Proyecto Patrimonio - 2008 | index | Gonzalo Millán | Luis Vargas Saavedra | Autores |




"Veneno de escorpión azul", de Gonzalo Millán

Antesala a la muerte

Por Luis Vargas Saavedra
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 12 de Agosto 2007


¿Cómo afronta su terminalidad un poeta?
Con poesía. Frotando los vocablos como pedernales en balsámicas variaciones; entregándose a la lengua como a único flotador. Si en el principio era el verbo, hacia el final todo es verbo.

En Mayo 06, Gonzalo Millán recibió el hachazo de saberse herido por un cáncer al pulmón, y meses más tarde la prueba de su implacable metástasis. Fumador empedernido, agravaba con humo el estrago. Probó en vano de auxiliarse con "veneno de escorpión azul" de Cuba: el "cangrejo" del tumor iba venciendo a la "tortuga," que era él mismo. No en vano fue la cannabis en galleta, eficaz calmante de náuseas y espléndida musa de visiones. Después escribía, el "Diario de un moribundo, moribundia. El diario del moribundo siempre quedará trunco. Un texto sobre el fin sin un final. Un libro supuestamente por fuerza postumo. Un libro postumo publicado en vida".

Allí sus angustias y dolores, junto a los reestrenados placeres de lo sencillo, están siempre vividos y expresados por su alerta temperamento de captador facetado, que además inventa facetas y las varía. Quiero decir, que era un sensitivo abierto a múltiples ámbitos, diestro en recibir el sorprendente acorde y desacorde de los mensajes sensoriales; y por eso estaba siempre en medio de un universo de correspondencias maravillosas; de allí la incesante orquestación de metáforas y símbolos que concretizan lo abstracto. Oigámoslo: "¿Cómo veo el mundo? Descripciones sin explicaciones o explicaciones sin descripciones".

Ejemplar dotación para vivir y, por lo tanto, para morir. "La última coquetería, exhibir las llagas, la evolución de un camote inexplicable".

Así ha querido Gonzalo Millán dejarse y dejarnos su bitácora de lento naufragio, acotado hora tras hora, observando y observándose. Sin tapujos. Con una honradez admirable, que no esquiva lo feo ni lo repugnante. Por eso se da tratamiento de bicho en insectario, clavado al alfiler de su cáncer, en inevitable eje de sí mismo. ¿Podía ignorar lo que lo estaba socavando?

Además, un poeta en "los 365 días del año" está siempre crucificado a su poesía. El prójimo en torno sólo penetra en su mundo de exaltamientos y debacles, mediante la ternura, la compañía y mucho amor.

Si fuera un fervoroso, pudiera haber recibido trascendencia para su dolor y pena. Optó por la ironía: "No llevas el emblema de los peregrinos de Santiago, llevas una concha de loco como cenicero". A lo más consideró a Buda, por su renunciamiento a la punzada del apego. Faena ardua para quien está siendo erosionado pulmón adentro.

"Sigo con mis preguntas qué elegir (duda), qué creer (certidumbre), qué hacer (indecisión)". Y bordeando ya su muerte: "Poco que decir, fuera de la fe, escasea la fe, necesidad de incrementarla; no veo cómo".

¿Fe en qué o quién? En "incrédulas creencias impensadas, confianzas inseguras, inciertas esperanzas ilusorias". Y el domingo 24 de septiembre de 2006 (moriría en octubre), escribió: "Pides piedad, clemencia, perdón, comprensión al Padre del Dolor, dueño de los dolores".

¿Cómo no sentir cariño hacia este hombre que nos comparte su postrimería? Hacerle una sesuda crítica a su diario de vida y muerte, sería leerlo como una mera estela de vocales y consonantes, sin atenderle la experiencia estremecedora. Hay que tener algo de su valentía para leerlo cara a cara. Más, para releerlo, en un ahondamiento acaso inacabable. Pues son tantas las zonas que conjuga: recuerdos enormes, encapsulados en imágenes claves; epifanías y apocalipsis de una derrota asumida.

Lacónico, como poeta a la vez clásico y moderno, resultaba primo de la poesía japonesa; lo demuestra este patético haikú: "No consigo conmover al almendro florido con mis toses".

Lo admirable de esta despedida es que a lo largo del trance nunca decae su lúcida calidad poética. Acompañamos la pre-agonía de un poeta incesante que deslumhra y acongoja.

Por supuesto que en los altibajos de una dolencia terminal machacada de zozobras y espantos, nadie, ni siquiera un poeta, puede mantener una calidad de ola en alto. Y así tendrán que suceder zonas de aridez. Pero ellas sirven de realce a las floraciones de tales desiertos. Y pasaremos, con él, de la miseria física creciente a la libertad esplendorosa de su imaginación. Viaja a ciudades donde fue feliz. Se despide de hábitos, personas, cosas, olores y sabores. No en odas ni en elegías hechas y derechas, sino en párrafos dispersos por distintos días y horas. No los reunió. Supongo que prefería respetar la imprevisible secuencia en que le llegaban. Quedan así cosidos al derrumbe y son tanto más fidedignos que si hubieran sido estructurados como el "Poema de los dones" de Borges.

"En vez de la lucha, la renuncia serena a la vida".

A esa serenidad estoica desemboca el poeta que va yéndosenos frase a frase. "¿Qué es peor, la muerte o el dolor? Lo peor es el olvido". Durante milenios igual temieron los egipcios la muerte total: cuando nuestro nombre ya no es pronunciado por nadie.

Espero que lo que aquí termino de escribirle sea un conjuro contra todo conato de olvido.

VENENO DE ESCORPIÓN AZUL
Gonzalo Millán
Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2007, 317 páginas

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2008 
A Página Principal
| A Archivo Gonzalo Millán | A Archivo Luis Vargas Saavedra | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Antesala a la muerte.
"Veneno de escorpión azul", de Gonzalo Millán.
Por Luis Vargas Saavedra.
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 12 de Agosto 2007.