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Humberto Díaz Casanueva:
"El trabajo poético es un ejercicio órfico"

Publicado en ÚLTIMO REINO, N°3, Revista de Poesía. Bs. Aires, julio/septiembre 1980


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Reproducimos a continuación dos trabajos que sobre el proceso de la creación poética escribiera Humberto Díaz Casanueva y que figuran, respectivamente, en la antología 33 Nombres Claves de la Actual Poesía Chilena, aparecida en los números 33 al 38 de la Revista de Poesía y Teoría Poética Orfeo (Santiago de Chile, 1968), y en la Antología de la Poesía Chilena Contemporánea, de Alfonso Calderón (Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1970).

 

POESÍA

La poesía es para mí, ante todo, una disciplina a la que concedo un valor arcano y casi religioso, que va más allá de su propio contorno estético. En su sentido esencial se me aparece huidiza, velada, submarina, con pequeñas interruptas centellas. En su trascendencia, tiene mucho que ver con la tragedia del conocimiento por el poder de revelación que se le entrevé. En su ejercicio, se me figura una cuerda tensa sobre un abismo. Respecto a mi obra, puedo decir que ella tiene un desarrollo de acuerdo con la inmersión en mí mismo y en ella he sido terriblemente sincero. Algunos podrán apreciar esto al comparar la imagen sensual y musical de mi primer libro con la imagen que condensa intuiciones mágicas y premetafísicas de Vigilia por Dentro. Este último libro es resultado de un largo esfuerzo y nade hay en él que sea azar o juego. En sus líneas generales responde a una conciencia lírica vigilante y tiene un contenido estético y filosófico.

Pero esto en Chile apenas fue visto o más bien negado o torcido. Si en mí hay desasosiego y carencia de la suficiente claridad lógica que se desearía, es porque he querido trabajar en los propios orígenes emocionales del pensamiento poético, ahí mismo donde poderes dionisíacos nublan la conciencia clarificadora hasta asfixiarla en la expresión, antes de que sucedan la ordenación y diferenciación lógicas. Pero no soy médium ni trabajo con técnicos surrealistas ni ultraístas, y soy consciente de lo que hago y puedo dar cuenta de cada imagen o idea poética y de la razón de su existencia. Confieso que me cruzan la angustia por la claridad y la unidad y la fatiga de un subjetivismo extenuador. Comprendo le necesidad de disciplinar la inteligencia y no escamoteo tal deber —que es de exigir especialmente entre nosotros, en que la poesía está tan desproblematizada—, pero tal disciplina no ha de ir más allá del propio temperamento poético si no es para ahondarlo y destilarlo, porque de otro modo se caería en la retórica de un clasicismo estéril.

Fácil me sería anclar en plácidas formas, pero es bello y heróico asistir a las batallas del ser, rehuir todo libertinaje y facilidad y aceptar el cilicio. Trataré siempre de dar a mi obra la mayor intensidad posible, rigor y entraña, no asustándome del sonido dramático que a veces pueda tomar, ya que su apoyo está entre peligros y enigmas.-

 

 

 

 


LA VISION

(del libro Vigilia por dentro)

Yacía obscuro, los párpados caídos hacia lo terrible acaso, en el fin del mundo, con estas dos manos insomnes
entre el viento que me cruzaba con sus restos de cielo.
Entonces ninguna idea tuve, en una blancura enorme se perdieron mis sienes como desangradas coronas y mis huesos resplandecieron como bronces sagrados,
Tocaba aquella cima de donde el alba mana suavemente con mis manos que translucían un mar en orden mágico.
Era el camino más puro y era la luz ya sólida por aguas dormidas, resbalaba hacia mis orígenes quebrando mi piel blanca, sólo su aceite brillaba.
Nacía mi ser matinal, acaso de la tierra o del cielo que esperaba desde antaño y cuyo paso de sombra apagó mi oído que zumbaba como el nido del viento.
Por primera vez fui lúcido mas sin mi lengua ni sus ecos
sin lágrimas, revelándome nociones y doradas melodías; solté una paloma y ella cerraba mi sangre en el silencio,
comprendí que la frente se formaba sobre un vasto sueño
como una lenta costra sobre una herida que mana sin cesar.
Eso es todo, la noche hacía de mis brazos ramos secretos
y acaso mi espalda ya se cuajaba en su misma sombra.
Torné a lo obscuro, a larva reprimida otra vez en mi frente y un terror hizo que gozara de mi corazón en claros cantos.
Estoy seguro que he tentado las cenizas de mi propia muerte, aquellas que dentro del sueño hacen mi más profundo desvelo.

