Para captar simpatías y afirmar su posición en las arenas movedizas, halagaba a los jefes, trabajaba como un buey cuando era observado y no escatimaba palabras mordaces contra sus compañeros de labores, logrando, con astucia y sagacidad criollas, obtener la confianza de los jefes norteamericanos que vieron en Mr. Jara un instrumento de fácil manejo que podía serles útil como espía, para conocer los pensamientos y aspiraciones del personal frente al movimiento sindical que tomaba fuerza de torrente.
Mr. Jara, de pie sobre unos durmientes de la vía ferroviaria, fumaba su pipa con el gesto severo de un hombre importante, arrojando gruesas bocanadas de humo aromático que se diluía en el aire puro y transparente de la mañana. El frío no lograba penetrar a través de su gruesa zamarra negra y permanecía más allá de sus altas botas mineras. Orgulloso, satisfecho de sí mismo, observaba con indiferencia a un grupo de obreros sudorosos y sucios que cambiaban un trozo de línea férrea.

Gonzalo Drago
(Falleció el 24 de junio de 1994)


