............. SONIA GONZÁLEZ VALDENEGRO
 

 

MATAR AL MARIDO ES LA CONSIGNA
( cuento )

El hombre ordenó su vaso de vino. Frente a él, la mujer terminaba de saborear las gotas de un martini deslizando su lengua por los labios ásperos del invierno.
.......... -¿De verdad no le molesta que me siente aquí?- preguntó
.......... Ella se encogió de hombros con soltura. Parecía acostumbrada a hacerlo; en aquel ademán, su cuerpo se movía con comodidad. Y el gesto de su cara era perfecto para aquella actitud. El mozo regresó y puso el vaso ante el hombre. El hombre lo bebió de un trago y pidió la botella. La mujer lo observó con indiferencia y dio otro sorbo a su copa. En la lentitud con que el alcohol iba pasando por su boca parecía estar el placer de aquella noche que se arrastraba fría y lenta hacia ellos, y que tenía por lo mismo cierto color de pasado. A través de la puerta se colaba el aire helado como un manguerazo que obligaba a los cuerpos a retreparse.
.......... -¿No es un poco tarde para una mujer? -sonó la voz del hombre.
.......... -No. Vivo al frente.
.......... -¿Y vive sola?
.......... -No. Quiero decir sí. ESTO ES UNA COPIA
.......... El desconocido calentó el vaso haciéndolo girar entre sus manos. Lo llenó una vez más tomando la botella del gollete y se echó al seco el contenido sin acusar una amenaza de ebriedad.
.......... -¿Cómo dice?
.......... -Quiere decir que hasta hoy vivía con mi marido.
.......... -Se ha ido él -afirmó el hombre. ESTO ES UNA COPIA
.......... -No. Acabo de darle muerte. Hace sólo un par de horas.
.......... Ella se sonrojó y el hombre sonrió con indulgencia.
.......... -Comprendo -dijo-. ¿Y es e primer marido al que asesina?
.......... -Y el último.
.......... -¿Está arrepentida? ESTO ES UNA COPIA
.......... La visión de dos hombre, uno de los cuales reproducía el fuego de su encendedor en el cigarrillo del otro, le hizo sentir ganas de fumar. Buscó en el interior de su bolso sin éxito. De pronto, la mano del hombre apareció ante sus ojos ofreciéndole de su cajetilla.
.......... -No me ha contestado. ¿Está arrepentida?
.......... -Arrepentida no... Pero ha sido triste.
.......... -¿Lo quería usted?
.......... Si lo quería. Aquella era una pregunta muy sencilla de hacer pero que requería de una respuesta extensa luego de la cual no quedara duda alguna. Un paño limpio y extendido, albo. Así era su amor. Pero en la búsqueda de una respuesta, como cada vez que ella había arreglado las maletas con que echaría al hombre a la calle, había demasiados detalles que desordenaban las ideas igual que cosas mal dispuestas sobre una mesa. Navidades, vacaciones, amaneceres..., pero siempre el tiempo transcurriendo intraduciblemente para cualquiera que no fuera ella y el hombre muerto, su marido, el difunto. A veces era mejor nombrarlo a través de un concepto, porque su nombre se le subía a las mejillas como el alcohol. Y así la dejaba.
.......... -Hace mucho dejé de quererlo -mintió-. Verá usted, él estaba todo el tiempo en otra parte. No me refiero a la distancia física, eso cualquiera lo soporta. Hablo de otra cosa. No sé si usted pueda entenderme.
.......... El hombre parecía saber mucho de mujeres.
.......... -Por qué no -dijo-, siempre es igual.
.......... -Entonces qué podía hacer...
.......... -Buscarse un amante. Es una buena solución. Alguien debería patentarlo: tenga un amante y deshaga el tejido de su infelicidad matrimonial. ¿Qué le parece?
.......... -No lo creo. Eso siempre enreda las cosas.
.......... -Entonces usted lo amaba -aseguró el hombre.
.......... Ella dio un par de pitadas a su cigarrillo y dejó ir la mirada en la espiral de humo que se deshizo un poco más arriba de su cabeza. Parecía pensar, pero en realidad no pensaba, en realidad sólo sentía la tranquilidad de haber llegado hasta ese lugar, un sitio que antes era sólo un gran misterio a través de la puerta que se veía tragar a la gente desde su ventana. Así lo había planeado; el día que finalmente asesinara a su marido cogería un bonito traje del closet y bajaría al bar a servirse un trago. Hasta podía enredarse con un tipo. Por qué no. Ahora todo eso era una realidad: el crimen, la libertad, el interior del bar y el hombre frente a su copa.
.......... -Lo triste es cómo murió -se escuchó decir. Me estaba mirando... Creo que no se dio cuenta que era yo quien le daba aquella muerte. No me creía capaz de algo así.
.......... -Comprendo. -El desconocido llenó una vez más el vaso. Sus ojos eran duros. Ella lo imaginó sonriendo y en aquella imagen vio la misma crueldad que le enseñaban ahora. Parecían los ojos de un hombre destinado a sentarse frente a las mujeres a decirles las cosas que ahora le decía. Una especie de burlador.
.......... -Hace un tiempo yo también asesiné a mi mujer. Fue una experiencia horrible.
.......... -¿Y qué usó?
.......... Los labios de él no se movieron para responder. La miró fijo con aquellos ojos que cortaban el aire, dejándola como tras una cárcel y le enseño las manos haciendo con ellas el gesto de apretar.
.......... La mujer se estremeció.
.......... -Yo lo envenené... Pero en fin, es un tema que no me gusta. ¿A usted sí?
.......... -No. A mí tampoco. Nunca es agradable matar a la gente que uno ama.
.......... -¿Amaba a su mujer?
.......... -Sí.
.......... -¿Y por qué la mató?
.......... -Qué se yo. Lo hacen todos, ¿no?
.......... -No de esa manera.
.......... -Es igual.
.......... -¿La encontraba hermosa?
.......... -Muy hermosa.
.......... -¿Y se lo decía?
.......... -No. Nunca se lo dije. O tal vez sí, hace mucho tiempo. ¿Se lo decía él a usted?
.......... -No.
.......... -Y usted, sin embargo, es muy hermosa.
.......... -Gracias.
.......... Sonrieron. El mozo apareció con la cuenta. La dejaron estar sobre la mesa, lejos de ellos y se examinaron valientemente con la mirada, midiéndose el valor o la cobardía, pero midiéndose como dos animales. Una pareja ocupó la mesa junto a la de ellos. El muchacho ordenó algo para beber y mientras aguardaban se cogieron las manos y estuvieron así unos instantes, midiéndose también, pero con otra vara, con una que no quería ir demasiado lejos. El hombre les dio una mirada de desprecio.

