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DESDE LA ESCRITURA DE SÍ MISMO: Una teoría de la subjetividad, una duda en la escritura y una pregunta por la contingencia

Por Héctor Hernández Montecinos
Lic. en Literatura. Doctor © en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte


Este estudio teórico fue presentado como Examen de Acreditación en el Doctorado en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile y es el resultado de una beca Fondart 2005 del CNCA. A pesar de que está dividido en tres partes, y que el examen debió ser una versión más resumida, tiene como transversalidad la relación rizomática entre sujeto y escritura desde un punto de vista en que la subjetividad como proceso es a la vez una escritura desde sí mismo, de igual forma como una escritura literaria o la configuración de una obra de arte. Se presenta como una teoría de la subjetividad con el postulado de que existe un triple anclaje conformado por cuerpos, territorios y discursos dentro del sujeto, y que las relaciones multívocas entre éstos son una zona donde confluyen las otras vectorialidades como el deseo y el miedo, las condiciones existenciales, la identidad, etc. Este conjunto caosmótico de procesos es una primera aproximación a esta teoría de la subjetividad desde donde son posibles la singularización y la ejecución de un consciente nómade que supera el dualismo entre racionalidad e inconsciente. El segundo capítulo de este estudio tiene que ver con la escritura como una duda de sí, ya sea desde su imposibilidad de representación, su inasibilidad de la experiencia como crisis que pone en jaque a su propio sistema, o como la reversibilidad entre lector y autor dentro de un fenómeno de posibilidades de identidad, es decir, la escritura como la alineación de estas vectorialidades en el mismo proceso de subjetivización y su materialización fenomenológica. Por último, la tercera parte, expone un acercamiento a la obra de arte contemporánea como lugar de metareflexión, de inflexibilidad ante las condiciones de su existencia y como posicionamiento político desde su propia materialidad. De este modo y explicadas muy sintéticamente, las tres partes del estudio confluyen de distintas maneras en que el sujeto se configura de la misma manera como la obra de arte, y en especial, desde la escritura que pregunta por la posibilidad de su aparición.

Aquí se presenta una teoría de la subjetividad novedosa que comienza con los trabajos que Michel Foucault no alcanzó a concluir sobre la subjetivación como obra de arte. Él hablaba del "pensamiento artista" que trata de la constitución de modos de existencia desde una inmersión y proyección de las fuerzas de sí mismo para generar un espacio de distancia crítica en donde poder verse como palimpsesto hermenéutico. Foucault señala que "la subjetivación no tiene ni siquiera que ver con la 'persona': se trata de una individuación, particular o colectiva, que caracteriza un acontecimiento (una hora del día, una corriente, un viento, una vida...) Se trata de un modo intensivo y no de un sujeto personal. Es una dimensión específica sin la cual no sería posible superar el saber ni resistir al poder" (Gilles Deleuze. Conversaciones 1972- 1990, p. 155-156). Esto es, mostrar las finas y múltiples relaciones que existen entre el proceso de la escritura literaria con la escritura de la subjetividad como un sí mismo, es decir, se plantea una conmutatividad en las vectorialidades tanto del sujeto como diagrama y de la escritura como zona de configuración de intensidades de representación que pone en duda la diferencia entre lector y escritor como agentes disociados en un mismo proceso estético y ético.

PRIMERA PARTE

EL SUJETO COMO OBRA: UNA EMERGENCIA TECNOLÓGICA

El proceso de subjetivización es paralelo a la producción de la obra de arte. La obra se constituye como subjetividad, y el sujeto se constituye como obra. La tecnología permite y da las pautas para indagar en el mundo en que se vive y como se trabaja la realidad (o la manipulación que se puede hacer de ella).

Para invertir la relación entre la realidad y el mundo habría que articular un mundo de discontinuidad y que deconstruya sus propias tecnologías o definitivamente las inutilice por completo. Esto se puede lograr con la ficción, un sistema de cortes y de ineficacia tecnológica. Aquí entra en juego la obra de arte (y la subjetivización) que pone en ridículo las tecnologías y que es un corte político, sea esto, un arte de la intervención. Foucault diría una "tecnología del yo".

Sobre el origen de la subjetivización de sí mismo y de la obra uno puede preguntarse si acaso es posible que el origen de la humanidad sea el origen de la consciencia, es decir, uno mismo en el otro. Siempre, en este caso, el origen es externo, ya sea una madre, una patria, un dios o diosa. Exterioridad de otro.

