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Regreso de poetas en el exilio
............. ¿La Región XIV o la Región -I?


Por Felipe Ruiz V.



La región XIV: El regreso de doce poetas chilenos
, fue el nombre del último proyecto organizado por Chile Poesía, José María Memet a la cabeza. Nombre original de una ingeniosa alocución del Presidente Lagos, designa el territorio abstracto de los chilenos que, por voluntad propia o a punta de bayonetas, se vieron impulsados a irse a otros países y hacer vida en el exterior. En el caso particular de este encuentro, se contempló el regreso de 26 poetas exiliados durante la dictadura. Por falta de recursos, finalmente fueron doce: Waldo Rojas, Jorge Etcheverry, Hernán Lavín Cerda, Sergio Infante, Carlos Geywitz, Ludwig Zeller, Sergio Macías, Raquel Jodorowsky, Carlos Trujillo, Ronald Kay, Hernán Castellano-Girón y Óscar Hahn. Los artistas realizaron una serie de lecturas públicas durante el mes de enero en distintas ciudades de Chile. Al menos tres de ellos -Waldo Rojas, Ronald Kay y Oscar Hahn-, son autores de notable influencia en la poesía que se escribe hoy en el país, aparte de conservar activa la veta literaria en sus países de residencia, cosa no menor, considerando que algunos de ellos poco y nada exploran ya el arte que alguna vez los sindicó como enemigos internos.

Considerando las rocambolescas desventuras de este encuentro - la magra asistencia de público al recital de la Plaza de la Constitución, la difusión mínima en medios y los prescindibles emplazamientos de Memet contra personeros estatales -, a estas alturas poco y nada queda del espíritu de camaradería que pudo haber hecho de este esfuerzo de Chile Poesía y el Ministerio de Relaciones Exteriores una ocasión memorable. Discretas disculpas de Memet a los invitados y una magra recepción de la cuita en el ámbito literario, hacen pensar que este encuentro debió llamarse algo así como La Región 0 o, mejor, La Región -I...

La Región -I

Todo parte mal ya con la descontextualizada acusación que, en la rueda de prensa, realiza José María Memet al cuerpo directivo del Consejo del Libro. En ella denuncia su persistente rechazo a las iniciativas de financiamiento propuestas por Chile Poesía, y de paso adjudica este hecho a la "falta de transparencia" con que operaría la entidad estatal a la hora de adjudicar proyectos y otorgar premios, llegando incluso a pedir la renuncia del Directo Ejecutivo del Consejo, el (también) poeta Jorge Montealegre.

Los dichos de Memet y las soterradas sospechas de cierto espectro literario a las iniciativas de Chile Poesía, han abierto brechas de discusión en torno las reales posibilidades de convertir al quehacer poético en algo bien parecido a una multiplicad de instancias de escenificación pública: eventos multitudinarios, ingeniosas "universidades" donde jóvenes poetas llegan a aprender de los más experimentados, giras nacionales e internacionales, paseos en tren o en barco, sin contar con varios concursos y otros compartimientos que se plantean como verdaderas industrias destinadas a producir rendimientos económicos autosustentables a partir de auspicios y convenios. Una variopinta camada de ácidos opinólogos (me refiero a todos los entes que pululan el foro de discusión de la página letras.s5.com) consideran a Memet un simple "traficante de influencias" - y de otras especies -, viendo en sus acusaciones al Consejo nada más que las pataletas de quien no pudo obtener a través del evento de moda las prebendas monetarias y publicitarias de otras épocas. Porque si bien la novedad o la mayor cobertura de prensa han hecho un éxito de los dos eventos internacionales de Chile Poesía 2001 y 2003, no puede decirse lo mismo de esta y otras iniciativas.

En mi opinión, las críticas a este evento van en otra dirección. Para empezar, no tengo nada en contra de la "empresa poética" sea esta editorial, productora - como Chile Poesía -, o de cualquier índole. De parte de los agentes productivos, éstas exigen un nivel de concentración de horas y energías que en cualquier rubro son remuneradas e implican retorno económico. Ese retorno económico no debe por qué empañar las buenas intenciones de las cuales surge una empresa de este tipo. Cualquier crítica ad hominem en esta dirección deviene de un persistente foco "superestructural" que tiende a ver en toda empresa que lleve en algún reglón la palabra "poesía" la obligada referencia a no sé qué sustrato ético sin mácula de usufructo pecuniario. Por ahí he leído que Memet "no lo hace todo por el arte", como si "hacerlo por el arte" fuera por antonomasia "no hacerlo por dinero" o, mejor, como lo hacen estos muchos de estos críticos, "hacerlo sin dinero". Pues en el fondo de estos remilgos subyace el sospechoso discurso de una "marginalidad teórica" que tiende a hacer de la pobreza una virtud.

