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Entrevista a Héctor Hernández Montecinos

LO LÚCIDO COMO CONTENIDO Y LO LÚDICO COMO FORMA


Por Arnaldo Donoso


El joven poeta Arnaldo Donoso entrevista a su colega Héctor Hernández Montecinos a modo de enfatizar ciertos aspectos de la poesía chilena y de su propia obra. Una entrevista que a ratos parece un ajuste de cuentas con la tradición local, pero que al mismo tiempo es una apertura a lo que están haciendo poetas de la misma edad o incluso menores en el contexto de la discutida "novísima". Las temáticas de generación, de la impronta teórica, de la obra como propuesta se hacen presentes aquí, y de algún modo se pone fin a una suerte de murmullos subterráneos que rondan la figura de Héctor Hernández Montecinos, quizá uno de los poetas más anómalos de hoy en día, o como dice en su libro Putamadre, la voz menos representativa de la poesía chilena actual.


AD: Dentro del imaginario poético chileno, ¿quiénes forman parte de la tradición a la que adhieres?
HHM: Me gusta la palabra "imaginario" porque me da la idea de que es un lugar donde se acumulan cosas, como un acuario o un armario, que sin embargo tiene la posibilidad de estar ordenado, pero no lo está. Al considerar un imaginario poético chileno, pienso en imágenes heterogéneas, proyectos escriturales, autorías anómalas, lectores desequilibrados. Es un remolino de sensaciones, libros, viajes, peleas, deseos, un montón de cosas. En este último tiempo me he reconciliado con los canónicos de la poesía chilena, a partir del trabajo de las reescrituras que hice para mi libro Coma, los leí con un ojo distinto, también leí biografías, ensayos relativos a ellos, cartas, etc. Me adhiero a un Huidobro marginal, un De Rokha queer, una Mistral postestructuralista, un Neruda esquizo. Por otro lado, me interesan los autores que proyectan obras, no poemas o libros, sino propuestas escriturales más cabales desde sus primeras publicaciones hasta las últimas, pues tienen un campo de desestabilización mucho más amplio y una densidad crítica más radical, pienso en el mismo de Rokha, en Nicanor Parra, en Humberto Díaz-Casanueva, en Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Gonzalo Muñoz, Carmen Berenguer, Soledad Fariña, y uno que otro más. Justamente, es su carácter lúcido lo que me llama la atención y lo que me hace contestar tu pregunta al proponerlos como una tradición a la cual adherirme, entendiendo la palabra tradición desde su arista menos problemática. Por darte un ejemplo concreto, se me viene a la cabeza el Naciste Pintada (1999) de Berenguer, que creo es un libro fundamental que hibridiza desde su más brillante poesía hasta el concepto de género en su demarcación de sentencia y fijación.

AD: Sigamos con eso, nómbrame tus textos de cabecera
HHM: En realidad no tengo libros de cabecera, no me gustan muchos libros. La Nueva Novela y La Poesía Chilena las tengo porque estoy trabajando en mi tesis con ellas, Lira no me gusta, Lihn muy poco. Lumpérica y Por la patria me parecen esenciales, al igual que Este, Exit y La estrella negra de Gonzalo Muñoz. Ya de algún modo te los puedes imaginar, pues en la respuesta anterior te di algunos nombres de autores chilenos que me interesan de sobremanera. Mi mejilla es el cielo estrellado es la antología hecha en México de la obra de Zurita, es conmovedor. Con Teillier no me pasa nada, tampoco con Gonzalo Rojas. Uribe me parece malo de frentón, al igual que Barquero. De los Mandrágora me gustan hartas cosas, Jorge Cáceres es bello. Stella Díaz Varín es iluminadora. Diego Maquieira se me estaba escapando, me parece notable. Eso es en poesía, pero si me preguntas por textos en general, también hay lecturas teóricas esenciales para mí, como Gilles Deleuze, Félix Guattari, Michel Foucault, que de algún modo están presentes en muchos de los poetas nombrados anteriormente, y obviamente en lo que yo escribo.

