Proyecto Patrimonio - 2022 | index |
Floridor Pérez | Autores |












CARTAS DE PRISIONERO
Floridor Pérez. Ediciones LAR, Concepción, 1990, 76 páginas.


Por Ignacio Valente
Pu
blicado en Revista de Libros de El Mercurio, 20 de enero de 1991


.. .. .. .. ..


Floridor Pérez era, hacia fines de la década del sesenta, un joven poeta que aparecía de vez en cuando por Santiago envuelto en el aura casi legendaria de su calidad de profesor rural de Mortandad, Los Angeles. Cuenta que nació entre el río Puelo y el volcán Yates, aprendió a caminar en Puerto Montt, a amar en Panguipulli, estudió en Valdivia, se tituló en Victoria, trabajó en Los Angeles y, en su día, fue relegado a Combarbalá. A quienes le dicen que debió haber salido del país en 1973, les replica que ya fueron suficientes sus quince años de exilio en Mortandad, lejos de todas partes. Aporto estos antecedentes porque, aunque la crítica se enfrenta con la obra y no con la biografía de los autores, en este caso hay cierta específica inseparabilidad de ambas, que se acentúa en el presente libro, marcado por el exilio interno desde 1973, sobre todo a partir de su prisión inicial, circunstancia dominante de estas Cartas de prisionero.

He aquí una de las primeras, Carta de Natacha, 2: "'No puedo vivir sin ti, cariño', ¿Y por qué vas a vivir sin mí, carajo? / Me tienes y te tengo / Y es lo único que tengo / No se lo pedí a Frei / No me lo dio Allende / No me lo quitará la Junta Militar". Se notará el fuerte contrapunto entre los dos apelativos, el "cariño" de la carta y el "carajo" de la respuesta, siendo lo notable que el contexto confiere a "carajo" una carga amorosa paradójicamente mucho más intensa que el obvio "cariño" al que responde. Estamos ante un excelente ejemplar de ese tipo de poema que entrelaza la dimensión política y la erótica de una biografía, potenciando la última precisamente a partir de lo precario de la primera.

Casi todos estos poemas se mueven en el horizonte de la antipoesía, cuyo punto de referencia generacional es Nicanor Parra. Sin embargo, esta poesía de situación, escrita en el habla coloquial, no recurre tanto a la parodia y la ironía de Parra como al estilo conversacional del otro punto de referencia del género, la obra del nicaragüense Ernesto Cardenal, cuya voz contra la tiranía de Somoza resuena aquí en el acento equivalente de la circunstancia chilena del régimen militar.

También en lo amatorio se percibe un dejo de los epigramas de Cardenal; así en este breve y magnífico Cierto que tardé, cuyo timbre sumamente original se funda en el aprovechamiento y la ponderación extrema del poder expresivo del número: "Cierto que tardé mucho en encontrarte / ¡pero eran cuatro millones doscientas / cuarenta y ocho mil quinientas treinta / las chilenas, cuando salí a buscarte!". En este hermoso poema de amor se revela, de una manera implícita por cuantitativa, pero mejor que si fuera explícita, el carácter absolutamente único del amor y de la mujer amada, la única e intransferible entre las 4 millones 248 mil 530 posibles. Se aprecia aquí la soltura con que la expresión coloquial numérica se trenza en el cuarteto de versos endecasílabos con rima consonante y asonante a-b-b-a.

Hay en Cartas de prisionero poemas breves que triunfan o fracasan por un pelo. Citaré uno que no triunfa, Diciembre 31/73: "Fuegos artificiales iluminan la celda. / Y los niños disparan / petardos cuyo estampido nos asusta / Son las doce de la noche sin ti: / ¡Infeliz Año Nuevo!". Otra vez se entrelazan la situación política y la amatoria, pero en esta ocasión el transcurso del poema, neutro como es, hace recaer toda la fuerza en la inversión final del saludo típico, infeliz por feliz año nuevo, inversión demasiado débil —o fácil— para rescatar el poema y para clausurarlo bien.

Pero la crítica de la vida de esta poesía no se limita al factor político. Obsérvese esta ingeniosa utilización de un célebre verso de Gabriela Mistral para poner en tela de juicio toda una escala de valores, todo un género de vida moderno: "Yo no quiero que a mi niña / astronauta me la vuelvan. / Se hunde volando en el cielo / entre OVNIS que la acechan / y cuando viene la noche / a mi lado no se acuesta. / Yo no quiero que a mi niña / astronauta me la vuelvan. // Yo no quiero que a mi niña / la vayan a hacer modelo: / ¿Cómo la estrujo en mis brazos / metida en trapos ajenos? / Y cuando creciera el hijo / arruinaría el diseño. Yo no quiero que a mi niña / la muestren en sus vitrinas. // Y menos quiero que un día / funcionaria la conviertan. / La pondrían en un kárdex / que no leen los poetas / calcularían sus besos / archivarían su sonrisa. / ¡Sólo quiero que mi niña / compañera se me vuelva!"

Este poema, Miedos, representa bien los altibajos de Floridor Pérez, con sus tres estrofas de ocho versos octosílabos, las dos primeras muy expresivas, la tercera más bien insulsa. En la primera podemos leer una crítica de la tecnología de la era espacial, bien adobada con una leve nota del eros; y en la segunda, un rotundo juicio sobre la frivolidad pública, donde el eros ha crecido en forma eficaz. Pero la tercera, aparte de apuntar a un blanco más impreciso —un trabajo honorable, después de todo— incurre en imágenes débiles cuando no de mal gusto; aquello de que pongan a la niña en un kárdex no tiene fuerza, pero el que calculen sus besos es, como metáfora, una mera trivialidad, y el "archivarían su sonrisa" —destacado por ser el único verso eneasílabo del poema, que rompe el ritmo sin razón— es una imagen detestable, indigna de Floridor Pérez. El texto estaría bastante mejor con las solas dos primeras estrofas, o bien la tercera necesitaría ser enteramente distinta.

La denuncia de violaciones de los derechos humanos no es siempre asunto fácil de elevar al rango de poesía. La intensidad del horror exige una transfiguración verbal, sin la cual la denuncia es sólo un buen deseo. Así con este In memoriam: "Todavía me pregunto por qué tú / —por qué tú y no yo— / por qué tú que alzabas gordos sacos / y cargabas camiones, / eras fuerte, degollabas carneros / ¿por qué no te aguantaste ese viaje / en un camión cargados como sacos, / y te tiraron muerto junto a mí / con tu poncho de pobre / como un carnero blanco degollado / por qué tú, por la cresta, y no yo / que ni me puedo el diccionario / de la real academia en una mano?" El asunto —por qué tú y no yo— está bien y tiene fuerza moral, pero su desarrollo es verbalmente débil, sus imágenes son (por desgracia) lugares comunes, y sus tres versos finales, ya más rotundos, no alcanzan a redimir el poema en forma retrospectiva.

Estamos ante un libro necesario, uno de los mejores en términos de denuncia de nuestro pasado inmediato, con imágenes felices, con gracia, con ternura, con un buen uso del habla coloquial, y también con los altibajos de rigor en un buen libro de poemas.




 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2022
A Página Principal
| A Archivo Floridor Pérez | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
CARTAS DE PRISIONERO
Floridor Pérez. Ediciones LAR, Concepción, 1990, 76 páginas.
Por Ignacio Valente
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 20 de enero de 1991