En el caso de Chile Poesía, las críticas van en otra dirección. Y sucede que éstas deben apuntar a la sostenida política de "espectáculo" que ha teñido las iniciativas de la entidad. La operación detrás de dicha política tiende a convertir lo que podrían ser buenos emplazamientos discursivos (y físicos) hacia el establishment en "eventos": brindis con los poetas, paseos por distintas ciudades y visitas hogareñas a eternos postulantes al Nóbel. La ocasión única de poder reunir a destacados poetas exiliados de vuelta en nuestras tierras podría haberse aprovecharse para plantear algunos temas postergados de nuestra historia literaria, en mesas de discusión e intervenciones de otros agentes críticos, políticos e intelectuales. Preguntar de primera fuente, por ejemplo, hasta qué punto la figura del "exiliado" ha sido sometida a una fuerte construcción discursiva europea, siendo aprovechada por muchos de ellos para encausar beneficiosos relatos heroicos de nuestra disparatada historia. O cuánto les queda ya de "exiliados" pasados tres gobiernos democráticos, o qué tanto afecta la imagen - exilio a sus propias obras. También hubiera sido la ocasión de incorporar a autores más jóvenes, que sin duda son el nexo obligado para plantear el "eslabón perdido" o "escisión" que constituyen dichos artistas, y su indirecta influencia sobre los noveles poetas. El caso de Ronald Kay y su discreta fama es paradigmático. Sin duda es uno de los autores de mayor influencia en los textos que surgen de la llamada "escena de avanzada" de los 80´, de la cual son tributarios muchos de los autores novísimos de nuestra escena. Sin embargo, muy pocos - quizás ni siquiera estos mismos - están al tanto o han trabajado la obra de este autor imprescindible.

Por más que Chile sea un país prolífico en poetas, debemos ser claros que el cultivo de este arte como práctica social (porque eso es) incumbe a un número reducido de compatriotas. Considerado como práctica, la poesía no funciona a nivel macrosocial, sino en los márgenes del mercado y de la sociedad de consumo. Es decir, en pequeños encuentros literarios de alcance local, en lanzamientos y recitales (donde generalmente todos se conocen) y en las pocas instancias de diálogos públicos en que se puede debatir sobre literatura regional o nacional. La ubicuidad, espontaneidad y relativa clandestinidad de sus múltiples circuitos es su mayor fuerza, pues por más que los discursos oficiales (universitarios y mediáticos) intenten encauzarlos por las aguas benditas, siempre hay goteras, desbordes y aguas servidas que empañan sus prístinos manantiales. El error estratégico de Chile Poesía fue plantear la Región XIV como un evento de máxima importancia nacional, intentando crear un acontecimiento poético a fuerza de una trunca construcción mediática. Digo "trunca" pues el propio Memet se ha quejado en reiteradas oportunidades de una suerte de boicot de los medios a sus variadas empresas. Y es que todo "evento" finalmente, a falta de fuerza social, termina dependiendo de los medios y sus burbujas especulativas. Todo "evento" funciona como un dispositivo virtual de integración con mínimo esfuerzo, sin riesgo crítico, y sin influencia a largo plazo.

Oportunidades desperdiciadas: el mal del "evento" aqueja tanto a las iniciativas de Chile Poesía como a otras empresas en regiones (un caso que merece otro artículo son estos encuentros literarios regionales en verano), y de buenas a primeras, es natural que generen ciertas suspicacias en sectores más recalcitrantes y postergados de nuestro mapa literario. Incluso ellos mismos, en su ciego resentimiento, son la prueba más concreta de que literatura (verdadera literatura: barrial, soterrada, borderline) sigue y seguirá habiendo no gracias a Chile Poesías o Consejos del Libro, sino a pesar (muy a pesar) de ellos. Y eso es todo lo que importa.

 

 


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