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ELIANA ROJAS DE COLOANE:

"Para Francisco, el amor crecía caminando"


por Totó Romero
Revista Caras, 13 de febrero de 2003.

 


coloane y señora
Bajita y flaca. De ojos brillantes y a ratos burlones. Movediza,tan llena de vida que sus 82 años parecen una broma. Enamorada de su también enamorado Francisco Coloane, le forjaba sin aspavientos la vida terrenal mientras vivia ensimismado en su escritura. Él no tuvo detrás a una gran mujer, como dice la consabida frase: con Eliana caminaron codo a codo, a veces ella un poquito más adelante, para allanarle el camino. Siempre evitó figurar, porque quiso a su hombre mucho más que a sí misma. Esta es la primera vez que sale de su silencio.


La tarde de nuestra visita no permitió grabadora, sólo un convite a "té y simpatía" en vistas de habernos conocido como asistentes sociales de la Universidad de Chile y, por algún imponderable, caernos bien una a la otra. Fue así que conversamos hasta que nos dio puntada, aunque nada para ser publicado. Habría sido un desperdicio. Porque no son tantos nuestros grandes héroes cuyas mujeres han sido las hacedoras de por lo menos el 50 por ciento de su epopeya.

"Dicen que cuando recién pierden al ser amado, las mujeres quedan como almas en pena, porque se les termina de golpe el diario quehacer en procura del bienestar del que ya no está", reflexiona Eliana al acomodarnos en el espacioso living que sigue al también amplio escritorio de su departamento. "Pero eso no me ha ocurrido, porque tengo una montaña de papeles de Francisco que ordenar y revisar; además de apartar muchos escritos inéditos que guardaba en sus cajones. Habrá que ver con las editoriales qué se hace con ese material. Pancho se lo llevaba escribiendo estos últimos años en que había dejado de vagar por los mares y costas patagónicos, que eran su verdadera patria. No era lo que se llama un santiaguino entusiasta".

-¿El le contaba de esos escritos en preparación, o sólo saltaba con la novela terminada?

-A veces me contaba un sueño y yo lo convencía de que ahí había un cuento. Pero me enteraba de lo que se traía entre manos cuando le pasaba los manuscritos a máquina y, una vez modernizada, en el computador. Piensa que hace años jubilé como asistente social, así es que podía dedicarme a full a esta tarea de secretaria, que me resultaba fascinante. Y a él le aburría muchísimo el trabajo de escritorio. Pancho echaba de menos el mar. De hecho, fue uno de los constructores de la casa que tenemos en Quintero, que ahora está un poco abandonada. Creemos que hay que hacer algo con ella, porque Pancho siempre estará presente ahí.

-Coloane dijo una vez que, además de ser un ángel, usted era mucho más inteligente que él. Por si fuera poco, comentó que le corregía sus textos y se los mejoraba tanto que, en propiedad, debían haber llevado su firma. O sea, hábleme de secretaria...

-Eso fue un elogio puesto en boca de Francisco, cosa muy común en los periodistas y tú no te enojarás, pero a veces hacen sus propias creaciones. Ahora, eso de secretaria da para mucho. Como una familia de cuatro que constituimos, fui madre, mujer (no me gusta la palabra esposa), trabajadora social y también secretaria, en el tiempo libre que me quedaba de mis tareas profesionales y otras que eran la proyección social de mi quehacer.

"Alejandro, el hijo mayor que tiene cerca de 68 años, y Juan Francisco, de 55, hermanos entrañables, nos han dado nietos y bisnietos, de modo que sin caer en la chochera nos sentimos felices, satisfechos de nuestras vidas. El mayor vive en Los Altos Alpes de Francia, con su mujer francesa y sus dos niñas adolescentes. Juan Francisco tiene a su hijo y dos nietos en Suiza. Toda esta pequeña gran familia celebró aquí mismo, en una estricta intimidad, los 90 años de Francisco. Ambos hijos se han desplazado por el mundo gracias a sus trabajos, han vivido en África, Oriente, Medio Oriente y Europa. Creemos que están contentos con sus vidas".

Sesenta años vivieron juntos los Coloane Rojas. Y sesenta años se amaron en esos largos silencios que tanto le gustaban de Francisco, a quien siempre sintió más bello que hermoso. A él le encantaba esa confianza en la reciedumbre inteligente y sin desmayos de su mujer. Eliana apenas le llegaba al hombro. Siempre parecía que se la llevaría el viento.

Es una Social Worker, puesto que estudió y se tituló en Estados Unidos, a donde la llevó de las mechas su mamá para que esta mocosa apenas salida del colegio dejara de meterse en peligrosas honduras políticas. De regreso en Chile, reanudó aquello de las malas juntas: ingresó al Partido Comunista. Hasta hoy es militante activa en lo que le alcanza el ánimo, aunque en el espíritu mantiene vivo el fuego por la cosa social.

