Marco Cárdenas Elguera (Ayacucho, 1962) ha publicado el año 2000 la controvertida novela El quinto evangelio y, posteriormente, los libros de cuentos Flor de retama (2007) y Piel vacía (2013). Recientemente, ha dado a conocer la novela Donde hablan los muertos (Ediciones Altazor, 2024).
Esta segunda novela de Marco Cárdenas se estructura en cinco capítulos. Toda la historia transcurre en dos niveles narrativos. Un presente en el que dos ancianos amigos, solitarios, empobrecidos y sin ninguna esperanza, ven pasar sus días en un contexto de violencia y muerte, a causa del Conflicto Armado Interno que se vive en Ayacucho en la década del ochenta, durante el deleznable primer gobierno de Alan García. En el segundo plano, el principal y más extenso, vamos conociendo los recuerdos de uno de estos ancianos, el octogenario Mario Cárdenas Samanez. Estos recuerdos están centrados en los tiempos de su adolescencia. La novela cierra con las reflexiones de don Mario que dan cuenta de una vida signada por las veleidades, la soledad y el fracaso.
En la novela, Ayacucho —en las primeras décadas del siglo XX— es descrita con detalles y presentada como un lugar próspero, con aires de modernidad, que se dispone a celebrar el primer centenario de la independencia del Perú. No obstante, estamos frente a una ciudad jerarquizada donde no todos los grupos sociales disfrutan del progreso.
“Los latifundistas pasaban sobre soberbios caballos y los hombres de estirpe como los Cacho, los Arca, los Mujica, los Robles, entre otros, se dirigían, vestidos de levita y con el bastón entre las axilas, hacia la Plaza de Armas. Curas agustinos, franciscanos, redentoristas, jesuitas y dominicos se veían por todos lados. Y debajo de estos, en el fondo de la escala social, iban y venían los estudiantes pobres, las sirvientas, los cargadores, los campesinos y los indios” (p. 16-17).
El libro nos presenta una mirada más profunda de la problemática ayacuchana de aquellos tiempos. Se hace referencia a los abusos cometidos por las autoridades y hacendados en contra de los comuneros. Se menciona los intentos de rebelión de los campesinos que son aplastados, ferozmente, por las fuerzas militares. Se resalta, también, el silencio cómplice de los miembros de la Iglesia en una ciudad “donde los muertos hablan y los vivos callan”. Este es otro de los temas más desarrollados en el libro: hay una dura crítica contra el Clero.
El joven protagonista tiene un abuelo sacerdote: avaro y libidinoso en extremo, muy conocido en toda la ciudad. A partir de la figura de este personaje, se desentraña la vida en el interior de los claustros religiosos. Una vida dominada por pecados como la lujuria. En esta misma línea, la mayoría de personajes femeninos —jóvenes y adultas— es presentada como seres de costumbres frívolas y mojigatas. No obstante, en la intimidad, se muestran predispuestas a los placeres carnales. Estas escenas del libro caen, por momentos, en lo teatral y la caricatura.
En el segundo plano de la novela, aparece bien representado el perfil psicológico del adolescente Mario Cárdenas. Este es un joven estudiante que va despertando a la vida con las mismas convicciones de su familia: es ambicioso y muestra desprecio por la servidumbre, incluso, por sus propios maestros del colegio que no presentan rasgos europeos como él. Y en su turbulento despertar sexual, abusa de las jóvenes criadas de su casa y las de sus familiares. Con otros estudiantes, ha conformado un grupo autodenominado Los Socios de la Alegría. Estos muchachos cometen una serie de vilezas dentro y fuera del colegio.
Esta novela de Marco Cárdenas muestra un esquema notorio. La premisa consiste es señalar cuáles fueron las causas que desataron el levantamiento armado en Ayacucho en los años ochenta: los abusos cometidos por las autoridades y latifundistas en contra de los grupos más pobres a causa, principalmente, del racismo. En un diálogo entre dos personajes del libro resaltan estas expresiones: “La pobreza es contagiosa y da asco ver tanto cholo”, “Ningún reclamo social ni rebelión se origina sin motivos”. Esta descripción de la dinámica social en Ayacucho, en los tiempos del terrorismo, se compagina con lo expresado por algunos historiadores de nuestro medio como Alberto Flores Galindo quien en su libro Buscando un inca nos habla de un país “donde los ciudadanos tienen varias categorías, unos son más iguales que otros, y donde las relaciones entre los hombres están contaminadas por el racismo”.
En cuanto al uso del lenguaje, se aprecia una prosa bien cuidada, correcta y cadenciosa, donde destaca el uso eficiente de los adjetivos. No obstante, el autor ha optado por un estilo casi desprovisto de imágenes. Y cuando surgen algunos chispazos, no siempre hay buenos resultados: “Mi flaco acompañante es el crisol donde hierven las desilusiones” o “…la súbita caída de mi alma en el pozo de los dolidos recuerdos”.
Donde hablan los muertos de Marco Cárdenas es una buena novela, bien estructurada y con una historia de mucho interés, que viene a enriquecer el corpus de nuestra narrativa —que reflexiona en torno al Conflicto Armado Interno que padeció nuestro país— al lado de otros libros como Candela quema luceros, de Félix Huamán Cabrera; Rosa Cuchillo, de Óscar Colchado Lucio; Criba, de Julián Pérez o La noche y sus aullidos, de Sócrates Zuzunaga Huaita.
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o Las causas del terror.
Por Fernando Carrasco Nuñez