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Poesía de Hurón Magma

DISGRESIÓN SOBRE LA TEMÁTICA DEL BOSQUE
A PARTIR DE LOS CUENTOS DE ARIADNA Y OTROS POEMAS

Por Felipe Moncada Mijic


 

EL POEMA DE HURÓN MAGMA

Los Cuentos de Ariadna y Otros Poemas, publicado el mes de agosto del presente año por Ediciones Casa de Barro(1), es el cuarto título(2) de Hurón Magma (Lago Ranco 1961), y es curioso reconocer los mecanismos en la memoria que es capaz de activar desde el tópico del bosque. El libro comienza con el siguiente poema:

El día que Ariadna había nacido
lloró desconsolada
habían talado el primer árbol del bosque azul(3)

Desde el primer momento llaman la atención los símbolos elegidos, las alusiones culturales, tanto al mundo antiguo como a la cosmogonía mapuche, situación que da un segundo y tercer sentido a los versos.

Ariadna, según la mitología griega, hija del rey Minos, le regala un hilo mágico al joven Teseo para no perderse en el laberinto en que está encerrado el minotauro Asterión, producto de la relación incestuosa entre la esposa del rey de Minos y un fabuloso toro blanco. Con la ayuda de Ariadna, Teseo logra vencer al hombre-toro y terminar con la crueldad hacia los jóvenes atenienses que eran sacrificados anualmente para alimentarlo. Pero ante un final feliz se impone el sentido trágico griego, pues al lograr salir del laberinto, Teseo abandona a Ariadna mientras duerme en una playa, la que tiene un final incierto, pues mientras una bifurcación del mito la une posteriormente a Dionisio, otra la ven terminar con su vida colgándose de un árbol.

Por otra parte, el color azul con que Hurón pinta su bosque, tiene una profunda significación para el pueblo mapuche, relacionado generalmente con lo sagrado en su cosmogonía, en palabras del poeta Elicura Chihuailaf:

“Nuestros Mayores dicen que el primer espíritu mapuche vino arrojado desde el Azul, pero no de cualquier Azul sino del Azul del Oriente. Y como en nuestra tierra no había nada que lograra un Azul homogéneo, nos decían que el Azul existía en el oriente y en el espíritu y en el corazón de cada uno de nosotros. Y que cuando nuestra energía abandona nuestro cuerpo (que se transforma en agua, aire, fuego, tierra, verdor), se dirige hacia el poniente para llamar a Nontufe, el Balsero de la muerte, y así cruzar el Río de las Lágrimas para reunirse con las energías de los recién fallecidos y juntos retornar al lugar de origen: el Azul del Oriente, completando así el círculo Azul de la vida”.(4)

Así, entre el azul que tiene una connotación de energía espiritual, trascendente dentro de la visión mapuche y Ariadna como la figura femenina que ayuda a vencer a la fuerza y la complejidad (el laberinto) en el mito griego, Hurón Magma escoge aquellos símbolos para internarse en la fantasía del azul, pero en su visión Ariadna es una niña y el bosque es una especie de entidad en que los árboles poseen una determinación propia de los seres conscientes, cito versos del libro:

…la pequeña Ariadna estaba en el bosque
los árboles la habían raptado
la buscamos para siempre…(5)

…Bajo la lluvia
los sabios y los más jóvenes
rogábamos por ti Ariadna,
el humo de los dioses se trepaba en nuestros ojos
el bosque era entonces sordo
no escuchaba el lamento del fogón(6)