Revisando nuestra fuente cultural primigenia donde se da el proceso de construcción de un sujeto como obra, una obra como subjetividad que es el relato bíblico podemos notar que el paraíso es un flujo tecnológico, un sistema operativo hecho para el ser humano, pero este lo subvierte y ejerce un corte, una transgresión que pasó a llamarse pecado en la teología y el mundo judíocristiano. Dios expulsa a Adán y Eva no por su desobediencia sino por envidia. La envidia porque ellos pueden mentir y Él no. La imagen del Árbol de la ciencia del Bien y el Mal no es acaso el signo más certero sobre una concepción del mundo como un flujo de tecnologías al servicio de flujos de continuidades como lo es la realidad, en este caso Dios. Adán y Eva se convierten en tecnólogos, en seres del mundo (finitos) y dejan de pertenecer a la realidad de Dios (inmortales). La libertad moderna se sirve de tecnología para ejecutar el bien o el mal. La tecnología es saber para el poder. La libertad es la opción de desarticular el mundo y/o la realidad.

Adán y Eva intervienen la realidad, la continuidad de una prohibición, es decir les estaba prohibido saber para poder, la tecnología de la libertad. Adán y Eva podían elegir, libertad no es elección. Ellos eligieron comer la manzana y pudieron mentir. (Mentir es ser consciente). La consciencia es uno mismo en el otro, una proyección, un deseo. Aquí se ve que Dios no es todopoderoso sino que todoveritativo. Adán al comer la manzana sale de le enajenación de la realidad y del mundo divino ¿Qué hay después de salir de la enajenación? La libertad se produce al poder descontinuar su propio cuerpo (triple anclaje) y anular las tecnologías opresivas que la ley visibiliza, pues la ley aparece como un corte pero es continuidad solapada.

Adán y Eva estaban en la realidad divina, pero ellos al transgredir la continuidad de su inmortalidad y de su 'siendo' se alejaron de Dios como todocontinuidad y pasaron al mundo, flujo de tecnologías, donde ellos mismos como cuerpos son productos de una te[cn]ología natural. Si Dios creó todo también creó el mal, independiente del ser humano, pues el ser humano no es inherentemente malo, sino inherentemente libre. De allí que el castigo de Dios es convertir a Adán y Eva en seres tecnológicos. Adán es obligado a producir (trabajarás con el sudor de tu frente), y Eva a re-producir (embarazo). Ambas son tecnologías del cuerpo en un mundo material. El ser humano quiere ser su propio fundamento, quiere hacerse a sí mismo, y este es incesante pues no tiene fin.

El ser humano es proyección, y Dios un telón, tal como la realidad o el mundo. Para Schelling(1) Dios es el mundo, pero hay una profunda escisión entre ambos pues tiene que haber una diferencia entre el creador y lo creado. Entonces cómo Dios puede ser el mundo ¿Acaso Dios se creó a sí mismo? Pero la respuesta la da el mismo Schelling al plantear en el principio de identidad que A=A es un principio de diferencia. Si A es distinto a A, Dios es distinto al mundo. Dijimos que la imagen de Dios ha sido para el ser humano la de un gran telón circular que lo envuelve, y en el cual los ojos humanos son la proyectora de una luz llamada razón (de-sí). Dios se hace luz sólo cuando crea, antes era el abismo. La creación es una configuración de percepción, es decir, alteridad. El proceso de subjetivización que proponemos como teoría la realidad (continuidad) está 'siendo' en lo que pertenece al mundo (tecnologías de la subjetividad), es decir, en un trozo de concreto no está el Todo sino que el ser-del-mundo. El mundo no lo es todo. Ese pedazo de concreto es parte del mundo, de tecnologías de continuidad. La contemplación de Dios se da a partir del proceso que hace funcionar las máquinas y la contemplación de la realidad es siempre tecnológica. La contemplación es ejecución de alteridad, y al ser tecnológica cabe la pregunta entre la máquina y el sujeto (el objeto está caduco). Tanto la máquina como el sujeto performativizan subjetivización, por esto proponemos una forma de configuración de sí mismo como una obra de arte incesante, rizomática y tecnológica en su campo de legibilidad contextual. La obra de arte no es un objeto (en la desvanecida dialéctica sujeto-objeto) sino más bien un sujeto-máquina. Una construcción con el espíritu (hálito, subjetivización) de vida de su creador.

La naturaleza humana es un orden (tecnológico) al ser mundo, y dentro de esa naturaleza el cuerpo humano también lo es, pero él puede intervenir ambas tecnologías para instaurar otras que tienen un fundamento meramente técnico y económico, por lo mismo al final de este capítulo se propone una ecología de la subjetivización desde donde sería posible analizar cada vector como 'sentido'. Así, la obra de arte se puede analizar desde las vectorialidades de subjetivización y poder reconstruir el instante del sujeto-artista de sí mismo y de alteridad.

