. En el poema Un día cualquiera, donde se sucede una serie de visiones y deseos íntimos del hablante de sumergirse en algo placentero y agradable para él y nos encontramos con esta escena: "pero nada de esto ocurrió /en la pantalla del televisor me vi a mi mismo de espaldas /mirando una pantalla de televisor /donde estaba yo mismo de espaldas /mirando una pantalla de televisor /donde estaba yo mismo de espaldas...".

Podríamos mencionar mucho más acerca de las imágenes y los espacios oníricos de este libro y quizá establecer parangones con otros grandes poetas, ya habrá tiempo para eso en otra oportunidad. Debemos mencionar, sin embargo, que Erik Martínez, como sus coetáneos de la Escuela de Santiago, se alineaba (y creo que aún es así) con poetas europeos, norteamericanos y chilenos entre los cuales se encontraban: Rimbaud (como no), Pound, Lautréamont, Ginsberg, Keruoac, Huidobro, Del Valle, Díaz Casanueva, y el mencionado poeta romántico Hölderlin. En suma, podemos ver en Tequila Sunrise, un magnífico ejercicio de poesía, un poeta que posee una imaginación que llega a límites insospechados y que sin duda se inscribe dentro del amplio panteón de las letras nacionales.

Mirando solamente desde la aparición de la mencionada antología de Orfeo en 1968 hacia delante, creo que las entidades culturales chilenas ligadas a la literatura deberían sentirse orgullosas por la enorme cantidad de trabajos producidos por los poetas y narradores chilenos en el siglo pasado. Debemos agregar que gran parte de esa producción ha sido mirada someramente de soslayo, especialmente aquella producida en el exilio. En este nuevo siglo que avanza rápidamente, es menester rescatar de entonces, poetas y textos que merecen más que otra mirada, puesto que siguen tan vigentes como lo mejor que se produce hoy día y deben ser conocidos por las generaciones literarias emergentes y por los amantes de la literatura en general. Este es el caso de Erik Martínez y Tequila Sunrise.

Luciano P. Díaz
Ottawa, enero de 2005

 

 

Tequila Sunrise

Erik Martínez Richards



ESTADO DE COSAS

El poeta mismo se desplaza lentamente por las populosas calles de la ciudad;
ciego como el viejo Edipo al comienzo de la última pieza
.............. de Sófocles, pero sin sentir esa nostalgia por los territorios
.............. enterrados en las oscuras aguas de la memoria;
sin ese paraguas que cubre de las radiaciones cósmicas.
Perdida la estructura interior que le da a la gente la rígida
.............. caparazón externa.
La ciega oscuridad de los ojos quemándose como carbones radioactivos.

 

NOSOTROS

Ellos, todos ellos, todos esos rostros
se alejaron como atrapados en burbujas de tiempo.
Huyeron cada uno en su propia trampa
cada uno hecho para su trampa
y los vi alejarse muy despacio
contra el cielo muy azul de la mañana
y los vi de pronto en la luz ennegrecida
hundiéndose lentamente
como burbujas en la espuma eterna de las mareas:
Un coro de voces mudas exclama
en el imaginario teatro de nuestras historias desenlazadas.

Para nosotros la extendida red de las rutas internacionales
para nosotros el espeso alquitrán de este mar
que llega agotado a las playas desiertas
para nosotros un destino ciego
que termina cualquier mediodía
en cualquier apartado lugar
para cada cual su destino.

 

CONSIDERACIONES

Ahora tengo el cuerpo lleno de heridas
a consecuencia de la cantidad de cuchilladas que me ha
............... dado el destino.
Camino por calles inverosímiles sin creer que soy yo,
pregunto por direcciones y me responden amablemente
como se responde a un extranjero, con una distante
...............cortesía.
Delante del espejo me insulto a cada rato
pero ya no puedo reconocerme bien.
Esto me ha llevado a un cierto desorden.
Detesto los espejos,
detesto la manera grandilocuente en que me estaba
...............tratando de impresionar a mí mismo.
Ese apego a las instituciones donde uno se convertía en un
...............caballero de respeto.
Las transmutaciones que lo hacían a uno crecer hasta
...............poder casi devorar el mundo;
ese constante deseo de devorarlo todo,
ese temor a ser devorado:
Nada de eso cuenta ya para mí.
Quiero enterrar mi pasado.
Ansío la protección del anonimato total.
Quiero formarme un rostro anodino.

 

LA APARENTE CALMA DEL HOMBRE ANTES DE IR A LA FIESTA

Me voy mirando en los espejos la caminar hacia el tren
...............Subterráneo
detrás de una gorda vestida de abrigo y sombrero
mitad lagarto (abajo) mitad pájaro (arriba).
Siento el propio cuerpo como una caja hermética,
como una caja fuerte que hay que arrastrar
afirmado sobre muletas,
sintiendo la necesidad inmediata de tomar algún calmante.
Quisiera conocer los motivos de la gente
pero estoy atrapado en esta transparencia
que se oculta tras el espejo de mi mirada;
me espío, me observo,
me veo caminando y no me escucho.
Alrededor mío los personajes no tienen actitudes coherentes.
Durante la fiesta yo invito a una mujer a bailar
ella me rasguña la cara
¡Saca tus manos de encima imbécil! - dice gritando

 

ANESTESIA

¡Déjenme primero bostezar!
Ignoro mis motivos, quiero acabar luego:
Mm, no tengo ganas de nada.
Me sueño a veces cayendo en espiral
a bordo de un avión en llamas.
Pero eso no tiene importancia
(no quiero hablar de eso ahora).

El problema es la inmovilidad total.
Reconozco que me repito,
reconozco haber cometido incontables repeticiones.
Es insoportable.
Quiero decir que no puedo salir de un sueño constante.
Voy caminando por calles llenas de gente extraña
(otro poema debería describir toda esa gente,
ese poema debería contar con un anexo de fotos,
mostrar casos concretos...)
Voy entrando en el túnel del metro.
Unos perros hambrientos se lanzan sobre un pedazo de carne.
Mueven el hocico con furia.
Los rieles brillan en la oscuridad. Los rieles.
¡Y las luces! ¡Arriba! ¡Pegadas al techo, giran!

