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POEMAS
.......... Raymond Carver


Nota y versiones de Esteban Moore


Raymond Carver: "Por favor, nada de heroísmo."

En junio de 1992, cuatro años después de la muerte de Raymond Carver, su viuda, la poeta Tess Gallagher y el profesor William L. Stull de la Universidad de Hartford, estado de Connecticut, dieron a conocer Por favor, nada de heroísmo. Este volumen incluye textos que no habían sido reunidos anteriormente en libro: cuentos, poemas, el fragmento de una novela, notas bibliográficas, prólogos y un conjunto de artículos en los cuales Carver comenta su relación con la palabra escrita.

Entre ellos se halla el poema que da título al conjunto, Por favor, nada de heroísmo, escrito en 1967, en sus años formativos, mucho antes de ser reconocido por su futuro. Estas palabras no figuran entre las consignas que utilizaba, en sus clases o entrevistas, cuando se proponía definir su trabajo. Sin embargo, se corporizan en su escritura, encarnan una actitud: el rechazo hacia la figura del héroe y la del Vates, el poeta como profeta. Los actos heroicos y las visiones proféticas que tanto desvelaron a Thomas Carlyle, no le resultan atractivos. Mucho menos, el juicio del autor del Sartor Resartus acerca de que la Historia Universal, es en realidad, la historia de los Grandes Hombres.

La tarea, de proporciones whitmaneanas, que se impone Carver, un hombre que revitalizó el cuento corto y el poema narrativo, es la de integrar a la tradición literaria de su país la vida y los sueños de obreros y empleados. Rescatar, expresar la voz de todos aquéllos que con sus salarios mínimos o cheques de desempleo, quedaban excluidos del sueño americano propuesto por la industria del cine, la televisión y la publicidad.

Raymond Carver nació en 1938, en Clatskanie, Oregon, un pequeño pueblo a orillas del río Columbia dedicado a la industria de la madera. Su padre, que trabajada en uno de los aserraderos locales afilando las hojas de las sierras, era alcohólico. Un buen narrador de historias, solía contarle acerca de sus excursiones de pesca y caza y, sobre su abuelo, un personaje que para sobrevivir en la Guerra de Secesión combatió para ambos bandos.

La familia Carver se mudó a Yakima, estado de Washington, donde Raymond terminó sus estudios secundarios. En su juventud su material de lectura preferido fueron las novelas de Mickey Spillane y las revistas dedicadas a las actividades y deportes al aire libre.

En 1956, se casó con Maryann Burke, su novia de la secundaria, de dieciséis años de edad, quien estaba embarazada. En estos años, para sostener a su familia, Carver trabajó como empleado de limpieza, obrero en un aserradero, dependiente de farmacia y vendedor.

Luego de tres años de pequeños fracasos en su ciudad natal, decide radicarse con su mujer y sus dos hijos en Paradise, California. Aquí se inscribe en un taller de escritura creativa dictado por el novelista John Gardner. Esta experiencia fue decisiva en su vida. Muchos años más tarde le confesó a Jay McInerney que durante toda su vida, mientras escribía, sentiría la presencia de Gardner, aprobando o desaprobando las palabras, frases y estrategias elegidas.

En 1963, finaliza sus estudios de literatura en la Universidad de Humbolt, California y en la de Iowa. En este período de su vida caracterizado por la estrechez económica, empleos mal pagos, la falta de tiempo para escribir y las dificultades para establecerse como escritor, el bourbon que lo acompañó durante décadas, se transforma en su único y exagerado consuelo.

En la década de los 70, ya convertido en un alcohólico de tiempo completo, sobrevive dictando talleres de escritura en distintas universidades y publica sus dos primeros libros de cuentos. En una oportunidad coordinó junto a John Cheever un taller en la Universidad de Iowa. Éste recuerda que lo único que hicieron bien ese semestre fue emborracharse. El 2 de junio de 1977 comienza a participar en reuniones de Alcohólicos Anónimos y abandona la bebida.

