15 de mayo
No describiré el momento cuando, al despabilarme un poco más, molesto por el rayo en los ojos que dejaba pasar la cortina de cretona, descubrí a la empleadita en el lecho de al lado. Dormía bajo una respiración tranquila, monocorde, que me causó envidia. Estaba abrigada hasta el cuello por una frazada de color gris y, vuelta hacia la pared, no podía espiar su rostro, aunque de espaldas dejaba sin disimulo a mi consideración la estampa de sus caderas, pronunciadas como me daba cuenta, pero que la ropa del uniforme de servicio, comprada en la tienda Julín Serra, no permitían aquilatar durante la jornada. Calculo hoy que, según el criterio de las señoras del Barrio Alto, las criadas sólo debían tener manos para trabajar y de ahí, tal vez, el nombre que tenían algunas de niñas de mano, dedicados al orden y aseo. Redacto esto que no incluiré en la novela a la espera de que pase a buscarme en auto Mauricio Wacquez, en compañía del profesor Schopf, de paso por Barcelona, a fin de ir a almorzar a Castell-de-fels. La idea no me agrada en exceso. Ese lugar me provoca inexplicablemente una desazón indefinida, cierta tristeza que me lleva a meditar, frente a una costa sin relieves y de aguas vencidas, acerca del fracaso de vivir. Como no quiero encontrarme con ellos bajo ningún estado de ánimo semejante, he ido a la alacena a empinarme un trago de whisky.
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11 de septiembre
Anoche he cenado, invitado por Enrique Lihn, en compañía de Mauricio Wacquez, de Francesc García-Cardona y del pije Jorge Edwards, en cierto curioso restaurante ubicado en un subsuelo, cerca de la Plaza Maragall. Tenía interés en escucharlos luego del fallido atentado a Pinochet el domingo pasado. Sobre todo me interesaba, en razón de que Lihn y Edwards viven en Chile, conocer las reacciones de ellos, pues lo que uno piense alejado del país sólo puede ser la expresión de un deseo. No fue mucho lo que saqué en limpio al enredarse las posturas en una controversia por momentos acalorada, debido a los asesinatos provocados estos últimos días a modo de respuesta de la dictadura. Entre éstos cayó abatido por las balas el periodista José Carrasco, compañero de Venzano Torres en el grupo de la revista Punto Final. Hoy hace trece largos años del golpe militar y pareciera que todo sigue igual, pero bien mirado no es así después del suceso en el Cajón del Maipo, cerca de Santiago, hubo la capacidad de atreverse contra el poder del tirano, como discutía Enrique Lihn.
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7 de abril
Anoche estuve con Juana en el nuevo departamento de Mauricio Wacquez, ubicado en la planta baja de una casa de dos pisos, refaccionado según su gusto acabado como lo demuestran las páginas que escribe. Sobre todo me agradó, en el pequeño patio ajardinado, un alero cubierto de tejas que me hizo recordar, sin decirle nada a mi amigo, esos corredores al aire libre tan comunes en las casas de campo chilenas. Se lo comenté, sin embargo, a Francesc, dedicado ese instante a preparar, delante de una pintura de Ernesto (?) Fontecilla que cubre buena parte del muro, unos tragos antes de cenar.