Pero eso tampoco tiene importancia.
Ese no es el sueño mm del que quería hablar:
se trata del interés en las cosas
o no sé. No sé explicarlo.
Me quiero pinchar el cuerpo,
quiero convencerme de que nos estoy en un sueño.
Es insoportable.

 

VOLADO CON YERBA COLOMBIANA

Desde la nube, diremos para empezar,
desde ese blanco dominio
cae el rayo resplandeciente.
Yo he sentido ese rayo
que desciende intensamente acelerado pero inmóvil
acariciando mi piel
(estamos volcados sobre un costado
estamos muy quietos aquí - en este exceso,
las manos apoyadas en el suelo seco)
Yo he sentido que los días del pasado y del futuro no existían
sino en los calendarios.
Sólo había una extensa geografía de montes desérticos -
en el cielo se jugaba según principios regidos por el viento.
Desde la nube detenida en la transparencia del éter,
venciendo con incandescencias nuestro rostro
cae un rayo hasta mi cerebro...
y me siento arrastrado por una ola,
¡Nos llevan!
Caemos hacia el cielo como una laguna de luz líquida
pero eso sucede sólo en mi mente
a mi alrededor la materia inerte permanece sólida
envuelta en su capa gris de siempre.
A mis espaldas alguien relata:
"El fuego surge de la tierra.
Yo te miro niña de fatigas y melancolías,
yo acaricio tu cabello sedoso.
La noche está en lo alto acechante.
Mira, hay a tus espaldas un fuego que devora detrás de los montes.
¿Sientes como nos consumen llamaradas que nacen bajo nuestros cuerpos?
¡Escucha! ¡Caemos! Es el incendio".
A mis espaldas el sol.
El aire frío quema mis pulmones.
Estamos muy quietos aquí - en este exceso.

 

LA CASA VACÍA

Las sombras de los muebles se proyectaban enormes sobre los muros
en el extendido y monótono silencio
y sin ti aquel espacio
era como un inmenso paraje de hielo
que esparcía la blanca superficie de su espejo
sin reflejar mi figura.
Sin ti vagué desorientado
entre el metálico mecanismo de balcones:
el animal de la noche
se instaló con sus negras pezuñas
en el ámbito de nuestros antiguos juegos
y volvió inabarcables las dimensiones de la casa
y fue durante esa noche interminable
cuando viajé perdido
por aquel lago de hielo,
la madeja helada de las brisas me empujaba
pero adónde adónde
si esos espejos reflejaban sólo
la rota nervadura alucinante
de la luna caída torpemente como en una red
desde su árbol en la noche.

 

LEDA OCULTA

Tú estabas allí, se veía desde la distancia. Bajo el árbol de luminosas hojas verdes y frutos hermosos de color dorado. Era la hora del atardecer, tú estabas allí sentada sobre un taburete inmóvil en la penumbra detenida bajo el fresco naranjo. Recuerdo. Un vestido amarillo como esos que sueles usar, dibujos en verde, celeste y amarillo. Se veía la cabellera sobre tus hombros, abundante cabellera que se deslizaba en un gesto tranquilo hasta posarse sin estridencias sobre tus hombros. La piel tostada, bañada por la luz solar era la piel de mujeres isleñas que habitan regiones del trópico, se podía afirmar el suave calor de tu piel, tibie, tu piel, en que aguas transparentes, en que aguas apenas corrientes, se habían alguna vez en que tiempo tu piel... Se adivinaba tu mirada sonriente mirando desde el centro mientras se escuchaba el zumbido de las abejas, y se sentía contra el rostro la presión cadenciosa de los vientos que corrían por el valle. Si uno miraba hacia el valle descubría los distintos rumores con que el cielo se llenaba de multitudes, el sol boqueaba suspendido por un instante sobre los montes oscurecidos ya, por las laderas la sombra segura avanzaba por la tierra, sus pasos no se escuchaban, pero atrapaba sin resistencia regiones todavía iluminadas. La maquinaria celeste hacia llegar un fino chillido como lejano lamento de murciélagos agónico, nuestro sol era sólo una mancha rosada entre gruesas nubes grises que mordías sus costados, se deslizaban por sus rieles. El viento golpeaba el rostro (bajo la atmósfera bajo el naranjo zumbaban las abejas). Allí estabas tú todavía sonriente. No. Allí la atmósfera que se podía decir plena de partículas furiosas que giraban, en el calor de la tarde cuando nos sofocábamos allí y nos golpeaban el rostro las alas mugrientas de los mosquitos que giraban por mi cabeza, alas transparentes de bichos minúsculos, multitudes, repletando la atmósfera. No, tú no estabas allí. Bajo esa apenas penumbra iluminada zumbaban las abejas con un ruido monótono, en cualquier momento se abalanzaban sobre mí. Mirando hacia la derecha se veía a lo lejos un grupo de muchachos jóvenes moviéndose uno frente a otro según ritmos pausados. No se escuchaba la música. Movían piernas y brazos según ritmos pausados, más allá todavía estaba la ciudad, se pudo escuchar muy nítido cómo un tren hacía escuchar un bramido ronco después de una prolongada travesía, los barcos al entrar en la bahía hacía ese mismo ronco llamado. Una impresión de que esos trenes negros venían del sol. Las estaciones podían estar desiertas, no se escuchaba un sólo ruido, nadie descendió de los trenes inmóviles en sus andenes, no se divisaban guardias ni empleados de ferrocarriles. Ciegas ventanillas oscuras. Los terraplenes de arena se dirigían hacia una escalera. No. Zumbaban las abejas. Tú ya no estabas allí. Sólo rastros de tu presencia. La carretilla. Un objeto hecho de fierro y madera junto al tronco café. Yo lo miraba fijo como preguntando. Miré detrás del tronco. El vestido de seda a colores se pegaba a tu cuerpo, como otra piel sobre el calor tenue de tu piel. Yo miraba sólo tus ojos, todo desaparecía cuando miraba el centro luminoso de tus ojos sonrientes. Tus manos juntas se posaban entre tus muslos tus manos morenas, tus muslos morenos de isleña que habitaba una región de los trópicos entre inmensas hojas que cubrían el cielo y que parecían tener como tus ojos una luz propia, un calor propio, un ritmo adecuado. Las inmensas hojas se movían apenas con el viento. Zumbaban las abejas, zumbaban intensamente en mi oído. Yo miré entre las ramas en lo alto por donde descendía la sombra. Miré el suelo por donde se deslizaban los reptiles, múltiples reptiles que daban ese color verde a las dimensiones. Pequeños gusanos verdes. De pronto, pájaros pequeños de fino pico largo volaban sosteniendo el hocico lleno de movientes gusanos. Yo miraba con atención el suelo y distinguía entre las raíces oscuras un lagarto de duras escamas allí echado con el lomo encrespado. Una salamandra lamía mi bota. En ese momento descendió de un caballo un tipo que sostenía en su mano derecha un chicote de acero muy flexible forrado en cuero negro. Llevaba una mueca en su boca. Mostraba sus dientes parejos, sucios, grises, húmedos, una mueca hecha así, permanente. Vestía unas botas brillantes, también su mirada intensa brillaba, era una sombra brillosa. Con una mano tocaba el lomo negro del caballo. Sonreía. Suspensores y además un grueso cinturón de cuero. Me fijé claramente como el caballo tenía las patas mordidas, las pezuñas se juntaban a un hueso blanquizco. Los camaleones saltaban junto a las patas que no sangraban. Un zumbido de abejas bajo la penumbra del árbol. Pensé en el limpio método del buitre. Lamía y picoteaba poco a poco el cadáver que yacía sobre la calurosa tierra seca empezando por los pies, de modo que a la altura de la cadera podía uno ver el torso desnudo del tipo que enterraba su hocico en la tierra, y abajo los huesos limpios, sin un nervio, sin una gota de sangre, blancos como el marfil. El buitre iba despacio triturando centímetro a centímetro, serio, vistiendo con honorabilidad su traje oscuro, su brillante traje de plumas negras, con método. Más allá veía una espada, lejos de la mano del hombre. Yo boté la carretilla de un recio puntapié. Después se hizo la noche, nada se veía de pronto, nada entre la oscuridad alrededor, quizá los muchachos ya no bailaban. Había que regresar a casa, había que buscar un camino, cualquiera dirección era igual, ya nada importaba, había que lanzarse hacia la noche.

