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A manera de prólogo o entusiasmo previo
"Lumbre de ciervos" de Emma Villazón.
Grupo Editorial La Hoguera, 1a. edición 2013, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

Cé Mendizábal




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Emma Villazón


“Recuerda, recuerda, siempre / tuvimos la piel de lo animal”
Emma Villazón, Lumbre de ciervos.



El tiempo, el oscuro alud de Heráclito —variando un poco el verso de Tamayo—, habrá de confirmar a Lumbre de ciervos como uno de los poemarios más brillantes de esta parte del mundo en los últimos tiempos. De un dilatado tiempo, en rigor. Y perdón por la amplia redundancia. Por lo manidamente circular. Y perdón por el entusiasmo. La emoción, esa vieja que tantas veces lleva a la extravagancia, me arrastra de la mano cuando leo los primeros versos: “Ubica la hija el cuerno / lo tañe distribuye peces en tono alto”, y me tiene así, tomado, aunque mejor debería decir embebido a lo largo de muchas páginas.

¿Y qué decir de “Ubica la rauda el trueno lo acoge / se dedica a raspar y raspar con él en lo seco / hasta que avizora incendios emanaciones”? Emma Raquel Villazón, la dueña de las líneas aquí citadas, la dueña del epígrafe de inicio, la re-creadora de esta poética que se lee y se mira con una mezcla de admiración y asombros de distinto ropaje, no solo raspa y raspa sobre un lenguaje de variada hondura y densidad, sino que además comprime y estruja la sintaxis como para decirnos que el laberinto es el sueño de la línea recta—, incursiona en lo hermético como para decirnos que es necesario voltear y lanzar las piedras al aire para descubrir sus sentidos y nuestro sentido. Otras veces solo repite, y con esto quiere hacernos saber que el marasmo en el que solemos vivir requiere que algo o alguien nos llame dos, tres, cuatro veces para que se deshagan los maleficios. Las cosas —las palabras— van cobrando vida hasta alcanzar un rango autónomo: ¿quién habla aquí?, se pregunta la poeta al final del poema “Un horizonte: una mano”. “Ni la autora lo sabe”, se responde ella misma. Ese es el punto, el paroxismo y el éxtasis que alcanzan los objetos, los seres, las partes del cuerpo y las propias palabras: el gozar de una vida de la que solo intuimos, a golpe verbal, a golpe de imago una que otra respiración, uno que otro movimiento. “... por eso intocable que se aspira rozar / desde la acequia a la neblina que apacienta / el cuello del valle”, dice Emma Raquel y la sospecha se nos muta en certeza.

Estas vastas operaciones poéticas se realizan con naturalidad, pero también con dolor e insistencla: “raspar y raspar con él en lo seco”, nos dice la poeta. Y cuando saltan “los incendios”, “las emanaciones”, sabemos que los poderes fiados aquí han sido debidamente correspondidos y por un momento —que en este lugar, o donde sabe el lector, goza de un rango de eternidad — se ha cumplido con la vieja tarea del poeta, de hacer poética la realidad:

“Si una
solo quiere hablar
como ir a la guillotina
de lo sublime
y no puede mirar siquiera a los ojos
de su interlocutor traidor
a pesar de que se cree
la poeta que arroja su propia casa
por la ventana, la que desgarra
la dignidad de la piel como un vendaje,
la conocedora de los sesos antes de que parlen.
¿De qué dureza hablamos, entonces?”

Festín entonces. Fiesta. Tiempo sin reparos que Emma Raquel nos obsequia a manos llenas.

Otro de varios puntos muy altos: hacia el centro del libro, la poeta ha incluido una carta de Marina Tsvetáieva dirigida a Rainer Maria Rilke, donde aborda el tema de la nacionalidad. El asunto es de vital importancia y quizá nunca mejor atendido que aquí: “Te conviertes en poeta (si acaso es posible convertirse en él, si no se es desde el nacimiento), para no ser francés o ruso, para ser —todos. En otras palabras: tú eres poeta porque no eres francés”, dice Tsvetáieva a Rilke.

