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Jorge Cáceres: Identificado con al azar
............... Pasajero del surrealismo


Por Francisco Véjar
Revista de Libros de El Mercurio, sábado 12 de abril de 2003.


Desde muy joven Jorge Cáceres leyó poesía vorazmente. Aún no cumplía quince años cuando asistió a la fundación del grupo surrealista "Mandrágora", el 18 de julio de 1938, en la Universidad de Chile. Durante ese acto Enrique Gómez-Correa, Braulio Arenas y Teófilo Cid llamaron a la rebelión permanente del espíritu, queriendo hacer de la vida el más maravilloso de los collages. "Para Cáceres -escribió Gómez-Correa- los poemas escuchados en esa primera reunión pública de la Mandrágora, como asimismo las declaraciones que allí se hicieron, representaron un mundo totalmente nuevo, fascinante". Y luego añadía: "Él llegaba con una intuición y un instinto poético pocas veces visto durante toda la historia de la poesía de Chile". Era un adolescente y ya solicitaba su integración al grupo. Su carta fue el poema "Collage", donde versaba: "A la llegada de los pájarosellas son víctimas del sol/ Ese sol que tú respetas sol de la costa/ Que yo no he sabido gobernar/ (...)". El texto fue publicado en la primera revista "Mandrágora", de diciembre de 1938, y luego fue parte de su libro René o la mecánica celeste (1941), en el cual utilizó la libre asociación de imágenes, manifestando el influjo del surrealismo.

Nicanor Parra dice de aquella época: "Él empezó a circular con nosotros a fines de los treinta, en un lugar que llamábamos El martillo, en el internado Barros Arana. Ahí nos reuníamos con Jorge Millas, Carlos Pedraza y Luis Oyarzún. También íbamos al teatro griego que funcionaba en el pabellón de dibujo (...). Cáceres leía entonces a Rafael Alberti y Federíco García Lorca. De aquel tiempo tengo un libro hecho por él mismo, del que recuerdo los versos: 'Esta era una niña pálida/ que no sabía tejer...´. Tocaba el piano en su casa y a veces nos invitaba. Vivía en el barrio alto de esa época (un poco más arriba de Plaza Italia). En una ocasión tocó "El pájaro de fuego". Todos creíamos que la Mandrágora era él".

A los 16 años Cáceres conocío a Vicente Huidobro y se integró al surrealismo. En ese entonces, las primeras décadas del siglo XX, Huidobro traía de sus viajes las revistas vanguardistas europeas. Las hacía circular entre los miembros de "Mandrágora", con los que se convirtió en el fundador del movimiento en Chile. Bajo este influjo Jorge Cáceres trascendió las fronteras de la poesía, haciendo collages o fotomontajes. Con Braulio Arenas participó en dos exposiciones santiaguinas, de 1941 y 1943. Más tarde, en 1948, llevó sus obras a la Galerie Bard de París.

En aquel año, Hugo Zambelli lo incluyó en su antología 13 poetas chilenos, junto a Eduardo Anguita, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas y Gómez Correa. En dicho volumen reveló premonitoriamente su visión de la poesía: "Un revólver sin balas, sin cañon y sin mango, al cual falta el gatillo, disparando frenéticamente en el vacío".

Antes había publicado Por el camino de la gran pirámide polar (Ediciones Surrealistas, 1942). Allí las imágenes oníricas se mezclan con lo marítimo. Es un poema largo que en un verso dice: "Una mueca y el paisaje cambiará bajo el peso del cielo que se mueve". Y después sostiene: "Sus ojos han abandonado sus antiguas cáscaras". Lo importante es el inconsciente vertido sobre el paisaje, en este caso, la costa chilena. También editó Pasada Libre (1941), Monumento a los pájaros (1942) y El frac incubadora (1946). Partes de estos trabajos fueron recogidos por las antologías Cuarenta y un poeta jóvenes de Chile (1943) de Pablo de Rokha; Antología crítica de la nueva poesía chilena (1957), de Jorge Elliott y Atlas de la poesía de Chile (1958), de Antonio de Undurraga.

Poemas póstumos

En 1979 Ludwig Zeller y su mujer Susana Wald recopilaron (en Toronto, Canadá) una serie de manuscritos de Cáceres que Braulio Arenas les enviara desde Chile. El resultado fue el libro Textos Inéditos, que reúne composiciones de Cáceres de distintas épocas, donde destaca el poema «Paúl Klee»: "Los niños son culpables de sus ojos verdes sin fin / Ellos han disipado el cielo en pleno día /(..).".

Pasaron veintitrés años antes de que se publicara su obra poética conocida con el título de Jorge Cáceres, poesía encontrada (Pentagrama Editores, 2002). La edición estuvo a cargo de Guillermo García, Pedro F. Montes, Mauricio Barrientes y Mario Artigas. En el prólogo García nos revela algo de la vida de Cáceres: "Luego de retirarse del Internado Barros Arana, sin haber egresado de éste, se inscribe en la Escuela de Danza del Ballet Nacional, que era dirigida por el coreógrafo Ernst Uthoff, quien había arribado recientemente de Europa junto a su mujer Lola Botka. Al poco tiempo llegó a ser una de sus figuras cardinales, compartiendo escenario junto a Patricio Bunster y Malucha Solari. Esto le permitió, más tarde, consagrarse como primer bailarín de los Ballets Modernos de Jóos y residir en París, ciudad donde participó simultáneamente en el movimiento coreográfico apoyado por el Marqués de Cuevas y en las reuniones en el Café de la Place de Blanche".

Estuvo en la Ciudad Luz entre 1947 y 1948. En una carta dirigida a Enrique Gómez-Correa, fechada el 5 marzo de 1948, le dijo: "Aquí me tienes en pleno París, después de hacer un viaje hermoso y rápido. Estuve en Buenos Aires, Brasil, África y Madrid. París es bello, pero la vida es difícil. (...) Aquí hay miles de librerías, sobre todo donde yo habito (Boul. Saint Germain y Boul. Saint Michel), pero los libros que me interesan son imposibles de comprar. Imagínate que Le Grand Jeu de Péret vale 6.000 francos (...)".

Ya de vuelta en Chile continuó trabajando en sus fotocollages y escritos personales, además del ballet nacional; pero la muerte ya lo tenía entre sus elegidos. Falleció el 21 de septiembre de 1949, en su departamento de calle Lira, donde vivía solo. El parte médico afirma que la causa fue un accidente en su tina, el cual le provocó un infarto; pero después agrega misteriosamente: "Móvil desconocido".

 

 


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Jorge Cáceres: Pasajero del surrealismo,
por Francisco Véjar.
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio,
sábado 12 de abril de 2003.