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"Quejido, canto y arrullo"
Editorial Garceta, 2023, 88 páginas, de Yeny Díaz Wentén (1983)

Por Gonzalo Schwenke

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Los poemas de Yeny Díaz Wentén (Los Ángeles, 1983) en Quejido, canto y arrullo (Editorial Garceta, 2023) salen a la luz después de la pandemia por el coronavirus, por lo que no es extraño que una de las temáticas desarrolladas sea la vida y la muerte. Distinto es que, el lugar de la casa sea un campo de batalla y también de refugio donde se teje un universo poético personal y contemporáneo sobre el cuerpo, la memoria familiar y la resiliencia de las mujeres.

El poema “El hombre y el poeta” introduce una voz fantasmal que se niega al olvido, persistiendo más allá de la muerte física. Dicha persistencia subraya el poder de la poesía para resignificar experiencias violentadas, transformando epítetos deshumanizadores en afirmaciones de identidad. Así, el poema simboliza la transmisión intergeneracional de un legado vital que desafía la aniquilación y el temor al mañana.

 

Yeny Díaz Wentén 


En el poema “Beatriz González Vilches” la descomposición del cuerpo de la joven asesinada por la pareja en Rengo, simboliza la brutalidad del acto. El hablante se apropia de la violencia para convertirla en un acto de denuncia y un recordatorio de cómo la violencia puede despojar al cuerpo de su integridad, convirtiéndolo en un espacio del recuerdo.

En “Las tres”, el cuerpo femenino no se descompone, sino que se “agrieta como las granadas maduras” para dar vida. El cuerpo es un espacio de fortaleza y creación, demostrando que la misma materia puede ser vulnerable también tiene el poder de dar vida. El uso de estos procesos biológicos y corporales permite abordar la complejidad de la experiencia humana, desde el dolor y la muerte hasta el nacimiento.

La casa no es solo un espacio físico, sino una metáfora compleja del “yo” poético femenino y de la memoria ancestral. Alberga miedos, traumas y heridas de generaciones, lo que la convierte en un espacio fragmentado y roído. Sin embargo, a través de las labores cotidianas, las mujeres construyen y resisten las estructuras patriarcales, transformando la casa en un refugio de lo íntimo y un lugar de supervivencia.

Las habitaciones de esta casa albergan “miedos heredados de mis padres”, “los abusos con sus dueños” y “partes del hígado, trozos de corazón, placentas”, lo que revela que más que ser un lugar de resguardo, funciona como un depósito del trauma y la herencia vivida durante generaciones solamente por ser mapuche.

En el poema “Las Tres” el hablante celebra vínculo y la regeneración de la vida femenina. La imagen de una mujer que “aprieta los labios y cierra los ojos” y “le toma la mano y esa mujer vuelve a respirar” revela la ética del cuidado y el apoyo mutuo en las relaciones entre mujeres. La descripción del parto donde “Esa mujer como un río que rompe trae a otra mujer consigo”, con la mujer que “se agarra y se agrieta como las granadas maduras rojas deliciosas a gritos a jugos”, exalta el cuerpo femenino como epicentro de creación y transformación. La “semilla infinita de sí misma” conceptualiza a la mujer como una fuente perpetua de vida, multiplicándose y extendiéndose a través de sus descendientes, lo que desafía las nociones patriarcales de linaje y herencia para proponer una genealogía femenina.

En el universo poético abundan las referencias a las partes del cuerpo (“huesos”, “pelvis”, “manos”, “ojos”, “pecho”, “cuero” y “caderas”) y a los procesos biológicos (“gusanillos hormigas, chanchitos de tierra espigas brotes pájaros y tierra dentro de las órbitas de mis huesos”, o a la fluidez vital en los “jugos”). Explora la fragilidad del cuerpo para impedir que las experiencias de violencia y trauma sean olvidadas, busca conectar la descomposición con los ciclos naturales de vida y muerte y sirve para reafirmar la humanidad y la vitalidad de quienes fueron deshumanizados.

En “Despedida”, el duelo se escenifica en un entorno natural “rasposo”, donde el paisaje y las emociones del hablante se fusionan en una simbiosis entre lo interno y lo externo. La muerte del vacuno, un animal que es el “rey de las pezuñas plateadas”, se convierte en un evento cósmico en el que el viento y la tormenta son participantes activos.

