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Pequeñas pinceladas sobre Millán
Autorretrato de memoria. Gonzalo Millán. Ediciones Universidad Diego Portales
2005, 44 páginas


Por Felipe Ruiz V.
Rocinante, Septiembre de 2005.

Autorretrato de memoria debería ser, según lo que ha declarado en algunas ocasiones el propio Gonzalo Millán, la segunda entrega de una trilogía cuyo tema central son las relaciones entre poesía y plástica. Cuestión natural, pensando en que Millán, aparte de poeta, ha tenido una profusa dedicación a las artes visuales. La primera entrega, Claroscuro (RIL Editores, 2002), se concentró particularmente en la contemplación poética de sendos óleos de Zurbarán y Caravaggio. Ahora, Millán nos entrega un conjunto de poemas sin referencialidad aparente, salvo algunas menciones más que evidentes a cuadros de Goya, el poema final cuyo centro es la famosa catedral gótica de Amiens, en Francia, y algunas menciones que vuelven a recordar el “tenebrismo” de obras barrocas: “estoy sentado en las rodillas huesudas/ de una calavera/ vestida con largas ropas de mujer. Hay pulseras en sus muñecas flacas”

El conjunto de poemas de Autorretrato de memoria persigue una unidad temática a partir de la penetración visual en el universo subjetivo del propio hablante, el protagonista principal de la mayoría de estos poemas. Se persigue, sin embargo, una mirada distanciada a partir del relativo objetivismo poético y concisión de las imágenes, cuestión que le viene del “efecto” plástico y le calza como anillo al dedo a las pretensiones de “autoretratarse”. En la mayoría de los casos, éste presenta una actitud lúdica: se trata de una introyección emocional a partir de una composición en la que Millán prácticamente “se pinta” en las palabras: “Estoy sentado en mi sillón favorito/ Como un oso con su pipa leyendo un libro./ Es la historia de un primo huérfano”. O: “Estoy echado para atrás en el diván vienés/ Cambiando por un sillón de peluquería/ Reclinable a voluntad, de acero y cuero, muelle,/ Cuando me entero que no dejé a nadie vivo/ En mi casa el día que me fui de Santiago/ Para convertirme en un fugitivo”. Millán utiliza una suerte de escenografía y decora las imágenes en que el sujeto aparece retratado a partir de situaciones que lo disponen ya sea hacia una remembranza o hacia la dilación de un estado emocional.

El efecto general de este recurso – que es el caballito de batallas del poemario – logra, en efecto, simular las condiciones de un autorretrato escrito, sin perder cierta pretensión específicamente poética: para elucidarla, se hace preciso citar uno de los epígrafes de este libro. Se trata del primer terceto del poema XCIV de los Cien Sonetos de Amor, de Pablo Neruda: “Es una casa tan grande la ausencia/ Que pasarás en ella a través de los muros/ y colgarás los cuadros en el aire”. Se revela, a partir de esta cita, la intención de aunar la escritura a una visualidad fantasmal del pasado, en la que, finalmente, el futuro queda como atrapado también. Las así llamada “imágenes” de los poemas, en Millán, pretenden ser como nunca el más fiel reflejo de su nombre, y conjugan el espacio común de la memoria, el inconsciente y el tánatos.

Hay, no obstante, algunas disgresiones evidentes. En ocasiones, el autor se ausenta de la escena, apartando la mirada consciente de sí para explorar de manera más suelta su espacio biográfico. Resulta quizá de esta exploración – no tan intencional ni programada -, los mejores pasajes de esta obra, como en el poema Autorretrato a la salida del cine recoleta, donde el poeta expone en un lenguaje prosaico la suerte de este cine y su paso por él. Las asociaciones no son quizás tan plásticas como en otros poemas, y emana de él una laxitud que escapa al proyecto general. Sin embargo, es quizá uno de los pasajes más honestos (y menos buscados), que nos hace recordar al mejor Millán: “En el cine Recoleta (que hoy es un garaje) entre los fierros de un Spider /de plata, aún vive James Dean./ Y en medio del estruendo de la vulcanización, pena el Rock del Reloj de/ Bill Halley y sus cometas mientras desabollan El Dorado Cadillac púrpura de Elvis”.

Autorretrato de memoria no alcanza a entrar en la categoría de obras que juegan con la éxfrasis (la referencialidad hacia otra disciplina artística), pues es más bien una inflexión de la pintura dentro de la poesía que una reflexión poética en torno a la pintura. Sin embargo, junto a Claroscuro, ésta obra parece entroncar hacia una búsqueda más ligera y menos ceremoniosa. Veamos que sucederá en la tercera entrega.


 

 

 

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Pequeñas pinceladas sobre Millán.
(Autorretrato de memoria, de Gonzalo Millán).
Por Felipe Ruiz V.
Rocinante, septiembre de 2005.