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Cicatrices y estrellas

Tardanza del fuego, Poesía de Sergio Ojeda Barías
Carajo Alianza Editorial, 2007

Por Francisco Véjar

 

 

En estos días en que se divisa "un sol pobre, delgado y sin familia" (Rosamel del Valle dixit) sobre Santiago, leo Tardanza del fuego (2007) de Sergio Ojeda Barías, a quien tengo el privilegio de conocer. No me es fácil abordar la poesía que se está escribiendo actualmente. Sin embargo, este nuevo libro de Ojeda, lo percibo fresco y vegetal. Es su respiración, no imposta la voz. El texto fluye y eso lo agradece el lector.

Pero vayamos a la materia que nos ocupa, es decir, los poemas que contienen esta obra. El poeta no los titula, los numera. En la página 17 escribe:

Quién podría comprender
que tras tu figura de osa mayor
todos estábamos entrelazados
que al menor descuido tus ojos
se posaban en la lágrima
fuiste árbol, fruta y pan fresco
una huella en el callejón.

Cada cual en su rincón
interpreta y especula al otro.

Lo único que queda es tocarse.

Descubrir pistas dormidas en la almohada.

Es una poesía que logra gran poder de síntesis. Por lo mismo, recuerda la sentencia del poeta norteamericano Archibald Macleish, cuando dice:

Un poema no debe significar
Sino ser.

Ojeda logra trasmitir una emoción: la suya. Apunta: "fuiste árbol, fruta y pan fresco". Es decir, algo amable y familiar. Con todo, en el texto siguiente leemos:

A veces no es el día indicado
ni la hora precisa
ni la palabra
ni el gesto persuasivo.

Más adelante, en este mismo poema son comunes versos como los siguientes: "Las fieras lamen sus huellas", "acumulan odio en sus venas", etc. Finalmente dice:

El pedazo de mundo
faltaba a esta escena.

"El pedazo de mundo" sería el árbol, la fruta y el pan fresco transformados en una persona supuestamente amada.

La poesía es una lucha perpetua con el lugar común. Por ejemplo, el sol que nos despierta día a día es un lugar común. Hasta "desandar lo andado" al decir de Pablo de Rokha es un lugar común. Pero la gracia está en decir lo mismo, mas con un nuevo sello. Esto es propio de los poetas, no así de los versificadores donde se escribe con letra muerta. ¡Basta de cavilaciones¡ Retengamos los versos que a continuación reproduciré. Pertenecen a Ojeda. Allí dice:

Esos viejos y necesarios
lugares comunes
repletos de miel.
Quizás
un camino a esas conversaciones
a las que no dimos importancia.

Son esas conversaciones las que se recuperan en este formidable libro. También especies de monólogos, no exentos de cicatrices y estrellas. Hay un buen tratamiento del lenguaje. El poema de largo aliento funciona tan bien como el poema breve, en el caso de Ojeda. Cabe decir, además, que escapa al culto del feísmo, tan propio en este país llamado Chile.

Para terminar diré que el autor de estos poemas pertenece a una generación que podríamos denominar "Puertas adentro". Es decir, ya no el poema épico o esas grandes preguntas filosóficas. Al respecto es mejor leer a los poetas metafísicos. El poeta aquí es un cronista de su existencia, sin embargo, transformada en materia poética. También las palabras hacen la ausencia. Escuchémosle:

Recados urgentes

Se apaga el televisor
los ojos sostienen la medida de las cosas
el televisor es una pieza opaca
desprendiéndose de la selva.
"Algo está pasando allá afuera"
es inédito y expansivo
una flor que permanecerá
colgada en la ventana
la historia de las cosas
los espacios más pequeños de la vida.


 

 

 

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