 

PELÍCULA O PESADILLA

Sucedió tal como en una película de horror.
Bajé por las escaleras hasta el fondo donde estaba el pozo,
sólo se escuchaba el profundo silencio de las aguas
interrumpido de vez en cuando por el monótono ruido de
............ una gota que caía
el cuerpo de la joven flotaba como dormido en las aguas tranquilas
los ojos abiertos, desmesurados, brillando oscuros,
estaban fijos en la altura.
Una voz me dijo mientras yo miraba:
"Anda, acércate y mírala en los ojos, anda".
Allá abajo se puso como si estuviéramos en el fondo de un acuario;
me pareció que todo se volvía verde.
Cuando toqué a la mujer ella volvió la mirada hacia mí
y pude leer en sus ojos:
"Por un momento, ¡oh Cisne! juntaré mis anhelos
de tus dos alas que abrazaron a Leda".
El cadáver era como de goma.
Yo empecé a reírme algo convulsivo
y no pude dejar de reírme hasta que me dolió el pecho.
Una voz me dijo que yo estaba en el medio de un sueño
Pero entonces miré a ala mujer que se reía a carcajadas
"¡Esto ha sido todo un engaño!" -grité como un loco.
"¡Un miserable engaño!"
El pecho se me abrió
y unas corrientes negras de vientos contrarios parecían acuchillarme
el corazón y los costados.
Luego el pecho se me cerró
y un peso enorme no me dejaba respirar.
Una voz empezó nuevamente a hablar
pero yo volví a mirar en dirección a las aguas
y allí estaba siempre la mujer inmóvil,
una mariposa negra le besaba ahora los labios morados.
Una sola gota caía monótona sobre las aguas
y se escuchaba como si algo gigantesco
quisiera apagar e profundo silencio alrededor.

 

PASEO NOCTURNO

Estimados lectores: alguna vez hubo una versión primera de este poema que omito, así como se omiten también algunas versiones recientes que he escrito. Parece que una vez que se rechaza la versión original no hubiera manera de llenar el vacío que se produce. Los motivos que me llevaron a reprimir la publicación de este poema tienen que ver con la existencia de límites que no conviene, por el momento, transgredir. No es que yo sea cobarde, sino que la auto-censura, el temor a herir susceptibilidades, me han obligado a destruir esa primera versión.

 

PASEO NOCTURNO
(Versión 2)

El pecho se me llenó de terror
como si una corriente extraña me hubiera invadido
............ con un líquido negro
y el cuerpo hubiera crecido desproporcionadamente.
Caminando por la calle habitual
vi las ventanas desde la altura de un edificio desprendiéndose,
los vidrios se despedazaron al estrellarse.
Escuché unas láminas de metal que el viento hacía rodar
en dirección al muelle;
un muro crujió a punto de desmoronarse.
Unas tenazas me apretaban la garganta.
Contra el indeterminado espacio donde se juntaban la noche y el mar
pude ver nítidamente el cuerpo de una mujer
recostada sobre la invisible línea del horizonte
ocupando con su cuerpo una vasta región.
Miré su boca abierta, su boca muy abierta
y sus ojos animales;
su cuerpo ondulando en el viento.
Le miré el sexo:
Escuché el mismo murmullo que el mar hace
El mismo eco de las aguas entrando el hueco helado de unas rocas
sentí que ese hueco palpitante se abría misterioso
como una boca invitándome
a sumergirme en la matriz fría y oscura
no sé si honda como el fondo del mar
o vacía como un límite del cosmos
o quizá ambas cosas a la vez.