AD: Sí, he visto la filiación de tus textos con los depositarios de la filosofía occidental, Deleuze, Foucault. ¿Cómo nace esa filiación?
HHM: Como casi todas las filiaciones, las mías con respecto a Deleuze, Foucault, (agregaría a Guattari también), aparecen por la necesidad más dura y la radicalidad del azar en la escritura. Me interesan estos proyectos filosóficos en particular por el hecho de que son absolutamente creativos, en el sentido más huidobriano del término. La noción de filosofía para Deleuze es la de crear conceptos, y en Foucault se acerca a la condiciones y posibilidades del sujeto por acceder a la verdad de sí, la hermenéutica del sujeto; en cuanto a Guattari su propuesta ecosófica me es particularmente enriquecedora, es decir, a parte de la ecología ambiental, existen ecologías sociales, mentales. O sea, si juntas todos estos nódulos teóricos te armas de un diagrama que pregunta por la subjetividad como proceso de exteriorización, y en ese mismo flujo de escrituras, unas hacen materia en el lenguaje y de allí aparecen las escrituras literarias. La teoría, creo, es una herramienta fundamental en la escritura de poesía, ya el poeta contemporáneo no sólo describe el mundo sino que lo pone en crisis, desde el mismo lenguaje, la autoría, el libro como mercancía, etc. El caso de Deleuze es iluminador, su trabajo filosófico es el más influyente en las nuevas escrituras latinoamericanas, las nociones de devenir, campo de inmamanencia, desterritorialización ya estaban presentes como materia en obras tan fundamentales como las de más alto vuelo de Huidobro, de Rokha, Pedro Antonio González, entre otros y pensando sólo en Chile. Por su parte, Foucault te acerca al lado más político de la cuestión, en el sentido de los accesos y usos del poder como proceso estratégico, y te hablo desde el poder tomar un lápiz y escribir la lista de compras para el supermercado como el poder dar una orden y comenzar un genocidio. Soy consciente de que hay mucho prejuicio con estos trabajos filosóficos, al igual con Derrida, pues se acusa de que son una nueva forma de poscolonialismo intelectual, sin embargo, estos autores justamente lo que hacen es librarnos de filosofías tan tremendamente odiosas y aglutinantes como las de Heidegger, Hegel o Kant, y resituar otras libertarias como las de Nietzsche, Bergson o Spinoza. Deleuze y Foucault, que son los que tú nombras, tienen que ver más con nuestras historias nacionales que con la misma francesa, y más en nosotros como testigos del fin del siglo 20 y comienzo del 21.

AD: Respecto a eso mismo, al problema generacional, cuál es tu visión sobre la generación que defines como post2000. Esto en términos formales.
HHM: Al hablar de generación post2000, pienso en las nuevas escrituras que surgen desde esa fecha de manera regular y sistemática. De algún modo, como reacción a lo que se hizo en los 90 (en realidad a lo que no se hizo), pues como he dicho en otras partes, me parece que carecen de riesgos al momento de escribir, no hay un afán de crear, de dar cuenta de las múltiples contingencias que son pertinentes después de una dictadura horrenda y asesina, o en el momento en que el mercado también lo es. Nosotros vivimos hoy múltiples microdictaduras, genéricas, sexuales, de clase, raciales, etarias, de territorios, etc. y las percibimos y están patentes de manera brillante en obras como la del Diego Ramírez o el Pablo Paredes, por darte un ejemplo. Por otro lado, este nuevo escenario abre un diálogo con la tradición local más experimental, que pone en jaque las nociones mismas del quehacer poético, y no con lo del 90 ni con lo del 60. Todavía anda el artículo por ahí en internet "Panorama subjetivísimo de la poesía chilenísima", allí me extiendo más sobre el tema, para no ser majaderos aquí, digo.

