Dejen de manosear o "correrle mano" a Gabriela Mistral, que, en términos literarios, el Nobel no es lo relevante (estrictamente no es un premio literario, sino más bien, sociopolítico), ni tampoco su figura de poeta (jamás "poetisa", como algunos todavía la llaman); y, menos aún, la mitificación que le imponen, hasta el hartazgo, de la madre y maestra de Chile.
Lo que debería importarles (o lo que debería importarles más) es, en primer lugar, su obra, es decir, sus poemas (y luego, su prosa o sus ensayos); pero, ¿quién de verdad la está leyendo, a excepción de las y los críticos o académicos de la Universidad de la Serena, donde sí hay estudios mistralianos?
Pero incluso en dicho contexto, a Gabriela la usan para fomentar el "turismo" ("turismo cultural" le llaman), lo cual no necesariamente se traduce en el fomento de la lectura de su obra, pero sí en cuantiosos ingresos para el sector gastronómico y hotelero de la zona, es decir, del Valle de Elqui, donde brotó el manantial de su poesía.
Incluso hay todo un negocio de merchandising que lucra ostentosamente con la figura de la poeta; del mismo modo como sucede con Pablo Neruda; y con el beneplácito de su fundación.
Pero, ¿quién de verdad entiende su lengua, su sintaxis, su ritmo, su léxico, su retórica y la profundidad mística de su poesía? Y aún más, ¿a quién de verdad le gusta su poesía?...
Es cierto, sé muy bien que hay algunas/os expertas/os en su poesía, pero la gran mayoría de sus "fanáticos" (para no hablar de la población en general, que no participa de la cultura o del mundo literario), no la leen o la leen muy poco, pero sí la usan como ícono-símbolo para otros fines ideológicos.
En suma, tengo mis serias dudas y reparos críticos sobre el mediático interés que despierta la conmemoración del Nobel de Gabriela Mistral —y esto me sucede, en general, con los homenajes— pero el manoseo llega a ser patético y no va más allá de adoptar cierta pose mistraliana o, mucho peor, de aparentar que te gusta o que comprendes su poesía. Yo, la verdad, apenas comprendo algunos de sus poemas y eso me sucede desde que estudiaba Lenguaje y Comunicación (español) en la UDEC.
En suma, respecto de Gabriela, veo que, en general, lo que hacen, es una suerte de "apropiación cultural", que, finalmente, no se traduce en una valoración y difusión genuina de su obra. En efecto, parece ser que el homenaje recae más bien en quienes la homenajean y, como se puede deducir, luego del acto las niñas, niños y jóvenes del país —a quienes Gabriela legó su obra— no es que vayan precisamente a la biblioteca a leer "Tala", "Desolación" o "Lagar". En conclusión, no por mucho homenaje se lee más a Gabriela. De hecho —y esto es un "facto"— la gran mayoría de estudiantes, de escuelas y universidades chilenas, no tiene idea de que "Tala", "Desolación" y "Lagar" son los nombres de sus libros más relevantes y por los cuales su poesía trascendió el tiempo y el espacio, hasta nuestros días y hasta por estos lares.
Por mi parte —y eso que tuve que leer y estudiar los textos mistralianos en el proceso de calificación para obtener mi doctorado— todavía estoy intentando descifrar los enigmas de su libro "Tala" (que por su profundidad mística, dudo que se pueda traducir o interpretar conclusivamente), pero algo la leo y algo la enseño (o lo intento), más no por eso la uso; o bien, lo reconozco, la uso para fines poéticos (la comprensión del mundo desde la visión mistraliana) y educativos, aunque esta dimensión de su discurso sea, para mí, secundaria.
Dicho sea de paso, en las facultades de educación no leen su poesía (a excepción de cuando citan unos versos de ella para los actos académicos), pero sí se apropian interesadamente de su discurso pedagógico, desconociendo que éste es producto de su discurso poético, así como lo fue su devoción por la enseñanza de niñas y niños. Esto último surgió de su poesía (y de sus tempranas lecturas) y, desde ahí, ella misma descubrió que la poesía se enseña; se debe enseñar, en especial, a las niñas y niños, para despertar el asombro, la sorpresa, la sensibilidad, la sabiduría y, finalmente, el amor en todas sus formas e inspiraciones. En síntesis, deberíamos hablar de aquello, más que posar y discursear para el homenaje.
Por último, estoy seguro que a Gabriela (a Don Gabriel, como por ahí le gustaba que la llamaran) le habría hastiado todo esto: desde el billete de cinco lucas (donde el manoseo a su figura es literal y la representación de la poeta deviene "moneda de cambio") hasta los homenajes donde, dicho sea de paso, solo son convocados los amigos y amigas de las fundaciones o corporaciones que detentan la oficialidad de la cultura y del campo literario-poético, como si esos espacios fueran el centro del mundo cultural.
Y sobre su estilo y/o retórica (que es sumamente difícil y/o endiablada), no me vengan con cuentos, pues muy pocos en este mundo, son capaces de asimilarla o de proponer una lectura comprensiva, sugerente y actualizada de su obra. De hecho, mi parecer sobre este punto —si bien, es el efecto de una aproximación irónica a su obra— puede resultar sumamente discutible, pero detrás de la ironía solo hay admiración. Sostengo, pues, al respecto, lo siguiente: Gabriela Mistral escribe bien, porque redacta mal.
¡Fin!