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ANOMALÍA Y BESTIARIO PARA EL OJO NEOLIBERAL
Presentación de Matria (Cuarto Propio, 2007) de Antonio Silva (1970)

Por Héctor Hernández Montecinos
http://acheache.blogspot.com



1.-
Digresión. La obra poética de Antonio Silva es un solo corpus orgánico y excéntrico desde su plutónico debut con Andrógino (1996), en el cual inaugura un imaginario indiscutiblemente exótico donde las huérfanas y las indias rezan a la animita por un amor perdido, la geisha Li-Tsu toma sol en medio de cañas de bambú, las chicas de San Diego y San Franklin bailan tristes o llorando, la barca de Seth cruza el Nilo o se oyen las voces de los evangélicos que cantan con el cerro Chena de fondo. Este libro pasó desapercibido por la crítica de la época que no vio en él más que un amaneramiento de los recursos que podían ligarse, más por contenido que por forma, a la obra poética de Francisco Casas, en específico, Sodoma mía (1991). Las distancias entre ambas son suficientes para no caer en el juego de la comparación esencialista o la homologacíon fácil solamente por el gesto minoritario de su discurso.

Luego, con Analfabeta (2000) la radicalidad de esas subjetividades se torna más proliferante, es decir, abre su abanico a una Latinoamérica que no duda en llamar “antinatural”. Teotihuacán, Nueva York, Cuzco y la madre patria son una sola heterotopía que cubre de un sol hegemónico la piel morena de la ñusta, la “precolombina del amor”, esa que no tiene lengua madre porque toda madre representa y permite una violación. En este umbral del siglo XXI, nuevos lectores, y nuevos poetas, nos encontrábamos con una obra indócil, ácida, con un lenguaje fracturado desde su mismo lugar de escritura, tanto por la pobreza que permite una página en blanco como por el posicionamiento decididamente político y confrontacional a un locus poético que seguía apelando a una obra límpida, no problemática y entronchadamente literatosa. No digo académica, porque suele malinterpretarse maliciosamente el término, pero quiero dejar en claro el hecho de que una obra sea leída en una universidad no la academiza, ni mucho menos la legitima. La academia chilena no tuvo, y no tiene, la fuerza para imponer un canon que no sea fuera del mercado, esto es porque las obras literarias decididamente radicales de los setenta y ochenta hasta nuevas obras que voltean géneros y plantillas son mucho más influyentes y vigorosas que el intento de clasificación y encasillamiento al cual son sometidas.

Por último, antes de comenzar a referirme a la obra que hoy presentamos, quisiera insistir en el silenciamiento que se ha hecho de la obra poética de Antonio Silva, tanto por sus compañeros de generación que ven en él al más problemático y feroz, como también por la crítica literaria periodística cada día más alejada de la incorrección y más celebratoria del miedo, del cual ella también es víctima y culpable.

2.-
Matria. Incontables veces le insistí al autor en llamar a su libro Anómalo, para continuar con la saga de ese Andrógino y Analfabeta, que no son más que la reiteración de las primeras letras de su nombre, pero Antonio no me hizo caso. De ahí, que tenga que escarbar en la semántica de esta matria, que pareciera remitirme a una materia incompleta, a un cuerpo intermitente, a un territorio virgen y profanado a la vez. Al conocer este libro hace años no tuve dudas en celebrarlo como lo mejor y más próximo que he leído de los poetas que comenzaron a escribir en los noventa. Sin duda, es el más arriesgado formalmente, el que reconduce su obra por los senderos más peligrosos de la escritura poética, porque si de algún modo la crítica a la generación en la que apareció Silva es su pavidez, su carácter insípido y su afán de devolver la poesía, que venía haciéndose desde la dictadura, a la página en blanco y al libro como soporte y conformidad. Releo varias de esas obras, de hace diez o quince años, y me parecen menos que ridículas e insignificantes.