AD: El caso Zurita - Cantares. Habla de eso.
HHM: Cantares es un libro que, quiéranlo o no, ha marcado territorialmente las discusiones de la poesía escrita por jóvenes en Chile. Ese mismo artículo mío del 2004 que te hablé arriba y que se hizo polémico fue lo primero que se escribió sobre la novísima generación de poetas locales. Nadie los había nombrado, nadie sabía que estaban escribiendo de manera paralela, muchos de ellos eran inéditos y no pertenecían a ningún lugar de poder, entonces publiqué ese artículo y fue como una punta de lanza para lo que se ha llamado la "novísima", pero, ojo, novísimas hay en todos los países, pues demarca la característica de ser lo más nuevo de lo nuevo, lo más reciente, ese era el espíritu de mi artículo: poner en escena esas escrituras borroneadas por los circuitos editoriales, las revistas y publicaciones hechas por grupos determinados para ellos mismos. Yo creo que la primera vez que se usó el término "novísima" aplicado a la nueva poesía post2000 fue en una entrevista que me hizo una conocida escritora, bajo seudónimo, en Las Últimas Noticias en abril del 2002. A partir del artículo que escribí se me acusó de querer canonizar prematuramente, bueno, un canon es una elección preponderante, yo elegí a quien consideré pertinente en ese momento y creo no haberme equivocado, es más, prontamente publicaré una segunda parte con más poetas que están desestabilizando el discursillo de la poesía joven chilena. ¿Por qué digo todo esto?, es el nexo con Cantares, que como señala el mismo Raúl Zurita en el prólogo, considera al igual que el artículo del que hablé más arriba una brecha y una diferencia entre lo que se produjo en los 90 y lo que se publica post 2000, es decir, la novísima. En Cantares, yo veo dos antologías, una que comienza con Germán Carrasco y termina con Damsi Figueroa, de allí celebro rotundamente la poesía de Antonio Silva Fuentes, y otra que empieza en Alejandra González Celis para acabar en Diego Ramírez. A los poetas menores que dejo fuera, creo que les falta tiempo y madurez, no obstante hay poetas de la misma edad o menores haciendo un trabajo impecable como Nicolás Said, Carlos Cardani, Javiera Awad, Nicolás Barría, Rodolfo González, por nombrarte algunos. Y quizá el hecho de que aparezcan de ese modo, viene a generar una frontalidad que en términos de discusión seria no se ha realizado, salvo por los chillidos desesperados de un Rafael Rubio desde la academia pontificia. Por último, Cantares es un libro afortunado, pues en otros países no sé si se habría podido haber hecho una antología de esa envergadura, y es más, el libro es muy conocido en Latinoamérica, pues el propio Zurita se ha encargado de difundirlo, y así se han generado redes con los poetas de distintos países. Por ejemplo, así comenzó mi conexión con los poetas jóvenes mexicanos, con los cuales ya tenemos un diálogo editorial, de encuentros allá o acá, de trabajos críticos. Y bueno, como en toda antología uno puede criticar que faltan y sobran nombres, pero eso es fastidioso y latero cuando ya están hechas.

AD: ¿Podrías referirte a la efectividad e inmediatez que se le critica a tu generación?
HHM: No sé en qué términos pensar esos conceptos de efectividad e inmediatez. El primero, me imagino querrás hablar de efectismos, bueno, una poesía que no se tiene miedo a sí misma puede parecer sorprendente, y eso, un efectismo; por otro lado, la inmediatez quizá vaya por ahí, en la radicalidad de le experiencia misma de escribir. No lo sé, para alguien conservador y ortodoxo estas nuevas escrituras pueden parecerle un bluf, una engañifa, como lo han hecho saber Tomás Harris y Francisco Véjar en un artículo de El Mercurio de junio del año pasado. A muchos les incomoda que aparezcan nuevas voces, eso me parece sospechoso, por no decir malintencionado, pero eso pasa acá en Chile, en Latinoamérica existe una gran cantidad de lectores especialmente jóvenes interesados en lo que aquí se está haciendo post2000. De hecho, creo ser mucho más leído en Latinoamérica y México que en Chile. Y eso no es justamente, efectividad e inmediatez.

