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EN EL SUR DE SURES:
............ A PROPÓSITO DE COBIJO DE FELIPE RUIZ

Maurizio Medo


La nueva poesía latinoamericana, una relatividad, sin duda, va conquistando un espacio el cual obliga a que la crítica replantee sus preceptos a fin de aproximársele. La dificultad estriba en que la primera, la poesía, desprovista de un centro, emprende la escritura desde las márgenes. No poseemos más una capital retórica. La segunda dificultad que enfrenta aquello que entendemos como crítica, está en la actitud de los creadores emergentes quienes, prescindiendo de la sauna colectivista, asoman desde la escritura en sí misma con una nueva conciencia, a la que me aventuro denominar como antigeneracionalista.

Al respecto se interroga Mirko Lauer:

Es sintomático de algo que los poetas post-2000 no hayan sido arrinconados en la prolongación de alguno de los esquemas de clasificación poética que conocemos? Nadie los ha generacionalizado, ni ellos han querido grupalizarse. Incluso los que editan revistas no se identifican a partir de ellas. Definitivamente es el final de la célula, la patota, la collera, la mesa de cantina, etc., pero tampoco parece haber mucho mercado para un lobo solitario. ¿Todo esto es bueno o malo? (1)

Ese final de la célula y la patota es la resultante, ¿de qué?. Creo que una de las respuestas más acertadas la esgrime Rodrigo Quijano:

De diversas formas, los poetas de las últimas promociones han migrado, como se migra en el tiempo y en la geografía, de este horizonte en la tradición, y este mutuo desplazamiento -el de desplazarse y ser desplazado- ha empujado a estos poetas a aparecer como invasores ilegítimos en busca de un espacio para pasar la noche y en busca de un lenguaje para poder decir. Como si la opción imposible de estos escritores estuviera entre habitar los jardines residenciales de los años 60 o las calles orinadas de principios de los años 70, hoy el poeta aparece convertido en un ser desplazado que migra con esteras y efectos personales en búsqueda de un lenguaje propio(2).

Amén de ello, la no-identificación de los nuevos con los esquemas de clasificación, establecidos por la normativa de una crítica yuppie (Gomes), a la que fueron sometidos sus antecesores, es un síntoma que insinúa una nueva sensibilidad: la del ser desplazado.

La ruptura, según Derrida, sólo llega a configurarse cuando se acepta, filosóficamente, la ausencia de centro. A mi parecer, sostiene Arnaldo Enrique Donoso, la ausencia de centro deviene en un sistema de diferencias que no es la ruptura en sentido estricto, sino un asomo de contrastes(3).

La ausencia de ese centro, que debe aceptarse no sólo desde una perspectiva filosófica, sino discursiva, por la heterogeneidad de nuestras literaturas, y por ende de nuestras archiescrituras, parafraseando a Felipe Ruiz. Se trata más bien de la consecuencia del fin del discurso unitario, de la estética de patota. De esta, manera, como señala acertadamente Fajardo, debemos indagar el panorama de la poesía de finales del siglo XX y principios del XXI como un prisma que se deconstruye constantemente, provocando otras miradas y ajuste de nuevos instrumentos para su observación e interpretación. Imposible entrar a ella con los viejos esquemas de la modernidad triunfante; imposible abordarla con las teorías literarias tradicionales del siglo XX.

Entre los Sesenta y Setenta, el sur de América, me refiero fundamentalmente a la poesía escrita en países como el Perú y Chile, destacó por las grandes voces. En el caso del primero, sería ilegítimo desconocer las aventuras transgrecionalistas desde Rodolfo Hinostroza hasta Róger Santiváñez. Tanto como si en Chile, se obviaran los discursos de Juan Luis Martínez, de Raúl Zurita, donde el yo es relativizado desde la misma experiencia, que es escritura o la magistral ironía de Diego Maquieira que, a su vez se constituye en crítica del entorno.

Estas, entre otras voces, reunidas, son las que, de algún modo constituyen la génesis de la diversidad, ese asomo de contrastes, al que apunta Donoso. Pero, conviene recordar que esta génesis es una sumatoria de individualidades, de contrastes implícitos, no reconocidos en su real dimensión por la oficialidad, si es que aún existiese tal. Los poetas nombrados no se constituyeron en centros retóricos, arriesgo al decir que, de algún modo, abrieron el camino de la margen, inauguraron un nuevo territorio, ese no-lugar, al que apunta el poeta Eduardo Milán, desde donde se levantó un discurso babélico y plural, siendo conscientes del poeta como un desplazado.

Estas reflexiones asoman como un preámbulo a la lectura del libro Cobijo, de Felipe Ruiz.

¿Qué tiene que ver Ruiz con los anteriormente citados? Su discurso está inscrito entre aquellos que alumbran esa margen llevando el discurso al límite expresivo, desde una doble conciencia, tanto de los discursos heredados como de una estética del descentramiento.

El advenimiento del hijo(4) es el leitmotiv del que se vale el poeta para presentarnos un panorama caótico, oscila entre la recuperación y la pérdida de la voz manufacturando un poema polifónico, casi como un bricolaje que nos ilustra, desde la deriva, una atmósfera que pareciera surgir desde una paradoja: nacimiento y agonía. Esta conciencia, que es al mismo tiempo estética del descentramiento se nos manifiesta desde las primeras líneas:

en el sur de sures cobijé el espíritu de los sin patria

Ese cobijar a los sin patria desde una locación no específica, el sur de sures, nos da la primera pincelada, la voz de alerta del espacio, del mencionado no-lugar. La impertenencia lleva al yo poético, que en Ruiz es un nosotros, a la indagación de aquello que en lo que pudo constituir. Pregunta el poeta:

hubo color en las camillas de América nocturna?
hubo una vez solamente una vez la rosa perfumada
o todo bajo el sol que a sombra, siempre penumbra?

