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Los nuevos poetas y su arte

Un envío a Alexis Donoso

Felipe Ruiz Valencia

Imposible soslayar que la poesía es un arte. Esto implica que en su constitución, en su raíz fundante – la patria griega -, la poesía no estaba enmarcada en la literatura. Mucho más acá, las ciencias de cuño metafísico dieron a la poesía este marco restrictivo y operacional, dúctil para operar en las disciplinas universitarias. Pero el poema escapa con creces a cualquier rendimiento restrictivo: ella le opone al género la fuerza disruptiva e interruptiva del acontecimiento poético. Que un poeta viva como poeta no implica achacarle a éste su condición de ser. Más bien, implica extrapolar el sentido del poema a la producción de una forma de enfrentar la tragedia del hombre, y por tanto, una forma de oponer lo trágico al dolor. Nuestra cultura sería más sana si pudiese aceptar el sentido trágico de la existencia de un modo más originario. Por lo pronto, el poeta debe salvaguardar ese patrimonio con su arte de vida.

¿Pero dónde queda la inscripción entonces? ¿Es la escritura simplemente una función derivada de la acción poética? En ningún caso. Pero bastante se ha dicho ya respecto a la estructura, composición y lectura de lo escrito, de lo inscriptivo. No se agota la disciplina literaria en inventar nuevos recursos y fórmulas respecto a la hermenéutica del poema. Es que más bien habría que reinstalar el valor del gesto, del ademán, y también por supuesto del des – garramiento como el valor nuclear del poema. Este des garramiento es tan inscriptivo como el mejor de los versos e instala la poesía en el verdadero sitial - arte de las artes -, recuperando su esencia originaria.

Los poetas son los que llevan consigo el fuego de Dioniso, el dios de la vid. Con la venida de Cristo, se van los antiguos Dioses y la permanencia de Dioniso es la prueba de su rastro: es él quien guarda la memoria de aquellos antiguos dioses y es el poeta el portador de su misterio. Cuando un poeta realmente se aboca a la tarea de cantar poéticamente está en esa guarda de los dioses haciendo sentido al Dios Dioniso. La lectura de Heidegger sigue siendo clave a este respecto. Imposible ahora hacerse a un lado y evitar la dilucidación – erörterung -, como un método inicial para aproximarse a esta aventura. Cuando el pensamiento no se manifiesta como saña de mentiras ni como oximorones, es el mejor aliado del poeta.

A mi me parece que la poesía en Chile se recupera del letargo anti poético, y que esa “episteme” del poema llega a su fin. Con la poesía de los noventa se auguraba ya este nuevo período. Pero ahora es más visible aún, y existen claras luces respecto a una recomposición de ciertos valores de la poesía que se creyeron acabados: la belleza, la ternura, lo diáfano del mundo. Existen buenos valores y mejores promesas, pero es claro que la obra de estos autores está encontrando una forma de salir de los cercos de la precariedad y la marginación: ¿hasta qué punto las obras de Pablo Paredes o Diego Ramírez son ya marginales? Me parece que es necesario encontrar nuevos conceptos para explicar la producción reciente que no apele a su déficit endémico ni a su constitución epocal.

Los trabajos para estos nuevos conceptos podrían ser: canto y pueblo.

 

 

 

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Los nuevos poetas y su arte.
Por Felipe Ruiz Valencia.