La obra de arte ideal es una obra de arte incesante, continua, lo que la haría real, pero es imposible completamente. (Este carácter incesante es como la misma subjetivización). Así la obra de arte da cuenta de instante de creación, esto es un momento específico y único del artista, de allí que sea errado analizar una obra específica como representativa de la vida del autor. La obra viene a dar cuenta de un estado de tiempo acotado en extremo, de allí su función política por el dónde y el cuándo de esta obra.

Las tecnologías de la transgresión apuntan a desarticular las continuidades en todo ámbito. Buscan dar cuenta de que nada es continuo, que es una sensación de seguridad inventada y manipulada. La continuidad busca borrar el carácter político del acontecimiento, pues los historiza y lo relativiza. Las sociedades cuando quieren continuar un saber lo convierten en tecnológico, esto lo lleva a poder presentarlo como un estudio de la realidad, es decir, las tecnologías delimitan la sensación de la realidad para desde ella misma continuarla, luego determina el saber y lo desplaza a ser un saber tecnológico.

Las tecnologías necesitan discursos transparentes y dóciles, en cambio las tecnologías de la transgresión desde los mismos discursos se hacen discontinuos, van corte tras corte, se vuelve a su misma forma para convertirla en contenido, y el contenido es una forma de esa discontinuidad de la sensación de la realidad. Considero pertinente una metáfora como la de la luz: la sensación de realidad puede ser metaforizada como la luz del sol, continua, jerarquizada, segura; en cambio en un mundo que actúa bajo las tecnologías de la transgresión la única iluminación podría ser de las estrellas, dispersa, probable, múltiple, heterogénea, pero por sobre todo con la clara sensación de que es un simulacro, es decir, con la lucidez de que son cuerpos celestes sin luz propia que no es más que un reflejo, más proyección.

El hecho de que cada sociedad sea tecnológica implica que no hay progreso en el mundo sino que en la sensación de realidad. No se puede estudiar la realidad porque es una sensación tal como el frío, el hambre o el dolor. Está allí, sin duda, pero es sólo una proyección desde el ritmo incesante de la subjetividad, un deseo-de-existencia que es indagado por las ciencias sociales que son a la vez tecnologías que dan cuenta del 'sentido' del mundo. Del mismo modo, la historia sólo sirve para armar coordenadas rígidas y falsas que se enseñen, y ese saber se convierte en tecnológico porque quieren establecer continuidades que las instituciones hoy día saben muy bien cómo utilizar y vender dentro del neoliberalismo y la globalización. No obstante, la filosofía cuando deviene-arte pone en jaque las tecnologías (incluso la misma tecnología que es la filosofía) porque propicia la liberación creativa de la subjetivización y sirve de base para poder 'contemplar' el sistema operativo de la realidad.

 

SEGUNDA PARTE

LITERATURA Y SUJETO

Alguien se pregunta ¿qué es la literatura y cómo se lee? Algo ya se dijo anteriormente sobre entender la escritura, en este caso la literaria, como un contexto en sí mismo que suscita formas especiales de lectura. El contexto es la síntesis de muchos otros textos en una competencia, y de hecho el saber es poder contextualizar un texto, el saber es la competencia de la ubicuidad del texto. Uno leería arbitrariamente una obra porque sabría que es literaria, este es un conocimiento convencional e institucionalizado del discurso literario. El espejo que no trabaja con oposiciones sino con la yuxtaposición de series heterogéneas actúa como un modo de reconocimiento; así en literatura es posible distinguir entre obras literarias y no literarias, no obstante ambas pueden estudiar conjuntamente y con métodos parejos los rasgos compartidos entre las obras literarias que en comparación con las no literarias la distinguen como literatura.

Las obras literarias se crean a partir de otras obras, es decir, que un texto existe entre otros textos a través de las relaciones con ellos, pero por sobretodo a través de las relaciones que exterioriza como flujos no codificados. No obstante, la literatura no solo nace de otras lo leído, lo dicho o lo escuchado sino que también reflexiona sobre sí misma para matar a las obras literarias precedentes. Las relaciones de intensificación o de contraste y disonancia entre las dimensiones de la obra dialogan internamente para autodestruirse. La obra literaria siempre quiere estallar, salir de sí misma, por eso es que Blanchot dice que la obra literaria nos aproxima a la muerte, pues la muerte es ese murmullo interminable del ser que la obra hace murmurar. Escribir es morir y las palabras miran al que escribe. La experiencia literaria da la noción de incomplitud, de que todo aun no es. Fragmentos, partes, trazos de lenguaje que se miran a sí mismo. La tensión que genera la interacción entre el lenguaje y lo que el lector trabaja en la mutua construcción de identidad, es decir, del texto y del sujeto.