 

 



COMO TRABAJAN EL ARTISTA Y EL ESCRITOR (1956)


I

Cada poeta tiene sus rituales ante la página blanca. Schiller olía manzanas podridas, y Baudelaire, perfumes fuertes. La estadística de tales síntomas o hábitos es atrayente, pero insignificante.

II

La circunstancia más fortuita o el motivo más futil pueden despertar la voracidad creadora. Pero conviene no olvidar que la manzana para Newton fue sólo la gota que desbordó el vaso. El poeta logra concentrarse en el acto creador porque ya está grávido.

III

Hay que escrutar la personalidad plena del poeta y no únicamente su éxtasis creador; es decir, su sistema de creencias y valores, sus experiencias, su concepción del hombre, del mundo, de la poesía. Como se trata más bien de un proceso de fermentación que escapa en gran parte a su dominio, habrá que aplicar un sondeo parecido al psicoanálisis; pero éste, al menos por ahora, sólo ha podido encontrar en los poetas el complejo de Edipo o la regresión narcicista, determinantes simbólicos demasiado generales y que explican sin esclarecer.

IV

Lo que otros llaman inspiración y que para ellos es facilidad jugosa, es para mí plenitud tanto de mis dones como de mi impotencia. Tal vez me suceda esto porque no escribo para agradar sino para explorar. La experiencia poética me interesa como una manera de transparentar el fondo de la existencia humana.

V

A veces siento una facilidad sospechosa y me invaden ritmos y hasta rimas. Al amasar tal material que resulta de un desborde, me salen poemas que rehuyo porque no son hijos legítimos del rigor de mi espíritu. En realidad sólo tengo un libro de poemas (Vigilia por Dentro). Mis otros libros son acumulaciones orquestales dominadas por una figura simbólica obsesiva, una intención dramática, un fantasma especulativo y casi imposible, y que me acompaña por meses y por años (El aventurero; El blasfemo; la Madre muerta; La Estatua de sal; la Hija Viva).

VI

Algunos han dicho que yo transcribo filosofía en mis poemas. Jamás he podido escribir con planes abstractos e ideas metafísicas deliberadas. Todo se inicia en un estado de ánimo que se va expandiendo en asociaciones.

VII

Hay un deleite en la inspiración, pero para un artista orgulloso hay también un desafío en la esterilidad. Esta no es sólo la fuente seca: es un sufrimiento, una inhibición, una terquedad del espíritu que no quiere despojarse de sus velos. Para vencer la esterilidad he recurrido a menudo al desvarío.

VIII

El desvarío es un abandono, un método pasivo que relaja la facultad consciente. Advierto entonces mi complacencia por lo imaginativo, lo insólito, lo maravilloso y hasta lo absurdo. Intuyo extrañas analogías y me extravían presentimientos oscuros. Quiero en tal caso encaminar la espontaneidad caótica hacia zonas lúcidas. Trato de respetar la lógica recóndita que puede haber en el azar del espíritu y, al mismo tiempo, transmutar esa abundancia, esas imágenes espasmódicas en sentido y en significación. Rechazo la imagen gratuita y busco el símbolo que asocie la emoción y el pensamiento.

IX

En estas condiciones, el trabajo poético es un ejercicio órfico. Siento a Eurídice en mis brazos, pero si la miro, la mato. Huye la visión si el pensamiento ilumina demasiado su desnudez. Para mí el poema ha sido siempre una lucha, una agonía, un amargo juego dialéctico.

X

Todo se resuelve en las palabras. Cuando tengo confianza en ellas, todo va bien. Me fascina el interior de las palabras y encontrar, aun en las más desahuciadas, valores emotivos y asociativos. Las palabras me producen un frenesí casi físico: las masco, las saboreo. Creo que el lenguaje poético de mi tiempo es un poder todavía virgen capaz de producir mayor revelación del ser humano. Aunque tentación tan grande supone una constante pugna entre la ambición de revelar y la necesidad de comunicar.

 

 

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