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Quiénes son los que cumplirán la última voluntad de Gabriela

Los Nuevos Guardianes del Legado de la Mistral


Por Marcela Escobar Q.
Revista El Sábado de El Mercurio, 14 de agosto de 2004.


Existe una deuda que Gabriela Mistral no ha pagado. Imposible culparla, si ya no está. En su testamento, ella pidió que los niños pobres de Montegrande recibieran las platas que correspondían a sus derechos de autor, pagados en Chile y Sudamérica. Eso quería la poetisa, muerta en 1957. Pero lo único que llegó al pueblo nortino fueron unos juguetes y algo de ropa.

De esto se enteró el profesor Guillermo Scallan, un argentino que dejó sus estudios de Leyes y se vino a Chile motivado por la pedagogía Waldorf. No podía creer que nadie se hiciera responsable. Que nadie pareciera muy interesado en saldar la deuda. A él, un maestro del colegio Giordano Bruno que se interesó en Gabriela Mistral cuando quiso presentársela a sus alumnos, se le ocurrió que la respuesta a esta incógnita la tenía Doris Dana, la albacea de la Mistral, la guardiana de sus últimos secretos.

"Le dije que sería difícil que ella respondiera", recuerda Pedro Pablo Zegers, estudioso de la obra mistraliana y testigo del empeño de Scallan. Y agrega: "Yo mismo le escribí a Doris una vez, sin respuesta". El mito creado alrededor de Doris Dana siempre habló de una mujer que no quería contactarse con Chile. Aún así, Zegers le dio el teléfono y el e-mail de la estadounidense, y Scallan siguió con su propósito.

-La llamé preocupado por lo del testamento. Y me contestó sorprendida. Me dijo que la llamaban mucho para preguntarle por las cosas que ella tenía de Gabriela, pero que nadie llamaba para saber por qué no se había cumplido su última voluntad.

Ese llamado telefónico, Santiago-Florida, derribó una muralla que por años alejó a Doris Dana de Chile.

Cansada del trato que recibió, Doris no hizo grandes esfuerzos por acercarse a nuestro país. Había aguantado el malestar que en Chile provocó que Gabriela escogiera a una extranjera como su albacea. Enfrentó los rumores que hablaban de una relación lésbica entre ambas. Esa tensión y el conocimiento de la poca infraestructura nacional la llevaron a decidir que los originales de Gabriela estaban bien guardados en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en Washington. Doris, además, tenía claro que el incumplimiento de la voluntad testamentaria de la poetisa no era su culpa. El Estado chileno había desconocido todas sus facultades como albacea, a través de un decreto ley dictado en 1979 por la Junta Militar. Algo que ella, una mujer estadounidense culta, hija de familia acomodad; la persona que acompañó a la Mistral en su últimos años, no podía entender.

Por eso que el llamado telefónico que hace cuatro años le hizo Guillermo Scallan la sorprendió. En cuatro años de llamadas. Íntercambio de correos electrónicos y visitas a su casa, en Naples, Florida, Guillermo y el empresario y arquitecto Luis Binimelis, su socio se ganaron la confianza de Doris Dana y consiguieron lo que nadie había logrado hasta ahora: que ella los nombrara, oficialmente sus representantes legales para Chile y Sudamérica. En la práctica, con las mismas atribuciones que ella, la albacea de la Mistral tiene en propiedad.


Quienes son

Guillermo Scallan tiene 33 años y hace doce que dejó Buenos Aires. En los años que ha vivido en Chile se casó, tuvo un hijo, estudió antroposofía -la disciplina que lo llevó a la pedagogía Waldorf-, ha ejercido como profesor y formó el proyecto Cultiva, un programa de reforestación de la precordillera dirigido a 35 colegios, con el que busca descontaminar Santiago.

A la primera conversación telefónica que sostuvo con Doris Dana le siguieron otras llamadas y un intercambio de correos electrónicos, desde marzo de 2000 hasta julio de 2001. En ese tiempo, Scallan se enteró en detalle de las razones de la distancia que Doris tenía con Chile. El decreto ley 2.560, dictado en 1979 por la Junta Militar, desconocía los derechos de la albacea de Gabriela Mistral y les permitía a las editoriales chilenas publicar a la escritora sin permiso. Muchas de las editoriales desconocieron, también, el pago de los derechos de autor.

De acuerdo al testamento, las platas obtenidas por este concepto tanto en Chile como en Sudamérica serían destinadas a los niños pobres de Montegrande. La orden franciscana se haría cargo de tal trámite, y se quedaría con el 10 por ciento de esos dineros. Pero el decreto ley y la actitud de las editoriales truncó cualquier gestión en ese sentido.

Cuando Scallan tuvo clara la situación, insistió ante Doris Dana. Lo que comenzó como una inquietud de docente sobre Gabriela Mistral, había tomado otro rumbo.