Además, el poemario utiliza la naturaleza de manera constante, nombrando flora y fauna para que interactúen con el cuerpo, representen emociones y a menudo estén personificadas. El acto de cortar el vínculo con un cuchillo en un “pasto rojo” implica una comunión con la tierra y sus ciclos de vida y muerte, borrando los límites entre lo humano y el paisaje.

Quejido, canto y arrullo (2023) se alza como un canto a la adaptación del espíritu frente a la adversidad. Con un tejido poético denso y polisémico, el hablante desarrolla la metáfora de la casa en la que desentraña los hilos del trauma heredado y la memoria, mostrando cómo la confrontación con lo abyecto puede ser catalizador para fortalecer y perpetuar la vida, cimentadas en la conexión con el linaje y el entorno natural.

 

 

 

 

Algunos poemas de Quejido, canto y arrullo
En YENE Revista, marzo 2025


Beatriz González Vilches

Porque no se sabe si es Dios o el Diablo quién carga 
el arma
y el Diablo llama al miedo al corazón y Dios llama a la 
         devoción a la locura
y se prenden dentro tuyo todas esas cosas tan infinitas 
llenas de dedos y balas
y era yo toda la hermosa de mi familia
y era yo toda la cuna de mi chiquita con dos estrellas
encendía mi casa que soy yo,
una casa?
una casa que era yo anidando
ahora me veo gusanillos hormigas, chanchitos de tierra
espigas brotes pájaros y tierra dentro de las órbitas de mis 
           huesos
la pelvis se llenó de arenilla y terrones en una casa 
des armada.

 

Porque no se sabe si es Dios o el Diablo quién carga 
el arma
y el Diablo llama al miedo al corazón y Dios llama a la 
            devoción a la locura
no sé si fue el calor o la rabia de febrero
de saber sobre el otoño cercano.
Pero si usted me pregunta qué es morir no lo sé,
yo estoy tan llena de vida de vida.
Pero si usted me pregunta con dieciséis años que podría 
decir de vivir?
mi casa de antes era muy parecida
a esta, pero con menos arena y bichitos y tenía una hija
una hijita de carne y pulsos y una casa des armada.

 

Porque no se sabe si es Dios o el Diablo quién carga 
el arma
y el Diablo llama al miedo al corazón y Dios llama a la
            devoción a la locura
sabe yo nunca fui la enamorada de Dante y nunca existió 
un paraíso
y las niñas que se vinieron conmigo confiamos a las vivas 
          nuestras crías
bestias cuidaran de las que quedamos
y yo seré eternamente el fantasma en la mano
siniestra del que vive en el calabozo en un eterno verano 
de espanto
y yo seré eternamente el fantasma en la mano
siniestra del que vive en el calabozo
porque con 16 soy el recuerdo terrible de que las armas 
             las cargan los enamorados
porque con 16 conocí los círculos de los infiernos en una 
casa des armada
porque soy Beatriz González Vilches de Rengo y supe 
                                                            quién carga las armas
desde mis raíces de tumba murmuro estos versos.

 


Casa IV

Las paredes de mi casa tienen trenzas de totora, junco y pelo 
las mujeres antiguas me enseñaron de cenizas y  
a tejer murallas altísimas, tan altas que de todas 
me destaqué por ser la más sola dellas en 
la delicadeza del embrutecimiento y la soledad de la tozudez. 
Las mujeres de mi familia me enseñaron 
a formar casa
a trenzar grandes murallas de quila
paredes tan altas extensas
de todas me he destacado en la confección de mi propio
[confinamiento
lucida como una ave extraordinaria
Mi casa tiene trenzas de junco y totora,
pelo de las antiguas y penas firmes
aprendí de las mejores solas
de las más fuertes y toscas la delicadeza del 
embrutecimiento del corazón poco a poco
cada vuelta se cierra más el pecho 
aprendí de las mejores artesanas de las gatas más hábiles
las albañiles del penar
las tejedoras de la soledad 
calladitas encorvándose entre los recuerdos
siempre azuzando el fuego, revolviendo la ceniza para limpiar
los trastes los dientes.