La nacionalidad excluye mucho, muchísimo más de lo que incluye. El poeta, en algún momento de su prolífica vida, se deseará esquimal o polaco o japonés y lo será, con plena seguridad, hasta la hora aciaga en que alguien pretenda recordarle su nacionalidad: esa roca a la que ha aprendido a amagar, pero que le persigue flotando por encima de su cabeza, a la espera de poder aplastarlo otra vez. “Marina tu oído es el cuenco donde mis brazos se multiplican se desarman / bailan / y te besan”, le dice Emma a Marina Tsvetáieva esa (otra) “cierva fugada de sí”, en uno de los poemas más conmovedores del libro. Marina Tsvetáieva es, sin vuelta, la poeta que reclama la universalidad del poeta. Una universalidad que Emma Raquel Villazón adscribe desde la primera a la última línea.

La Paz, octubre de 2012.

 


 

 

Poemas de Lumbre de ciervos

 

 

Anuncio de ciervos

Ubica la hija el cuerno
lo tañe distribuye peces en tono alto
el grave es mudo se desbarranca de sus axilas
muerto por caparazón muy blando u opaco
Palmas hace y continúa angurria revuelve
tórax alza penacho y la expulsa a bambúes
al aire escaso donde esperaba allá más
del claustro allá más de virtud en techo
y no emergían ni sus ojales

Ubica la que amanece el cuervo
lo blande y en lumbre nace su espada
en caótico cauce para extremar ovejas
o furor que desmenuce lo plano
De aquí para allá a cortar empieza
paredes vasos umbilicales cordones
de hojas atadas a nombres con amor
no manso Nuevas formas ebria imagina
de procrear ciervos: que la madre duerma
sin croar ni quebrarse por años:
que los hijos colgados no sean
en cruz ni pedidos: que esa vieja trama
renazca más cerca de libélulas o barro

Ubica la rauda el trueno lo acoge
se dedica a raspar y raspar con él
en lo seco hasta que avizora
incendios emanaciones sin letra
flores dobles: un río alzado en la voz que no cesa

 

 

Divagación ante el agua

Habrá que dejar crecer las manos
abandonarse en reposo ciego
para brotar la voz que descascare crustáceos
los nudos después de trillas casa primera
Habrá que esperar por cierta mirada de hoja
de Vid beber noche fuerte desprender agujas

Habrá que ahorcar la voz quemadura
habrá que atizar la flor que madura
saber atender si el bosque saluda

 


Recordatorio para un ciervo

saltando íbamos
cielo arriba en seducción
bajo cada suela una huella,
miles confirmaban la casa, nuestra boca
no; el azul calor se daba
que hace garabatear telas paredes medallas
y hundir la cabeza en pozo áureo

fortificados niños ojos de fanal,
nos decían, traídos para alzar
de bandeja —hipocampos? no!
la labor de la progenie la transparencia de la copa
lo laudable el temor a las fieras lo carnoso

pero de tumbo en tumbo nos fuimos
no vimos o vimos las bardas al atravesar la copa y el grito;
al amanecer tomamos té con delfines
riendo entre excrecencias fosforescentes

— recuerda, recuerda, siempre
tuvimos la piel de lo animal

 


Sueño de un hijo

Sube a un alto puente y mira los techos codearse
con la desnudez del cielo; es un paisaje tan celeste umbrío
que imagina se esparce un ángel.
—Todavía no sé si tengo el hijo, dice.
¿Qué hijo? En el sueño me daban el hijo en un cerro
en una aventura alpinista entre ramas copas densas caía
redondo rosado granada germen taurino auténtico —las píldoras
traicionaban entonces (a pesar de la marca) y los cerezos
volvían sus manos dulzonas en gesto de despedida

No sabía qué pérdida desde mi cuerpo emergía
de pronto venía el hijo como el nombre de un
dios cerrado o un indio coloso con el que solo se puede
hacer piruetas para no caer ante él; luego él lloraba
en mis brazos ¿¡Un indio coloso!? Sí, sobresalía él, pequeño
salvaje untuoso robusto en mi pecho
e iba hacia mariposa o marca glacial infinita
cargado a mí lo llevaba a mi oficio de espía de tramas y arbustos