-Empecé por conocer sus versos. Entré en su prosa, en la profundidad de su pensamiento, y en su capacidad de preocupación por los otros, que se muestra en su testamento.

Doris ya había invitado a Guillermo a Florida, pero él no tenía el dinero para realizar el viaje. Fue entonces, a principios de 2001, que le contó de su intención a Luis Binimelis, arquitecto, empresario y apoderado del colegio Giordano Bruno, con experiencia en proyectos culturales. La esposa de Luis es una de las personas a cargo del Museo de Artes Visuales y él mismo levantó hace años una propuesta similar a ésta alrededor de la obra de Roberto Matta, la que no prosperó. Binimelis pagó el viaje y ambos partieron a conocer a la albacea de la Mistral, sin saber si ella los recibiría con la misma cordialidad con la que había tratado a Guillermo por teléfono.

-La acogida que tuvimos fue maravillosa -dice Scallan y parece exagerar. Pero a través del correo electrónico, Doris Dana se refiere a ellos en términos parecidos. Dice a "El Sábado" que Luis y Guillermo "are wonderful people and doing very productive things", y declara que está muy contenta del interés que estas gestiones están despertando en Chile. Al parecer, Doris Dana, a sus 84 años, necesitaba confiarle a alguien la última voluntad de Gabriela; necesitaba un interlocutor válido que, hasta ahora, no tenía.

Scallan insiste en que el sentido de ese primer viaje fue sólo hablar del decreto ley, buscar entre los tres una vía para derogarlo. "Estábamos abriendo una ventana de una situación que estaba cerrada. Que nosotros apareciéramos dio la oportunidad para que esto tuviera un desenlace. Y Doris es todo un personaje, una mujer con una fuerza notable, con una actitud súper moral".

Luis y Guillermo, al regresar a Chile, tomaron contacto con quienes posibilitarían la derogación del decreto ley. Agustín Squella, por entonces asesor cultural del Presidente Lagos, fue uno de ellos. En enero de 2003, el propio Lagos se encargó de eliminar aquella norma, lo que fue aprobado por la Cámara de Diputados y por el Senado.

Así, la primera misión de la dupla Scallan- Binimelis está más cerca. Saldar la deuda con los niños de Montegrande depende, ahora, de una logística que se está armando. Una nueva fundación inspirada en Gabriela Mistral, pero bautizada con el nombre de su última secretaria: Fundación Doris Dana.


La cuarta fundación

Después de la derogación del decreto, Doris los invitó nuevamente a su casa. Esa visita duró seis días y en ella se gestó una propuesta más concreta: la creación de una fundación, una suerte de centro cultural y de investigación de primer nivel, que permita difundir la obra de la poetisa. Y que guarde, en las mejores condiciones, los originales de Gabriela que hoy reposan en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

En ese segundo viaje, Doris Daña entregó a Binimelis y Scallan un poder para representarla en Chile. "Ellos no tienen el poder de albacea", precisa Doris a través del e-mail, "ese carácter sólo podía darlo Gabriela. Yo les di el poder de actuar en mi nombre dentro de Sudamérica, para recaudar los dineros de Gabriela para los niños de Montegrande, y para firmar por mí cualquier contrato urgente con publicaciones en Sudamérica". Este poder entregado por Doris Dana -formalizado ante notario en Florida el 21 de octubre de 2003- se basa en la disposición de la Mistral, dejada en su testamento, en la que le permite a Doris nombrar apoderados "para administrar o ayudarla en la administración de las referidas obras". Además, Doris les confiere un poder especial, "tan amplio como sea necesario", para que, entre otras facultades, ambos puedan usar el nombre de Doris Dana en la creación de esta fundación homónima, de la que ya se están redactando los estatutos.

Scallan y Binimelis saben que entre los mistralianos la figura de Doris Dana no es la más querida. De hecho, ya existen tres fundaciones en honor a Gabriela Mistral en las que Doris no ha participado activamente. La Fundación Doris Dana sería la cuarta corporación inspirada en la obra de la poetisa, pero la primera en tener sede y la que contaría con el material más valioso. Lo que posee Doris Dana no es menor: sólo en su casa hay veinte cajas de cartas de Gabriela Mistral que nunca han sido investigadas.

Ni a Binimelis ni a Scallan les acomoda, pero ambos saben que apenas se concrete la fundación se harán, de nuevo, las incómodas preguntas acerca de la sexualidad de Gabriela y de la relación que sostuvo con Doris. "Esas preguntas las tendrá que responder Doris", dice Scallan. Agrega: "Creo que la respuesta de que esta fundación se llame Doris Dana la da la misma Gabriela Mistral. Yo no puedo considerar su grandeza y después decir que se equivocó al dejarle todo esto a Doris. Mi reflexión es que por algo se lo dejó. Porque ella podía cuidarlo, porque es quien la valoró como nadie en la vida".


