TRANSTIERRO
1
Miro el aire en el aire, pasarán
estos años cuántos de viento sucio
debajo de los párpados cuántos
del exilio,
2
. . . . . . . . comeré tierra
de la tierra bajo las tablas
del cemento, me haré ojo,
oleaje me haré
3
. . . . .. . . . . . parado
en la roca de la identidad, este
hueso y no otro me haré, esta
música mía córnea
4
. . . . .. . . . .. . . .. . por hueca.
. . . . .. . . . .. . . . . . . .. . ... . parto
soy, parto seré,
parto, parto, parto.
MONÓLOGO DEL FANÁTICO
Por mis venas discurre la sangre presurosa del animal inútil
que come cuatro veces al día como un puerco,
que me tutea y me deprime
con su palabra ufana,
testimonio evidente de esta parte de mí
que se muere al nacer, como una nube;
lo blando, lo confuso, lo que siempre está afuera
del peligro, el adorno y el encanto.
No beberé. No comeré otra carne
que la luz del peligro.
No morderé otra boca que la boca del fuego.
No saldré de mi cuerpo sino para morirme.
Ya no respiraré para otra cosa
que para estar despierto noche y día.
ESE RUIDO EN LOS SESOS
En las noches
cuando los oigo
rondar como libélulas
me digo:
¿morirán alguna vez
turbios los decadentes
o serán los testigos de todas las caídas
o serán animales sin testículos
que presumen de dioses, ruido
y ángeles, Swedenborg, o serán necesarios?
AL SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
DESDE ABAJO
Entonces nos colgaron de los pies, nos sacaron
la sangre por los ojos,
. . . . . . . . . . . . . . . . con un cuchillo
nos fueron marcando en el lomo, yo soy el número
25.033,
. . . . . nos pidieron
dulcemente,
casi al oído,
que gritáramos
viva no sé quién.
. . . . . . . . . . . . . Lo demás
son estas piedras que nos tapan, el viento.
ESCRITO CON L
Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, corre, crece
tentacular, se arrastra, sube al vacío
del vacío, en nombre
del conocimiento, pulpo
de tinta, paraliza la figura del sol
que hay en nosotros, nos
viciosamente mancha.
Mucha lectura entristece, mucha envilece
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . apestamos
a viejos, los griegos
eran los jóvenes, somos nosotros los turbios
como si los papiros dijeran algo distinto al ángel del aire:
somos nosotros los soberbios, ellos eran inocentes,
nosotros los del mosquerío, ellos eran los sabios.
Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, acaba
no tanto con la L de la famosa lucidez
sino con esa otra L
de la libertad,
de la locura
que ilumina lo hondo
de lo lúgubre,
. . . . . . . . . . lambda,
. . . . . . . . . . . . . . . . loca,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . luciérnaga
antes del fósforo, mucho antes
del latido
del Logos.
VICTROLA VIEJA
No confundir las moscas con las estrellas:
oh la vieja victrola de los sofistas.
Maten, maten poetas para estudiarlos.
Coman, sigan comiendo bibliografía.
Libros y libros, libros hasta en las nubes,
pero la poesía se escribe sola.
Se escribe con los dientes, con el peligro,
con la verdad terrible de cada cosa.
No hay proceso que valga, ni teoría,
para parar el tiempo que nos arrasa.
Vuela y vuela el planeta, ¿y el muerto?: inmóvil,
¡y únicamente el viento de la Palabra!
Qué te parece el disco de los infusos:
páginas y más páginas de cemento.
Que entren con sus guitarras los profesores
y el originalista de quince dedos.
Ese que tiene el récord y anda que te anda
descubriendo el principio de los principios.
El alfabeto mismo le queda corto
para decir lo mismo que estaba dicho.
Y al que le venga el cuero que se lo ponga
antes que lo dejemos feo y desnudo.
Bajarse del caballo. La cosa empieza
por el ser más abstracto. O el más abstruso.
Dele con los estratos y la estructura
cuando el mar se demuestra pero nadando.
Siempre vendrán de vuelta sin haber ido
nunca a ninguna parte los doctorados.
Y eso que vuelan gratis: tanto prestigio,
tanto arrogante junto, tanto congreso.
Revistas y revistas y majestades
cuando los eruditos ponen un huevo.
Ponen un huevo hueco tan husserlino,
tan sibilinamente heideggeriano,
que, exhaustivos y todo, los hermeneutas
dejan el laberinto más enredado.
Paren, paren la música de esta prosa:
vieja la vieja trampa de los sofistas.
A los enmascarados y enmascarantes
este cauterio rojo de poesía.
CONTRA LA MUERTE
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, por no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.
APARICIÓN
Por un Gonzalo hay otro, por el que sale
hay otro que entra, por el que se pierde en lo áspero
del páramo hay otro que resplandece, nombre por nombre, otro
hijo del rayo, con toda la hermosura
y el estrépito de la guerra, por un Gonzalo veloz
hay otro que salta encima del caballo, otro que vuela
más allá del 2000, otro que le arrebata
el fuego al origen, otro que se quema en el aire
de lo oscuro: entonces aparece otro y otro.
EPITAFIO
Se dirá en el adiós que amé los pájaros salvajes, el aullido
cerrado ahí, tersa la tabla
de no morir, las flores:
. . . . . . . . . . . . . . . . . aquí yace
Gonzalo cuando el viento,
y unas pobres mujeres lo lloraron