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Ni líricos ni láricos:
Un panorama de la nueva poesía regional



Por Felipe Ruiz V.

15 de Marzo 2005.

El 2004 fue, según algunos, no sólo el año de Neruda, sino también el de los poetas jóvenes. En efecto, el despliegue un tanto escenográfico de una infinidad de discursos críticos en torno a la antología Cantares: nuevas voces de la poesía, más el encuentro Internacional de Jóvenes Poetas: Poquita Fe, y la proliferación de buenas ediciones y autoediciones en múltiples circuitos lograron achicar la enorme sombra que el Centenario Nobel ejerce en nuestro espacio poético. Así, en efecto, lo afirma Camilo Marks, que en su balance literario anual en Revista de Libros (31 de diciembre de 2004), da cuenta de la "emergencia o precaria notoriedad de un dilatado contingente de autores líricos jóvenes y no tan jóvenes, premiados, becados, bien reseñados, a veces comentados con exceso de mimos y complacencia" para acto seguido nombrar "apenas una docena" de autores en medio de "un centenar de rapsodas atrevidos, originales, cosmopolitas...", etcétera.

Todo aquello, sin embargo, ya es cosa del pasado. Llega el 2005, el verano, y como ya es costumbre, la ciudad letrada de Santiago comienza a vivir su particular migración hacia otras regiones que organizan sus encuentros literarios, ferias del libro y variopintos eventos de turismo cultural. Concentrados sobre todo en la zona sur, destacan el Festival de Poesía de Los Ángeles, el Encuentro Internacional Chillán Poesía y la Feria del Libro de Puerto Montt, que han logrado consolidarse a través del tiempo, sin menguar su convocatoria y periodicidad. Y así, basta un leve acercamiento a estos espacios regionales para constatar que la "emergencia o precaria notoriedad" de los jóvenes autores alcanza apenas para cubrir la poesía metropolitana, y sólo en contados casos, la poesía regional.

Eso no sólo se demuestra a partir del "centralismo" de la crítica, sino también por la distribución en la circulación de textos y por el hecho mismo que la mentada antología de Zurita concentra casi un 80% de autores santiaguinos. Para el 2005 se espera otra (una más) de estas selecciones de joven poesía. Se trata de una obra preparada por la académica de literatura de la Universidad Diego Portales, Francisca Lange (que verá luz por J.C Saez Editor).

Mi propósito aquí es realizar un somero análisis del nuevo espacio de la poesía regional, a partir de autores jóvenes que ni siquiera han tenido el lujo de esta "precaria notoriedad". Se trata de escritores cuya potencia y calidad nada tienen que envidiarles a sus pares capitalinos. No me interesa, en todo caso, compararlos con estos últimos, ya bastante ventilados y expuestos. Por el contrario, busco enfrentar estos textos con sus propias tradiciones, y mostrar cómo los nuevos autores de provincia muestran un feliz despegue del ethos lárico, marca registrada de la poesía del sur. En mi opinión, los jóvenes poetas poseen registros cuya factura muestra un similar grado de "afección cosmopolita" que sus símiles metropolitanos, insertándose plenamente en el imaginario de las ciudades occidentales modernas, la velocidad y aceleración de las urbes, la proliferación de signos y estéticas globalizadas y las nuevas tecnologías. La tradición bucólico pastoril del lar - con su lentitud rural, el imaginario geográfico natural predominante, la nostalgia de la provincia, etcétera - es reabsorbida en tanto meta lenguaje, parodia o intertexto, y muy pocas veces como una ética. Surge, entonces, una poética que teme menos de la tecnología y de la modernización de las comunidades rurales y, lo más importante, no busca refugio en el ostracismo rural, sino que puja por insertarse de lleno en las industrias culturales metropolitanas. Como aconseja la Reina de Corazones en el juicio a Alicia en la notable novela de Lewis Carroll, he querido dar la sentencia primero. Vamos ahora por las pruebas.


Otros panoramas

Quizá una de las tradiciones láricas más fuertes en el sur de Chile esté representada por la poesía étnica, siendo esta llamada Poesía Mapuche, por antonomasia. El larismo aquí se transforma en ética, al enfrentar las bondades de la vida bucólica con el avance "terrible" de la técnica, la urbanización y el sincretismo cultural. La poesía nostálgica del lar puede ser una bandera de lucha reivindicativa, y hasta los versos tímidos sobre los "ríos a mi abuelo les hablaban" o "los niños perdidos en las plazas de la infancia" pasan de la inocencia mística al texto político, en el amplio sentido de la palabra...