Así la literatura puede ser vista como un conjunto de actos, acontecimientos y sus relaciones exteriores. Luego especificarla como femenina, homosexual o negra es una especificación de lectura y no de escritura, pues ningún texto es esencialmente algo. Lo femenino establece relaciones materiales con la literatura que más tienen que ver con una situación política que estética o artística. Quizás se puede hablar de literatura-algo cuando la experiencia de lectura trabaje con la construcción de identidad o de deseo del sujeto que lee.

La literatura es un momento del lenguaje, por tal, el análisis literario tiene que dar cuenta de la mayor cantidad de emergencias de ese momento literario, es decir, aplicar las preguntas por la contingencia en la emergencia.

La literatura trabaja su subjetividad en toda su extensión. La literatura es inconsciente en el hecho de ser otro-en-uno mismo, ese otro ya sea como autor, como personaje, como lector que no percibe el cómo se pasa de un borrador a un texto y de un texto a una obra. Así, el texto es un objeto ficticio y esa ficción es la representación del vacío entre el yo y el no-yo (la realidad), por ende, las posibilidades de la lectura son lo que dan mas identidades al texto. La literatura es un discurso creador de realidad (devenir-mundo) por lo tanto debe ser una parte más de un dispositivo mayor en contra del dispositivo del poder. Es decir, hay sistemas de poder construyendo-codificando-estereotipando-institucionalizando realidades. Por lo tanto si los valores son una construcción, la literatura que es un libre discurso de creación y construcción no por escribirla sino que al leerse debe re-inventarlos. La literatura hace presente en su enunciación. Si estuviera ausente de verdad no le hablaría. A todo lo que le hablo está presente o yo lo hago presente, y ese presente es una contingencia de un 'siendo'. Creer en la escritura es creer en Dios

El escritor al trabajar desde el triple anclaje (discursos, territorios y cuerpos) es a la vez un traductor, un viajero y un amante, por ende, es también un lector, un extranjero y un deseoso. La obra de arte es la subjetivización (como reterritorialización) de materialidades. El escritor subjetiviza la materialidad-página en blanco. Del mismo modo que el pintor clásico subjetiviza la materialidad-soporte y los escultores subjetivizan la materialidad-sólido. Los artistas modernos subjetivizan desde sí mismos individualmente. La subjetivización es siempre política.

La máxima confesión en literatura es reconocer y vivir la ficción ¿Qué más hay que ficción? Y no hablo sólo de literatura sino de la muerte. El momento en que hablan los lectores excluidos, no desde la veracidad como rasgo distintivo sino que de la conciencia de su metaficción.

La literatura podría ser el locus donde la subjetividad del autor que escribe y la subjetividad del lector que lee se ponen en circulación generando identidad literaria, quizá esto es lo que hace literario a un texto. No es la típica identificación, sino que circulación y recepción de esas subjetividades mediante la lectura, y esta como un producto cultural, dentro de los que cabe la obra literaria como síntoma de una configuración sociopolítica subyacente, esto es que el texto es un hecho social y debe ser socializado. Así, la literatura es una práctica significativa más en la producción y representación de la experiencia y la constitución del sujeto humano.

De este modo, creo en un análisis literario que construya sentido y que ese sentido no elimine a otros sino que por el contrario los utilice de manera especificada para circular en construcciones de sentido mayor, pues los textos literarios refieren a otros textos que no necesariamente son literarios por lo que este análisis no puede ni debe ser exclusivamente literario. Como ya vimos anteriormente, el libro no es sólo la obra, pues es una producción de subjetividad, la obra es el proceso de subjetivización que elabora bajo máquinas de contrasubjetivización y polisistemas dados. Por ejemplo, la literatura ha actuado en algunos casos como fijación de identidades y naciones, es decir, inmovilizando subjetividades y actuando en contra de la multiplicidad y heterogeneidad de la misma escritura de sí mismo y de la escritura de un sujeto-máquina.

Las obras literarias tienen la característica de ser producciones transubjetivizadas a la vez que generan nuevas subjetivaciones y lo importante de esto es la subjetivización de quien proyecta o introyecta en la subjetivización de la producción literaria. La subjetividad escribiente es parte de las subjetivizaciones literarias, pues se abren campos imposibles de pensamiento: relaciones exóticas entre vectorialidades de subjetivización, a veces imposibles, inverosímiles o increíbles. De hecho, cuando la literatura abre subjetivizaciones impensables (la página deviene territorio y/o cuerpo).

La subjetividad escribiente (se) escribe para inconscientemente estar escribiendo lo que performativamente lo convierte en una ficción como lo es el escritor. Una proyección de intensidades de representación sobre el acto mismo de escribir literatura como el otro-en-uno mismo. Foucault señala que se escribe para ser otro de eso que se es. De allí que podamos argumentar que la obra literaria tiene la contingencia dramática de la representación teatral: el espesor de signos (intensidades de representación) en presencia (y casi con pura referencialidad).