Exploración e indagación confluyen en el develamiento del luogo en el que se sitúa. Y, al mismo tiempo, su descripción se constituye en la desfragmentación del mismo. En ambas operaciones, las que eslabonadas constituyen el panorama al que enfrentamos adquiere visos teratológicos:

a las putas aún vírgenes las peleamos tal buitres
nos criaron cuervos y les robamos las corneas
les chupamos
mamas
hasta caer
fofas
ni un hilo de leche

La confesión del poeta, más que sumergirlo en el efectismo malditista y cacográfico, enfila, más bien, hacia la (auto)crítica del entorno. En donde hubo una vez solamente una vez la rosa perfumada - nótese el contraste de lenguajes- hoy: "a las putas aún vírgenes las peleamos tal buitres".

La yuxtaposición de imágenes une dos estadíos del lenguaje: el reflexivo, que es transmitido vía el lirismo, y el crítico, que llega a nosotros rompiendo las fronteras entre lo tradicionalmente poético con el habla cotidiana. Esta dualidad, lo poético y lo antipoético, aparece con un vértigo inusual homogenizándolos de manera tal que alcanza una síntesis entre ambos creando con su savia un / otro lenguaje. La conciencia (y estética) del descentramiento se ahonda con el uso de lo paradójico:

mis hermanos lesbianas
mis hermanas travestis
"nadie es de nadie"
tus crías gimen

Es decir, no es solamente Ruiz quien aparece como un outsider del centro, engloba una colectividad. El yo poético no se conforma con saberse en o no saberse sino que hay una luz cenital: Su individualidad es, al mismo tiempo pluralidad, voz de una tribu.

El poeta es parte de ese mundo paradojal y contradictorio que revela y, a su vez, es la alegoría del mismo. Como en las Crónicas Maravillosas de Harris, el Cobijo de Ruiz exige al lector perderse en la búsqueda de la memoria y el presente, como un nauta que pasa por distintas estancias temporales y por los géneros clásicos épico-líricos y dramáticos sin olvidar las técnicas narrativas del video-juego, rescribiendo las crónicas de una historia trágica(5). La diferencia reside en que Felipe Ruiz posee una conciencia herida por la atrofia de una hiperurbanización del entorno. Y algo más, su inquina contra cosas y hechos hará que estos de nuevo posean la incitación, que en lugar de neutros e indiferentes, de nuevo cosas y hechos susciten un afán de relación, de movimiento. Rompe con revelar las realidades en falta o en deterioro, que fuera de la aventura poética emprendida desde el espíritu, resultarían como un número limitado de sucesos y anécdotas narradas desde su propio acabamiento. En Cobijo lo laberíntico pareciera angostarse a punto tal que la búsqueda del Minotauro es aquí el encuentro con el Uno:

que no despierte la cría
nos cansó el hacino
vivimos en
una micro
viajando por la mala vía

La cría, en Cobijo, velado protagonista, es la fuente de los instantes de ternura que se permite FR:

arrullo en mi ceno
a ru ru
run run
arrullo
a ru ru
cervatillo ciervillo
patitas de mimbre
nariz de cereza
animalito de juguete

Su fuerza fanopoética en la expresión es sustituida por una lúdico arrullo, que asoma por ráfagas, muchas a través de claves ocultas que se van abriendo de acuerdo al desarrollo de su discurso, hasta hacerse evidente:

y nunca - escúchame bien, hijo - nunca
las Erinias serán Euménides

El Cobijo de Ruiz, como algunos otros de la nueva poesía chilena, pienso en Puta Madre, de Héctor Hernández o en su antípoda, Números del reo, de Gabriel Silva, es una lección de cómo sacarle la vuelta a los discursos heredados, que sin duda están presentes. Lo que logra Felipe Ruiz es romper con la falacia de la resemantización. Heterogeneidad, pluralidad, discontinuidad, simultaneidad, bricolage, inestabilidad, dispersión, imprecisión, lo contingente, indecibilidad, lo arbitrario, entre otras, son algunas de las nuevas categorías que se manifiestan en este Cobijo pues, la faena de Ruiz no se restringe a la reelaboración metafórica de las voces que inauguraron la margen con su grito auroral, por ejemplo Raúl Zurita, o la de otros incuestionables paradigmas de la poesía chilena, sino que suma nuevos vocablos y estadíos en ese libro de arena que venimos escribiendo en el sur de sures. Quién sabe desde hace cuánto tiempo atrás.

 


NOTAS

(1) Post 2000, Nueva Poesía Peruana /Mirko Lauer, Mario Montalbetti. Hueso Húmero N·45, Lima 2004.

(2) El poeta como desplazado: palabras, plegarias y precariedad desde los márgenes / Rodrigo Quijano. Hueso Húmero N·35, Lima 1999.

(3) Cuatro poetas. Aproximación a la poesía Chilena Nueva. Arnaldo Enrique Donoso.

(4) El libro de Felipe Ruiz inicialmente tenía por título Cobhijo.

(5) Carlos Fajardo Estructuras, Figuras y Categoría en el arte de fin de siglo, Espéculo,N 11

 

 


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