En Matria los recovecos y pasillos del continente se siguen ensanchando hasta tensionar las metáforas de la post dictadura que no es otra cosa que un totalitarismo transversal, que ya no es sólo milico sino que de género, de raza, de edad, de clase, una serie de microdictaduras democráticas que se sustentan en la predación del mercado y en la indiferenciación de izquierdas y derechas, salvo por temas morales, en los cuales siempre gana el sector más conservador y fascista. “He inventado una patria para los despatriados” dice Silva en el poema homónimo al libro, donde convive la india que habla una futura lengua mapuñol, o un sincrético idioma "Quechua, Aimará Naguatl”. Esta fuerza de un lenguaje, hoy en día, “terrorista” es la que se sitúa como primera piedra en el rostro del lector. No es una representación, ni un enroque, sino que la apropiación de una voz que no existe aún, una proletaria lengua del futuro que será la única que nos podrá narrar como historia y acontecimiento. Esta campesina que “deviene A B E C E D A R I O” va mutando en todas las posibilidades que permite su hemenéutica del sujeto, es tanto Miss Universo en un programa de televisión como el padre Hurtado con sus ángeles indios o Shakira en su “trínico cross-over”. Nada es fijo, nada se mueve. Esta suerte de guión imposible, de bestiario para el ojo neoliberal avanza y retrocede en su lectura de la literatura como excusa de una mirada errática a los agujeros negros que el campo cultural recicla como lugar de la diferencia. Quizá en este sentido no habría tanto que preguntarse cuán distintos somos sino que cuanto nos parecemos, y que esa misma cercanía nos signifique un llamado y un reto.

De todas las ruinas culturales que hoy se celebran como monumentos, la poesía de Antonio Silva hace un caprichoso raspaje, tanto la teleserie mexicana vista en una mediagua donde alguien revisa su estuche “mis cosas” bajo la atenta mirada de Emmanuel o como la vidente Coatlicue frente a un centro comercial que “expone sus grasas y carbohidratos”. Todas las vírgenes tienen nombres de putas y al revés. Las santas o animitas a las que se le piden un deseo tienen el rostro de travestis fantasmas que han sido asesinadas por el desprecio y el dolor, de la misma manera que “el agujero en el corazón de un niño afgano”. Como decía antes, todas estos vestigios y escombros de una invertida memoria, se hacen presentes con retazos de películas viejas, de calles oscuras, de chicos hoscos pero bellos en su delito, en Juana Iris que es la Virgen del Carmen de esta Matria. Tutelar y protectora de la dictadura del deseo. Una mística metáfora que burla a la muchacha francesa quemada por intrigas políticas y religiosas, y la hace hermana de utopía y castigo, pues son Arco e Iris, ambas una sola, asesinada por la mano invisible y celeste del fascismo global.

Para ir concluyendo esta sucinta presentación, quisiera señalar un par de materialidades más del libro como el sentido de accidente que Silva le da a la cotidianeidad, y por tal un sentimiento épico al revés, es decir, es un clamor de muchas voces que en este collage se ven paradojalmente aunadas bajo el rótulo de todo lo que puede significar el exilio tanto de la patria, como más terriblemente puede ser el de una familia. De “un beso para papá” quiero citar el final de un poema:

Con temor abandonas este pueblo
Alguien dice “se va la loca”
Una tormenta de risas diluye un beso
y agudiza una tristeza
que nunca sabes de dónde viene
tu tren

No sólo es el cruce entre la religiosidad popular y cierto cuño de lecturas teóricas las que se mueven como líneas de perspectiva a lo largo de libro, sino que también una gramática deconstruccionista que suena algo así como:

Iao banclara per piafulo jactarino
Visa y vega fenecillo jopal
Fioleciente Nuger trompe

para luego agregar:

y no temas a las palabras
pues ellas sólo están de paso
sobre tu lengua

Matria viene a ser una en érgica relectura de los tópicos de su obra anterior, ampliados hasta horizontes que ni el mismo Silva imaginó. Este libro es la más concluyente prueba de que la poesía no estaba muerta en la generación anterior, sino que sólo necesitaba un contexto en que nuevos ojos, nuevas mentes y nuevas sensibilidades y honestidades pudieran apreciar su profundidad, su desgarro y su genialidad. No me cabe ninguna duda de que este libro cierra un capítulo en lo que a generaciones se refiere y se suma a una distinta manera de entender la poesía y la catástrofe. Matria de Antonio Silva es la obra cumbre de un agujero histórico, y es la utopía que todos soñamos en seguir escribiendo desde este otro lado de la rebeldía, de la ternura y del odio a una patria en donde, como señala el poeta, “el hombre bueno será juzgado como un criminal”. Los auténticos poetas siempre somos terroristas, ¿o no, Antonio?.

HH
Santiago, 31 de marzo, 2008




 

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