Ya nos hemos referido a la identidad de los géneros y al escribir(se) desarticulando formas de cómo es que se pueden leer. Los textos son una lectura. El sujeto no produce textos sino que lecturas. La lectura es un acontecimiento. El texto es una lectura del sujeto [construcción de sentido] en el mundo (dimensión diastrática). Somos ficciones leyendo ficciones. Por tal la profundidad de un texto esta dada en su lectura. Entre el sujeto y la realidad la lectura del texto es una respuesta construida y contextual.

Lo que entendemos por literatura se ha conseguido mediante una construcción discursiva. La literatura como concepto vendría entonces más que una suma de textos literarios, de la suma de textos sobre literatura y la subordinación de esta relación pasa por los sistemas de valorización y producción desde las vectorialidades de subjetivización. La literatura son re-escrituras y un re-comenzar.

 

TERCERA PARTE

SUJETO COMO OBRA DE ARTE, OBRA DE ARTE COMO MATERIALIDAD DE UNA SUBJETIVIZACIÓN. Lecturas y señaléticas.

El sujeto es un momento, una radiografía móvil de una serie de procesos moleculares que configuran la subjetivización, digamos por ahora, a modo de una escritura de sí mismo. Me interesa referirme a la obra de arte contemporánea como proceso de subjetivización entendiendo éste desde los trabajos que Michel Foucault no alcanzó a concluir sobre la subjetivación como "pensamiento-artista" que trata de la constitución de modos de existencia no como sujeto, sino como obra de arte.

Los procesos de subjetivización son incesantes y rizomáticos en sus propias vectorialidades, es decir, los elementos relacionales que permiten la constitución de sujeto como un sí mismo están siempre en movimiento y exterioridad, buscando materialidades para configurarse como acción y factura, es decir en obra. Esta suma distributiva de procesos, se da en la creación de la obra en su forma artística, ya que de esta exterioridad de flujos de vectores de la subjetivización es desde donde su posible materialización dentro de un contexto artístico (historia y devenir) hace que este mismo flujo materializado se convierta en una obra de arte; y de algún modo, una 'hermenéutica del sujeto' como señalaría Foucault vendría a ser paralela a una crítica de una obra de arte, pues ambas son subjetividades configuradas heteropoieticamente, es decir, surgen de algo que no es igual a ellas desde una triple relación consigo mismo como reflexividad, con lo(s) otro(s) como identidad y con el sistema que aparece que actúa como marcos discernibles para la donación de sentido.

No puedo explayarme acá, por razones de espacio, con la descripción del diagrama de subjetivización en el que estoy trabajando, no obstante puedo señalar que existe un triple anclaje conformado por cuerpos, territorios y discursos que es conmutativo en su disposición, es decir, que cuando hablo de un cuerpo lo veo al mismo tiempo en una (des)territorialización y enunciando discursividades heterogéneas, de allí y que las relaciones multívocas entre éstos sean una zona donde confluyen otras vectorialidades como el deseo y el miedo. Por otro lado, las condiciones existenciales tienen que ver con la espacialidad y la temporalización de una manera no euclidiana, esto es que en la espacialidad no hay coordenadas lógicas de distancia que es entendida más bien como una intensidad de durabilidad, por su parte la temporalización se ajusta más bien a un estructura de devenir que invierte pasado y futuro como representaciones de un presente como ficción. La identidad de las subjetividades se logra cuando hay circulación e interrelación entre ellas. Este conjunto caosmótico de procesos es una primera aproximación a esta teoría de la subjetividad desde donde son posibles la singularización y la ejecución de un consciente nómade que supera el dualismo entre racionalidad e inconsciente. Este modelo surge a partir de la relación subjetivización/ficción en tensión con el sujeto/verdad y la epimeleia que Foucault propone. De allí que entienda la obra de arte como proceso entre esta puesta en escena y la lectura de ella como aparición crítica. Cuando leemos una obra de arte estamos leyendo los procesos que ella misma hace funcionar a partir de una subjetividad-espectadora que le regala sentido para que esta máquina-obra lo devore, lo triture, lo transforme en suplemento de sí.