En una antología cuyo happening de polémicas nada tiene que enviarle a la obra de Zurita, Jaime Huenún (Valdivia, 1967) publicó el año 2003 20 poetas mapuche contemporáneos (bilingüe español/ Mapuzungun), por LOM Ediciones. En el fondo de las ácidas críticas a esta selección subyace la calidad de "mestizo" que Huenún nunca ha ocultado. Por el contrario, esta hace del mestizaje (y la hibridación) su poética personal, lejos de los clisés ontologizantes y reaccionarios de otros poetas mapuches. En las antípodas del larismo clásico de Elicura Chihuailaf -uno de sus máximos detractores-, Huenún escribe desde la experiencia colectiva de una Nación Mapuche inserta en la historia chilena (e incluso mundial), construyendo la biografía de sus personajes a partir de nuestras experiencias comunes: el maremoto 1960 en Valdivia, e incluso el jueves negro del crack del 29 son hitos que Huenún retoma en sus personajes poéticos, a medio camino entre la hibridez mapuche/ chileno y rural/urbano. Ejemplos sobre lo anterior aparecen en esta antología:

GLORIA A (y) ABUELITO HUENTEAO/ DIOS LEVANTA A TU PUEBLO UNIDO (o)/ TRÁINGANLE SANGRE DE SU GUSTO PARA QUE LLUEVA/ Cayeron árboles al mar. Los peces yacían en el/ viento. A caballo sudado olía el agua. Helechos/ En el aire. / Ni un pájaro en el Arco de las interrogaciones.

"Gloria y el abuelito Huenteao" son personajes (como muchos de Huenún) a medio camino entre la prosa biográfica y la parodia de época. La reconstrucción de la memoria étnica no es nostálgica, sino proyectiva; nunca integrista, sino sincrética. Se trata de ver cómo el Pueblo Mapuche se hace uno con el Chileno a partir de la común experiencia de la catástrofe -el hundimiento de Valdivia en el maremoto-, y de qué manera la poesía se transforma en un puente más que un registro "esquizo" del sisma. No hay aquí una "pérdida de identidad" -como sugiere el snobismo de ciertas reinvidicaciones minoristas -, sino de entender ésta a partir del movimiento y del cambio histórico. La tendencia hacia las narraciones biográficas, además, acerca a Huenún a las escrituras paródicas de los novísimos autores más que a la lírica convencional.

Junto a Jaime Huenún, Gerardo Quezada (Temuco, 1979) representa una de las voces interesantes de la Novena Región. Con el primero fundó la editorial Pewma, y es el compilador de Sur Fugitivo: Antología de poetas jóvenes de la Décima y Novena Región. La poesía de Quezada asume también el punto de vista híbrido, pero desde la bipolaridad urbano/ rural. Sus textos nos hablan del avasallamiento de los estamentos provinciales por la irrupción acelerada de nuevos tecnolectos y soportes técnicos. Por supuesto, en su diégesis nos encontramos también con la presencia invasiva del mercado y sus múltiples "Ofertas" (nombre, por cierto, de uno de sus libros): el mall, sistema crediticio, la libre competencia y su relación con las industrias culturales:

No eres W. Blake fumandote/ En lengua muerta/ Alguna que otra oscuridad/ What do you want? / No podemos saltar en los jardines de lo sublime/ No podemos regocijarnos/ con las líneas del lirismo o larismo/ En un apacible pueblo/ O en la isla del individuo

El pesimismo frente a los proyectos de preservación de lo rural - de sus "lenguas muertas" y "apacibles pueblos" -, son uno de los tópicos de este poeta. Surgen de su lectura múltiples reflexiones acerca de la verdadera función de la poesía lárica o las líricas de la "isla del individuo", que cuestionan tanto el lugar sacro de autores íconos en esta línea (Blake, Esenin y, en nuestras propias tierras, Jorge Teiller) y se revelan frente a la tradición. Debo confesar que muchas reflexiones aquí esbozadas surgen de su provocativa y sugerente escritura.