De manera que los árboles son capaces de raptar a una niña, o bien simular sordera para no oír los lamentos del fogón que es el sitio donde se comparten los alimentos, se conversa y crece la fábula en lo profundo del sur chileno. Quizás el hecho de referirse a elementos naturales, implica necesariamente una carga simbólica, pues el agua, el fuego,  la tierra, más allá de ser los elementos de Heráclito, son los ingredientes de una alquimia natural en cualquier cultura que permanece cercana a la naturaleza. En el relato de los Cuentos de Ariadna, hay un hablante que enfrenta a la materia en su propio lenguaje, en un gesto que puede parecer anacrónico para quien vive encandilado con las ciudades, pero que es eternamente contemporáneo por su accesibilidad, aunque la sensibilidad “visible” de estos días esté educada por los sub-nietos del circo romano, en su moderna visión de la adoración a la personalidad, la violencia como espectáculo y el chiste cruel como blindaje a lo desconocido. Cito a Hurón:

La tarde del trece de junio
del año de nuestro Señor
conversé con el viento mañana y tarde
y mientras él movía las lenguas de fuego
conversamos en la noche
y él me habló de los secretos del bosque
de la bruma mágica de la mañana
de sus impenetrables secretos
del aroma de sus hierbas milenarias
me habló del árbol padre
del árbol de la memoria
ese que no olvida su sombra
ese que cautivó a Ariadna
con su lenguaje vegetal(7)

El número trece, el mes de junio (en que los mapuches celebran el We Tripantu), el año de nuestro señor, el árbol de la memoria, las lenguas de fuego, son algunas figuras que utiliza Hurón. El viento, el fuego, la bruma, el aroma, la sombra, el lenguaje, son algunos de los elementos de su laboratorio vegetal que insinúan un lenguaje semioculto en el follaje, pero ¿con qué referentes se podría relacionar esa actitud?, juguemos a las citas:

“En su laboratorio, el alquimista expone sus ensoñaciones a la experiencia. Desde ese momento, la lengua de la alquimia es una lengua de la ensoñación, la lengua materna de la ensoñación cósmica. Esta lengua hay que aprehenderla tal cual ha sido soñada, en la soledad. Nunca se está tan solo como cuando se lee un libro de alquimia. Se tiene la impresión de que se está “solo en el mundo”. Y no bien se sueña el mundo, se habla el lenguaje de los comienzos del mundo”(8)

Bachelard nos habla de un lenguaje mítico de comienzo del mundo, ¿será el lenguaje vegetal de Hurón, el que usa Altazor en su caída, el neológico de Girondo en La Masmédula, o acaso el lenguaje de las ecuaciones químicas?, seguramente no hay alternativa única, ni es la intención del libro sumergirse en el pantano de los dinosaurios filológicos, más bien sugerir el distanciamiento del ser actual con la materia, la irreconciliable distancia que el autor delata a partir de mitos y elementos conocidos.

En el séptimo poema del libro, Hurón emparienta definitivamente al bosque con el laberinto:

La tarde que Ariadna entró en el laberinto
los árboles cerraron sus pasajes secretos…(9)

y es esa mixtura libre la que le posibilita al poema librarse de las significaciones, y seguir su propio curso, cito fragmentos de distintos poemas:

Tu cara de niña se aparece en cada arroyo del bosque.(10)

…y soñé con extensiones de trigo
con granos que reventaban y formaban un sol
mi padre llevaba un canasto con los granos
mi madre ponía un sol sobre la mesa…(11)

Y por ti Ariadna
entramos en un tercer bosque
donde los árboles tenían alas
y árboles amarillos se elevaban
y sobre los amarillos árboles
árboles rojos se elevaban
y sobre los rojos árboles
árboles verdes se elevaban
y los árboles verdes reventaban llenos de pájaros.(12)

…y entonces
el viento del oriente alzó su voz
y mientras el viento hablaba
nosotros temblábamos
habíamos talado el primer árbol del bosque azul
y estábamos condenados
a buscar a Ariadna para siempre.(13)

Así, a la manera de un pacto roto, de una lucha épica entre el reino vegetal y el animal, con todos sus cadáveres simbólicos a cuestas, se cierran la fábulas de Ariadna, y si bien el libro de Hurón Magma culmina con una serie de Otros Poemas, de notable imaginería provinciana, me gustaría hurgar en la imagen del bosque desarrollada por otros poetas chilenos y su contingencia temática y política.

