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EL VÉRTIGO DEL OJO QUE ESCRIBE


[presentación de "Del estado del arte" (Contrabando del bando en contra) de Arnaldo Enrique Donoso]

Por Héctor Hernández Montecinos
Chillán, 19 Enero 2006
IV Festival Internacional ChillánPoesía

 

Del estado del arte continúa las señales de ruta del libro Aproximación a la situación anómala y oblicua del lenguaje, pero la señalética en este caso está lleno de signo equívocos, de voces multidireccionales que abren la obra, pero que a la vez la localizan en la disfunción misma de su referencialidad. Así, el "Libro Primero", de los cinco, es una transfiguración del poema como cadáver, de la escritura como el registro somático de un cuerpo en descomposición. La subjetividad-escribiente va delineando una conciencia de uno mismo en otro, del que escribe con el que ha sido escrito, el muerto; sepultado en la tierra blanca de la página este cuerpo despedazado se constituye como un espíritu de la época, del poema, de la escritura misma que registra su propia agonía y que a la vez significa su momento de esplendor total. Cito:

Esgrime
un pacto una ascensión, bajar. Reunir el polvo.
.......... Remozar la acometida.

................... . aplazar el rocío .

Se desgarra y la luz
.......... le entra
.......... por todos los orificios. (DEDA, 19)

El "Libro Segundo [Asesinato de una mujer maniquí] [en Glasgow 7]" es el que convierte estos despojos humanos del capítulo anterior en un espectro golémico de la escritura misma como artificialidad nómade de su propia imposibilidad. La maniquí está llena de fetiches, tal como ella misma lo es, pero no puede mirarse en la vitrina de la galería porque sus ojos son de silicona, de igual manera que "esos imbéciles de mierda", que no ven nada, no entienden nada, no saben nada. El/la maniquí es un doble de sí mismo, andrógino y ficcionalizador, víctima de una peluquera, que cumple la función del o la poeta, que trabaja en la cabeza de sus clientes para que luego en un par de semanas la obra haya desaparecido por completo. Desde este mismo fracaso viene la violación de la maniquí, su asesinato, su borradura de la página como cuerpo sin órganos, sin pies ni cabeza, pero con la posibilidad del suicidio, es decir, de ser un poema y leerse a sí mismo. El apartado "Estado de sitio" viene a confirmar esta relación de la escritura y el papel, con la vitrina y la luz, de la "hibridación de lenguajes y la eyaculación facial. Cito:

Una puerta ya dentro del pez conduce a un túnel
que lo atraviesa llega hasta la muñeca de la muñeca, esta vez
no tirada en el patio, esta vez no mutilada a picotazos
sino perfecta
sube desde su posición 45° una pierna sobre la otra
hasta llegar al dedo anular un anillo pintado dorado
falso como
cualquier anillo que pretenda ser oído, cuenca, boca, orificio y
más orificio que todo.
(DEDA, 27)

El "Libro Tercero [Del silencio de las estructuras]" configura el escenario de esta tragedia escritural a modo de proyecto de lugar, que por un lado es la ciudad como pivote deseoso de sus partes, es también una oblicuidad intermitente creada por el ojo que la observa. Una heterotopía nómade que conflictúa con su carácter de espejismo, de desierto, donde Dios es visto "por televisión", haciendo de esta pantalla el mismo desierto donde se va escribiendo e inscribiendo el flujo no codificado de la materialidad lenguaje que vuelve a preguntarse por las condiciones y posibilidades de su aparición. Cito:

Todos tratan de olvidar un lugar. Emborrachándose en un bar
vacío por la tarde, en noches que no llegan a ser noches, en la frágil
espera de la madrugada. Tratan de olvidar ese lugar, temblando de
frío y calentura, y de aroma a café y cigarrillos, desde hace ya
años, en el desvarío de las membranas que cierran sus pétalos
diáfanos hartos de beber la garúa miel en las calles.
Hay un lugar que todos intentan olvidar y que ciertamente no
podrán:
(DEDA, 55)

El vértigo sintestésico de esta ciudad llena de catástrofes y fuego se rearticula como lugar e intervención en el "Libro Cuarto [Sodoma Artificial. Status Quo]". Allí la devastación luminosa de los cuerpos es a la vez su epifanía en este "tercer estado del arte" después de pasar de los pedazos de los cuerpos (fragmentación fractal del discurso) a su referencialidad anómala con la imagen del maniquí como espectro sin órganos dentro de esta ciudad suspendida como contexto móvil de las condiciones de la obra de arte hasta su destrucción deseosa al desbaratar el libro en el fuego que vuelve a producir pedazos y fragmentos. Es decir, el libro mismo vuelve a reescribirse desde su propia materialidad y pregunta por la escritura. Cito:

Sodoma,
dijeron de la literatura:

"Deslizar la firma plástica cotidiana en el seno
Un nodo referencial, un nodo pictórico
No responder a lo que la obra esperaba
Restar perfección con lo perfecto. Concretamente óxido
Moldeado es aquello que no ha pretendido ser".
FUE CUANDO CEGARON MI ANTEBRAZO LAS LANGOSTAS

(DEDA, 62)

Por último, el "Libro Sexto [Libro de El Ojo]", viene a ser el gran momento en que la subjetividad-escribiente es ficcionalizada como un gran ojo, que ha visto, leído, escrito el libro, la "Inscripción", intentando destruirla, del mismo modo que Dios sobre Sodoma, su obra creada en el "taller" del génesis y la revelación. De este modo, Del estado del arte de Arnaldo Enrique Donoso es la obra más lúcida hasta hoy en cuanto al ejercicio del "laboratorio" de la escritura; en este libro los intersticios entre las palabras son abismos en que el lector cae y a la vez vuelve a subir por ese ímpetu genial que expele su escritura. Este libro es, sin duda, una de las cimas de la nueva generación de poetas jóvenes chilenos, y como dice el autor:

En el piso, las lumi-
narias dejaron el plasma seco en la totalidad del
pavor imposible
(DEDA, 73)

 

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El vértigo del ojo que escribe.
Presentación de "Del estado del arte" (Contrabando del bando en contra) de Arnaldo Enrique Donoso.
Por Héctor Hernández Montecinos.
Chillán, 19 de Enero de 2006.
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