.......... -Un día dejarán de mirarse así y uno de ellos asesinará al otro.
.......... No lo creo-, La mano de la mujer levantó su copa vacía para observarla al trasluz. -La mayoría de la gente no lo hace. Sólo usted y yo. ¿Quiere venir a mi casa?

.......... -Está bien. Vamos.
.......... El pagó la cuenta de los dos. Atravesaron la calle y entraron en el edificio. El hall estaba iluminado y desierto. Usaron un ascensor que los llevó hasta el quinto piso. Junto a la puerta de entrada al departamento, la mujer buscó la llave en el bolsillo de su abrigo y la metió en la cerradura.
.......... -Un momento -advirtió, y el hombre la escuchó sin prisa-. Encendería la luz, pero el cadáver de mi marido está en la sala y no quiero que nadie lo vea.
.......... -Está bien. Déjelo así.
.......... Ella caminó de memoria hasta la cocina donde encendió una luz fluorescente que daba un aspecto celeste a aquel lugar. El se quedó apoyado en el marco de la puerta y sólo entonces ella reparó en que era un hombre muy alto, casi tanto como el otro. Abrió el refrigeardor y lo cerró. Luego buscó en el interior de una despensa y sacó un gran trozo de queso envuelto en un paño y una botella de vino hasta la mitad. Sacudió un par de vasos que había sobre el fregadero y los llenó.
.......... -¿Se sirve?
.......... El hombre accedió y se bebió su copa de un trago.
.......... Ella comenzó a cortar el queso hasta el momento que la mano de él detuvo la ruta que seguía la suya presionando el mango del cuchillo.
.......... -¿Tiene miedo? -preguntó.
.......... -No sé si miedo -dijo ella-. Pero me siento muy sola.
.......... -Es así. No tema. Ya pasará.
.......... -¿Usted cree?
.......... -Estoy seguro. Siempre es así.
.......... Le apartó la mano de la mesa y la abrazó por la cintura rodeándola desde atrás, de manera que el cabello de ella le quedara cerca de la nariz. Besó aquel cuello tibio y perfumado. Ella ayudó con las manos a lebvantarse el pelo para ofrecerle el tramo oculto de su piel que también era blanco y suave y que se endurecío al contacto de las dos mano fuertes que comenzaron a apretarlo lenta y persistentemente. ESTO ES UNA COPIA DE P: P:

.......... Cuando la soltó, la mujer se desplomó sobre el suelo de la cocina. Entonces el hombre caminó hacia la sala tambaleándose. Tuvo cuidado al poner sus pies de no tropezar con el cadáver. Y no tropezó. Cayó limpiamente en medio de la habitación oscura.

 

MATAR AL MARIDO ES LA CONSIGNA
(Premio de Cuento Consejo Nacional del Libro y la Lectura 1993)
PLANETA 1993


 
 

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