EL BOSQUE EN LA POESÍA CHILENA

En la poesía chilena del siglo XX, seguramente es Juvencio Valle (Villa Almagro, Nueva Imperial, 1900-1999) quien ha desarrollado de manera más extensa la temática del bosque pasando por distintos períodos y maneras de observar la fronda. Según el recientemente fallecido Alfonso Calderón, en su prólogo a la antología(14) de Valle (1968), se observa en Tratado del Bosque (1932) una huella tardía del modernismo en sus ecos de la mitología griega, incorporando con el tiempo a la temática del bosque elementos bucólicos del siglo de oro español, con la idealización de los pastores que vagan por la Arcadia, cito a Calderón:

A la tradición bucólica, Valle incorpora elementos nativos: descripciones de la flora chilena, presencia de la materialidad de la lluvia (el invierno, postulación de la ancianidad y la decadencia, se hallaba ausente del mundo bucólico)…
La habilidad de Juvencio Valle consiste en hacer coexistir una nota exótica, procedente de una intemporal mitología, con lo vernáculo.

Y claro, es el bosque visto desde un referente literario, pero por sobre todo desde una sensibilidad capaz de revelar los detalles más pequeños, cito a Valle:

Mójanse los fríos helechos de la orilla,
arquéase el narciso al peso de su corona,
y, recorridos de un eléctrico escalofrío
tiemblan en su capullo los azorados juncos(15)

Un fragmento aparentemente descriptivo, pero que requiere de un observador atento. Aún así es el bosque pensado mediante un lenguaje mixto, un sincretismo entre lo bucólico y elementos particulares de un bosque del sur de Chile. Los nombres propios de la vegetación agregan a ese híbrido una musicalidad distinta, pues son voces indígenas que se insertan en frases de cuerpo latino:

Bosque, dame las llaves de tu escondido reino;
fronda, tu vasto océano de delgadas harinas;
puelche, tu empuje frío, tu caracol sonoro…

…chilco de los barrancos, tu faldellín morado;
michay de los linderos, tu tornasol celeste(16)

Así en el discurso aparecen el Lingue, la Patagua, el Coigüe, o los pueblos Carahue, Boroa, mezclándose sucesivamente con Laurel, Roble o Imperial, nombres que nos remiten a otros orígenes e imágenes históricas. ¿Será posible, de conocer en profundidad la tradición mapuche, que la lectura que a priori resulta musical, contenga sentidos velados, fábulas por descifrar?

Aquí el lector impaciente podrá cuestionar el hecho de pensar el bosque desde cánones ya utilizados y podrían surgir las preguntas; ¿qué diferencias se podrían observar entre un bosque interpretado desde cualquier istmo de la ex-vanguardia, o desde el psicoanálisis, la biología, la economía?,  ¿es el mismo bosque el que ve un pintor cubista o uno impresionista?, y es fácil darse cuenta que las cualidades del objeto o sistema a reinventar en su representación, dependen de la formación cultural del observador y de las preguntas con que aborde el sistema elegido. Con respecto a ello, sería conveniente recordar las palabras de Werner Heisenberg, (uno de los físicos que desarrolló la mecánica cuántica y en particular enunció el Principio de Incertidumbre) para quien: lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogar(17), entonces parece claro que habrán tantos bosques como observadores que se interesen por fabular o crear evocaciones a partir del soplo húmedo de la fronda.

