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Discurso de incorporación

Ennio Moltedo Ghio
Publicado en Anales de Literatura Chilena, Año X, N°12, diciembre de 2009




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La literatura en general sin duda, no recibe reconocimientos con frecuencia, no al menos con el lustre que merece. Tal vez ello responda a la distancia creciente entre el quehacer de suyo creativo —la poesía— y aquellos otros que conducen a los sometimientos materiales de cada día.

Sin embargo, la Academia Chilena de la Lengua da cuenta a través del tiempo, entre otras finalidades, de aquella principal de velar por la pureza y el esplendor del idioma.

La primera sesión de instalación data de junio de 1885 y su origen deviene de la Real Academia Española. Poetas, escritores, intelectuales de prestigio, cuyas obras hemos tenido oportunidad de conocer, conforman y rigen esta Academia que ha querido designarme como miembro correspondiente en esta ciudad y que acepto sólo como homenaje a la poesía.

Para agradecer esta distinción inesperada, que viaja desde el mundo central hasta el mar de éste, mi país favorito, Valparaíso, enhebraré algunas palabras acerca de mis inicios e itinerario como escritor.

De niño, enfermo, la medicina diaria consistía en los libros de cuentos que mis mayores se turnaban en leerme. Porque la convalecencia duraba más que las lecturas me hice la promesa que, cuando adulto, no haría otra cosa que leer cuentos todo el día y para siempre. He cumplido. He aquí el resultado.

En sistemático y útil desorden pasé de los autores novísimos a los clásicos y mezclé mis poetas favoritos —Neruda, Tagore— con novelistas y dramaturgos y pensadores de la posguerra y me asomé a los cambios culturales y sociales de los años 50.

Todo buen lector termina finalmente dedicado a escribir. Además, tuve algunos ejemplos cercanos: un familiar periodista y otro autor de algún diccionario especializado.

La prensa llegaba regularmente a casa y seguí en detalle los sucesos bélicos de la época. No sé si conozco mejor la teoría poética de Valéry o los dramáticos pormenores de los juicios de Nuremberg.

No lee quien no quiere leer. ¿En qué otro lugar se puede dejar impresa la verdad? Hasta aquello que olvidamos exige el recuerdo escrito. No es posible el exilio de los sueños. El libro es nuestro código personal y también arma insuperable para derrotar a todo poder invasor.

Tecnologías deslumbrantes insisten en reemplazar el libro y, sin embargo, estas mismas se publicitan en sus páginas: saben que allí reside tiempo y memoria documentados. Así sucede hasta hoy con los ocho libros del poeta latino Marcial.

El recurso visual instantáneo puede ser instancia muda o desaparecer a pesar de la expresión "una imagen equivale a mil palabras". La frase demuestra fragilidad si sostenemos lo contrario: "una palabra reemplaza a mil imágenes". Ejemplo: libertad; bien absoluto que el hombre persigue con ahínco y tal vez inútilmente. En la década de los 80 el presidente del Colegio de Periodistas, Senén Conejeros, insistía en la necesidad de restablecer la libertad de expresión en el país. Hoy, año 2005, el presidente actual del Colegio, Alejandro Guillier, vuelve a reclamar lo mismo. El escritor enfrenta así la paradójica función de expresarse con independencia y, al mismo tiempo, sujetarse a las disposiciones legales y funcionales vigentes. Pensamos que en los soportes de la comunicación se encuentran subordinados a una nueva concepción tecno-espacial incierta, mientras el libro de todos los días sí está entre mis manos cuando yo lo deseo.

No hemos predicado una subliteratura comercial ni efectista. No hemos usurpado ningún escenario a los histriones de turno.

Puedo entonces tomarme la licencia de exponer algunas notas de mi paso por la poesía y reconocer este advenimiento académico como lo mejor del trayecto. Contabilizo, con Federico Fellini, mi último cineasta secular, 8 1/2 obras publicadas; esa mitad que cito es mi participación parcial en un proyecto literario realizado junto a Pablo Neruda y que él describe en su libro Para nacer he nacido (Seix Barral, 1978). El resto son 7 libros de poemas. Y uno más en recuerdo del dibujante y humorista porteño Renzo Pecchenino (Lukas). Con él y los arquitectos José Manuel Ríos y Allan Browne formamos, de jóvenes, un grupo amigo que pretendía el examen y crecimiento cultural en la ciudad. A pesar de los años transcurridos insisto en la tarea.

