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Ennio Moltedo: El gran secreto a voces de la poesía chilena

Por Catalina May
The Clinic, noviembre de 2009



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Este año, Ennio Moltedo cumple 50 años de vida literaria. A pesar de ser muy admirado entre entendidos y poetas (por Neruda, Juan Luis Martínez y Zurita, entre otros), es desconocido para la mayoría de los chilenos. El mar, objeto de contemplación central para Moltedo, cobra también una dimensión política en este perfil: “Hay que darle salida al mar a Bolivia”, dice. Aquí, vida y opiniones de un secreto viñamarino de la poesía chilena que partió sus andanzas, hace ya medio siglo, junto a su compadre, el dibujante Lukas.

Hace un tiempo ya, un grupo de amigos salido de la Scuola Italiana de Valparaíso, en el que se encuentran Ennio Moltedo y Renzo Pecchenino, se reúne en las noches en el café Diana, en la calle Valparaíso, en pleno centro de Viña del Mar. Normalmente se dedican en esas reuniones a conversar, a tomar café y a trabajar: Moltedo en sus poemas en prosa, los que tienen como primeros lectores y críticos a sus amigos; y Pecchenino, el Peque, en sus dibujos y caricaturas, que después lo harían famoso como Lukas.

Pero esta no es una noche cualquiera. Hoy los amigos han sido invitados especialmente por Dante Cavallo, el dueño del café Diana. Cavallo ha vendido el local y mañana empezará la demolición, que dará paso a la construcción de uno de los primeros edificios que se levantarán en Viña. El dueño espera a sus pocos invitados con champaña y pastas preparadas por él. Es el inicio de los años 60 y el fin de una etapa para el grupo de amigos, y también para Viña del Mar, que comenzará a llenarse de edificios. 

Después de comer, los jóvenes reparan en que los maestros encargados de la demolición del café han dejado sus herramientas listas para trabajar al otro día. Sin ponerse mucho de acuerdo, agarran los combos y comienzan a pegarle a las murallas. Sólo se detienen cuando han botado una pared entera, haciendo desaparecer el mural que la cubría con una pintura de Diana, la diosa romana de la caza.
 
RESISTIR LA ESCRITURA

Un tiempo antes, Ennio Moltedo caminaba con Juan Nuzzio, uno de sus amigos, por la calle Independencia. Cuando pasaron frente a una librería, su amigo le dijo que conocía al librero, que trabajaba en El Mercurio de Valparaíso, y le propuso que le mostrara el poema que andaba trayendo. Moltedo había sido un gran lector desde que, de niño, estuvo en un internado de los hemanos Maristas en Quillota. Pero se demoró en empezar a escribir, trató de evitarlo por todos los medios. “Hoy le recomiendo a algunos jóvenes cuando me consultan: no escriban, resistan, traten de soportar la tentación. Es un camino azaroso, ingrato, no tiene retribución”, dice Moltedo.

En sus inicios, sus amigos fueron quienes lo impulsaron para que continuara escribiendo y con ese espíritu, Nuzzio lo invitó a mostrarle uno de sus poemas al librero. Moltedo le mostró uno que hablabla de unos álamos negros y el librero, después de leerlo, le dijo muy serio: “Los álamos negros no existen, señor, hay que tener mucho cuidado con las imagenes”. Moltedo dobló el papelito con el poema y lo guardó en su bolsillo. No le encontraba sentido al consejo del librero y, como fuera, estaba seguro de haber visto álamos negros en las noches de Villa Alemana. 

En 1959, Moltedo supo de un concurso literario, el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Juntó sus mejores poemas, entre los que iba el que hablaba de los álamos negros, y los mandó bajo el seudónimo de Clorato. Ganó el concurso y el premio fue la publicación de su primer libro. Mientras esperaba que la SECH se comunicara con él para afinar los detalles, Moltedo buscaba qué seudónimo utilizaría para firmar el libro. Eso, pensaba, le daría más libertad para escribir. Pero aún no tomaba una decisión cuando, unos días antes de navidad, llegó a su casa un paquete con los libros ya impresos con el título de uno de los poemas, “Cuidadores”, lo que le pareció adecuado. Pero también su nombre venía impreso en la portada, y ya no había nada que hacer.