En la tradición chilena (que es la que continúa Hurón Magma en su libro), es imposible no nombrar el aporte de Jorge Teillier, veamos en algunos fragmentos de qué manera operan los símbolos en él:

Un desconocido silba en el bosque.
Los patios se llenan de niebla.
El padre lee un cuento de hadas
y el hermano muerto escucha tras la puerta.(18)

El bosque de Teillier está más allá de la seguridad de su casa en la frontera, de lo conocido, aunque la fabulación ya no remite al imaginario griego como en Juvencio Valle y se presenta una especie de autoconciencia de la fabulación, pues el padre lee un cuento de hadas. Hay además la presencia de la muerte, pues el hermano muerto escucha aún en esa dimensión donde cabe el misterio, lo invisible, lo que solo se puede alcanzar en el dominio de lo irreal. En el poema Canto, del mismo libro, afirma:

No volveremos al bosque,
cortaron los laureles.
La Bella Durmiente
Los recogerá”

Hay una renuncia al lugar físico, una desaparición de los laureles, para confiar su rescate a un personaje de cuento, es decir, lo que desaparece en la vida real se conserva en el mito, quizás una primera intuición del poeta como guardián del mito. Lo que se pierde en la realidad, la naturaleza, se conserva en el patrimonio de la memoria y de la cultura humana. Son curiosos también los últimos versos del poema XIX de Crónica del Forastero(19), en que se puede leer:

El bosque se estremece soñando
con los grandes animales que lo recorrían.
El bosque cierra sus párpados
y me encierra.

Ahora el poeta queda adentro de ese espacio mítico, que es curiosamente el lugar que el gran lárico reserva para la fantasía, como se puede notar en el poema El Bosque Mágico(20), o en Cuento Sobre una Rama de Mirto(21), donde se puede leer:

Había una vez una muchacha
que amaba dormir en el lecho de un río.
Y sin temor paseaba por el bosque
porque llevaba en la mano
una jaula con un grillo guardián.
Para esperarla yo me convertía
en la casa de madera de sus antepasados
alzada a orillas de un brumoso lago.

Parece que reservara para él, la atmósfera onírica que recuerda las pinturas de Magritte, a años-luz de lectura-lugar común que se hace de la poesía de los lares.  Para finalizar con este breve recorrido por el bosque con Teillier, no deja de llamar la atención el poema Si Alguna Vez, de su libro póstumo En El Mudo Corazón del Bosque:

Si alguna vez
mi voz deja de escucharse
piensen que el bosque habla por mí
con su lenguaje de raíces

Poema que Teillier no incluyó en ninguno de sus libros, esa rara condición de lo que no calza en ningún conjunto, pero que sin embargo tiene la severidad y el pulso de un epitafio, pues pide que se le busque en aquel lugar desaparecido, donde justamente guarda la fantasía y una híbrida mitología.

EL BOSQUE EN SU FRONTERA

Teillier habla de un lenguaje de raíces, Hurón Magma de un lenguaje vegetal, Juvencio Valle pregunta ¿con qué llave de cábala han de abrirse sus puertas?, pero todos relacionan el bosque con el misterio, la fábula, el mito, la muerte, los sueños, lo desconocido, y seguramente de seguir buscando en los poetas del sur, saldrían a la luz nuevos elementos, por ejemplo la cosmogonía que Elicura Chihuailaf deja traslucir en sus poemas, o más allá, lo que plantea en su Recado Confidencial a los Chilenos(22) en que desarrolla en extenso la visión del pueblo Mapuche y el conflicto que viven actualmente con el estado chileno. Con respecto a uno de los puntos de conflicto, que en general contrapone a pueblos originarios con estados nacionales, en distintos lugares del mundo, está:

La tala indiscriminadas de los bosques nativos y la plantación de especies arbóreas que no pertenecen a su hábitat natural y que acaban con el agua y con las hierbas y plantas utilizadas en nuestras medicinas tradicionales…
Los problemas de salud provocados por la contaminación por los químicos utilizados en la fumigación de los “nuevos” bosques.

Quien camine por algunos de esos bosques artificiales que las forestales crían para la carnicería, podrá verificar que la monotonía del cultivo seriado se traspasa a las especies animales que lo pueblan: difícilmente se oirá un tricahue, ningún tuqúquere perseguirá ningún ratón, y los carpinteros negros no buscarán gusanos bajo la corteza de pinos rebosantes de pesticida, es algo similar a caminar por un bosque quemado, donde el trino ha sido remplazado por el ronquido de las motosierras. Y ante el evidente drama social que aquello significa para el sistema de vida de muchas comunidades, se agrega otra catástrofe, pues al morir el bosque muere una parte importante de la imaginación humana.