 

PASEO NOCTURNO
(Versión 3)

El pecho se me llenó de terror
Como si una corriente extraña - ni líquida ni eléctrica - lo hubiera invadido
Apretándolo con su peso sórdido.
Era como si las vísceras hubieran crecido desproporcionadamente
................. durante la noche
y el computador que conecta las partes del cuerpo se hubiera roto
y el cuerpo desmembrado yaciera en mera yuxtaposición
................. con vísceras intentando morosamente recomponerse.
Pero pasemos inmediatamente al centro de este poema.
Tal vez sea necesario comenzar mencionando
Los vientos huracanados del invierno que hacían gemir los goznes
y ese gemido que recorría las calles ululando
como un perro herido
como un perro con un cuchillo enterrado en el cerebro.
Las ventanas de un edificio alto se desprendieron
Despedazándose estrepitosamente al caer
Unas latas llevadas por el viento iban sonando una música sorda
sobre los adoquines del puerto.
Yo sentía una garra apretándome el cerebro,
vagamente sabía que algo irremediable se iba a desmoronar.
El cielo nocturno quizás iba a caer envuelto en un remolino
hacia el centro de la tierra.
Luego, vi el cuerpo ondulante de una mujer acostada sobre el horizonte
miré su boca abierta y sus ojos sonámbulos.
Le miré entonces la rosa magnética de su sexo,
Escuché el mismo murmullo que el mar hace...

 

DRAGONES

......... Tratando de mantener débiles imágenes de un dragón chino de 50 cm., aproximadamente y que se podría emparentar con el dilema del sol... hablándole a los interlocutores... mujeres hermosas... imaginando interlocutores para los teoremas que intentan explicar la luz del sol - los dragones pequeños, los grandes dragones de boca inmensa - las mujeres delicadas.

......... Después, intensificando las imágenes hasta hacer que las mujeres sean de plata - transparentes - ojos de brillo diamantino. La mano apoyada en el brazo de un sofá invadido por la penumbra. Repeticiones siempre tratando de imaginar interlocutores para poder de algún modo continuar las conversaciones en mi interior.

......... El interlocutor es una bella mujer. Me ha invitado a su casa a beber una copa de coñac. Je, je. Ella está enfrente mío... muy pálida... como si fuera nada más que un cuadro... sin moverse... estática - los interlocutores no suelen hablar - se quedan silenciosos para que yo demuestre mi labia. Entonces adelanto una vaga conexión entre los pequeños dragones y la luz del sol... es difícil decir más... se trata de cincuenta dragones cuyo fuego es lo que vemos como el sol. Entonces trato de continuar... ¡pero no! Ha estallado el fuego en el decorado... los telones de fondo se incendian y yo miro a la interlocutora que permanece estática: sus vestimentas en perfecto orden... la mirada con ese brillo de diamantes fija en mí... el anillo en su dedo meñique... sin hacer caso del fuego... sin inmutarse ante los gritos horrorizados del público que trata de hacer que nos detengamos ya - que huyamos también nosotros.

......... Yo intento convencer a los interlocutores acerca de las razones que me han llevado a esta situación - algo ha andado mal - parece - y mientras adelanto algunos movimientos observo una grieta en el suelo. Yo hablo de esto también con los interlocutores. Ellos a veces me hacen entrevistas sobre problemas de arte.

 

DAMAS EN GRABADO

Damas decimonónicas, caminan parsimoniosas, pálidas,
mirando un punto fijo en la distancia,
hieráticas,
de vestidos largos,
de arquitectura esbelta.

Inusitadamente aparece un personaje
con una máscara de actor dramático:
toma a una de ellas por la cintura,
le sube los vestidos
buscando la esquina cálida del gran triángulo que forman las piernas
pero allí se descubre lo siguiente:
Las damas decimonónicas no son nada más que unos maniquíes.
La mujer cae al suelo calladamente
exhalando un chirrido.
De alguna manera se ha roto el mecanismo del muñeco.
En forma tétrica el actor intenta arrastrar el cuerpo incalculable.
Saca un sable que cuelga de la muralla
y ataca las cortinas
(quizás tratando de imitar a Hamlet un poco)
pero abandona la empresa agotado, sudoroso.
De alguna manera se le llena el traje de espeso líquido viscoso.
Afirmándose contra el muro
el personaje camina exhausto
hacia el cuarto de baño
y encuentra que el suelo está lleno de serpientes retorciéndose.

 

LA DESPEDIDA

Finalmente ella me gritó que yo era un hijo de perra
y que me fuera a la chucha.
Tenía el rostro congestionado,
las palabras le brotaban de la boca como un chorro.
Mis nervios se estremecieron como atacados
por una onda sub-sónica.
A veces ella estaba calmada y se recostaba sobre la cama.
A veces yo la pillaba con la guardia baja.
Entonces le entreabría las piernas,
le tocaba el sexo rosado
y ella no resistía,
dejaba que yo la poseyera, fría e inmóvil.
Una vez, al retirarme, vi sus manos contraídas,
la extraña disposición del cuerpo
como una muñeca intacta
donde se ha quebrado un delicado mecanismo interno.

Era un día precioso cuando nos despedimos.
El lago se adornó de veleros;
en el cielo un avión parecía volar a la deriva.
Más allá una nube con forma de flor giraba inmóvil.
Ella se tapó los ojos del sol para mirarme:
"Déjame que te dé una última mirada" - dijo.

 

EN LOS ACANTILADOS

Nos llevaba el viento sin que nos diéramos cuenta,
las cosas sucedieron con rapidez
y no percibíamos más que algunos detalles sin importancia:
el modo de acercarse determinada persona,
su sonrisa oblicua...