-Yo pensé que ese sería mi último libro. Siempre pienso que el último es el último. No me quiero comprometer haciendo proyectos. Pero ya van ocho o nueve libros, que están destinados más que nada a la región, yo me identifico mucho con Valparaíso y Viña- dice Moltedo.
 
VIÑA Y EL MAR

Cuando Moltedo empezó a escribir, alrededor de los 17 años, solía ir a pasear por la hoy muy transitada Avenida Perú, que entonces era una calle solitaria por la que rara vez pasaba alguno de los poquísimos autos que en ese tiempo circulaban por Viña. Moltedo aprovechaba esa soledad para caminar, fumar sin ser visto y mirar el mar, que siempre lo atrajo y acompañó. Cuando había temporales y el hoy famoso restorán Cap Ducal era sólo un barco encallado en la playa, Moltedo, Lukas y sus amigos subían sus escalinatas, se apoyaban en las barandas y resistían la fuerza de las olas que reventaban contra el barco.

Así como en su vida, el mar está siempre presente en la escritura de Moltedo. Dicen  al respecto Claudio Gaete y Guillermo Rivera, editores de su “Obra poética”: “Diríase que Moltedo ha escrito movido por la inagotable compasión del mar”. Prueba de ello es su libro “Concreto azul”, dedicado principalmente al mar, donde el poeta, según escribe en un poema, ha visto “cosas poco comunes”. Hoy, Moltedo explica así esa relación:

-El mar tiene una variedad de condiciones que incluso se contraponen: por un lado, parece siempre el mismo, pero nunca es igual. Siempre hay color y movimiento. Todo llega del mar, especialmente en este país, solitario y alejado en la punta del mundo. Sobre todo en Valparaíso, un puerto. Y así como el mar nos trae cosas, yo puedo pensar, con cierta pretensión, que algo de lo que escribo puede llegar afuera.

Tal vez por esa atracción marítima es que Moltedo no se ha movido nunca de Viña, donde sus abuelos llegaron hace 150 años desde Génova. No le interesa salir de Chile (“No viajaré a parte alguna… Desde aquí veo más de lo necesario”, dice en uno de sus poemas). Ni siquiera le interesa salir de la Ciudad Jardín, a pesar de todo lo que ha cambiado con los años.

-Este país no sabe hacer las cosas. Se le da preferencia al resultado fácil y rápido. En Viña se van a seguir construyendo estas torres de cemento, le guste o no a la gente. Recreo, que era un sector precioso, voló porque tenía que pasar el tren subterraneo. Y las casa bonitas y toda la poblacion Vergara, que sin ser ninguna maravilla arquitectonica tenía un caracter, desaparecieron. El progreso, tiemblo ante la palabra, destruyó todo eso. Viña no tiene remedio. Valparaíso, a pesar de su pobreza y decaimiento, está intacto. Está derruído, pero tiene solución por cuatro pesos. Es un trabajo para futuras generaciones.

La publicación de “Cuidadores” le valió a Moltedo, ya entonces, cierto reconocimiento en su ciudad. Un día iba caminando junto a su esposa por la Avenida Libertad cuando un niño muy “atildado”, de unos 14 años, que paseaba un perrito, se le acercó y le preguntó: “¿Tú eres Ennio Moltedo y publicaste no hace mucho “Cuidadores”?”. Era Juan Luis Martínez y, a pesar de la diferencia de edad, los escritores se hicieron amigos.

Gracias a ese primer libro, Moltedo conoció también a Neruda, otro vecino del sector. El año 68, trabajaba en la empresa gringa Indus Lever, cuando recibió el llamado de una secretaria que le contactó con Neruda. El Nobel le explicó: “No te llamo directamente a la oficina porque como sé que trabajas en una empresa norteamericana, no vaya a ser que me reconozcan la voz y pases un mal momento”. Eran los años de la Guerra Fría, Neruda había leído “Cuidadores” y le pidió a Moltedo que fuera una especie de secretario, que le escribiera sus cosas a máquina y le ayudara con la traducción del libro “44 poetas rumanos”. En eso estuvieron por cerca de dos años, en La Sebastiana. De esa experiencia nació el libro “Neruda: poeta del cerro Florida”.
 
