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La ola muerta
Germán Marín. Sudamericana, Santiago, 2005, 384 páginas.


Por Juan Andrés Piña
Revista "Caras", 18 de Noviembre de 2005.

Este libro es el volumen final de una trilogía concebida por el escritor chileno Germán Marín (Santiago, 1934) durante su exilio en España, en las décadas del ’70 y ’80. Las dos novelas anteriores que componen este conjunto son Círculo vicioso (1994) y Las cien águilas (1997), agrupadas bajo el título de Historia de una absolución familiar. En los tres casos se trata de un repaso más autobiográfico que novelesco, más íntimo que fantasioso, y que abarca la vida del autor desde la historia de sus antepasados inmediatos, hasta su juventud. La ola muerta se sitúa en los difíciles años de un veinteañero desarraigado y confuso que anhela salir de la férrea dominación paterna. Para ello concibe un extenso viaje a Europa, pero el dinero sólo le alcanza para radicarse por unos años en Buenos Aires.

En la convulsionada capital argentina de mediados de los años ’50, el protagonista sobrevive gracias a unos trabajitos menores y asiste irregularmente a la facultad de letras. Con el pasar de los meses roza el terreno delictual, y sin quererlo se convierte en un delator de las actividades políticas de sus compañeros. Simultáneamente tiene un amorío con una estudiante de su curso, que desemboca en encuentros clandestinos con la madre de la muchacha. El personaje central de la novela es un antihéroe carente de voluntad, alguien arrastrado por las circunstancias, irreflexivo, temeroso del fracaso, aun cuando sospecha que ese es su destino. En su ir y venir por las calles de Buenos Aires se va haciendo un notable retrato de la vida cotidiana de la Argentina de aquel período: música, cine, revistas, ídolos populares son retratados aquí a la manera de una crónica de época.

Tal como en los volúmenes precedentes, Marín intercala sus propias reflexiones respecto de la escritura de su novela, específicamente en sus años de vida en Barcelona. Es el retrato de una vida mínima y rutinaria, a tal punto que, por contraste, aquellos años en Argentina poseen cierta magia de la que carece el presente. La ola muerta no sólo vale por mostrar a un novelista dueño de sus recursos, que ha llevado a cabo un original proyecto literario, sino que puede seducir al lector a acercarse a los tomos que preceden esta historia.

 

 

La trilogía de Germán Marín

Por Alfredo Jocelyn-Holt
La Tercera, 12 de Noviembre de 2005

La reciente publicación de La Ola Muerta, tercera entrega de su Historia de una Absolución Familiar, permite abarcar una de las obras más ambiciosas escritas por un chileno en el último tiempo. Inicialmente pensado como un solo libro, estos tres tomos, mezcla de memoria, novela y diario de vida, despliegan una maestría narrativa difícil de superar.

Marín no escatima recursos. Viejo zorro, los conoce y domina todos. A menudo uno tiene la impresión de que está leyendo una autobiografía despiadada; consigo mismo, con su familia y su país. Otras veces, pareciera que lo que se tiene al frente es un borrador lleno de tachaduras y autorrecomendaciones, llevado a prensa prematuramente. Claro que entremedio se deslizan parrafadas de una lucidez que da a entender que el asunto va más por el lado del ensayo histórico y literario que por el de la ficción estricta, como cuando anota: "No ha dejado de sorprenderme la muerte de Jorge Alessandri Rodríguez, vieja bestia misantrópica de la derecha, que, a pesar de su europeísmo, de su culto al orden, de su inclinación por la ópera, no trepidó el 11 de septiembre en apoyar al cerril de Pinochet. Con él desaparece una figura de la oligarquía que ayudó a vestir de seda al llamado Chile republicano, mistificado por algunos liberales".

En estricto sentido histórico, la trilogía es un gran aporte. Comprende la trayectoria de tres generaciones de la familia del autor. Por el lado paterno, de antigua raigambre patronal venida a menos, y por el materno, de nueva cepa inmigrante italiana, comerciante, venida a más. Esta combinación, nunca antes retratada, permite a Marín explicar cómo la clase media acomodada llevó al quiebre institucional y social más dramático de este país.

