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PLAZASPARQUESPUENTES
(Mago Editores, 2008)

Horacio Eloy
(Selección)




(De Paisajes de Milagros, 1992)
Nocturno

Recuerdo a Teillier
¿será por el tren
que no se detiene
y al cual nadie sube?
Todos duermen
Colgado de mis ojeras
voy tras el vino,
la noche
cubre todo
absolutamente todo
menos
este vagón
que arde por dentro.

 

Este pavimento

Desborda la madrugada,
estrellas ojerosas,
lamiendo el pavimento,
se les fue el blanco
se extravió el tinto,
Ulises Ramírez, el anfitrión,
inundado de vómitos y huracanes,
cigarrillos decapitados
por los tiras de la brigada aquella,
profanada la gran libación,
sacerdotisas en cama, en coma,
y aquel prefecto atinando al mambo
y dale a los voltios
y dale a los voltios
y dale metáforas, anáforas, jitánforas.
Bolsillos náufragos
acechando estas horas
estas palabras nuestras
secando el pavimento,
tú en la cana,
este pavimento
resecando
el alma nuestra.

 

Hotel

Este hotel
huele a fantasmas,
este hotel
respira azufre y puñales,
sombras deshilachadas
cuelgan de sus paredes,
una coreografía de cicatrices
avanza por sus pasillos.
No son tus quejidos
peregrinando estas sábanas,
no son tus nalgas acechando
estos espejos.
Este cuarto está cargado,
amorcito mío,
vístete y busquemos otro sitio,
acá atisban otras pupilas,
en este hotel no pasa,
alguien nos ganó la mano,
cosita mía.
Este hotel
está teñido
de un luto aún inconcluso.

 

(De El cielo a pedazos, 1995)
Odisea

Desde su nave de harapos
fue descendiendo Dimitriv,
hambriento, anémico descendió
cuesta abajo,
con sus pupilas regadas de estrellas,
con sus cabellos ensortijados de aerolitos.
Dimitriv
el mujik descendió
escoltado de ángeles y querubines,
trémulo cruzó el espacio
en su chatarra apestosa,
atravesado de pesadillas
descendió,
atormentado, alucinado,
a la deriva de las ideologías,
sentía que el hálito
del mismísimo DIOS
trazaba su inexorable sino,
su ruta de santo varón.
Soñaba la Plaza Roja
un domingo de ramos,
soñaba globos y niños,
soñaba un pubis glorioso,
soñaba unos labios frescos,
soñaba bosques, mariposas,
soñaba un Pope
de luengas barbas
tañendo campanas
simples,
alegres
como una roja manzana
ya fuera
de temporada.

 

(De Rituálica de despedida, 2001)
Cine Minerva

Minerva, protectora de las artes
y las ciencias,
San Pablo, apóstol y santo,
Chacabuco, batalla,
campo de concentración.
San Pablo con Chacabuco.
Francisca iba a la vermut
todos los sábados,
Pablo también,
miradas furtivas cabalgaban
de uno a otro,
miradas cómplices,
ese viejo asunto
de ojos y pelvis.
Ella vivía en Libertad, con sus padres,
él, con su abuela en Cueto.
Ella estudiaba en el Liceo 1,
él, en el Instituto Nacional
Ella leía a Simone de Beauvoire,
él, a Jack Kerouac.
Se conocieron en la Posta Chacabuco
A la vuelta del hospital San Juan de Dios.
Ella se había roto una pierna,
él, se había partido la cabeza.
Se besaron mil veces en el Minerva.
Ella vive ahora en Rotterdam,
él, en el Patio 29.

 

Puente de los carros

Sobre el puente de fierro
párrafos y párrafos de fritangas
esparcen su discurso.
Indiferente al perfume de tomates,
a esa percusión de cementerios,
el mapa se arrima sobre sus meridianos,
sobre esas aguas turbulentas,
sobre ese puente de los milagros.
Sus sueños certeros
envuelven la Pérgola de la Avenida La Paz
y aquel patético obelisco
donde desahuciados graffitis
asaltan el pavimento
como pulgas y profecías.
Las calles sin aliento
flotan sobre los ecos del torrente
que no cesa su discurso.
El puente clausurado
traduce el dialecto del río,
extraviados poemas que se hunden
y vuelven a respirar.

 

Plaza Almagro

Santa Isabel con San Diego,
una pareja con visa al Paraíso,
Benjamín Vicuña Mackenna, su padrino
reflexivo observa desde el Santa Lucía.
La plaza era un collage alucinante,
un cinturón de buses disparándose a la provincia,
el primer rodoviario de la urbe por los años 60.
Desde su monumento
Luis Emilio Recabarren,
escribe y sueña federaciones y confederaciones
marchando por alamedas infinitas.
Al frente, precisos y silenciosos
los libros, los libreros
aquellos buenos vecinos.
Apoteósica la Basílica de los Sacramentos
ilumina con sus campanadas
la fragilidad de los días.
A su diestra desde los Juegos Diana
zarpan amnésicas las naves de la infancia.