En algunos gratos encuentros con don Armando Uribe (como Eliana lo trata), pueden pasarse tardes completas enredados en temas de libros y de actualidad política y cultural. El vive cerca de su departamento, de manera que llega caminando, tal como lo hacía con su Francisco. "Don Armando es una persona de gran riqueza intelectual acompañada de una enorme sobriedad. Lo último que le he leído es la Carta abierta a Agustín Edwards. Por cierto que uno sabe que no tendrá respuesta".

-Francisco escribiá novelas, pero al parecer no le contagió el amor por el género.
No pues, yo no soy novelera. Me inclino por la sociología, que es la profesión de mi hijo menor. Y ahora, ya vieja, me he interesado por la historia, encontrándome con que basta "hojear y ojear" algunos textos de autores chilenos para darse cuenta de la poca rigurosidad y la desinformación que se nos ha pretendido enseñar.

-¿Cómo conoció a Coloane?
-En la Universidad de Chile. Habia venido a Santiago para ampliar su mundo, a pesar de que las pampas argentina y chilena le dieron la riqueza que lo llevó a ser escritor. Pero algo le faltaba. Llegó al Servicio Nacional de Salud, donde yo trabajé también, para colaborar en un boletín.

Alivianaba su trabajo inventando cuentos y así escribió la historia de un sandwich causante de una enfermedad seria. También viajó al sur en una campaña de desinsectación (tiempo de epidemias), experiencia de la que nació una narración que pronto se incorporaría a un nuevo texto.

"Pero me gusta especialmente recordar nuestro encuentro en la Universidad de Chile, cuando se entregó a Augusto D'Halmar, viejo amigo de la casa, el Premio Nacional de Literatura (1942). Ese día, muy grabado en mi memoria, fue mi primer conocimiento de Francisco. Muy pronto comenzamos los paseos por el parque, hasta fines del 2001, cuando partió su enfermedad".

Hay momentos de silencio en los que Eliana parece abstraerse y reconsiderar esa irrecuperable vida de a dos. Luego vuelve a tierra. "Por eso decidí comprar este departamento, lo compré, recalco, a muy bajo precio. Una ganga. A veces hemos albergado a toda nuestra familia, que ahora ha quedado sin su tronco".

Ella mira con ternura hacia una mesa lateral del living, donde hay una gran foto del escritor junto a Juan Francisco, con quien guarda enorme parecido. El lo acompañó en sus últimos viajes a Europa.

Ese Pancho Coloane hasta entonces desconocido para ella, era el flamante ganador de un concurso juvenil de la editorial Zig Zag y la Sociedad de Escritores de Chile, con El último grumete de la Baquedano. "Fue su primer libro y ahi tienes: es el más vendido de todos. Comprenderás que siendo un aprendiz de escritor, aunque no sea precisamente lo mejor de su obra, lo sintió y lo quiso como su libro regalón. Además, ha permanecido en calidad de clásico de la literatura infantil. Francisco ha sido un hombre exitoso particularmente en Francia, Italia y Rusia. Después están España, Portugal, Alemania, Polonia, en fin. Hay dos traducciones al inglés en Estados Unidos; no obstante,también tiene buenas críticas en Londres".

El huérfano y la empeñosa.

Nacido en Quemchi, Chiloé, hijo del ballenero Juan Agustín Coloane y de Humiliana Cárdenas -trabajadora de la huerta, de la casa, de la pesca, del sustento diario y al mismo tiempo mujer de pelo en pecho que no se separaba del revólver durante las largas ausencias oceánicas del marido-, el niño Francisco quedó huérfano con apenas 14 años. Ni siquiera pudo darse el lujo de llorar la orfandad, porque había que ganarse la vida aunque fuera de capador de corderos a diente, de amansador de caballos y, más tarde, de cronista ocasional de un diario de Punta Arenas. Gracia mayor, si se piensa que sus estudios se limitaron a la enseñanza básica en el colegio de los Salesianos y a un par de humanidades en el liceo de la ciudad. Nada de destacado como alumno, lo que mejor aprendió -de oído- fue a tocar el trombón. Las letras le debieron llegar de yapa, porque en 1926 ganó el Premio Literario de la Fiesta de la Primavera con una historia sobre el tiempo de los deshielos. Consiguió mucha honra, pero nada de plata, de manera que quedó igual de pobre.

"Ese pasado tan recio, tan distinto a lo mío, debe haber sido lo que me atrajo", confidencia Eliana, mientras saca un exótico surtido de té que bebe sabiendo que no es lo mejor para su salud.

"Total, yo quiero vivir no más de otro par de años, no vaya a ser que me baje la tontera y no pueda viajar a Lisboa, que es mi proyecto inmediato. O me llene de achaques y sienta dolores como los que el último tiempo sufrió Pancho, aunque, eso sí, su cabeza la mantuvo perfecta hasta el final".

Sin aspavientos ni por asomo, a ella se le nota a la legua que fue una enamorada de su marido hasta la madrugada en que le anunció que volvía al mar, haciéndole prometer que no diría nada de su muerte hasta dos días después de ser cremado.