Lo notable es que en ningún momento esta multiplicidad de temas y el aparente desorden se le escapan al autor y a sus dobles. Porque en esta autobiografía seminovelada Marín es su abuelo en el primer volumen, su padre en el segundo, y él mismo en el tercero, a la par que su propio editor. Este conjunto de voces que no terminan de remitirnos a una sola es, por cierto, la ficción principal que ordena el relato y el timón con que lo conduce.

Marín -de más está decirlo, basta con leerlo- es un consumado fabulador. Hay que creerle hasta por ahí no más, y eso que casi siempre nos embauca. Años atrás leí El Palacio de la Risa sin conocer a su autor, y confieso que me pareció tan verosímil lo que ahí contaba que me ha tomado bastante tiempo aprender a distinguir quién es quién en este complejo enjambre de personalidades entrecruzadas: el Marín narrador, protagonista, antihéroe, cinéfilo, biblioteca andante, porno star, editor muy profesional, misógino contra quien despotrican algunas feministas con algo de razón, amigo que me habla sin artificios de sí mismo y de quienes él quiere y no quiere. Tengo mis preferencias; de todas las máscaras con que suele disfrazarse o revelarse, me gusta el Marín que escribe: "Todavía me duele el acto de bajeza que tuve la otra mañana de negar los sentimientos que guardo hacia Juana. Pero al mentir también me hice cargo de una parte de esa mortificación. Fui cruel también conmigo, aunque sobre todo con ella, que aguardaba otra clase de respuesta. Nunca he conocido de otra mujer la inteligencia, el humor, la sensibilidad, que ella atesora".

De lo que no se puede dudar, cualquiera sea el Marín auténtico, es de su extraordinaria capacidad para manejar las múltiples posibilidades que ofrecen las formas literarias. Por de pronto, una prosa impecable: "Al levantar la vista luego del término de la trilogía, cabe añadir cuánto ha cambiado el mundo en el transcurso, cada vez más desconocido e inescrutable para mí, en que sólo alcanzo a reconocer como propio el ayer descrito en estas páginas... He imaginado los hechos según el recuerdo de mis sentimientos y he preferido mirar hacia atrás porque hacia adelante no divisaba nada y he deseado convertir el pasado en otro asunto que aquello que proseguiría siendo inevitablemente y sólo veo en mi memoria fragmentos conservados al azar, detritus del pasado y me pregunto por qué esos días natales han empezado a volvérseme enigmáticos... Hay que convertir los recuerdos en ficciones y, luego, en unas frases más o menos organizadas". Una prosa que ocasionalmente es lírica, pero también pisa callos: "A medida que pasan los años, siento en forma más íntima el desgarro de 1973, al punto de que me parece sucio, bastardo, levantar la voz en público en representación de otros... Pertenezco a una generación que, vulnerable como todas, hoy asiste en su decrepitud al duelo de sus entusiasmos de ayer".

Usted se preguntará, ¿cómo hay que leer esta trilogía? Sugiero concebirla como esas series de grabados del gran Hokusai, el autor de La Gran Ola que ilustra la portada del tercer volumen, o mejor aún, como si fuese un gran biombo japonés. De esos biombos en que entremedio de grandes nubes doradas aparecen y desaparecen escenas, algunas domésticas, plácidas y contemplativas, otras de guerras o de un tenor pornográfico crudo, que pese a su violencia no alteran el orden armónico de las cosas. En fin, el suyo es un juego de imágenes que a veces se dejan a un lado, se olvidan para luego, treinta o más páginas o años después, retomarlas. La analogía no es casual. Marín trabaja con imágenes visuales, y, además, es un maestro de la pincelada ligera. El mismo reconoce su afinidad: "Los sueños se parecen a esa pintura en agua que se llama acuarela, donde, como se sabe, es imposible modificar el producto obtenido a través de esa técnica de la instantaneidad".

Marín es un viejo maestro de la palabra, y como tal, con sus mañas, trucos y honda experiencia humana, más vale leerlo y aprender de él.

 

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"La ola muerta" de Germán Marín.
Por Juan Andrés Piña.
Fuente: Revista Caras
18 de Noviembre de 2005.

La trilogía de Germán Marín
Por Alfredo Jocelyn-Holt
Fuente: La Tercera
12 de Noviembre de 2005.