"Por la calle 12 de febrero, por esa calle que, en los primeros proyectos en torno del Congreso, iba a ser la 'Peatonal 12 de febrero', con jardines y cafés, por esa calle breve y sencilla he visto varias veces, reconcentrado, meditabundo, al poeta Moltedo". Es el testimonio de otro amigo, cronista y observador agudo de la actividad porteña, el profesor Antonio Pedrals.

He tenido suerte con mis publicaciones, de carácter casi privado, puesto que merecieron atención en concursos y, por tanto, la oportunidad de ser editadas en forma digna. El primer libro, Cuidadores, fue acogido por la Sociedad de Escritores de Chile, año 1959, Editorial Universitaria de Santiago. El resto también ha contado con asistencia editorial y la afección de los amigos de la poesía. notables en su condición humanista.

Característica de estos trabajos ha sido la forma de poema en prosa, que se aleja de la concepción tradicional y, por lo mismo, de los recursos formales y, a cambio, entrega un texto directo y libre, incluso de aquella estructura visual que nos anticipa la presencia de un conjunto de versos. Temas recurrentes en mi obra: la extensión litoral, mar y espacio abierto que debemos edificar y completar imaginativamente sobre un horizonte incierto en continua evolución. Pero no es sólo aquí, en la descripción de elementos y características del puerto y su bordemar, donde apunta la palabra. Por una parte comparece el sentido ético y el cómo hacer del poeta a través de sus símbolos y, por otra, asoma el contenido vivo y social de toda obra que observa y comenta el suceder urbano.

Así acontece con lo que llamaremos, figuradamente, la construcción del Panteón Romano y el Arco de Tito sobre la vereda de la primera cuadra de avenida Pedro Montt, casi esquina 12 de febrero, junto al foro de las cocinerías del barrio Almendral. ¿Pero qué es esto? Técnicamente una mala implantación y un engaño político en el espacio.

¿Será posible que lea un poema relacionado con este asunto?

Constantino: te hago saber que fue dividida la ciudad. El lado norte continúa con su barrio pobre, el paseo de estudiantes entre las palmas, los gritos del mercado y el trajín de carretas que compiten con el tren que marcha por encima del mar. La avenida de los dioses binominales indica, hacia el sur, el inicio de otro Valparaíso depositado por mano gigante donde torre y boca abierta de concreto dictan poder inútil desde los espacios del reino de "Mongo".

Constantino: sólo en sueños, por el vano del arco de triunfo es posible imaginar otra vez el cerro azul y alguna nube que cruza libremente nuestro tiempo antiguo.

Quizás si para detener la persistencia y contrarrestar las emisiones y el lenguaje degradante en la televisión y otros medios —inducción interior y no a pedido del público, como justifican— hemos apoyado siempre publicaciones puramente literarias como fue la revista Libertad 250, titulo fraccionado y ejemplo de nuestra expresión vigilada cuando se trata de fijar valores, principios y conductas.

He escrito poesía lejos del poder. He escrito poesía no para la venta —comercio algo sospechoso y que no recomiendo a nadie—, sino como saludo y lectura confabulada entre amigos. Producto de esta actividad nació también la Colección Breviarios del Valparaíso Regional que, como su nombre lo indica, reúne fragmentos de obras de importantes autores nacionales que han incursionado en temas porteños. La colección se inicia el año 1993 con el título 20 Años de Ausencia, homenaje que rinden a Pablo Neruda cinco de sus amigos porteños. Hasta el momento se han publicado veintitrés títulos bajo el sello de la Universidad de Valparaíso, y la aceptación alcanzada responde a su singular presentación gráfica y al arte que incorpora.

Mi reconocimiento a la Universidad de Valparaíso, en la persona de su rector Juan Riquelme Zucchet, institución que me ha albergado durante años permitiéndome ejercer una labor cultural y editorial en distintas áreas del conocimiento y de la creación artística.

Mi recuerdo más querido a Rebeca, por su apoyo de toda una vida a mi trabajo, y mil perdones por haber sacrificado muchas veces su tranquilidad en mi obstinada consecución de un arte tan principal como materialmente imposible.





 




 

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