En la década de los 80 varias cosas habrían de cambiar en su vida: se divorcia, forma pareja con Tess Gallagher - se casaron en Reno en 1988, dos meses antes de su muerte - y es nombrado profesor de literatura en la Universidad de Syracuse. El editor de Esquire, Gordon Lish, publica varios de sus cuentos, su círculo de lectores se expande continuamente y la crítica comienza a reconocer las virtudes de su prosa y de su poesía. Fue distinguido con el premio O.Henry; obtuvo la beca de la Fundación Guggenheim y en dos ocasiones la del National Endowment for the Arts; el premio Mildred and Harold Strauss, otorgado por la American Academy and Institute of Arts and Letters; el Premio Levinson de poesía ; la Universidad de Hartford le otorga un doctorado; recibe el Premio Brandeis de ficción e ingresa en la American Academy and Institute of Arts and Letters.

Su vida asumió visos paradojales, hijo de un obrero, pobre y alcohólico, vivió la mayor parte de sus días al borde de la exclusión social, hasta que en sus últimos años -murió el 2 de agosto de 1988- los complejos designios del destino lo transformaron en un escritor con un público devoto, admirado por sus pares y miembro de la academia. A pesar de ello, nunca olvidó sus orígenes, ni de donde provenía la materia de sus historias.

En un artículo, La libreta de notas de un narrador, publicado en el New York Times en febrero de 1981, Raymond Carver narra que él no eligió las formas breves del cuento y el poema narrativo para expresarse, los adoptó por necesidad y urgencia. Lo hizo en una época en la que durante el día se desempeñaba como dependiente en un comercio y, luego, en las primeras horas de la noche, baldeaba el salón de un restaurante y barría su playa de estacionamiento. Terminaba agotado recuerda, sólo podía escribir los sábados o domingos, siempre y cuando su mujer, que era camarera, tuviera alguno de estos días libres para hacerse cargo de los hijos. Estos géneros, que ya no abandonaría, eran los únicos que le brindaban la posibilidad de elaborar una idea y concluir el texto en una sola jornada.

Finalmente, cuando todo indicaba que el sueño de disponer de todo su tiempo para escribir sería una realidad, no logró desarrollar su primera novela. En esta ocasión fue la vida la que se lo negó, murió de cáncer de pulmón a los 50 años de edad.

En la elección de los géneros no existió la premeditación de una estrategia. En cambio sí la hubo en sus lecturas, una que no le dio demasiada importancia a los recomendaciones de la academia, ni a las modas de la época surgidas de los medios universitarios. Noticias de ella están diseminadas en la gran cantidad de entrevistas que le realizaron. En ellas asimismo se puede advertir que en el momento en que el interlocutor deseaba saber más acerca de sus lecturas y las influencias que éstas tuvieron sobre su obra, desplegaba maniobras y tácticas de ocultamiento, destinadas a manipular los datos concernientes a este aspecto de su formación y oficio.

Negó enfáticamente las influencias literarias. La única influencia que reconocía como escritor era la del propio comercio de la vida: criar los hijos, trabajar dos turnos, no tener para pagar la luz y el gas, o divorciarse. Éstas eran las cosas que según él habían modelado su escritura. No obstante y a pesar de la convicción de su negativa, traza cuidadosamente el mapa de sus lecturas y deja indicios ciertos de como éstas funcionaron en el armado de su poética.

La suya es una biblioteca que guarda tanto a cuentistas como a poetas, elegidos de acuerdo a su anhelo, el mismo que tuvo Sherwood Anderson a principios del siglo XX, transformar nuevamente su país y el habla de su gente en materia elocuente, significativa. Entre ellos se hallan narradores como Sherwood Anderson, Willian Faulkner, Ernest Hemingway; Tobias Wolff; Richard Ford, Donald Barthelme, Antón Chekhov; Flannery O'Connor; Eudora Welty y Willian Gass, y los poetas Ezra Pound, William Carlos Williams, Robert Frost, Galway Kinnell, W.S. Merwin, Ted Hughes, C.K. Williams y Robert Hass, rodeados de los nombres ineludibles de la literatura universal, y de los libros de infinidad de poetas y cuentistas jóvenes en quienes Carver decía hallar la frescura de la lengua.