Llegué al borde de los acantilados. El grito de las gaviotas resonó en las cavernas de roca. Qué fatiga se apoderó de mía al ver la altura y las distancias alrededor en la luz excesiva. Imaginé una caída. Abajo, el estruendo del mar contra el muro, abajo, el lomo de las aguas deslizándose en retirada (el bulto de una sombra que cae). Oí el chillido de una gaviota blanca. Arriba, el sol entre los vientos.

 

SUEÑOS DE LA TARDE SOBRE LA TIERRA HÚMEDA

Sueños de la tarde que fueron otros sueños olvidados
no: no vinimos caminando por los senderos de la tarde
no bebimos la hoja que humedecía el sol moribundo
pero sí detenidos y acezantes entre el follaje que palpitaba agitado
oh! Si toda la sangre del calor
si todos los humores vegetales
se detuvieran en la tarde que oscurece
si todos los cantos de las aves de frondoso plumaje.

Yo iré golpeando una redondela
yo subiré desnudo para bañarme de la atmósfera en la altura
(habrá un árbol lento
quejándose débilmente)
yo atravesaré una pradera inmensa
cuando sea el tiempo del calor.

La lechuza de ala verde
La lechuza que miró su parentela y orinó como pudo el hueco
de un cierto papel
la nocturna lechuza señora pestilente de los árboles redondos
dibujó su vuelo como una línea perdida
una espiral y se enterró bajo tierra en castigo
(oh sufriente cabeza de la tristeza, seca tus lágrimas
y yo enterraré el negro cuchillo en mi vientre).

Toda cosa viviente manifestó su exuberancia
el árbol meció su copa
su hoja se hinchó verde en la luminosidad verde de la noche
y hubo una profusión de especies vegetales
el árbol creció en el aroma de sus ramas
y todo aroma viviente palpitó en la fiebre de la noche.
El espíritu del bosque hizo mecerse este profuso mar
Hizo crecer esta marea hasta el acalorado rostro de los cielos
Y toda cosa viviente manifestó su exuberancia.
Pero el habitante soñó sobre la tierra húmeda
que su cuerpo se perdía entre el follaje
que sus ojos (último resto brillante de su cuerpo)
se hundía en una sombra más fuerte que la noche
soñó que el calor de la hoja verde se apoderaba de las palpitaciones
de su corazón (hecho de un material débil,
hecho de una roja tela de tejidos).
Y los brazos de la selva se extendían para abrazarlo
y todo sucedía lejos, en la sombra
entre la magnífica exuberancia viviente del bosque
entre esos magníficos aromas de la noche.

La nocturna lechuza señora pestilente de los árboles redondos
dibujó su vuelo como una línea perdida
una espiral y se enterró bajo tierra en castigo.

 

TEQUILA SUNRISE

Hubo un tiempo al amanecer,
en que mi cuerpo estaba hecho como de barro.
Yo movía mis piernas pesadas con parsimonia.
Había una atmósfera extraordinariamente húmeda.
Yo escuchaba voces distantes de gente desconocida que no podía ver.
Era un tiempo cuando yo vivía en una oscura caverna
y escuchaba tristes lamentos de gentes lejanas
hundiéndose en el barro;
sus gritos y lamentos venían como una voz ronca
que llegaba hasta mí a través del aire espeso y húmedo.

De repente hubo una gran explosión.
Un relámpago incandescente iluminó el cielo.
Las estrellas comenzaron a girar y fulguraron
más brillantes que el cielo ardiendo.
La tierra se abrió y yo pude ver sus dimensiones interiores
¡Había llamas por todas partes!
Agitadas y turbulentas como un océano atormentado.
El espacio entero parecía girar.
Creo que yo fui el único que permaneció estático.


Sobre un pequeño cerro vi un gran caballo azabache
montado por una mujer extremadamente rubia.
Sus movimientos eran calmos, precisos y llenos de energía.
Ella gritaba con una voz ronca.
Algunas mujeres detrás de mí
me dijeron que ella era una magnífica bailarina
me dijeron que ella bailaba como una llama divina
que ante su pura presencia el público se volvía ebrio,
y su entusiasmo los contaminaba a todos
y empezaban a bailar frenéticos
inflamados con el fuego de su cuerpo perfecto.
Grandes discos redondos de cobre derretido rodaban por el terreno.
Ella montaba su caballo sobre la tierra caliente,
pálida, silenciosa, como si estuviera completamente en trance.


II

Amplias carreteras de cristal parecían dirigirse en todas direcciones del cielo
pero fundamentalmente se trataba de un escenario.
Allí una mujer casi desnuda hacía una danza llena de contorsiones.
Sus piernas parecían salidas de sus goznes
y la cara se volvía con violencia hacia los espectadores
exhibiendo la dentadura nítida de su sonrisa ambigua.
Más allá estaban tres bailarinas vestidas como esqueletos
y los efectos del tequila me hacían entregarme totalmente
a una música secreta que parecía estar organizando todos
............... los movimientos de las actrices
yo pude acercarme a una de ellas.
Quién, impasible, se aferró a mí con fuerza
y nos deslizamos por el escenario,
nuestras piernas entrelazadas,
siguiendo el apasionado ritmo de un tango quejumbroso
cuando de improviso sentí una explosión en mi cerebro
me llevaron en una limousine a gran velocidad por las carreteras
me hablaron de una nueva peste que atacaba la sangre
me hablaron de los incendios en el lado oeste de la ciudad
y yo pensaba en la forma en que todo parece repetirse
y pensaba también en los colores barrocos de una mariposa:
fue una vez hace muchos años cuando recién había
............... hecho mi primera comunión;
cacé una hermosa mariposa cerca de un manzano,
después me empujaron a una ciénaga
y me dejaron abandonado
yo los vi alejarse inmutables como muñecos pseudo humanos
más allá pude distinguir una gran pila de automóviles viejos
las máquinas excavadoras estaban amontonando todos esos equipos inservibles
mientras un viento cargado de extrañas radiaciones parecía venir
............... de un lugar secreto de la noche.