 


Nosotras

Deberíamos mirar hacia atrás 
¡mirar hacia atrás, hacia todos los puntos!
todos esos puntos con sus ojos y sus dirán,
porque desde que sé, todo siempre se hizo sal
o pecado o vida
a la mirada de los hombres.
Los cardos, la lágrima y esas pequeñas flores del canto
las esporas, la totora que se tejió a nuestro ver.
En una partícula de la quila crecida,
en la coronilla de la divina misericordia se indicó  
al pecho de la Virgen, a los pies amarrados de las niñas
en los muñones de las que robaron de mentira,
que todo sería sal que todo sería nada 
por tocar con nuestros ojos el paisaje.
Ahora mientras rezo estas palabras y se invoca
a las almas de las que nos amaron
no mirar hacia atrás se borró de los huesos de nosotras.
Deberíamos mirar hacia atrás 
¡mirar hacia atrás, hacia todos los puntos!
todos esos puntos con sus ojos y sus dirán
porque desde que sé, todo siempre se hizo sal
o pecado o vida
a la mirada de los hombres y de aquellas mujeres del miedo.
Ahora mientras invoco los nombres de las que no están
me vuelvo urco o paloma, flecha o caricia
y soy libre de caminar hasta las crestas grandiosas 
o de posarme en la gota de sudor que se apaga en tu ingle
mirar desde ahí siendo la absoluta la más poderosa  
el acanto  dulce o ese veneno delicado.
Por eso ahora mientras invoco los nombres de las que no están
me vuelvo me vuelo yo en los cuatros puntos
en mi pecado o en mi vida 
lejos de la mirada de los hombres y de aquellas mujeres del miedo.

 


Despedida

En los pastizales duros, esos de chépica rasposos
dese pasto que corta la carne al jugar,
en ese monte despierto yo mujer sobre un vacuno,
el rey de las pezuñas plateadas que se duerme callado
y agacha la cabeza ante Dios para dormir,
yo mujer, despierto en la panza caída de mi amor rumiante.

 

Se ha rendido antes de la tormenta que cubre a mi azabache,
ni moscas ni grillos acompañan este velorio soy yo solita
ahora, la que ve dormir a mi vacuno negro al galano de mi laberinto
y pienso sobre su abdomen que se viene el cielo tan oscuro,
que el pasto se tornó quemado y me puse más morena
y luego más pálida alguien alguno venga hay que cavar un foso
con tal hondura donde entre mi hermoso y mi amor.

 

Se acerca el viento con sus nubes, pero no nos movemos
lágrima y gota se despiden, 
que enorme se volvió mi amor para cubrir su muerte
alguien alguno venga con hondura a cavar un foso,
el viento viene pero no nos movemos aún estamos desahuciándonos?
que pestañas más quietas y pezuñas más brillantes
no hablo de sus ojos que ya no miran más que cielo.

 

Los vacunos rojos de las pesadillas se han llevado a mi cariño
mi pelo enredado en cuernos se tejen como riendas,
hay que liberarlo dice la tormenta he sacado mi cuchillo
y a ras de mi cuero lo he cortado como todo lazo a
este enamorado en este pasto rojo 
porque la muerte
quema donde se posa la vida 
y otro canto en otra 
parte ya me ha dado.


Las tres

. . . . . . . . . . . . . .para Verito, Marina y Alicia

Una mujer respira
una mujer respira junto a otra 
una aprieta los labios y cierra los ojos
la otra le toma la mano y esa mujer vuelve a respirar
Otra vez una mujer respira mientras la 
otra se agarra y se agrieta como las granadas
maduras rojas deliciosas a gritos a jugos.
Esa mujer como un río que rompe trae a otra mujer consigo
y respiran las dos en un alivio 
y luego viene en un asomo otra mujer
y crujen los huesos  esos de las caderas 
ceden las carnes y aparece otro botón aullando 
en otra vida  y una mujer respira  y llora
la otra mujer respira en un descanso
y saludando la mujer más pequeña llora y llora 
y esta es la nueva vida la historia de cómo una mujer se divide
en muchas siendo una semilla infinita de sí misma.

 



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