Lo único que sabía era que él no era mío a leguas lo olía
aun así, depositaria de zumbidos secretos, de un boquete terroso fluctuante
me asumía, debido a un ser no.mío, siempre en el
sueño: él me devoraba una oreja lentamente con su boquita
en acción conjunta con la almohada
el colmo de lo extraño me venía el hijo, el no-hijo
…………………………………………—Todavía no sé
………………………………….si voló

 


Desembarco

Estamos en el ultimo peldaño hermano
decimos que lo estamos que hemos llegado
al último y que ahora solo nos queda erguir
la cabeza y resistir los embates de intemperie
pero que pasaría si hubiéramos cruzado recién
apenas lo primero? Me niego a poner cierre a las alturas
A bordo de tu nave no se puede distinguir la neblina
de posibles holocaustos A bordo tienes los mismos
enmarañados y miserables juguetes oscureciendo
los pasillos a veces quemándose en tus dedos
—y yo reculo: quiero la rosa para formar parte de ella
quiero el sonido granada que refracte médulas y cosas

apropiacion del mundo natural

 


Un horizonte: una mano

de tibieza en tibieza
la familia se hunde
se quiebra más allá de sí
mas allá del no o de los árboles

de acumulación en acumulación
de cartografías manchas hojas
la babel de ovillo imponente
resulta sueño polvo de ansias
de permanencia imposible aristas solo

de secretos en secretos (en la boca)
con rasgaduras tension volteretas
asoma pronto un horizonte (frío) una
mano (pez) que entra lúbrica ahí
donde dice prohibido volar (dispersar) las cimas
de palabras (icebergs / cielos, granos; icebergs) por las que atraviesas

de noche en noche (aciaga)
ella circula (reina) (sucia) coja
entre rotura y nado

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Nota: ¿Quien habla aquí? Ni la autora lo sabe

 


Diálogo de ciervos

¿Por qué el poeta quiere mirar
y tocar la palabra?

Jaime Saenz

. . . . . . . . . . . .por eso intocable que se aspira rozar
desde la acequia a la neblina que apacienta
el cuello del valle, saliendo de árbol cerrado
y no saliendo, eructando, entrando al baile
oceánico por su tersura abisal, por la traición
debida con las manos heladas, por eso velocísimo
translúcido genital sin dueño que no sabe de límites

. . . . . . . . . . . .por eso que restaña posee acusa
percute sume altera abrasa rechaza
en el hijo que vibra estatutos cuando
no hay mole que pegue — por los nacimientos
lumbres de ahogo planetas puentes
papiros que avizoramos

. . . . . . . . . . . por eso intocable — y pan de cada dia

 


M. TSVETÁIEVA
-R. M. RILKE
St. Gilles sur Vie
6 de Julio de 1926

Querido Rainer:
Goethe escribió en alguna parte que no se puede crear nada
extraordinario en lengua extranjera —y yo siempre creí que no
era verdad. (En general, en el sentido total, Goethe siempre tiene
razón y yo, seguramente soy injusta con él).

La poesía es una traducción de la lengua natal a otra —sea esta el
francés o el alemán, da lo mismo. Para el poeta no existe lengua
materna. Escribir versos significa traducir. Por eso no compren-
do cuando se habla de poetas franceses o rusos u otros. E1 poeta
puede escribir en francés, pero no puede ser un poeta francés. Eso
es ridículo.

Yo no soy poeta rusa y me siento siempre desconcertada cuan-
do me consideran tal o me llaman de tal modo. Te conviertes en
poeta (si acaso es posible convertirse en él, si no se es desde el
nacimiento), para no ser francés o ruso, para ser -todos. En otras
palabras: tú eres poeta porque no eres francés. La nacionalidad es
inclusión y exclusión. Orfeo hace estallar la nacionalidad o amplía
sus fronteras a tal punto que todos (los que han sido y los que son
hoy) puedan incluirse. ¡Orfeo no puede ser alemán! ¡Ni ruso! [...]