III

Ahí fue cuando el cielo comenzó a caer a pedazos
por un momento pude ver todo el espacio ultra-galáctico
y yo iba sentado en un peñasco que caía
a una velocidad más rápida que el pensamiento
yo tenía dolor de estómago, náuseas,
por otra parte me aferraba como podía.
Después estaba en la tierra de nuevo.
El cielo se incendiaba,
bolas incandescentes caían de vez en cuando, sin estrépitos.
Yo me sentí muy mal, muy débil.
Las piernas ya no me sostenían
cuando aparecieron unos fulanos vestidos de enfermeros.
Ellos me ayudaron a caminar.
"Venga por aquí", uno de ellos me dijo.
Yo no les podía distinguir la cara,
pero escuché a mi izquierda el graznido de una especie de cuervo
y enseguida un pajarraco negro, un gran pájaro lento,
de una gran envergadura (casi como un avión viejo),
se desplazó sobre nosotros haciendo un esfuerzo
para mover su enorme peso.
Uno de los enfermeros gritó algo incomprensible.
"¡Vamos!, "¡Vamos pronto!", gritó el otro, "tenemos algo que mostrarle todavía".
Un hermoso caballo azabache corrió en lo alto del cerro,
Levantó sus patas en el aire y lanzó un grave relincho.
Para mi sorpresa, los enfermeros no demoraron en atraparlo.
El más alto levantó un hacha y de un solo golpe, un golpe seco y certero,
le cortó la cabeza al caballo.
La sangre cayó a chorros por el cuello.
"¡Ya!" gritó el rucio que lo había decapitado.
Y el ayudante lanzó la cabeza sangrante
a una laguna como de alquitrán, espeso y blando

El oleaje constante del mar contra la playa
la resaca de las aguas sumiéndose de vuelta
una y otra vez
cada vez más ruidosas
a media mañana
ya el tequila había hecho su daño,
el mar borra por la mañana los sueños.

 

LOS PÁJAROS

Aves de ala negra emergen desde lejos
como una flotilla de aviones enemigos.
En la pantalla de la mente el ave destroza el ojo
.............. de un solo picotazo.
Me digo que en otras direcciones existen ciudades
y esto surge en consideración del peso agobiante del calor,
a raíz de toda la luz alrededor encegueciendo mis ojos.
Me digo que en otras direcciones están los campos
..............en tiempo de la cosecha.
Las aves dibujan en el cielo su geometría de círculos.
Mientras yo sigo el camino cruzando la planicie
ellas atraviesan el horizonte en multitudes ordenadas
y el silencio desciende como un volantín herido.
Me digo que las direcciones atraviesan la tierra
que los caminos no necesariamente convergen hacia un centro único
y por eso digo que un oscuro silencio rodea la nube que viaja
y son esos ámbitos del trigo en tiempo de la cosecha
..............que me hacen soñar
mientras avanzo
a raíz de toda la luz alrededor
las aves se dirigen a mí desde un centro en el horizonte
a pesar de las dimensiones.
Y continúo preguntándome si acaso viajaré siempre
.............en las trayectorias periféricas.
El horizonte se curva como la espalda silenciosa
de un personaje que no quiere dar la cara.

 

NO HACE MUCHO

Al amanecer sentí un gran dolor de cabeza.
En la penumbra de mi cuarto se sentía
un aroma dulzón como si hubieran cuerpos descomponiéndose.
Viejos neumáticos en los rincones se quemaban
y llenaban el cuarto con el penetrante olor
de la combustión apagada.
Por encima de los signos de la pesadumbre,
y de los cuerpos como cadáveres que repletaban el lugar
por encima de la confusión a esa hora de la noche
sentí la nítida transparencia de los sentidos,
¡de todos los sentidos!
Sobretodo del oído:
escuché a lo lejos el paso de unas doncellas
caminando muy parsimoniosas en sus vestidos emplumados.
¡Yo escuché el murmullo suave que hacían,
y la brisa tibia del amanecer
y el vuelo lento de las aves giratorias!
¡Por supuesto! Había una TOTAL TRANSPARENCIA de los sentidos,
de eso no cabe ninguna duda.
Era el interminable insomnio que daba
Ese terrible dolor de cabeza.
Salí hacia las terrazas donde se alejaban las doncellas.
El rumor de las olas llegó como en sordina.
Las vi de pronto inmóviles de espaldas a mí
Mirando al océano negro desde donde venía una cálida brisa.
Corrí hacia una de ellas que me pareció reconocer,
Vestida con una larga túnica blanca.
Pero cuando ya casi la iba a tocar
se ennubleció todo, el océano rugió en mi oído.
Huyeron las aves giratorias.
Un velo negro me envolvió en mis contracciones.
En la penumbra del cuarto
comenzó a aclarar por fin.
La lenta combustión de los neumáticos continuaba
pero ya apenas se podían percibir las emanaciones pestilentes.

 

YA DE DÍA

El centro de la habitación está ahora ocupado por una máquina circular. Es una máquina silenciosa cuyo aparato central gira a alta velocidad. La enorme estructura llega hasta el techo y sus alas me dejan en un rincón, recostado en mi cama, observando. Quisiera ocuparme en la elaboración de una matemática especial que me permita resolver el enigma de mi futuro. Sin embargo, no puedo evitar una atención si se quiere obstinada hacia este objeto impresionante. Circular. Un aparato que gira a altas velocidades. Una máquina de esta naturaleza exige estar preparado para cualquier eventualidad. Cualquier cosa de cualquier índole puede suceder. Ignoro la utilidad del artefacto. Pienso, a veces, si mis problemas monetarios no se irán a revolver dentro de poco. En esto estoy.