Ellos compartieron con él el complejo proceso de su realización como escritor, uno que adoptó como guía una frase de Ezra Pound que copió en una ficha de 3 por 5 pulgadas y conservó siempre en su lugar de trabajo: "la precisión del enunciado es la única y verdadera moralidad de la escritura".

 


Desocupado

Los que eran mejores que nosotros
vivían cómodamente en casas recién pintadas
con inodoros a botón en todos los baños.
Manejaban autos de modelo y marca
reconocibles.
Los que no tenían trabajo, estaban apenados,
no les iba bien.
Sus autos extraños estaban estacionados
sobre cajones, 'al fondo' de casas polvorientas,
donde se amontonaban infinidad de objetos inútiles.
Los años pasan y todo y todos son reemplazados.
Existen siempre, es lo que dicen, nuevas oportunidades.
Pero, para decir la verdad,
a mí nunca me gustó el trabajo.
Mi objetivo era permanecer desocupado.
Ése era mi mérito.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla,
hora tras hora, frente a la casa, sin hacer nada
con un sombrero sobre mi cabeza y tomando una gaseosa.
¿Qué hay de malo en eso?
Fumar, escupir de vez en cuando.
Tallar madera con mi cuchillo.
¿Hay daño en esto?
En ocasiones salgo con mi perro a perseguir conejos.
Tenés que hacerlo alguna vez.
A veces levanto a un chico gordo y rubio como yo,
diciéndole: ''¿de dónde te conozco?''.
Nunca digas: ''¿Que querés ser cuando seas grande?''


Naturalmente

Un claro en las nubes.
El macizo perfil de las montañas azules
que recortan el horizonte.
El amarillo apagado de los rastrojos.
El río muy negro.
¿Qué estoy haciendo en este lugar,
solo y cargado de culpas?
Me pregunto.


Sigo comiendo las frambuesas de la fuente.
Sin hacerme problemas. Si estuviera muerto,
me recuerdo, no podría saborearlas.
Nada es tan simple.
Sí, todo es así de simple. Naturalmente.


Hijo

Esta mañana me despertó una voz
que regresaba desde mi infancia.
La voz dice: ''despertate'',
y yo salto de la cama.
Es extraño, toda la noche, en mis sueños
Yo busqué 'ese' bendito lugar
donde mi madre pueda vivir y ser feliz.
''Si querés que enloquezca,
está bien, si ése no es tu deseo,
por favor sacame de acá'', repetía la voz.
Me reconozco único culpable.
Yo la mudé a esta ciudad que odia.
Yo alquilé la casa que odia, rodeada
de vecinos que odia, llena de muebles
que odia.
''¿Por qué no me diste la plata para que yo la
................................................................ /gastara?''
''Quiero volver a California, ¡ahora!'', grita la voz.
''Voy a morir si me quedo''. ''¿Vos querés que
................................................................... /muera?''
gime la voz.

Esta mañana en el mundo,
no existen respuestas a esta pregunta
ni a ninguna otra.
Suena el teléfono y suena, no deja de sonar.
No me acerco al aparato, tengo miedo de oír una vez
................................................................................. /más,
la pronunciación de mi nombre.
El mismo nombre que mi padre escuchó durante
................................................................................./53 años.
Antes de abandonarnos en busca de su recompensa.
Murió después de decir: ''llevá estas cosas a la
................................................................................./cocina, hijo''.
La palabra hijo emitida desde sus labios,
Tembló en el aire para que todos la oyeran.



La lapicera

La lapicera que no faltaba a la verdad,
por todas sus preocupaciones
terminó dentro del lavarropas.
Salió una hora más tarde y la tiraron
al secarropas junto con un par de 'jeans' viejos
y una camisa a cuadros.
Los días pasaron y ella permaneció
recostada tranquilamente sobre el escritorio
que estaba frente a la ventana.
Ella pensaba que estaba totalmente agotada.
Sin convicciones. Sin voluntad.
Una mañana, poco antes del amanecer,
recuperó antiguas fuerzas
y escribió:
''Los campos húmedos duermen
bañados por la luz de la luna''.
Después de este esfuerzo
se quedó muy quieta,
nuevamente vacía, su utilidad
terminada.