Poetas mujeres, por cierto, también las hay en estos nuevos trayectos. De la propia antología Sur Fugitivo destaca Dafne Meezs (Temuco, 1979), quien desarrolla con sutileza y sensibilidad un recorrido anatómico por la feminidad a partir de la construcción de un universo onírico de mixtura curiosa: en este hay, en efecto, muchas de las característica de la poesía femenina metropolitana (con sus mujeres castigadas, frígidas y ninfomanías varias). Sin embargo, la ciudad como escenario es reemplazada aquí por el bosque y su exotismo exuberante (donde el cuerpo haces las veces del árbol, la piel corteza y lo masculino, volcanes). Esta poética -cercana, a veces, a la textura de la aclamada poeta uruguaya Mariosa DiGiorgio-, es un buen ejemplo del carácter "prospectivo" de estos autores: pese a que Meezs se mantiene inédita, sus textos son claves para comprender cómo se proyecta la tradición de la poesía de su territorio (con sus paisajes e imaginarios) en el marco de las novísimas producciones de la Metrópolis. Cómo, pesimismos aparte, estas mixturas pueden concretar resultados sorprendentes:

Gustosamente observo mi delgada sombra/ sobre la luz de la tarde/ soy un madero/ en medio de lo agreste (...) las orejas estilando/ violento canto de quletehue/ mis ojos son cristalina/ vasija/ de repetidas lluvias y atardeceres (...) debajo de la soledad/ o la inexistencia/ o la constancia/ de que entraré y entraré y entraré y entraré/ para morir - dormir/ de frente a un volcán/ o cien volcanes frente a mí

Del proyecto editorial Pewma surge Papeles de la villa, de Ángel Valdebenito Verdugo (Freire, 1978). Se trata de un poemario de fácil recorrido, que desarrolla a modo de bitácora relatos breves sobre zonas borderlines y marginales del mundo rural. Valdebenito se inserta como un viajero observante de esa región oscura donde provincia se convierte en sinónimo de periferia. De paso, su escritura puede leerse como una velada crítica a la concentración del Producto en la metrópolis -tan cara a los países subdesarrollados-, y al gimoteo turístico de algunos eslabones de la cadena alimenticia regional:

En estas casas hay vida pero no hay fuego./ en estas casas hay fuerza/ y hay pan/ y zapatos que pesan/ y piernas que lloran. / pero la plaza no tiene corazón como en otras villas/ simplemente es un pueblo habitado por rocas./... a lo lejos, se asoma un morador/ que nos grita: ¡ aquí no hay patria para perros ¡

Los sujetos anónimos y anómicos de la provincia - sus punks, cesantes, alcohólicos -, se convierten en carne de cañón para la prosa poética de Valdebenito. Finalmente, el autor se reconoce a sí mismo como uno de estos parias, develando el aislamiento y la (im) productividad de la escritura ante la (im) posibilidad de la publicación, el podium y la "carrera literaria".

En la Octava Región, destaca el joven poeta Arnaldo Enrique Donoso (Chillán, 1980). Su libro Aproximación a la situación anómala del lenguaje resulta de una "construcción en abismo" o ejercicio de reflexión acerca de la escritura, la lectura y sus múltiples soportes. La construcción en abismo no es nueva en la poesía chilena. La encontramos en obras de Juan Luis Martínez, Rodrigo Lira, Diamela Eltit o Enrique Lihn, todos arquitectos de obras que buscan exponer los cimientos conceptuales que las soportan, haciendo de la construcción el movimiento mismo del texto. Lo raro es encontrar un poeta que se proponga este tipo de empresa fuera de la órbita santiaguina, pues según lo ha mostrado el historiador francés Roger Chartier, una de las condiciones de este tipo de obra es la previa existencia de una industria cultural consolidada, "cuestión que hace posible la crítica hacia los soportes y modalidades de producción". Si consideramos la casi nula presencia editorial en regiones, el caso de Donoso es, más allá de la calidad de su poesía, destacable. Los eterno derroteros acerca de la traducción y la interpretación, las tensiones entre lo oral y lo escrito y la intertextualidad, reemplazan aquí los paseos líricos por "la casa de la infancia" y las búsquedas del tiempo perdido:

Y gritar: / ¡OH, Las flores del Mall!/ mall/ mal / mall/ Voy por el mall, / vengo mall / en mi camino todo es mall, las cosas las encanta el mall, todo está muy mall, / le pusieron jazz al mall en la era ocular.

Por cierto, el "Mall" reemplaza las ruinas de "la casa de la infancia". Un espacio cosmopolita que se abre hacia nuevas exploraciones de lo urbano/ rural, a plena conciencia, parafraseando a Patricia Espinoza, de que en medio de la ciudad letrada ya se ha instalado un shopping.

Rancagua, por su parte, dio a fines del 2004 uno de los mejores textos del año. Se trata de Puta Poesía, de Pablo Anrré Carvayal (San Vicente de Tagua Tagua,1975). Ni comprometido ni escéptico, en Karvayal prima una mirada original sobre objetos "útiles" comunes y animales (perros, lápices, sillas, guitarras, etcétera). No se trata de dotarlos de un misticismo infantil ni de reificarlos -para usar la peor terminología marxista- sino de encontrar en ellos un nuevo tipo de humanidad, como cuando imagina que la guitarra adquiere una voluntad propia que le permiten funcionar sin contacto eléctrico.