AD: Sobre lo mismo, el año pasado estuviste en Argentina, Perú, México y Costa Rica, ¿qué has visto en las poéticas latinoamericanas? ¿Qué ven los compañeros del continente en la nuestra?
HHM: Mira, lo que más me sorprendió es que en estos países que tú nombras, y en otros, se está levantando una generación impresionante de recambio, pero es distinto. Te explico, por ejemplo, en Perú, los poetas jóvenes, digamos novísimos, aparecen hace poco salvo un par de excepciones como José Carlos Yrigoyen que es muy bueno; allá la novísima aún no agarra la fuerza necesaria porque ellos están muy disgregados como poetas, tienen muchos bandos y están todos peleados con todos, además son las universidades las que tienen la plata para abrir concursos y publicar a nuevos autores, y entenderás que la academia se interesa por las escrituras para todo espectador, y por eso lo más under se convierte en un profundo under, pero a pesar de eso surgen voces irreverentes como las de Giancarlo Huapaya. En México es diferente, allá hay mucha plata que el gobierno invierte en cultura, pero mucha, que comparándolos con los fondartes de acá te dan risa, por lo mismo hay varias editoriales y revistas independientes que reciben fondos o ayudas económicas de privados. En cuanto a los poetas, también son muchos, y haciendo cosas bien delirantes como Rodrigo Flores y Jorge Solís Arenazas. Allá pesa mucho aún el Octavio Paz, de hecho, había un artículo que se preguntaba si la poesía mexicana descansaba en Paz; acá el Neruda ya no es un lastre, no hay que matarlo, porque de Rokha y Huidobro ya le dieron sus cuchillazos, ja, ja, ja, ja. En Argentina, domina un coloquialismo fascinado con el underground y la marginalidad, muy homogéneo, algo así como neogaucho pop. No sé. En otros países de Latinoamérica la cosa es más o menos pareja, poetas jóvenes más conservadores, más apegados a sus tradiciones poéticas locales, todo más correctito. Sin embargo, hay obras delirantes de manera insular, como Manuel Barrios en Uruguay, en Ecuador Ernesto Carrión, en Colombia Felipe García Quintero, Alan Mills en Guatemala, son varios. Y en cuanto al interés de lo que se está haciendo acá es completamente unánime, son muchos los ojos sobre Chile como país de poetas, y esta difusión es gracias a las antologías de poesía chilena como la del Zurita, o la que apareció hace poco de Julio Espinosa Guerra por Visor en España, y no a los poetas que de dedican a tirar mierda desde sus universidades o sus burocráticas pegas aburridas.

AD: Nombra algunos de tus contemporáneos que consideres bacanes y panas en tu pará. ¿Por qué?
HHM: La primera persona que nombro es, sin lugar a dudas, a la Paula Ilabaca. Todos saben que es mi mejor amiga, pero eso mismo me da la distancia crítica para asegurar que es la escritura más rica, prístina, luminosa, enrevesada. Además, ella ha sido ignorada por las becas y los premios desde la Fundación Neruda hasta el Consejo del Libro, pero le da estilo. Publicar Completa para mí fue un verdadero placer y una alegría, porque sabía que era algo grande. Fue el 2003, yo había publicado hace dos años mi primer libro, o sea, fuimos los dos primeros de la novísima en publicar. La Ciudad Lucía, que es su nuevo libro, Paula me la mandó hace un par de meses y creo que viene a reconfirmarla en la primerísima fila. Por todos es sabido me predilección por las obras de Felipe Ruiz, Pablo Paredes, Diego Ramírez, Gladys González, Rodrigo Gómez, Alexis Donoso, Eduardo Barahona, tú mismo, Ernesto González Barnert, Elizabeth Neira, Marcela Saldaño y más, sin embargo, también tengo presente algunos trabajos como Adornos en el espacio vacío de Gustavo Barrera, Las Jaulas de Javier Bello, lo de Antonio Silva, Edmundo Condon que ya bordean los 30 ó 35 años. Un poeta que tampoco ha tenido la repercusión que se merece es Pedro Montealegre, que actualmente reside en España, su nuevo libro publicado allá, La palabra rabia, de seguro es uno de los más alucinantes de hoy en día.