LIBROS COMO HIJOS

Siempre en Viña, Moltedo ha ido escribiendo y publicando sus poemarios. Después de “Cuidadores” vino “Nunca”, en 1962, y “Concreto azul”, el 67. Siempre escribió poesía en prosa, jamás en verso. “Me siento cómodo en la prosa. Por temperamento, por estructura mental, no soporto la rima. Con la rima yo te puedo vender cualquier producto. Es un truco. El amor / con el dolor, y así terminamos todos llorando”, explica. 

Entre el 67 y el 80, Moltedo no publicó nada. No estudió en la universidad y, tal como sus familiares, se dedicó al comercio. Fue ejecutivo en las empresas Indus Lever, Cemento Melón, Muebles Guzmán y Lipigas. “Como decía Picasso, hay que ganarse el diario. Pero yo no estoy con el sistema del libre mercado, al contrario, trato de apoyar lo que considero justo. Pero en el comercio la palabra justo es muy elástica”, explica.

Durante esos años de trabajo, años de dictadura, Moltedo, como siempre, miraba el mar, pero sabía que ya no era el de antes. Por ahí cerca tiraban cuerpos para que desaparecieran. Algo de eso hay trasuntado en sus poemas: “Me han enviado al fondo del mar. Sin oxígeno, por supuesto. En traje de calle y con sobre azul en mano”.

El año 80 volvió al ruedo con el libro “Mi tiempo”, el 85 con “Playa de invierno”, el 90 con “Día a día” y el 99 con “La noche”. “Moltedo es uno de los poetas más finos, grandes, curiosos y buenos de Chile. Su obra ‘Concreto azul’ fue determinante para mí. Si no es más conocido es porque la poesía excede con creces los tiempos de nuestras vidas humanas”, comenta hoy Raúl Zurita, quien antiguamente era otro vecino de Viña del Mar.

En 2004, Moltedo publicó un libro especialmente importante para él: “Lukas inédito”. En éste homenajea a su amigo, muerto a los 53 años, e incluye textos y dibujos de los años 50, época en que, juntos, visitaban el desaparecido café Diana.

A pesar de estar cumpliendo 50 años de la publicación de su primer libro y de gozar de gran reconocimiento entre poetas y entendidos (el año pasado fue postulado al Premio Nacional), Moltedo se mantiene como un tesoro oculto de nuestras letras. Tal vez porque escribe y publica desde Viña, tal vez porque no hace ningún esfuerzo por publicitar su trabajo.

-Ser conocido personalmente no es un factor fundamental. La poesía nunca ha sido un producto de venta masivo. Yo no doy recitales, ni voy a la radio ni a la TV. No me quiero ganar a la gente a través de la publicidad, sino desde el libro. Si éste es capaz, va a ser lo suficientemente fuerte, poderoso y bello para defenderse e imponerse. Si no lo es, tiene que desaparecer. Además, yo nunca he recibido un peso por escribir y si empezara a recibir plata por mis libros sería sospechoso, querría decir que algo estoy haciendo mal.

Pero este desdén por la promoción no es sinónimo de desinterés por su propia obra; Moltedo piensa en sus libros como si fueran hijos. Asegura que no los vuelve a leer una vez publicados, que los deja ir, que les da libertad y que, como buenos hijos, estos siempre terminan por volver. Como ejemplo, cuenta que existía en Valparaíso una librería que pertenecía a Modesto Parera, un republicano español que había llegado en el Winnipeg. Moltedo lo visitaba, le compraba libros y le regalaba los suyos. Quince años después de la muerte de Parera, el hijo del español vendió su biblioteca personal. Y un día, Moltedo iba caminando por Viña, pasó por fuera de una pequeña librería y el vendedor lo hizo parar y le regaló un libro gordo, empastado, con tapa de cuero. Moltedo no lo abrió hasta llegar a su casa. Se sorprendió cuando vio que eran todos los libros que él le había regalado a Parera y que éste había empastado. “Así, mis libros volvieron a mis manos”, recuerda.
     