Los papeles de Washington

En el segundo piso de la Biblioteca Nacional, en la misma oficina que hace unos años visitó Guillermo Scallan, Pedro Pablo Zegers guarda uno de los catálogos del material que Gabriela Mistral dejó en Estados Unidos. "Gabriela Mistral papers", se lee en la tapa, y Zegers precisa que Doris Dana y Gastón Von dem Busche -un estudioso de la obra de la poetisa- fueron los encargados, a petición de la OEA, de realizar este catastro, un índice que le permite saber a Zegers con qué se puede encontrar cuando los originales de Gabriela lleguen a Chile.

Pedro Pablo Zegers ha dedicado su vida a estudiar la obra de la poetisa de Montegrande. Es capaz de definir la poesía escolar de Gabriela -ésa que memorizamos de niños, sacada de "Lagar", de "Tala", de las rondas-, como una "poesía menor". Sin arrugarse. Arguye que la propia Mistral la describió así en alguna de sus cartas, y que explicó que fue escrita como complemento de su labor de maestra. Cuando Zegers comienza a hablar de los originales de Washington, en cambio, se sonríe, se ilumina, se entusiasma en el detalle de ese material desconocido.

-Para cualquier mistraliano serio, contar con ese material en nuestro país sería una maravilla- dice Zegers, seguro.

Su argumento no es menor. Esos papers completarían el sueño de cualquier experto en la literatura de la Premio Nobel. Podrían armarse las Obras Completas de la poetisa.

La Mistral salió de Chile el año 22, invitada por el gobierno mexicano. Desde esa fecha hasta su muerte, no paró de viajar por todo el mundo, en calidad de cónsul. En nuestro país, los originales que dejó son justamentedel "periodo chileno" de su poesía, repartidos entre el Archivo del Escritor y el museo de la ciudad de Vicuña. Lo que ha guardado Doris Dana en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en Washington, pertenece a lo escrito por Gabriela en esos años de cónsul: su correspondencia con intelectuales latinoamericanos y estadounidenses; correspondencia íntima, con familiares y amigos cercanos; los contactos que realizó con distintas editoriales; gran parte de su última poesía; todo el "Poema de Chile", y mucha poesía dispersa, probablemente más de algo que Gabriela no se atrevió a publicar. Porque la Mistral, como lo asegura Zegers, era una escritora exigente. Severa con sus escritos como la que más. Por lo mismo, en el material de Washington habría borradores de sus libros, aquello que Zegers llama "la cocina del escritor", de gran valor literario. Habría cuadernos con listados de palabras que la poetisa luego usaba en sus versos, y versiones revisadas de algunas de sus obras.

-No quiero generalizar- dice Zegers-, pero creo que un amplio espectro de los chilenos conoce a Gabriela Mistral por su creación temprana. Recién se está conociendo su prosa y su pensamiento, y está apareciendo otra Gabriela Mistral. Una Gabriela Mistral mucho más potente, mucho más lúcida.

La personalidad de Gabriela, mujer de rostro serio y ropas oscuras, marcó quizá el bajo perfil que ha tenido la difusión de sus escritos. Más si la comparamos con Neruda, el vividor, el poeta prolífico, el de la fiesta interminable. La producción literaria de Gabriela, quince años mayor que Pablo, estuvo supeditada al tiempo que le dejaba su quehacer como cónsul. Y su actitud, curtida por los años de maestra rural y de privaciones, le hizo cultivar una estricta disciplina.

Zegers dice que la Mistral era sistemática que tenía oficio. Que escribía generalmente por las mañanas, apoyada sobre una tabla de madera que colocaba sobre sus piernas. Sus secretarias tenían que lidiar con su inconformismo, y recoger las hojas arrugadas que Gabriela lanzaba al suelo cuando no daba con la rima precisa.

Entonces, confirma Zegers, es probable que Doris Dana haya guardado escritos que Gabriela quiso desechar y que pudieron salvarse, providencialmente, del basurero.

La posibilidad de abrir las puertas de una investigación literaria profunda de la obra de Gabriela no estaba en los planes originales de Guillermo Scallan y Luis Binimelis. Ambos admiten que no conocen la obra de la Mistral al detalle. Que siguieron en este afán más por las ganas, más por la obsesión de Guillermo contagiada a Luis y luego a Doris Dana. La mujer que todavía guarda los últimos secretos de Gabriela Mistral. La mujer escogida por Gabriela para ser la celadora de su obra.


 

 


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Gabriela Mistral: Los nuevos guardianes del legado de la Mistral.
Quiénes son los que cumplirán la última voluntad de Gabriela.
Por Marcela Escobar Q.
Fuente: Revista El Sábado de El Mercurio,
14 de agosto de 2004.