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La muerte y las galletas de marihuana
Veneno de Escorpión Azul. Gonzalo Millán. Ediciones UDP, 2007.

Por Juan Manuel Vial
La Tercera Cultura, 14 de Julio de 2007



Escrito en prosa, en prosa poética y en verso duro, Veneno de Escorpión Azul, el meticuloso diario que llevó Gonzalo Millán hasta pocos días antes de morir, es un deslumbrante tratado de vida, literatura y -cómo no- un aguerrido
enfrentamiento con la maldita Parca.

Dos semanas después de que le diagnosticaran cáncer al pulmón, el poeta Gonzalo Millán (1947-2006) se enfrascó en la metódica, corajuda y sorprendente escritura de un diario de vida al que también llamó diario de muerte, muy consciente de que durante el transcurso del manuscrito le llegaría la hora fatal: ojalá más tarde que temprano, puesto que de abandonar el pucho ni hablar. Como se sabe, Millán murió a los cinco meses de haber iniciado el recuento de su progresiva extinción, dejando tras de sí un libro francamente memorable. En este sentido, Veneno de Escorpión Azul viene a ser una burla a La Parca por parte de quien aseguró, sin una pizca de exageración, que lo que mejor hizo en la vida fue escribir.

Al contrario de lo que cabe pensar en un primer momento, el fabuloso título que llevan estos diarios de vida y muerte no es fruto de la inspiración poética: a lo largo de su agonía, Millán se inyecta dosis diarias del extracto ponzoñoso de un arácnido, el cual, allá, en la macumbera isla de Cuba, es considerado una cura efectiva contra el cáncer. Además, el autor también ingiere medicinas tradicionales, pero son las incontables galletas de marihuana que consume -reforzadas a veces con un pitito- las que contribuyen en mayor medida a que el moribundo alcance cierto alivio y, al mismo tiempo, una lucidez fuera de lo común dentro del trance canábico: "Si los pulmones fueran alas, diría que tengo el pecho y un ala herida". "Recurro a diario a una embriaguez anestésica y evasiva./ Tengo mi morada en un capullo de seda./ Me como lo que hilo. Hilo lo que me como".

Escrito en prosa, en prosa poética y en verso duro, Veneno de Escorpión Azul es una alucinante combinación de recuerdos, rabietas, viajes, evocaciones de la naturaleza, experiencias íntimas ("Estoy en el centro de una alcachofa de fuego,/ en el ojo mismo de la pira bailo en dos patas/ como un mapache amaestrado/ sobre una plancha caliente."), imprecaciones ("Malhaya este pulpo que alimento con mi sangre,/ fracción de un astuto animal, la extratenestre proyección/ de un rebelde alien."), anhelos ("Someter lo horroroso a lo poético, el tumor del mundo a los ojos del rayo. El cáncer al fármaco. Ir acribillando con amor el odio, el miedo con la confianza en el milagro; ni una vida buena ni una mala muerte."), observaciones finas en torno al acto de morir ("Voy hacia atrás como si remara de espaldas mirando el futuro que se aleja") y aforismos: "El suicidio (bien considerado) es un derecho y un cruento lujo, una maldición que deja vivos y culpables a los cómplices del crimen".

Veneno de Escorpión Azul también es un completo tratado de literatura, partiendo por ese inmenso amor por la palabra justa que Millán demostró en sus obras anteriores: "Dígame, ¿cuál es la diferencia entre gotario y cuentagotas? Yo uso gotario, cuentagotas es un sinónimo extranjero. Me gustan ambos nombres del sensual objeto". "Las señales de regodeo con las parolas/ el verbo, el deleite bucal, visual y mental con las palabras". El libro también da cuenta de buena parte de las últimas lecturas del autor: Michaux, Bierce, Yourcenar, Leopardi, Pessoa y Sontag, entre otros.

A ratos, el diario de Millán evoca en profundidad, arrastre y fragmentación la escritura de El Libro del Desasosiego, la suprema obra intimista del portugués Fernando Pessoa. En otras ocasiones, puede compararse con Esta Salvaje Oscuridad, aquella soberbia y descarnada crónica de la muerte propia que escribió Harold Brodkey. Así y todo, el viaje de Millán refulge con destellos propios y está lleno de peculiaridades admirables: aquí no hay quejas ni concesiones ni arrepentimientos, sino, más bien, una intachable ética del buen morir. Y esto no es algo a lo que uno, en calidad lector, acceda con frecuencia, ni mucho menos bajo la atractiva forma que presentan los apuntes imperecederos del escorpión y la marihuana.


 



 

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Gonzalo Millán.
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