 

Puente Bulnes

En este puente sin memoria
solitario el poema atraviesa el río,
palabras abandonadas
que emergen y se sumergen.
Joan Alsina, sacerdote español,
mira los ojos de su asesino uniformado,
El poema se desangra.
Los automóviles indiferentes
cruzan a gran velocidad.
El poema abraza sus muertos
para que no abusen
del olvido.

 

Un sitio para Aurora

Aurora vestía sencilla
simple como una calle de domingo,
su rostro de araucaria,
sus ojos de canelo.
Trasparente, casi alada
llegó al gran valle,
ignoraba la lucha de clases
y la «Liga Nacional para una Política Sexual Proletaria».
Tejía deshilachados recuerdos,
sus manos amasaban prodigios,
bordaba amaneceres,
la lluvia le festejaba.
Aurora pisó el gran valle
envuelta en escapularios
con un rosario prendido a su pubis,
Aurora llegó sin culpas,
llegó con la luna en sus ojos,
llegó y hacía el amor
con la exactitud de la primavera.
Desde entonces siempre
sus muslos y pechos
hacían palidecer
aquellas oscuras animitas
de nuestro barrio.

 

Jornada

Con un rugido de anfetaminas,
las voces a los cielos:
«Sicilianas musas un poco más alto cantemos».
Con trompetas,
con cultrunes
la marcha iniciaron,
con emblemas
la marcha
tragando automóviles
con una jerga
de cien mil decibeles
para que escuchasen
los sordos de espíritu,
los prestamistas,
los lameculos
los mecenas,
los dioses.
La marcha
con las liras alzadas
erguidas como vergas resplandecientes,
para que observase la policía
las ninfas
la prensa
los informantes.
«El mundo es como lo vemos»
escribe alguien en los muros.
La marcha inexorable,
el polvo en la garganta,
lacrimógenas colgándose en las ojeras,
después lo de siempre,
la estampida,
la piedra vehemente,
el vientre tibio,
la buhardilla.

 

Cine Carrera

Ocurrían cosas curiosas en el
Carrera:
retorcíanse finales
esfumábanse escenas, en
ocasiones especiales los estelares invitaban unos tragos
o bien a disfrutar de unos aromáticos jamaicanos en
los escaños pálidos de la Alameda.
La última Semana Santa
fueron crucificados todos,
absolutamente todos
los sacerdotes del Sanedrín,
en tanto Jesucristo,
junto a Poncio Pilatos,
Marco Valerio Marcial y otros
convertía en tinto y blanco
todos los pozos de Canaán,
las imágenes ardían entre la música
y el pan negro.
Finalmente, Richard Cayo Burton y sus
fieles legionarios regresaron la historia a
su versión oficial.
Ocurrían cosas curiosas en el Carrera
mucha ficción, mucha Literatura.
Hoy sólo espectros nostálgicos
deambulan por su sala,
conmocionados bailan.
Lo saben
lo único posible
sólo un estreno de lápidas.

 

Cine Novedades

Alzado como zigurat
al centro de la calle Cueto,
a pocas cuadras, la Quinta Normal,
en ella, Gary Cooper, Jack Palance,
Errol Flynn y otros de la misma calaña,
hastiados de cabalgatas y tiroteos
remojaban sus gargantas
y descansaban sus almas
fatigadas de tanta sangre,
tanta sangre, tanto polvo.
Luego al crepúsculo el infinito retorno,
los gritos del público, los garabatos al
cojo de turno, las dagas, el veneno,
algunas chicas, el whisky y tanta sangre,
tanto polvo, la maldita rutina.
El Novedades enrollado en cavilaciones metafísicas,
metros y metros y metros de celuloide,
obsesionado leyendo al poeta, Oquendo de Amat,
no dudó un instante
y resuelto apostó contra la muerte,
y se hizo sobrevivencia pura,
pura imagen, pura poesía.
Y no fue iglesia mormona,
no fue templo evangélico,
no fue ashram ni mezquita,
no fue sauna ni baño turco,
no se hizo fábrica de espejos,
no fue boite ni discoteque,
no fue O.N.G. no fue prostíbulo ni hotel tampoco fue.
El Novedades,
esta gigantesca animita
iluminando los cielos
de nuestra ciudad
en redención permanente.

 


 

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Poesía de Horacio Eloy
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