 


A1 oído de Marina Tsvetaieva

pliegues velados amordazados son
palabras veladas amordazadas que el oído transcribe
regresándolas al nomadismo la niebla para que rocen lo palpable vivible
una fuente cordón umbilical sonidos del apareo

tu oído es lo prodigioso: la sulamita soberana que dice
yo te reconquisto — te desnudo —
te hundo — te hago desaparecer
para que luego te veas ardas en todas las simientes

marina tu oído es el cuenco donde mis brazos se multiplican se desarman
bailan

.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . y te besan

 


OTRAS CARTAS DE CIERVOS A POETAS:

Esbozo de S. el Escarbador

Escarba
a cualquier hora,
ya lo roce lo liviano o áspero, con gallinas o lluvia,
apoyado en una estaca, registrando
las conversaciones hervidas en casa.
Escarbar es su oficio. Quisiera desenterrar
el contenido de cada escena con cortinas y barro. Un cierto contenido,
espeso.

Yo desentierro, te desentierro, los desentierro y los pinto,
parece decirme al mirarme escarbándome, aunque a sí mismo
no puede. No me hagas caso,
ese no es el punto, sino la historia
desde el otro ojo. Claro.
Cada vez que escribo siento que me acerco
a una puerta diáfana, a un estanque de agua —femenina—(?),
aunque luego. Deberías titular
el libro: la vida está oculta.

 


Balada de Sophie Podolski contra la desaparición

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . a Belano

No he desaparecido, estoy en un sueño
revestida por otro viento de sueño,
en el que no puedo fiarme de los nombres
de mi cuerpo ni de los días venideros.

Sigo ante lo errático y vivo
como ante una corrida de toros
en la que enarbolo y clavo una espada
infinitas veces contra lomos mudos,
esperando el ASALTO
convocándolo como a un ejército,
para que me estalle el ser
y me hablen el mezcal y los idos.

No he desapareddo, cavilo en mi cuarto, pájara curiosa,
sobre las ejecuciones del tiempo. No me protejo.
Enmascarados vibran afuera los siglos,
espías de mis vocablos sin regreso.

Nadie podrá componer a nadie,
ni como a un pergamino o pueblo de estrellas.

No he desapareddo, trazo con locura o pincel adolescente
dibujos de alacranes en la ventana, hago miles
sobre mi reflejo; invadido está mi pecho de una arena
como reloj en avanzado desierto.

 

En la floresta del traspasado

Nadie nombra el torbellino pero vos lo oís
más severo que trenes dirigiendo la vida hacia accidentes fijos.
Ves cómo aulla en el agua y vuela en el aire confinado de las casas de familia,
lo olés hasta la locura cuando te impiden dudar si sos vampiro o viuda.
Sabés que trabajás contra un ventarrón milenario y creídamente natural
que intenta juntar todas las partes a favor de la trascendencia
y sostener el bote que llaman Realidad.

Sentís a ese invento pesado como una guillotina
sin autor . . . sobre tu figura líquida . . . anónima
. . . astral
sin cabeza

. . . . . . ni centro o unidad . . . . . . (aunque con sombrero)

. . . por lo que giras a lo veloz inmóvil

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . al juego más serio más niño
donde una Iglesia se desmorona ante tu sombra
plural de desalmado incoherente vacío de corazón uní-
voco, sin un temperamento ni opinion al servicio del cliente.

Y así te vas, oscilante, enganchado entre las flores de la noche moderna.

Ahora sé que si viniera alguien a preguntarme que dice el poema
no haría más que oírte clara y oscuramente:
¡¿El poema?! Dice que es el poema y que H A B L A
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . y P A S A!


. .








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A manera de prólogo o entusiasmo previo.
"Lumbre de ciervos" de Emma Villazón.
Grupo Editorial La Hoguera, 1a. edición 2013, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Por Cé Mendizábal