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UN POETA DE PUTAMADRE

Héctor Hernández Montecinos: Confesiones de primera mano

Por Maurizio Medo
Ómnibus Nº 10 Año II julio 2006

Hernández, poeta, crítico y editor es tal vez una de las figuras más promisorias de la poesía chilena, de la novísima, tal como es denominada tanto por sus integrantes como por sus detractores. En los últimos años su obra ha trascendido fronteras. Tanto así que en Perú, luego de la publicación de PUTAMADRE, está por aparecer SEGUNDA MANO. En otros países latinoamericanos, como México y Colombia, se anuncian también próximas publicaciones. Aquí un diálogo con "la voz menos representativa de la poesía chilena" pero, ¿quién lo duda?, una de las más audaces, inquietantes y poderosas.

 

- Héctor, ¿por qué se debería de creer que al leerte se está ante "la voz menos representativo de la poesía chilena"?
- La frase que señalas aparece en Putamadre (Lima, Zignos, 2005). La incluí, por dos cosas, la primera es una ironía a muchos libros de poetas jóvenes que aseguran ser los más representativos de las "poéticas jóvenes" de sus países, como si esa representatividad, obviamente institucionalizada, les diera una suerte de aura y legitimización de sus obras, lo cual me parece ridículo. Por otro lado, dentro del mapa poético nacional joven creo que mi obra no tiene que ver con nada de lo que se está haciendo, por favor, que no suene como un arrebato de egocentrismo ni nada por el estilo (risas) Lo que quiero decir es que desde el proyecto de lo que he escrito hasta las temáticas, las formas, las dudas, no se emparentan con ninguno de mis compañeros de generación. Es innegable, que participo de lo que se ha llamado la "novísima", pero en cuanto a formulaciones de la escritura no veo que represente a ningún sector, te insisto, a nivel literario, porque quizá a nivel de intervención política o de género puede que esté poniendo en escena otras miradas minoritarias. Además, el mismo concepto de "representación" es en sí sumamente problemático, en efecto, no creo que exista la posibilidad de representar algo, pues si la entendemos como aparición también es una apariencia, de ahí que una voz representativa sea una que aparece dando cuenta de una ausencia dentro de la cual se inscribe, y a la vez esta aparición le da un carácter de espectralidad, de intermitencia, o sea de su misma caducidad como fenómeno.

- Y, siendo el menos representativo, ¿a quién representas?
- No represento nada ni a nadie, ni nadie ni nada me representa, lo mío es puro devenir, escritura de sí.

- Entonces, desde tu "desrepresentatividad" ¿cómo ves el panorama de la poesía chilena a la que denominan "novísima?"
- Veo que ha surgido una gran cantidad de poetas desde la vuelta a la democracia en Chile, esto no quiere decir que durante la dictadura militar no hayan existido, es más, creo que las obras más potentes e intensas se dieron en esa época, pero desde los inicios del 90 hasta hoy se genera un in crescendo en cuanto a número, calidad y diversidad. Durante los 90 se hizo una poesía al alero de la academia que intentaba reconstituirse después del quiebre institucional de la dictadura, allí se ampararon nuevos bastiones para una compensación de la fractura y surgen revistas, encuentros y publicaciones que tienen como protagonistas a un grupo determinado de poetas universitarios, que hasta hoy no ha podido despegarse del gusto académico, salvo un par de excepciones.

- ¿Qué deberíamos de entender por "académicos?"
- Cuando hablo de la "academia", hoy en día, entiéndase que no deja de ser irónico, pues creo que en Chile no existe en su sentido original, las universidades estatales están en la quiebra, y las privadas en manos de la ultra derecha o de la izquierda neoliberal. Yo me fijé que en Perú varias universidades abren concursos, tienen editoriales, y existen grupos poéticos amparados por la academia, eso acá ya no se da. La "novísima" como nuevo escenario, digamos post 2000, no tiene tráficos mayores con las universidades, aunque si bien es cierto que varios de nosotros tenemos estudios superiores nuestras formaciones en su mayoría fueron en talleres literarios independientes, o en instituciones culturales más cercanas al underground. Otra característica de la novísima, es ya en términos escriturales, pues se abren nuevas brechas en cuanto a temas, a posibilidades de significación, a contingencias, a políticas de género, raciales, de clase, etc. Lo que quiero señalar, es que esta nueva poesía no se mueve en términos exclusivamente literarios, que se empalagan y se hacen literatosos. No hay extensiones de los poetas españoles del 27, ni tampoco de la poesía objetivista anglosajona, es decir, que si en términos de constituir tradiciones o genealogías lo más probable es que tendrían que ver con proyectos escriturales más riesgosos, experimentales, o menos canónicos como formulación general.