-¿Fue una pasión así, explosiva? ¿Un pinchazo a primera vista y sin vuelta?
No. Pancho no era para esas cosas. Al conocernos, no demostró nada especial. Pero, eso sí, me llamó por teléfono varias veces hasta que empezamos a salir. No te digo cómo me hacía caminar. Nuestro pololeo se armó entre caminata y caminata. Llegábamos hasta donde terminaba Apoquindo, imagínate. Y no se le ocurría entrar a un lugar a tomar un té. Menos un trago. Para él, eso fue siempre cosa de hombres.

No quiere traslucir emoción y trata de salir del tema de ese noviazgo tan sui generis que, por lo mismo, suscita especial curiosidad.

-Pero en algún momento Coloane tuvo que declararse y pedir su mano...
-Sí, si llamas declararse especificar que ya estaba bueno ir al Registro Civil. De Iglesia, nada. Imagínate, los dos comunistas. ¿Y yo vestida de novia?, una broma. Aunque a él le gustaba que fuera asi, chica y flaca, y él tan grande e imponente. Solía ponerme apodos referidos a mi look de bolsillo.

-Sí pues. Por estampa, de chilote él no tenia ni un gramo. Como si doña Humiliana, en alguna ausencia de don Juan Agustín hubiera mirado para el lado, digamos a algún marinero de tierras europeas...
-¿No es cierto que sí? Bromas aparte, en realidad Pancho era estupendo. Por dentro y por fuera, digo. Y eso que de pretencioso no tenía nada. Si yo era la que me preocupaba de que se comprara ropa, más allá de las prendas con las que capeaba los fríos magallánicos. Era curioso que un ser nacido en el último rincón de Chile, y del mapa, actuara como un gran señor hasta en las situaciones más difíciles.

-¿Difíciles, como cuáles?, si se puede contar...
Cosas de familia. Imagínate que nuestro hijo Juan Francisco se enamoró a los 15 años de su profesora de 28, y ella de él. Fue un romance profundo y de largo tiempo. Nos costaba creerlo, pero tuvimos que asumir la realidad. Y en eso, Pancho fue el más criterioso, el más fuerte. Con un hijo concebido en plena conciencia... no me inquieras más sobre eso, porque de él tenemos bisnietos.

-Hablemos, entonces, de esto de haber sido ricos a la vejez viruela, si no le molesta la expresión.
-En realidad, ricos no fuimos nunca y hoy tampoco lo somos. Es bueno que te recuerde que el Premio Nacional de Literatura (1964) fue durante muchísimos años un premio decorativo. Si el galardonado era funcionario público, como en el caso de Francisco, se le otorgaba una pequeña suma adicional a sus ingresos, hasta completar un valor mínimo. No había un premio en dinero, como hoy, aparte de un certificado.

"A propósito, te contaré una anécdota, si se puede llamar así. La única acreditación del premio de Francisco fue una carta del presidente Jorge Alessandri que hemos conservado como testimonio. Pero, en todo caso, debemos reconocer que su obra tuvo un verdadero boom en varios países europeos a partir de 1994. Antes lo había tenido en los países del área socialista, donde se editaron cientos de miles de ejemplares. La Cortina de Hierro dividía al mundo hasta con la cultura...".

-Bastante enojoso, por decir lo menos, ¿no?
-Y hay más. Las editoriales extranjeras retienen de los derechos de autor alrededor del 36 por ciento; y los agentes literarios cobran un 10 por ciento de su trabajo. Así, esas "enormes sumas" se rebajan más o menos a la mitad. Supuestamente, esto se debe a que los países no tienen convenio con Chile, cosa que a Francisco nunca le preocupó. Su alegría estaba en que su obra se difundiera. Cada vez que llegaba una traducción, la regaloneaba entre las manos. Francia no fue una excepción, pero él siempre se sintió agradecido de las atenciones que recibió en Saint Malo y París, además de su investidura de Caballero de las Artes y de las Letras.

"A uno le preocupa la cosa monetaria cuando tiene hijos menores. A estas alturas, se trata de solventar la subsistencia. Gracias a nuestro buen manejo de los recursos, Francisco pudo llevar su enfermedad con la mejor atención profesional dentro de las capacidades del país, el amor de sus dos hijos y mi entrega plena a su atención".

Mucho lo pensó Eliana antes de acceder a que esa tarde de intimidad se publicara, hasta que primó el sentimiento de que por una vez siquiera, ella tan parca, le mandaría un mensaje con los más profundos sentimientos que le inspiró su larga y emocionante caminata por la vida junto a él.

"No siento la ausencia, porque está presente en cada espacio de la casa. Y aunque el dolor acose a menudo, pienso para mí misma: él quería volver al mar y allí está".


 
 

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Francisco Coloane: Eliana Rojas de Coloane: "Para Francisco, el amor crecía caminando",
por Totó Romero.
Fuente: Revista Caras,
13 de febrero de 2003.