El hecho de que el arte contemporáneo haya indagado en sus mismos procesos reflexivamente es paralelo a este proceso de subjetivización en el cual el sujeto mediante una verdad de sí, se autocuestiona como ser en sí mismo, en su relación con los otros y con su estar en el mundo. Ambos fenómenos serían de algún modo productos de la modernidad, podría preguntarme. Tal vez no. Foucault hizo una genealogía discontinua de esta 'preocupación de sí mismo' en su relación con la verdad que surge con el concepto griego de epimeleia heautou( preocupación de uno mismo), distinguiendo tres momentos históricos: su aparición socrático-platónica en la segunda mitad del siglo V a. C., luego en lo que denominó la edad de oro de la preocupación de sí mismo en los siglos I y II, y posteriormente en el paso de la ascesis filosófica pagana al ascetismo cristiano en los siglos IV y V. En su génesis este concepto de epimeleia heautou estaba destinada a una cierta aristocracia privilegiada que sólo se ocupaba de si misma para poder gobernar la polis, luego es en la edad de oro, estoicos, cínicos, donde este fenómeno se democratiza y es parte de la cultura helenística imperial, no obstante adquiere un carácter de autofinalidad, es decir, uno se preocupa de uno mismo para uno mismo, no se requiere de nadie ni de nada (autarquía). Es en este momento es que esta nueva experiencia del yo como autofinalidad abre una nueva brecha en su relación con la escritura que nos interesa.

El sí mismo es algo de lo que hay que escribir, tema u objeto (sujeto) de la actividad literaria [...] La nueva preocupación de sí implicaba una nueva experiencia del yo. La nueva forma de la experiencia del yo ha de localizarse en los siglos I y II, cuando la introspección se vuelve cada vez más detallada. Se desarrolla entonces una relación entre la escritura y la vigilancia. Así, se prestaba atención a todos los matices de la vida, al estado de ánimo, a la lectura y la experiencia se intensificaba y ampliaba en virtud del acto de escribir. Un nuevo ámbito de experiencia, hasta entonces ausente, se abría(2)

Esta experiencia de sí como introspección se intensifica y amplía el acto de escribir a modo de una relación escrita del yo como consciencia. Señalo este momento, pues me parece sugestivo como por primera vez el sujeto se lee a sí mismo como una obra, una obra de arte, que pregunta por su propia contingencia, a partir de su misma cotidianeidad y que acceden a la verdad de sí como novedad y transgresión a la forma de vida de antes del inicio de este proceso de subjetivización. En estas dos líneas anteriores hemos señalado tres características del arte contemporáneo, pero en un fenómeno del siglo I. O sea, lo que pretendo transversalmente es dar cuenta de que las lecturas/críticas de las obras de arte siempre van apuntadas a los procesos entre la subjetividad autorial, por decirle de algún modo, y la subjetividad obra dentro del campo en que ésta se halle inscrita y que permitirá (des)nominalizarla y (des)categorizarla. Lo móvil de las escrituras sobre arte son más bien, creo, las condiciones materiales en que estos procesos se patentizan, las contingencias que permiten a las obras devorar el sentido que el espectador le da. Las materialidades van cambiando, en una progresión que acentúa su propia reflexividad, tanto así que mucho de las obras de arte actuales no son más que síntomas de obras de arte, y su interés en poner en juego su proceso, su descomposición y su pérdida.

En este mismo contexto del que hablábamos más arriba, en los siglos I y II, es que esta epimeleia adquiere un carácter 'dietético', en el sentido griego de la relación entre el cuidado de uno mismo y el régimen general de la existencia del cuerpo y del alma. Es decir, se abre una farmacología filosófica para lo que Epicuro llamó 'enfermedades del alma', que serían las distracciones externas que hacen que el sujeto no se preocupe de sí y no pueda hacer una resistencia crítica a estos estímulos y representaciones. Se nos hace interesante, ver como por ejemplo, las vanguardias serían higiénicas, profilácticas en el sentido de que ellas mismas actúan como pharmakon, veneno y remedio, para asumirse como enfermedad, crisis, colapso, y de algún modo blanquear lo tradicional, enmarcando el canon de turno que ellos escenifiquen.

Cuando hablo de la crítica de arte pienso en una donación de sentido a la obra, pero a la vez situar su funcionamiento como máquina de sí en el sistema donde se ubica como (re)presentación, es decir, apariencia nominativa dentro de una serie categorial y apariencia desterritorializada como fuga de lo anterior. Entonces pienso que fueron escritores como Juan Emar y Enrique Lihn las primeras escrituras sobre arte que demostraron la incompetencia crítica en cuanto a la obra de arte, ya que para ellos el ejercicio de la escritura es un complemento de la propia exterioridad de la obra de arte. Lo que quiero apuntar es que esta escritura ante la obra entiende su presencia como un aparecer ("Al bello aparecer de este lucero")(3) que no es real ni ficticio, sino que sólo es, por que lo que sólo es justamente no tiene que ver con la realidad más que con la ficción, y ese es la propia huella de la escritura para sí. De allí que quisiera una crítica de arte que se pusiera en esa relación con la obra, no para imitarla sino que para reconfigurar la puesta en escena de sus procesos a modo de traducción asignificante, es decir, que no sea una interpretación sino que una alterpretación.

