"Si tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas". Así ironizaba Cervantes en el prólogo del Quijote, sugiriendo que un poco conocimiento de la lengua italiana bastaba para apropiarse de ciertas ideas filosóficas. Pero si leer a León Hebreo no requiere gran dominio del italiano, enfrentarse a Hatu G.K. en Hojadrio exige un conocimiento profundo del español. Su poesía es una embestida lingüística, donde la estética barroca del exceso desborda las forma sin contención.
La experiencia de leer Hojadrio es la de un constante extravío. La sintaxis se disloca, las palabras estallan en significados imprevistos, y la imagen poética nunca se resuelve en una figura estable. No es un lenguaje que se pliega sobre sí mismo en una estructura cerrada, sino que se expande en espirales de fuga, llevando al lector a una deriva sin centro.
Hatu G.K.
Hojadrio se instala en la estética del "nuevo barroco postcontemporáneo": un barroco no como revisión histórica, sino como una intensificación del lenguaje hasta su fractura. Si el neobarroco latinoamericano de Severo Sarduy, Lezama Lima o Néstor Perlongher jugaba con la acumulación de imágenes y la saturación verbal, en Hatu G.K. encontramos una versión más radical, donde el exceso ya no busca crear una textura sensorial exuberante, sino disolver el significado en su propia proliferación.
Esta escritura no solo desborda el límite del sentido, sino que también opera como una máquina de deformación lingüística. La sintaxis se descompone en estructuras disonantes, los neologismos contaminan la cadencia del verso y el poema se convierte en un campo de tensiones donde las palabras parecen competir por imponerse unas sobre otras.
El neobarroco en América Latina surgió como una estrategia de resistencia al lenguaje colonial y a la transparencia instrumental de la modernidad. En Hojadrio, sin embargo, la resistencia no está en la recuperación de una tradición desplazada, sino en la imposibilidad misma de fijar un significado. Esta obra comparte, por un lado, la obsesividad barroca por el lenguaje como material vivo y por otro, la experimentación contemporánea con el fragmento, la discontinuidad y la ruina del discurso.
El poeta parece invocar una sintaxis en crisis, donde la oración se interrumpe antes de cerrar el sentido, donde las palabras se contradicen a sí mismas en un acto de sabotaje constante. En lugar de estructuras narrativas o líricas convencionales, encontramos una escritura que avanza por acumulación, por colisión, por desgaste.
Los poemas de Hojadrio desarman conceptos como la fe, la identidad y la historia. Las referencias cristianas aparecen con fuerza, pero no desde la devoción, sino desde la confrontación. En poemas como Poema cristianísimo o Patrística del afecto, la iconografía sagrada se vuelve un campo de batalla para cuestionar la autoridad del padre, el sacrificio y la fe impuesta. No hay un "yo" estable en estos versos, sino una voz que se descompone, se fragmenta y se disuelve en la historia, el lenguaje y los otros. Cada poema es un espejo roto donde la identidad nunca termina de definirse.
Leer Hojadrio no es fácil. Es un ejercicio casi físico, donde el lector debe resistir la tentación de interpretar rápidamente y someterse, en cambio, a la materialidad del lenguaje. No se trata de descifrar un código oculto ni de buscar una verdad profunda tras la complejidad. La verdadera experiencia está en la fricción misma con las palabras, en la imposibilidad de reducirlas a un solo significado.
En un panorama poético donde la tendencia dominante ha sido la depuración del verso, la claridad del tono y la inmediatez del sentido, Hojadrio se erige como un monumento de resistencia. Es una obra que exige ser leída con la misma ferocidad con la que fue escrita. No es un libro para quienes buscan confort en la poesía, sino para quienes están dispuestos a perderse en ella sin garantías de retorno.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com En el vértigo de Hojadrio sin garantías de retorno
Por Marcos Riesco