El mejor momento para tocar guitarra eléctrica/ Es cuando en la noche/ Se corta la luz en toda la ciudad.

Lo "siniestro" es quizás un clima que surge a partir de esta operación, según la fórmula en que Freud lo define: dotar de humanidad a aquello que no lo tiene, quitar la humanidad a aquello que lo tiene. Una atmósfera que alcanza su punto más álgido en su poema El juramento, sin lugar a dudas una de las joyas más pulidas de la poesía chilena actual, un poema magistral en todos los sentidos. El espesor simbólico de lo rural alcanza un clima tétrico y la vez, su máxima radicalidad: el poema relata la confesión, en primera persona - a modo de interrogatorio policiaco - de un personaje acusado de preñar a "la sonámbula", mujer que deambula en camisón por un campo estepario (típico de la geografía de la depresión intermedia). Por allí el sujeto ebrio caminaba "en el bajo" del río, mientras volvía de vuelta "de la cabaña del primo Miguel" . El poema adquiere características dantescas cuando el aludido confiesa que ella "empezó a comer pasto y escupir tierra", para finalizar juntos en una cópula canina:

Y ella se movía para atrás/ Y yo hacia delante/ Metí mis dientes en su pelo/ Y ella su espalda en mi pecho/ Y ella se movía para atrás/ Y yo hacia delante/ Ella dale con comer pasto y escupir tierra/ Pero les juro/ la sonámbula ya estaba preñada/ Yo solo la encontré en el campo

Lo rural aquí resplandece enrarecido: no a través del brillo bucólico pastoril ni el prisma lárico, sino bajo el espectro terrible de la preñez no deseada y la inocencia macabra del personaje rural -aislado, anómico, cándido y terrible al mismo tiempo- . Sin dejar de lado lo más rico del imaginario clásico (ríos, campos, cabañas), Karvayal recrea conmovedoramente este episodio, con una buena dosis de mitología oral actualizada.

La poesía del Extremo Sur ( la que comprende el Chile insular, Magallanes y la fronteriza Patagonia), es un cuento aparte. Su riqueza ameritan todo un ensayo, y supera con creces mis inmediatas pretensiones. Sin embargo, creo necesario destacar el caso de Oscar Barrientos (Punta Arenas, 1974), quien desde las frías extremaduras del País en las lenguas urbana modernas, en los intersticios y suspicacias del modelo globalizador y las astucias de la poesía para hacerle frente. Como en su libro Égloga de los cántaros sucios, donde el protagonista es el río, escenario que "hace fluir" los desechos de la historia:

Nuestro paraíso neoliberal ya tiene un río./ Es una palabra amordazada,/ un supermercado muy surtido (la herencia feliz de la Junta Militar)/, una canción de radio FM./ Un vendedor homeopático./ Nada.


Y en resumen...

Ojalá las pruebas entregadas hagan justicia de los juicios: la joven poesía del sur se aparta del canon lárico tradicional de la zona, acercándose al lenguaje cosmopolita, paródico, rizomático e hídrido de la urbe moderna. ¿Mutaciones en la idiosincrasia del ser provinciano? ¿Meros coqueteos con la moda para ganar prebendas en el ominoso criticismo santiaguino? Harina de otro costal.

Por los menos, aquí interesa recalcar que la poética joven de Chile excede con creces la flojera panóptica de muchos comentaristas capitalinos, y que la deprimida industria editorial regional obliga a escarbar como detective en las autoediciones, antologías, y en múltiples soportes que no siempre (más bien casi nunca) vienen por correo certificado al diario o a la puerta de la casa. Un paseo por los encuentros regionales, en este sentido, es un buen ejercicio para indagar en terreno.

Sin caer en la mera labor inventarial, en el "nombrar por el nombrar" - ejercicio del cual desconfío profundamente -, he intentado diseñar un bosquejo de época, indicar ciertas trayectorias, directrices por las que camina, felizmente, la otra joven poesía. Ni tan famosa, ni tan antologada, ni tan chic -pero sin un ápice menos de calidad- faltan páginas para hablar de un Ernesto González, Pavel Oyarzún, Pablo Huirimilla, Pedro Montealegre, Rodolfo Hlousek y otros autores que conforman esta nueva poesía regional. Ni líricos ni láricos. Más bien ambos. Y mucho más.

 

 


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Ni líricos ni láricos:
Un panorama de la nueva poesía regional.
Por Felipe Ruiz V.
15 de Marzo de 2005.