Ana María Risco compara dos citas de los autores mencionados y concluye que

En cuarenta años, sin embargo, las razones para explicar esta ceguera se han invertido: inmovilidad y certeza ciega, alega Emar, exceso de ecuanimidad y dilación del juicio, sanciona Lihn (4)

El artista se vuelve teórico de su propia obra y de las que le interesan, de este modo aparecen nuevos cánones autopoiéticos. En la complejización de las sociedades el artista debe pensar el mundo, y ya no sólo representarlo. De este modo, la crítica mantiene ese carácter de remanente en el sentido de que la obra de arte contemporánea es la primera en metarreflexivizar sobre su propia configuración, tanto como factura e inscripción como una nueva forma de lectura descentrada y cómplice que rompe con las expectativas tradicionales del género. El mismo artista ha especializado a su espectador implícito, el espectador real no está concordancia con éste. El espectador implícito, ese promedio en cifras, es el mismo enemigo social que las propuestas artísticas más radicales quieren poner en jaque. La guerra de las vanguardias es la misma guerra de la dictadura, un fratricidio, pues son las burguesías, las clases medias, las que compran arte, que leen las críticas de arte, las que estudian arte en las universidades. Por eso señalaba ese carácter higiénico de las vanguardias, como su confrontación frontal contra la misma burguesía a la que pertenecen. "oh tú, hipócrita, igual a mí mismo, mi hermano!" (5)

La clase media burguesa ha ponderado su arte como el arte en general, sin marcas ni distinciones de política, contingencia. Me pregunto cuando una obra de arte cuesta en dinero tres sueldos mínimos esa obra puede hablar de crítica social sin dar más que ella misma la radiografía del sistema que la mantiene. El arte contemporáneo es un arte burgués para el público burgués. Las comunidades dominantes ya no son tan proclives a los circuitos artísticos por la intrusión de subjetividades minoritarias que ponen en escena los vicios cívicos que ellos moralmente atacan. Existe una elite, un adentro, un circuito de contratos y validaciones. Espero el día en que un artista convierta una galería en una casa de acogida para vagabundos.

Vuelvo. Quiero citar del ensayo "A los burgueses" de Baudelaire un texto que nos regresa a la epimeleia, pero a su momento de aparición, cuando el poder estaba en la minoría aristócrata que se preocupaba de sí mismo con el exclusivo objetivo de gobernar la Ciudad, los otros:

Vosotros sois la mayoría, -número e inteligencia; -luego sois la fuerza, que es la justicia.
Unos sabios, otros propietarios; -llegará un día radiante en que los sabios sean propietarios, y los propietarios sabios. Entonces vuestro poder será completo, y nadie protestará contra él [...]
Vosotros poseéis el gobierno de la ciudad, y eso es justo, pues sois la fuerza. Pero es necesario que seáis capaces de sentir la belleza; pues ninguno de vosotros puede hoy prescindir del poder, nadie tiene el derecho a prescindir de la poesía.
Podríais vivir tres días sin pan; -sin poesía, nunca; y se equivocan aquellos de vosotros que dicen lo contrario: no se conocen [...]
Gozar es una ciencia, y el ejercicio de los cinco sentidos requiere una iniciación particular, que no se consigue más que por la buena voluntad y la necesidad.
Ahora bien, vosotros necesitáis arte(6) . (cursiva mía)

Vemos como Baudelaire hace el gesto de querer hacer de la vida una obra de arte, como la subjetividad llama a la configuración de este conocerse, de preocuparse sí mismo como comunidad hegemónica, pues tenía la clara noción de que el sistema del arte en donde se exponían esas obras sólo tendrían valor y validez en el campo mismo en que ellas se pusieran en escena. Baudelaire lo que hace es ocupar a la burguesía como materialidad en la inscripción de su mismo trabajo, tal como ciertos artistas han incorporado a los medios de comunicación en sus obras. La burguesía acá es el espectador medio, del consenso, que a través de su docta ignorancia exigirá una crítica de arte también promedio, pues para el público en general, la crítica de una obra no puede ser más complicada que la obra misma.

