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"Libro de Hechos Inevitables", de Cristian Cottet
De cuando en cuando
me envuelvo nuevamente de la olvidada palabra poesía.

Mosquito Comunicaciones, 1996

Por Francisco Miranda


Siempre fui un lector constante de poesía. Siempre, hasta que sucumbí a la irremediable presencia de la prosa, de las historias cubiertas y no encubiertas. Por lo que la poesía pasó a ser una anécdota frágil, una colección en mi biblioteca, una historia fabulada de poetas nacidos entre sures intensos y urbes desprotegidas.

Sin embargo, y como todo hecho fortuito, de vez en cuando aún no pierdo la capacidad de sorprenderme. Fue así, como cierto día descubrí "Libro de Hechos Inevitables" (Mosquito Comunicaciones, 1996) del poeta chileno Cristian Cottet (1955). Me escabullí alrededor de sus páginas y me hice parte de una poesía cubierta de palabras honestas. De un poeta que habla de sí mismo con el desparpajo que sólo confiere la derrota. El libro, concebido en tres partes, nos entrega en 76 páginas bellamente escritas, cada sensación de un hombre sobreviviente de los años, de las historias allí concertadas, de los amores de la vida y de la historia poderosa que aplasta a toda una generación sobreviviente de la dictadura, ausente de la democracia tutelada.

Aún así, Cottet se redime innumerables veces, de amigos, de sueños inconclusos, de amores dejados y de toda una forma de concebir el mundo, que va imprimiendo cada verso de la honestidad más absoluta. Tributario de una poesía lárica, de un yo confesional que se busca, cada poema es una dulce declaración de principios, una herida revisada una y otra vez, para así reconocerse evocada.
A modo de muestra, una parte del poema Mientras Yo...

Hoy, todas las mujeres están enamoradas
de otro hombre,
mientras yo, el que las ama desde siempre,
persigue el corazón que se ha perdido
entre sortijas de barro
y un esquelético vestido de azafrán.
Busco por aquella que prometió esperarme,
pero sólo veo irónicas sonrisas de soberbia.

A su vez, en Ansiedad nos habla de lo difícil de los días:

Enrevesado resulta escribir de algunas cosas.
De la revolución y sus quehaceres,
es difícil.
Del amor es complicado
escribir, es desastroso escribir.
De los hijos, aquellos que nos miran desde
lejos, se hace una montaña hablar,
Incluso.

De esta forma, Cottet va hilando entre cada uno de los poemas, un estado de ánimo, una certeza divagada de la vida que lo sostiene y que lo obliga a respirar. Se percibe en sus palabras la queja, pero a su vez, se deja ver la pasión, la consecuencia de una vida enamorada, la nostalgia por encuentros no concertados, el recuerdo por la vida compartida, no sólo del amor de pareja, sino también de los otros, amores de sangre, de amigos, del barrio, de la infancia.

En sí, el libro es una fotografía de la vida de un hombre. De una existencia reflexiva de sí misma y de sus acontecimientos. De sueños inconclusos, de preguntas olvidadas que nos van sumergiendo quizás en nuestras propias preguntas, aquellas de las que a veces huimos y que Cottet busca reconociéndose en ellas. Quizás uno de los momentos más altos del libro, irónicamente sea cuando no habla de sí mismo, sino de otro. "La Historia de Carlos Díaz", poema en homenaje a la memoria de Pablo de Rokha, es sin exagerar, uno de los más grandes poemas que haya leído a la memoria de un poeta, de un amigo, de una existencia. Imposible reproducirlo aquí por completo, sería un atentado literario escribir un fragmento, ya que el poema es coherente en su plenitud, completo y sin ausencias, por lo que la invitación está hecha si es que hallan, infartante tarea, aquel pedazo de cielo.


 



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