Él la sacudió,
la golpeó sobre la tapa del escritorio.
La dejó a un lado.
Abandonó las pretensiones de hacerla trabajar
o casi todas.
Sin embargo
ella realizó un nuevo esfuerzo,
apeló a sus últimas reservas.
Esto es lo que escribió:
''Un viento suave, y más allá del ventanal
los árboles flotan en el dorado aire de la mañana''.

Él trató de hacerla escribir algo más,
pero eso fue todo. La lapicera
dejó de escribir, definitivamente.
Él la puso con otras cosas inservibles
en el incinerador.
El tiempo transcurrió, días o meses,
y fue otra lapicera
una que todavía no había demostrado nada
la que con facilidad escribió:
''La oscuridad se posa en las ramas.
Quedate muy quieto, no salgas de la casa,
...............................................................quedate muy
................................................................................./quieto...''

 

 

Esteban Moore : Nació en Buenos Aires en 1952. Poeta, traductor y periodista. En poesía ha publicado: La noche en llamas (1982); Providencia terrenal (1983), Con Bogey en Casablanca (1987), Poemas 1982-1987 (1988), Tiempos que van (1994), Instantáneas de fin de siglo (Montevideo, 1999, Mención Honorífica, Premio Municipal de Poesía de Buenos Aires), Partes Mínimas (Mar del Plata, 1999), Partes Mínimas y otros poemas (Buenos Aires, 2003. Segundo Premio Fondo Nacional de las Artes).
En 2004 el Fondo Nacional de las Artes publicó una selección de su obra, Antología poética, en la Colección Poetas argentinos contemporáneos.

Ha realizado la traducción de diversos autores de lengua inglesa: Lawrence Ferlinghetti, América desierta y otros poemas, Colección de Obras Representativas de la UNESCO (Ediciones Graffiti/Unesco, Montevideo Uruguay, 1996); James Laughlin, Los poemas de amor, (Editorial Martín, La Pecera, Mar del Plata, Argentina, 2001); Craig Czury, Tecnología Norteamericana y otros poemas (Papel Tinta Ediciones, Buenos Aires, 2003); Charles Bukowsky, Una de las más ardientes y otros poemas (Ediciones Laberinto, México, 2004); Lawrence Ferlinghetti, Los Blues de la procreación y otros poemas (Alción Editora Córdoba, Argentina, 2005) y Lawrence Ferlinghetti, La vida sin fin (Editorial Arquitrave, Bogotá, Colombia, 2005).
Asimismo ha publicado en diarios y revistas traducciones de: Raymond Carver, Dylan Thomas, Allen Ginsberg, W.H. Auden, Jack Kerouac, John F.Deane, Gregory Corso, Gary Snyder, Bill Berkson, Anne Waldman, Andrei Codrescu, Seamus Heaney, Wallace Stevens y Dylan Thomas, entre otros.

Entre sus otras publicaciones se cuentan: Primer Catálogo de Revistas Culturales de la Argentina (Ediciones Revista Cultura, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Federación de Revistas Iberoamericanas., Buenos Aires, enero 2001) y Librerías de valor patrimonial de Buenos Aires, realizado en colaboración con Horacio Spinetto (Dirección de Patrimonio, Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, diciembre 2003).

Ha participado los festivales de poesía de Medellín, Colombia; Montevideo, Uruguay; Rosario, Argentina; y fue invitado a la escuela de poesía The Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, fundada por Allen Ginsberg, donde inició un proyecto de traducción y a la Schüle fur Dichtung in Wien , Viena Austria, donde expuso sobre poesía y traducción. En 2005 dictó en la IX Escuela de Poesía de Medellín el seminario: La poesía de la generación Beat: sus poéticas y su legado

Colabora con publicaciones del país y del extranjero. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, alemán, lituano y portugués e incluida en diversas antologías.

estebanmoore@ciudad.com.ar

 

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Junio de 2005