 

PERSONAJE CON ARAÑA

la ampolleta cuelga amarillenta en el centro del cuarto - apenas ilumina apenas - esa es la verdad - está muy apartado aquí muy silencioso - una sombra rígida se desliza cruzando la puerta - un monigote avanza siguiendo la línea de los muros - se mueve en cámara lenta como si estuviera al fondo del mar - hay una silla en uno de los rincones - allí se sienta - imaginando

EL CENTRO

desde donde fluye un líquido - el centro del cuarto lo ocupa una araña inmóvil - eso marca el extremo del túnel - allí el bicho crece - puedo ver sus tejidos transparentes como una bombilla eléctrica - puedo ver los filamentos por donde fluyen los líquidos vitales al interior del cuerpo - ha descendido

LA LUZ

y yo observo este fluido imperceptible que es la luz en el cuerpo de la araña - translúcida

sólo pedí que me dejaran allí para considerar el universo cerrado de mis obsesiones -
dame un lugar donde pueda quedarme - no me moveré - permaneceré muy quieto - dame un lugar donde pueda quedarme - sólo quiero concentrarme en el universo cerrado de mis obsesiones


HOMBRE AL MEDIODÍA

Había quedado atrapado por la intensa fuerza de gravedad del mediodía;
vestido con uno de esos trajes que aparecen en la pintura pre-rafaelista,
el rostro aparentemente impasible.
La tierra lo arrastró con una fuerza irresistible en pleno esplendor solar.

Hizo un calor insoportable,
un calor que salía de la piedra
un calor sin espesor que caía desde el cielo,
un calor donde se habían dormido todos los sonidos
excepto tal vez la metálica estridencia de la chicharra.
Hubo una chicharra en algún punto,
mimetizada con la roca amarilla.
No pudo mover los brazos.
Trató de coger una piedrecilla con la idea de arrojarla al océano.
Trató de controlar el vértigo.
Los chillidos penetrantes de la chicharra se atravesaron
el cerebro de un oído a otro.

La gravedad del silencio lo arrastró hacia el centro vacío de un sueño letárgico,
el cuerpo flotando en el aire limpio de la mañana, pensó,
se desplazaba por el cielo azul azul,
mientras la tierra abría sus fragancias.
Trató de extender el brazo para coger una piedra.
Vio en la distancia las ondulaciones sigilosas del océano,
Besando los bordes de la costa desierta.
Trató de romper ese magnetismo del mediodía
que lo tenía atrapado
arrastrándolo lejos de sus deseos.
Pero el encanto disuador de la somnolencia le inmovilizó los brazos.
Las oscuras vestimentas del siglo XVII
Ocultaban un cuerpo hecho de cera.
Estuvo inmóvil por una eternidad
Mirando el lento vuelo del sol.
Una tinta espesa se extendió como un barro
o brea caliente alrededor suyo.
El cuerpo derretido se hizo blando.
La caja hermética del pecho se le empezó a escurrir
sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
El brillo de los ojos fue desapareciendo,
hasta que sólo quedaron los dos huecos negros.
Se sintió el zumbido de las abejas.
El horizonte parecía zumbar con un escuadrón de abejorros.
El sol se convirtió en una Gran Abeja zumbando
justo encima de la cabeza.

Le pareció que el cerebro estaba habitado por una abeja.
Nada más supo, se hundió en un olvido monótono.

En la distancia, en todas direcciones del sordo mediodía
se extendía el páramo acribillado por el exceso de luz,
seco, interminable.

 

ANSIAS DE SUICIDIO Y MANTIS

Consideraba las monstruosas deformaciones de mi cuerpo,
mientras en la pantalla del televisor,
ocupando el espacio del cuarto - repletándolo -
aparecía el torso atravesado de agujeros.
La imagen - en blanco y negro - daba la impresión de una total transparencia.
Ocupando la región toráxica
flotaban inmóviles espesas manchas de tinta china.

Una gigantesca mantis apareció en el centro del cuarto,
desprendiéndose de la noche,
saltó enfrente mío chillando agudamente en el fino límite acústico.
Mordió mi mano arrancando un buen pedazo de hueso y cartílagos
pero no se derramó ni sangre ni ningún líquido oscuro
(como era de suponer)
ni me pareció una operación dolorosa
ni tampoco quise retirarme.

Una fotografía sumamente contrastada mostraba
mi propio rostro sudoroso inundado por la sombra
(si es que podemos hablar así)
bañado con las gotas de sudor contra la pantalla iluminada atrás
de alguna manera inmovilizado en un instante de eternidad
(seguramente había un personaje que me entregaba la foto).
Miré mi propio cuerpo como un objeto desprendido de mí mismo,
Atrapado en la inercia transparente de la atmósfera
como si flotara en el fondo de un acuario.
Las piernas estaban envueltas en pesada tela
Fuertemente iluminada por los reflectores.
Las imágenes se sucedían incongruentes.
Contrariamente a la inmovilidad de los cuerpos,
a la definida cualidad estática de las visiones
el suelo no sostenía, el silencio, el espeso silencio señalaba
que el cuerpo caía hacia el centro de una espiral.

Luego, una silueta deforme tomó un increíble cuchillo
para asesinar la mantis.
La imagen mostró las sucesivas cuchilladas
que atravesaron el cerebro del grotesco animal.
Se retorció girando sobre sí misma
como atrapada por la fuerza centrífuga de un abismo.
Al mismo tiempo, una mano se apoderó de mi garganta apretándola...

Una fotografía de mi propio rostro... inundado de espesas sombras...
una fotografía a contraluz...
mostraba el rostro arrancado de la sucesión interminable del tiempo...
vuelto hacia mí... quizás mirándome...
detenido en la espera de un acontecimiento imprevisible...

En la distancia... en un espacio distinto
en un espacio mucho más pequeño en la zona cercana a los zapatos
se movían otros personajes:
una mujer rubia inició una danza giratoria y monótona
girando y girando en el encanto de la repetición indefinida
de su propio movimiento.