Sería cosa de tomar un puñado de tierra de hoja de un bosque nativo, en él hay escarabajos, gusanos, ácaros, y un ejercito de innumerables seres, que probablemente igualen en número a todos los inventados por la fantasía(23). Quizás nunca se habría inventado una armadura ni un blindado de no existir coleópteros, y no se habría concebido el helicóptero ni el avión, de no haber alguien observado ociosamente libélulas y águilas. Con los ojos cerrados se puede ver más que con los ojos abiertos, solamente si hay la experiencia de la naturaleza de manera previa, y es esa mutilación del imaginario una pérdida que difícilmente podría ser cuantificada.

Quizás el momento que menciona Hurón Magma en su libro, el de talar el primer árbol del bosque azul, marca un distanciamiento definitivo del ser humano con el bosque, más aún, con la naturaleza, ¿será ella algún día solo un lugar mítico como se describe en algunas novelas de anticipación?, ¿será posible el bienestar material sin el empobrecimiento irreversible de la tala?, sin duda son preguntas que superan un informe de lectura, pero indican que la poesía no es inútil, en tanto apunta a despertarnos de la pesadilla mecánica que tantos se complacen en ilustrar.

* * *

NOTAS

(1) Magma, Hurón. Editorial Casa de Barro. San Felipe: 2009.

(2) Los libros anteriores: Palomas de Lluvia (1985), Bajo Otro Cielo (1987), El Árbol de los Sueños (1998).

(3) ------------- Pág. 7

(4) Chihuailaf, Elicura. LOM Ediciones, Santiago : 1999.

(5) ------------- Pág. 11

(6) ------------- Pág. 13

(7) ------------- Pág. 17

(8) Bachelard, Gastón.  La Poética de la Ensoñación. Fondo de Cultura Económica, México 1982. (primera edición en francés, 1960).

(9) ------------- Pág. 23

(10) ------------- Pág. 25

(11) ------------- Pág. 29

(12) ------------- Pág. 33

(13) ------------- Pág. 47

(14) Valle, Juvencio. Editorial Zigzag. Santiago: 1968

(15)Del poema aquí habla la música con el lenguaje que le pertenece, de la sección Mahuida, perteneciente al libro Del Monte en la Ladera (1960).

(16) Poema XVI de El Hijo del Guardabosque (1951).

(17) Heisenberg, Werner. Physics and Philosophy. Harper and Brothers Publishers, N. York: 1958.

(18) Un Desconocido Silba En El Bosque, de Poemas del País de Nunca Jamás, colección El Viento en la Llama, Santiago: 1963.

(19) Imprenta Arancibia hermanos, Santiago: 1968. Premio CRAV de poesía.

(20) Del libro El molino y la Higuera. Ediciones  del Azafrán, Santiago: 1993.

(21) Del libro Carta Para Reinas de Otras Primaveras. Ediciones Manieristas. Santiago: 1985.

(22) Chihuailaf, Elicura. LOM Ediciones, Santiago: 1999.

(23) Hace algunos años, varios científicos demarcaron un pequeño sector del suelo de un bosque en el oeste de los EE.UU. y le quitaron la capa superior de tierra, hasta una profundidad de 2,5 cm. Luego hicieron un inventario de invertebrados. En total, contaron 150 seres vivientes por cada decímetro cuadrado: 96 ácaros, dos ciempiés, dos escarabajos, y si hubieran hecho también un inventario de la población microscópica, quizás habrían contado hasta dos mil millones de bacterias, y muchos millones de hongos, protozoarios y algas, todo ello ¡en una cucharadita de mantillo! Farb, Peter. Editores de Life en español. México D.F., 1964.


 


 

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