-¿Cuál sería el aporte fundamental de la Novísima a la literatura chilena?
- Si la novísima ha hecho un aporte, podría argumentar que es poner en escena nuevas perspectivas de los tópicos de la poesía latinoamericana, porque ese es otro de sus rasgos, su carácter latinoamericano, y no ya meramente nacional, te digo, existe un diálogo continental que responde a múltiples necesidades, desde un TLC editorial marginal hasta la desterritorialización de los medios de comunicación e información. Es más, se ha inventado un nuevo lector, latinoamericano y anómalo, vigoroso y loco, carente y proliferante a la vez, lo que en último término quiero decir es que estas nuevas escrituras han generado nuevas formas de leer.


- PUTAMADRE, ahora SEGUNDA MANO y luego INTERMINABLE ¿Hablamos de publicaciones interrelacionadas entre sí o de una obra? ¿Existe en el poeta una conciencia, poética y crítica, de la propia obra?
- Putamadre apareció en Lima por la editorial Zignos, a cargo de Harold Alva, el año pasado, y es el primer volumen de una trilogía recopilatoria de los libros que publiqué en Chile: No! (2001), Este libro se llama como el que yo una vez escribí (2002) y El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz (2003), más algo de lo nuevo, Coma, que publicaré este año. Acá esos libros ya no existen, fueron tirajes muy reducidos, repartidos de mano en mano, y ya por compromiso editorial no pueden ser reeditados, por estas razones surgió la idea de crear esta trilogía que ahora pronto continúa con Segunda mano y que concluirá con Interminable. O sea, obviamente, están relacionadas porque vienen de una serie de libros, pero cada uno tiene un perfil especial, por ejemplo en Putamadre están los textos más característicos de lo que escribo y quizá más inaugural pensando en los nuevos lectores extranjeros. Segunda mano es más oscuro, enrevesado, menos amable, digamos, ahí se juega con la idea del texto como prenda, como textil, una parodia a lavar la ropa como higienizar la escritura, algo por ahí, e Interminable, decididamente son los textos largos, aunque en extremo fragmentarios, sin duda el libro más complicado de la trilogía. La conclusión de esta serie significa una recuperación anómala de una obra completa, pues sumados componen el corpus casi total. De este modo, el hasta ahora inédito Coma viene a cerrar Las categorías visuales de la gloria trágica, que es todo lo que he publicado hasta este año. Tú me preguntas si existe una conciencia poética y crítica de la propia obra, yo te digo que sí, a todas luces, y esa conciencia surgió a modo de un sueño que tuve el año 2000, vi los cuatro libros, y ellos eran uno solo, mil páginas exactas, por eso siempre pensé en la escritura como proyecto de una serie, ahora que termino Coma, veo con mayor claridad como los cuatro libros son uno solo que se pone en tensión.

- Hace unos días hablábamos de la relatividad que constituye la "enfermedad del lenguaje", sostenida por algunos críticos y ante ello deslizabas la teoría de que, en realidad, la enfermedad era del lector, ¿lo crees así?
- El lenguaje no puede enfermarse, porque desde su origen ha sido una contaminación, un virus que altera un cuerpo para convertirlo en otro, o sea desde el latín que fue la enfermedad de las lenguas itálicas, podemos hacer el recorrido de la descomposición del idioma para llegar al castellano. A lo que quiero llegar es que esta enfermedad en esencia del lenguaje es justamente su carácter más intrínseco, lo que le da validez y luz a su propio proceso, o sea al hablar de la crisis del lenguaje entendemos que es su momento de mayor lucidez y esplendor. Por esto me refiero a esa relatividad del concepto, que menos se podría aplicar a un momento determinado de la poesía latinoamericana como lo han querido situar ciertos críticos. El lenguaje es enfermedad, pero es a la vez remedio de sí. En mi tercer libro tengo la siguiente cita de Jonathan Culler refiriéndose al trabajo de Derrida:

En el Fedro la escritura se describe como pharmakon, que significa "remedio" (un remedio para la debilidad de la memoria, por ejemplo) y "veneno". Ofrecida a la humanidad por su inventor como remedio, Sócrates trata la escritura en calidad de droga peligrosa. Este doble significado de pharmakon resulta esencial para la situación lógica de la escritura como suplemento: es una añadidura artificial que cura e infecta. Pharmakon está profundamente relacionado con pharmakeus (mago, brujo, prisionero) un término que se aplica a los diálogos de Sócrates y a otros. Para sus interlocutores Sócrates es un mago que opera por medio de trucos y encantamientos; en una ciudad extranjera, así se insinúa, sería rápidamente detenido por brujo, y efectivamente, cuando se le arresta en Atenas y se le obliga a beber veneno (pharmakon) es bajo la acusación de pervertir a la juventud.

Allí está la referencia clara de que el lenguaje y su inscripción se mueven como enfermedad y cura, veneno y remedio, de allí la tensión misma del propio lenguaje como sistema y no como una característica agregada. Entonces cuando se habla de la enfermedad del lenguaje que creó la vanguardia, por ejemplo, no estamos diciendo más que fue ella quien se acercó al idioma ya enfermo para componer desde ahí y dar a conocer concretamente esa enfermedad, ves de este modo el lado higiénico de las vanguardias, y de las propuestas que supuestamente enferman el idioma. Piensa en Vallejo, Huidobro, Girondo, en como sus obras pusieron en el tapete la desconfiguración del lenguaje, pero para que esto realmente exista es necesaria la invención de un lector enfermo, y eso es lo que planteo como alternativa, la radicalidad de las escrituras no pasa ya ni por lo formal, ni por lo temático, sino que por la creación de nuevas formas de leer y desleer la poesía en este caso. Necesitamos de lectores enfermos, que deliren, esquizoides, alucinados para que esta "enfermedad del lenguaje" realmente pueda realizarse como materialidad y síntoma. Te hablo de la poesía chilena, que creo tiene un largo historial de cómo paso a paso ciertos autores inventaron a cientos de nuevos lectores, un Huidobro, un de Rokha, un Juan Luis Martínez, por decirte algunos, y esa es su propuesta de obra más radical y extrema, su obra son los lectores que inventaron.

-¿Cuál es el concepto de tradición que expresas en tu obra? Por momentos, pienso expresamente en SEGUNDA MANO, encontramos un registro escritural que contamina la pureza del género poético pero, al mismo tiempo, al leer "Chile es el nombre de mi padre"(1), proyecto colectivo que compartes con Paula Ilabaca y Pablo Paredes , hay otra visión. ¿Podrías explicitar tu relación con la tradición, qué podemos entender, ideológica y estéticamente, por tradición poética?
H.H. - El concepto de tradición es siempre problemático si es que no lo entendemos como la acumulación cultural ya institucionalizada de alguna manera que está codificada en nuestra cultura, o sea, al hablar de la tradición literaria que podría inventar, como diría Borges, creo que está en el futuro, más allá, huelo las obras que se vienen, me las imagino, sueño con estar vivo para leerlas, me alucinan, en ellas pienso al hablar de tradición, en "el libro que vendrá". Por otro lado, y situando concretamente una genealogía, te podría dar nombres, pero eso ya encasilla y sitúa demasiado, además no es toda la obra de un autor lo que me conecta con él o ella, ¿te fijas?. En mi segundo libro hay un capítulo que se llama "La Tradición Susurrada (con T mayúscula y S mayúscula de aquel amor)" que está ficcionalizado como los poemas de amor escritos por María Paulina Rubio, travesti con Síndrome de Dawn, en las paredes de la Manicomia. El título es una cita de Allen Ginsberg, luego sigue una elegía homenaje a Whitman con citas de sus detractores como por ejemplo "Whitman conoce el arte como un cerdo las matemáticas" o "No, no, esto no va. La gente que nos siga (quiero decir la posteridad) no querrá nada de esto", entonces por ahí ya hay pistas por donde te podría hablar de una tradición, es decir, de las escrituras que en su tiempo problematizaron el género de la poesía, la moral dominante, las formas de recepción convencionalizadas. En Segunda mano hay un juego con eso mismo, pues el nombre hace referencia a la ropa que se compra usada y en el libro mismo se trabaja la escritura como suciedad, el texto como tejido manchado, de allí que se haga referencia a las máquinas de lavar como el proceso de lectura al que estamos condicionados, es decir, en nuestra cultura leer es sinónimo de hermeneutizar, y no tendría por qué ser un imperativo. Tú bien señalas que existe un afán de contaminar la pureza del género poético mediante la escritura, eso es así, de todos modos. Me hablas también de "Chile es el nombre de mi padre", que es la reescritura de Poema de Chile de Gabriela Mistral, ahí mismo puedes ver como trabajo la tradición poética, porque desde estas reescrituras que son una traducción de obras canónicas y en algún sentido un nuevo relato se abre un diálogo no sólo de leer esas obras, sino que también reescribirlas hoy, esto es, jugar con su aurática, bambolear el canon, travesear y travestir la autoridad de un nombre y de un poema.