CHILE Y LA NOCHE ETERNA

Actualmente, Moltedo trabaja como director de la editorial de la Universidad de Valparaíso -mismo cargo que cumplió por cerca de 20 años en la P. Universidad Católica de Valparaíso- y está preparando un nuevo libro, “Las cosas nuevas”. En él, el poeta se permitirá, por primera vez, hacer algo que algunos poetas chilenos hacen mucho: reciclar, incluir un poema que ya fue publicado antes, en su caso el que le dio nombre a su último libro, “La noche”:

“Noche, del latín nocte; éste del griego nyntos; y éste, a su vez, del sánscrito nakta. En alemán se dice nacht; en inglés, night; en italiano, notte; en portugués, noite; en fracés, nuit; en catalán, nit; en walón, nute”. En Chile la noche es eterna”.
 
- ¿Por qué en Chile la noche es eterna? 
-Hemos dado muy malos ejemplos. Hay una palabra que nosotros no podemos decir: “No”. En cambio, decimos: “Tal vez, quizás, lo vamos a ver, no es el momento, nombremos una comisión”. Así se ven las cosas en Chile.

- ¿Por ejemplo? 
-Yo no puedo entender lo que está pasando en este momento con Perú. No hemos sido capaces de solucionar los problemas y tendremos que afrontar las consecuencias.

- ¿A qué se refiere? 
-Nosotros no hemos ganado nunca un juicio internacional, porque tenemos mala fama, somos prepotentes. Y tenemos una responsabilidad histórica con Bolivia que no queremos asumir. Hay que darle salida al mar. ¡Cómo se puede, producto de la guerra, dejar a otro país sin salida al mar! Es una monstruosidad y va a llegar un momento en que el precio que va a tener que pagar Chile será muy alto.

- ¿Por quién votará en las elecciones? 
-No lo tengo claro, pero odio a la derecha. En esta zona hay una mayoría derechista, la alcaldesa de Viña y el de Vaparaíso son de derecha, pero cuando salen las estadísticas, somos la región con mayor cesantía. ¡Exijo una explicacion! Me parece que MEO es un ejemplo interesante, creo que va a salir presidente en la elección que sigue, porque se le nota honestidad en sus planteamientos.
 
 

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NOS FORMARON 
Nos formaron, numeraron, nos cortaron la cabeza, las piernas, las manos.
Nos están envasando y exportando con un éxito sorprendente.
 
***
 
CREPÚSCULO 
Ríete del crepúsculo.
 
***
 
GRAN HOY 
Se están volviendo locos.
Están pintando el cielo. Lo que ayer estaba arriba hoy yace a ras de tierra, para asombro de los humildes. Ahí van con sus tarros, silbando. Se venden canciones nuevas. Y el alimento luce y brilla en vitrinas armadas a prueba de niños y perros.
-¡Está cambiando todo! -grita la gente a nuestro paso, y prosigue su carrera.
No hay explicación para el fenómeno. Es indudable que el entendido -nunca entendió- no sabe operar la máquina. Por supuesto que unos pocos -irresponsables- se mantienen en su lugar. Pero también se dice que hay más gente abajo que arriba, más de salida que de entrada, más atrás que al frente. Más variedad de imbéciles que nunca.
 
***
 
Se hacen los santurrones junto al Papa.
¿Recuerdas? Y después cada domingo.
El tribunal competente los perdona por la constancia y el esfuerzo sobrehumanos.
El lunes es cosa distinta. Se hacen los santurrones durante todo un infierno y luego aterrizan temprano en la vida.
 
***
 
Hoy, hasta la hora del crepúsculo, para avizorar la costa y Valparaíso iluminado y opacar su espejo, hemos contabilizado -cuentas en mano- treinta y cinco mil quinientos treinta y cinco vehículos provenientes de la capital. ¡Desgraciados!
 
***
 
Protégeme, Dios mío, del sentido pedagógico y deja que cada día me sorprenda viendo pasar -sin estilo- el viento por la esquina.
 
***
 
¿Quiénes tragan la mugre que produce el modelo?
Los desgraciados de siempre.
 
***
 
A este precio y, además, en día de invierno, después de sumar durante cuarenta y cuatro años -no habiendo visto llover, como hoy, nunca-, no me dé salud al precio fijado por su mesón sucio y dependiente. ¿Vida? Muerte, por supuesto, señor ministro de salud.



 



 

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Por Catalina May.
The Clinic, noviembre de 2009