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ERIC V. ÁLVAREZ EN EL REINO DEL DESASOSIEGO

Por Fernando Carrasco Nuñez


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Eric V. Álvarez (La Oroya, 1982) es un escritor egresado de las aulas de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta. Estudió la maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A fines del año anterior, ha publicado su primer libro de creación, la novela Habitar el desasosiego.

Habitar el desasosiego (Editorial Quimérica, 2021) es una novela ambiciosa y envolvente que tiene como protagonista a Javier Deustua, un intelectual peruano especialista en literaturas europeas a quien las heridas del pasado y, ahora, la enfermedad lo han sumido en el reino del desasosiego. A Deustua le hubiera gustado pasarse la vida conociendo distintas latitudes del orbe, pero en realdad ha dedicado su existencia “a ese otro viaje constante que para él es la literatura”. En esta línea, podemos precisar que esta novela de Eric V. Álvarez es la historia de un viaje, el viaje de Javier Deustua a Lisboa con el fin de reencontrarse con algunos momentos de su pasado, desentrañar la esencia de un misterioso escritor introspectivo y su obra y, a la vez, hallar las claves de ciertos aspectos íntimos de su propia vida. Desconoce Deustua que ha viajado también a encontrarse con su destino.

En esta novela lúdica, reflexiva y metaliteraria de Eric V. Álvarez cobran vida algunos de los heterónimos creados por el poeta portugués Fernando Pessoa, a quien se rinde homenaje a lo largo del libro. Aparecen, entre otros, José Azinho, Vicente Guedes, Luis da Silva, el Barón de Teive, el médico Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Bernardo Soares, el mítico autor del tan comentado Libro del desasosiego. Es interesante cómo, sobre la base de sus ideas más importantes plasmadas en sus prosas y versos, Eric V. Álvarez ha sabido dotar de un perfil psicológico y discurso propios a cada uno de estos personajes. Incluso, ha sabido recrear con gran acierto algunas escenas de los fragmentos que conforman el libro firmado por Bernardo Soares. En el tercer capítulo de la novela, Vicente Guedes reflexiona sobre la manera de cómo se debe afrontar la vida:

“José Azinho está muerto desde hace mucho tiempo. El problema es que se negaba a aceptarlo. La libertad plena consiste en aceptar que uno está muerto. Después de eso, ¿qué queda? Ni siquiera la muerte puede ya contra nosotros. Entonces, nos volvemos inmortales” (p. 75 – 76).

Algunos de estos heterónimos creados por el talento artístico de Fernando Pessoa se encuentran hermanados por el deseo vehemente que despierta en ellos una misma mujer: Isadora Goncales, otro de los personajes más importantes de la novela. Isadora, joven de provincia, marcada por escenas terribles de la adolescencia, también ha realizado un viaje a la capital de su país huyendo de un pasado brumoso y hostil, y ahora deambula bajo el cielo gris de Lisboa como una antorcha encendida, cuyo fuego, aunque tenue, algunas veces, termina chamuscando a quienes se vinculan con ella.

Los heterónimos de Pessoa que aparecen en la novela, así como el protagonista Javier Deustua, viven agobiados por una serie de conflictos interiores. Lo único verdaderamente importante para ellos y que los mantiene anclados a la vida es la literatura, específicamente la escritura, la creación literaria. En una carta que Soares escribe a Isadora le confiesa: “Escribir ha sido para mí la única elección de mi vida y es lo único que me mantiene arraigado en la existencia” (p. 149). Al mismo tiempo, estos personajes se reconocen como seres oscuros, huraños, complejos, herméticos, que lindan con la locura. “Somos meros fragmentos de algo que jamás conoceremos” (92), le confiesa Deustua a Vera, su mujer, en una carta. Efectivamente, tanto Javier Deustua como los heterónimos de Pessoa tienen la sospecha de que son solo sombras, “el holograma del pensamiento de alguien más” (247), “la pieza de un rompecabezas infinito” (172). Y, precisamente, esto es lo que descubre Bernardo Soares al ver su imagen retratada en el espejo de su departamento de la Rua dos Doudadores:

“En la lámina que lo refracta, sucia y rajada, no logra reconocerse. Su rostro tiene una configuración distinta, pero Soares no se sorprende. Por un momento se ve con unos lentes redondos y un bigote peinado que le cubre parcialmente el labio superior. Luego se da cuenta de que tiene que agacharse para poder verse mejor en el espejo y otra vez el rostro ha cambiado: ahora tiene la tez un poco oscura, sin duda por un sol que no existe aquí en Lisboa. Cuando se distrae por el vuelo de una mosca, vuelve el rostro hacia el espejo, pero ahora ve una cara mofletuda, un rostro de unas mejillas enormes y unos labios pequeños y los ojos saltones. No se reconoce en ninguno de esos personajes que aparecen ante sus ojos, no logra descifrar las líneas de esos rostros extraños, pero que le parecen raramente familiares, como si alguna vez los hubiera visto o como si en algún momento de su vida él hubiera sido uno de esos rostros” (p. 281 – 282).

Esta primera novela de Eric V Álvarez destaca por su historia, por las ideas que fluyen a lo largo de sus páginas y, al mismo tiempo, por su estructura y el manejo de una prosa que nos deleita, que nos cautiva. Habitar el desasosiego resulta entonces una novela subyugante y aleccionadora. Nos recuerda que el ser humano se mueve muchas veces activado por escenas terribles del pasado o por una pasión infinita por el arte, que nuestra vida es también una huida constante de todo aquello que nos perturba, que el hombre está habitado por numerosos hombres de distinta índole y que, de pronto, un buen día, uno de ellos se asoma y lleva a cabo nuestras acciones más oscuras, más insospechadas.

Habitar el desasosiego nos muestra que la vida de todo ser humano está comprendida por distintos viajes dentro de otro viaje mayor, principal. Y es que nuestra existencia es un viaje forzado hacia un lugar que jamás habíamos planeado conocer. Por eso, como los personajes de esta novela de Eric V. Álvarez, como fue la vida de Fernando Pessoa, vivimos a tientas en esta realidad empeñados en conocerla un poco más cada día. Dando tumbos. Y cayendo. Siempre cayendo.





 



 

 

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Eric V. Álvarez en el reino del desasosiego.
"Habitar el desasosiego" Editorial Quimérica, 2021.
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