La crítica contemporánea debe jugar con la obra como funcionamiento, y ser parte de ella, pues justamente en su configuración la participación del crítico (del lector o espectador) es parte de la obra misma. La falla del crítico es no ser parte de la obra, no reconocerlo, no jugar con eso. La escritura sobre arte que realmente dialogue con las obras tiene que pensarse como un espejo, especulación estética, poniéndose a la altura de la obra contemporánea que se piensa a sí misma. Quizás las escrituras sobre arte más interesantes sean las que han pensado escritores como Severo Sarduy, los mismos Juan Emar y Enrique Lihn, José Lezama Lima, Samuel Beckett, entre otros. Las escrituras sobre arte debieran dar cuenta de cómo nuevas ramificaciones se van configurando no para configurar un nuevo árbol sino como reproducción de un helecho. No es convertir en mercancía, sino que es ponerlas sobre la mesa. La función del crítico es un remanente dentro de las circulaciones del material cultural. No se necesitan de los críticos para exponer, ni para crear. En última instancia, el crítico da cuenta de la existencia de tal o cual obra, nada más, es un donante de sentido en una situación de emergencia (de una obra). Sin embargo, existe escritura sobre arte, que no es crítica, pero que sí pone en jaque la representación, se pregunta por la contingencia e indaga en las posibilidades de subjetivización. Descomponer la estructura y desconfigurar la historia. Si es por ingresar al discurso público prácticas silenciadas cono afirma George Baker, el crítico se convierte en un relacionador público del arte. Los objetivos de la prensa y la academia son estos, conseguir la mayor cantidad de adquisición. Entonces, como decía antes, existen diversas escrituras sobre arte. Ese afán de ampliar la cantidad de los espectadores/lectores responde a la necesidad de que sean consumidores. Una obra de arte tiene todas las intenciones y ninguna. La obra siempre va a ser más que su crítica, porque la obra es un flujo de procesos incesantes y rizomáticos, y la crítica no será más que la representación de ese movimiento, en el mejor de los casos.

Configurar escrituralmente la crítica de arte en forma paralela a la configuración de la obra: La estética de la pérdida no es melancólica. Esto es una idea de los imaginarios del capitalismo fenomenológico. De este modo, es como veo en general algunas de las temáticas que más me interesaron y sirvieron para el trabajo de mi tesis. Eliminar la pura contemplación para pensarse a sí mismo. El arte dejará de ser moderno cuando renuncie a la representación del triple anclaje: cuerpos, territorios y discursos. Sólo dejará de haber continuidad en el arte cuando los materiales, soportes y tangencias de la obra no tengan absolutamente nada que ver con lo propiamente anterior. Cuando el público burgués no quiera asistir a la obra y cuando los marginados sí. La cirugía como escritura de arte. Cada definición es nominatófaga. El afán tecnológico quiere convertir todo en reliquia. El curador hace su obra de arte con las obras de los otros, las inutiliza como obras-unidad en sí mismas para configurarlas como obras-piezas. Hay nuevos espectadores/lectores, y la crítica no ha dado cuenta de ellos. Cuando se habla de que el arte, la literatura, han perdido en comparación con la cultura audiovisual, el cine, la tv, estamos dándole a estas manifestaciones artísticas la función de divertimento. No hay competencia entre ellos. Las críticas existentes no ponen en crisis las obras que subsidian. La belleza y la verdad: son sensaciones. Todas las pertenencias son distracción.

 

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Deleuze, hablando sobre la hermenéutica del sujeto de Foucault señala que "la subjetivación no tiene ni siquiera que ver con la 'persona': se trata de una individuación, particular o colectiva, que caracteriza un acontecimiento (una hora del día, una corriente, un viento, una vida...) Se trata de un modo intensivo y no de un sujeto personal. Es una dimensión específica sin la cual no sería posible superar el saber ni resistir al poder"(7) .

 

 

NOTAS

(1) Schelling, F.W.J Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados, Barcelona: Anthropos/MEC

(2) Michel Foucault (1995) Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona: Paidós/ICE- de la Universidad Autónoma de Barcelona, trad. Mercedes Allendesalazar, p. 62-63.

(3) Enrique Lihn (1997) Al bello aparecer de este lucero, Stgo de Chile: LOM. Quiero citar los primeros versos del poema "La desaparición de este lucero" que me parecen una clara visión de lo señalado más arriba en cuanto a la representación de la obra como (des)aparecer: La desaparición de este lucero/ lo puso ferozmente en evidencia/no era Venus, la estrella vespertina/ no era Venus, la estrella matutina/ Era una lucecilla intermitente/ no nacida del cieno ni del mar/ y yo era sólo un náufrago en la tierra"

(4) Ana María Risco (2004) Crítica situada: La escritura de Enrique Lihn sobre artes visuales, Stgo de Chile: Depto de Teoría de las Artes de la Universidad de Chile, p.30.

(5)
Charles Baudelaire (2000) Las flores del mal, Madrid: Planeta, p. 6.

(6) Charles Baudelaire (1996) Salones y otros escritos sobre arte, Madrid: Visor, p. 97.

 




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