AD: Se ha calificado tu obra de neobarroca. ¿Qué opinión te merece esto? Lo pregunto por tu cita de Sarduy.
HHM: El neobarroco tiene una dobla matriz, cubana y platense. José Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy que tú me recuerdas, son escrituras potentísimas, alucinadas, que abrieron un nuevo camino. En una mesa de discusión crítica del ChilePoesía del año pasado no recuerdo que poeta dijo que se había demorado veinte años en entender a Lezama, lo cual me pareció magnífico, porque la poesía que yo considero, tanto en Chile como en el mundo, es aquella que ha sido capaz de inventar nuevos lectores, de crear nuevas formas de entender un libro, una autoría, un texto. ¿Te das cuenta? Todos los autores que te he nombrado hasta el momento lo han hecho. Sobre el neobarroco, o neobarroso platense, Perlongher es el más visible, ya que teorizó sobre el tema y consagró su obra a ello. Junto a él está, Roberto Echavarren, Arturo Carrera, Reynaldo Jiménez, Wilson Bueno, y varios más. En lo que se refiere a mi obra, no creo que "sea" neobarroca, sino que tiene devenires similares en cuanto a proliferación, ejes asignificantes, rizoma en general, y también se acerca al concepto de literatura menor de Deleuze y Guattari. Hay un parentesco innegable, en lo que se refiere a la "suciedad" del género, a la densidad caosmótica, al desborde. Creo que el (neo)barroco siempre será una barómetro de la época en que se dé, quizá después se llame postbarroco, no lo sé, pero es seguro que en términos formales y de materia siempre será una parodia a la economía y la síntesis verbal (belleza, bien y verdad) que pondera el canon conservador, y a la vez es un haz abierto de las tensiones que pueden existir en un campo literario determinado. Por último, algo que se me viene a la cabeza, la crítica literaria Soledad Bianchi en un artículo que vi hace varios años hablaba de un neobarrocho chileno, jugando con el barro de nuestro río Mapocho, no recuerdo si hablaba de la obra de Pedro Lemebel o de José Ángel Cuevas.

AD: Pero ahí está el gesto neobarroco del "más o menos o que sé yo" en el texto que abre Coma.

No sé mi nombre No sé si soy un hombre o una mujer No sé dónde estoy No puedo moverme Tengo los ojos abiertos pero no veo nada Parece que soy ciega o ciego Tengo imágenes en la mente pero no son de mi vida En realidad no sé qué es mi vida ¿Tendré familia? ¿Seré joven o vieja o viejo? No sé dónde estoy No oigo nada No sé si es de día de noche Qué año ni qué país ¿Estaré vivo o viva? ¿Seré algo? Cuando mis ojos se abran no sé de qué lengua a qué lengua traducir lo que vieron o lo que dejaron de ver No sé qué es lo que ha cambiado de lugar o desaparecido No sé qué he hecho ni qué ha pasado

HHM: No creo que haya gesto neobarroco en este texto, es más, ahora que me lo preguntas veo aquí en vez de una propagación de identidades, algo así como un grado cero de la autoridad de la escritura. Tiene que ver con esta idea de estar en coma, este nuevo libro está pensado como un monólogo total, el delirio como realidad absoluta, pues al estar en coma se suspenden todas las categorías y coordenadas, se vive en un sueño real que puede durar unos minutos o cuarenta años, y es lo mismo. Y ese "más o menos o que sé yo" que tú dices se transforma en un "yo no sé nada más que todo es una ilusión". Por ahí va el libro, verás, en octubre estará ya publicado y así cierro la serie Las categorías visuales de la gloria trágica que estuvo conformada por No! (2001), Este libro se llama como el que yo una vez escribí (2002), El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz (2003) y Coma (2006).

AD: Ya entrando en tu obra, ¿por qué Las categorías visuales de la gloria trágica?
HHM: La Paula Ilabaca me recordaba que ese nombre yo lo había escrito en unos dibujos que hice y que luego le di, ella después de harto tiempo me los mostró y el título se me vino como un flash a lo que estaba escribiendo, a una serie de cuatro libros que en realidad eran uno solo. Lo de categorías tiene que ver con la noción de separación, algo se deposita distintamente según su naturaleza, de allí que categorías visuales me remitieran a una forma diferente de ver lo que entendía por poesía, de ver la página en blanco, de ver la letra y la palabra como un dibujo, como una huella, el libro como una gran noche. La gloria trágica juega con un ícono que tengo que es la Gloria Trevi como la exacerbación de una estrella del pop sumida en la tragedia de su propio destino, es decir, sus canciones ya presentían todo lo que le sucedería, su tragedia estaba escrita y marcada en su ropa y su peinado, que es más o menos lo que me imaginé que podría significar esa serie de libros que tenía en la mente, representan una tragedia burlesca, un ajuste de cuentas conmigo mismo. Ahora que termino la serie lo veo con más serenidad, no cambiaría ni una letras de esos libros, como están quedarán, de hecho al publicarlos por Contrabando del bando en contra, mi editorial, hice el pacto de jamás reeditarlos como libros, en todo caso existen recopilaciones parciales y desordenadas de ellos como Putamadre (Lima, Zignos, 2005) y prontamente Segunda mano, pero esos libros ya no me pertenecen porque están muertos para mí.