 

IGNICIÓN DEL CUERPO

Había la lenta ignición del cuerpo
en las largas noches de silencio e insomnio.
Al fondo del cuarto había esos espejos
Mirando silenciosos en mi dirección.
Pero ese día mi cabeza empezó a arder.
En un momento soñé que estaba peleando
en la primera guerra mundial
y mi avión caía incendiándose
y todo mi cuerpo comenzó a arder
como madera seca.
Por mis costados podía sentir las llamaradas.
Soñé que unos seres desproporcionados
-- una mezcla de brutos campesinos pintados por Brueghel
y enanos gruesos - me daba de beber un líquido dulzón.
Casi al amanecer cuando desperté estaba a la intemperie
rodeado por un gran desierto amarillo
y unos perrazos negros me lamían los pies.

 

CAMINÓ BAJO LA SOMBRA DE ÁRBOLES PARPADEANTES

Sí, los puñales se incrustaron en la sombra
o el acero de los automóviles en su pintura
reflejó la calle que atardecía -
unos pasos nerviosos se escucharon de alguien que corría
fue en el bar que los vasos chocaron y el cristal se rompió
fue en el bar que se oyeron voces de corpulentas siluetas gritando
y cuerpos o muñecos o sacos pesados rodaron escaleras abajo.

En todo caso se puede afirmar:
"regarde sans peur le visage de l'étranger dans le miroir"
mira hacia arriba el borde de las altas ramas
allí, a veces, un búho canta.
Y sobretodo RECUERDA
"él caminó bajo la sombra parpadeante de árboles plateados".

 

SUPERFICIES

La eternidad fluye desde el fondo del universo;
es como una tenue vibración inaudible,
pero tengo mi cabeza conectada.
¡mirad! Esta especie de cabellera
estos cables como serpientes
retorciéndose en mi cabeza de Medusa.

Voy silencioso de un extremo a otro del cuarto.
Extiendo mis manos sobre la superficie lisa de los muros,
y voy palpando centímetro a centímetro.
Cierro los ojos,
me veo flotando en el oscuro río del tiempo.
Observo la frágil condición de mi propio cuerpo.

No tengo ningún sentimiento particular.
No siento que voy cayendo.
No me produce vértigo mirar las galaxias alejándose en el espacio.
No tengo ningún deseo violento por nada.
Tengo miedo de que me asesinen ahogándome en el agua.
Tengo miedo de que me persigan a orillas de un lago y
me hundan la cabeza en el agua.
Me limito a observar la palpitación de la eternidad.
En el oscuro río del tiempo cósmico
veo el gran escenario desierto
veo el cuerpo reluciente de un gran piano abandonado,
la delicada superficie helada.
Veo también unos perros hambrientos.
Veo una jauría de perros rabiosos
bajo la luz escasa del crepúsculo;
ellos se acercan hasta mi propio cuerpo y lo devoran.
Me arrancan pedazos de carne en las piernas.
Pero yo no siento nada,
todo sucede como si se tratara de otro.
No veréis una lágrima asomar a mis ojos.

Voy palpando la superficie lisa de los muros.

 

UN DÍA CUALQUIERA

El viento no traía metálicas músicas de piano.
Yo estaba recostado sobre la tierra árida
imaginando fantásticas catedrales de cristal.
Después, el espacio mental lo ocupó una sola rosa roja
grande como la pieza en que habito.
y que crecía ávida.
Yo quería imaginar un largo viaje hacia el interior de la rosa,
Encantado por su aroma,
Yo pensaba que en el interior habría un mullido sillón
con forma de labios de mujer,
yo pensaba sobre todo en la posibilidad de una puerta
que yo podría abrir hacia un secreto esplendor de colores principales.
Yo pensaba, concretamente, sumergirme
en un líquido a la vez rojo y transparente,
Intenso como una espiral,
donde yo iba a desaparecer con una sonrisa en los labios
pero nada de esto ocurrió:
en la pantalla del televisor me vi a mí mismo de espaldas
mirando una pantalla de televisor
donde estaba yo mismo de espaldas
mirando una pantalla de televisor
donde estaba yo mismo de espaldas...

 

FIGURAS EN EL FUEGO

Yo estaba mirando los carbones encendidos:
Había figuras de bocas sin dientes que gritaban,
Había una cabellera rubia de una mujer sin rostro.
A mi lado, un personaje me contó que él no podría nunca olvidar,
me insistió en que nunca podría olvidar
la muerte de su hijo fusilado en el norte.
Y más allá vi los trabajadores de rostro tiznado
Avanzando en las excavaciones.
Sólo el viento que parecía huir
venía aullando
y con su peso frío empujaba el bosque.
Alguien señaló al pintor
que se declaraba hermano de los soles y de la noche
sentado frente a su caballete.
Unos soldados empezaron a empujar un bulto
desde la colina a nuestra espalda.
Era como una especie de masa blanda envuelta en lona.
El suelo estaba empapado de una substancia como petróleo.
Nos iluminaban los miles de soles nocturnos
y desde la distancia
como las ondas que se esparcen en el agua tranquila
cuando uno arroja una piedra
o el mar eterno lamiendo los continentes
se derramaba suavemente ondulada la magnética oscuridad de los astros.

 

CÁMARA INTERIOR

En una cámara interior de la maquinaria del hombre
un trozo se ha desprendido
y hace resonar metálicos los gemidos de cuerdas íntimas.
Acostado en la cama de Isabella St.
con la nuca apoyada debajo de las manos,
se imagina nuevamente
la ola magnética de la noche,
la luz disuelta de soles negros brillando amargos
sobre el helado desierto de los hielos.
Piensa también en el choque de trenes.
Ubicados en descomunales terraplenes.
En la conjunción de innumerables coordenadas
a causa de una palabra pronunciada al azar
mientras se toma café con un amigo.
Piensa en el aceitoso universo de la noche,
en la luz inverosímil de miles de soles negros, derramada.
Un hombre trabaja en la noche haciendo una excavación.
Una mujer agoniza desangrándose después del parto.
Sí, siento vagamente que voy cayendo.
Siento la noche como un círculo negro,
quisiera ir hacia ella
y sin embargo sé que es quemante como un ácido venenoso.


 




Proyecto Patrimonio— Año 2005
 
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Erik Martínez Richards: Tequila Sunrise.
Poesía
Ediciones Cordillera, 1985.