AD: ¿Cuáles son los tópicos fundamentales en tu trabajo?
HHM: No lo sé, son varios, piensa que son cuatro libros en cinco años. Quizá de algún modo me interesen las hablas cercenadas por la moral, la vida burguesa católica, el sexismo, el racismo, etc. que es lo que más se cuela de No!, o sea, No a las respetables putas de la belleza/ No a los distinguidos perros de la poesía es una especie de acta de bautismo en donde se perfilan varios de los tópicos que se tratarán después en los libros sucesivos, precisamente la poesía como comunión y diálogo entre varios, la fusión con lo visual, lo musical, el callejeo. Luego, el ejercicio de la escritura misma como materia, la alteridad de la voz-autor, la vacilación por el género lírico y la novela, las reescrituras, el uso de collages, imágenes, dibujos, todo eso revuelto con el delirio, el deseo, el Fuego Paralelo, el Coyote, la Colina de la Sorpresa, el hombre de agua también se quema, la pequeña casa que se llamaba noche, Homónimo, las travestis con Síndrome de Dawn, la Manicomia, los centinelas mentales, Sordomudoniño, la flor de boca de dragón, Rosa Portugal, la chanchada, las hermanas carnívoras, mi chico, no sé, es harto. Varias personas acá en Chile han hurgado inteligentemente en mi trabajo, tú mismo, Pedro Montealegre, Felipe Ruiz, incluso la Patricia Espinosa y José Ignacio Silva que no perdonaron que no haya numerado las páginas y que no existan índices, ja, ja, ja, ja.

AD: Habla sobre eso de ser "lúcido y lúdico". Horacio decía que la poesía debía ser "dulce et utile"…
HHM: La lucidez es un requisito esencial en todo el arte contemporáneo, la metareflexión de la obra, el verse, dialogarse y repensarse son ya inherentes a las corrientes de la poesía que te he nombrado antes. Han pasado muchas cosas en nuestro país, nuestro continente como para dejarlas pasar sin interrogación crítica, eso al menos creo. En cuanto a lo lúdico, creo que es una risa distinta lo que permite que esto de lo lúcido no se convierta en un discursillo panfletario y llorón. Eso de "lúcido y lúdico" es una cita de un texto que termina de la siguiente manera:

porque ser................... lúcido y...................... lúdico............................. esa es la
questión
en cuanto al contenido y la forma.................. en poesía..................... pero si
fuera ............................ por mí .............................. que todos se jodan el culo
con un tenedor oxidado

Ja, ja ja ja ja, me acuerdo la primera vez que leí ese texto en la SECH, todos me odiaron. La lucidez como contenido y lo lúdico como forma, creo que por ahí va la cosa. Sobre lo de Horacio, justamente presenta lo dulce y lo útil como agradable y necesario, que son dos características odiosas en la poesía contemporánea, porque lo que se entiende convencionalmente por agradable es una convención, una fijación completamente desarticulable, no existe lo agradable en sí como esencia, es una sensación; por otro lado, lo necesario responde a una utilización de un fin determinado, más allá de lo propiamente estético, piensa que la poesía clásica estaba destinada a servir a objetivos religiosos, civiles, militares. Hoy ya no es así, el arte es autónomo, y más aún autófago. Te reitero, la lucidez como contenido y lo lúdico como forma, me gusta como suena eso.

 

 
 

 

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Lo lúcido como contenido y lo lúdico como forma.
Entrevista a Héctor Hernández Montecinos.
Por Arnaldo Donoso.