- Ahora que te hago esta pregunta recuerdo que uno de tus detractores te endosa el calificativo de "fundacional", ¿Estando tu obra en proceso no te parece curioso que sin haberla concluido aún ya te estén denominando así? ¿ Qué percepción sientes que se tiene de tu obra en Chile?
- En este último tiempo han aparecido varias críticas a modo personal, pero lo que me extraña es que cuando yo era un insoportable todos me querían, ahora que vivo en una suerte de ostracismo literario aparezcan estas insidias bajo el sol (risas). Para hablarte más en serio, eso de "fundacional" creo que pasa por el hecho de ser quien de algún modo, en un conocido pero polémico ensayo llamado "Panorama subjetivísimo de la novísima poesía chilenísima" que todavía anda por internet, dio cuenta de las más nuevas voces nacionales que de alguna manera estaban silenciadas por las mafias editoriales, los amiguismos, la misma pobreza o la indiferencia del medio, entonces por ahí se puede entender ese apelativo, pero te das cuenta que es sumamente conservador y malintencionado, pues sólo a quienes les molesta que aparezcan nuevos poetas pueden argüir calificativos como ese. El otro sentido de "fundacional" es el que tú propones, es decir, con respecto a mi obra, que de algún modo estaría fundando algo, pues no lo creo, o no lo sé. Lo que estoy haciendo, o terminando ya con el libro Coma, es un proyecto anómalo dentro de la poesía chilena, no obstante se engarza en un nuevo escenario que se abre en Latinoamérica, junto a obras como la tuya o la de Douglas Diegues del Brasil, por decirte un par de nombres. Yo creo que en Chile mi obra no ha sido bien leída, en su magnitud como un proyecto global digo, salvo valiosas excepciones como Raúl Zurita, Carmen Berenguer o Soledad Fariña, los poetas de mayor edad no están interesados en saber qué pasa con los más jóvenes, incluso algunos poetas como Tomás Harris y Francisco Véjar, entre otros, están empeñados en perpetuar a la escena de los 90 con el título sempiterno de la poesía joven chilena, que son autores que bordean ya los 35 años, un poco patético lo encuentro. En cuanto a la recepción crítica específica en Chile de lo que he publicado, son poetas jóvenes los que mejor la han trabajado, como Felipe Ruiz, Arnaldo Donoso o Pedro Montealegre, con quienes ricas tengo complicidades teóricas y poéticas, y fíjate que los tres tienen problemas críticos con respecto a esta supuesta novísima. Allí te das cuenta que la mayoría de las críticas, como la de Rafael Rubio quien fue el autor de lo de "fundacional", son meras ganas de crear una farándula poética, una seguidilla de escandalillos menores, que por lo menos a mí me dan risa.

-¿Qué es para ti La Manicomia? ¿Crees que realmente comience a gestarse una conciencia macrorregional?
- La Manicomia(2) aparece en todos mis libros, pero en el segundo es donde lo sitúo como un hospital siquiátrico ("bastión de la locura"), una cárcel ("limbo para los inicuos"), un convento ("asilo de clarividentes") y un sauna motel. Estos espacios tienen la connotación clara de estar clausurados por los relatos de la salud, la criminalidad, la fe, el deseo, es por eso que la Manicomia, que es y no es un lugar, a la vez representa un estado mental y una herencia. Proyectando esto mismo, es que le doy una vuelta más a la Manicomia ya vista como Latinoamérica, un continente que desde su colonización hasta hoy mismo ha sido una continua clausura, ya sea en términos políticos, económicos, religiosos, culturales, etc, sin embargo, es desde ese aplastamiento homogeneizador que se generan nuevos marcos libertarios y creativos. Así, la Manicomia es un acontecimiento y su propia negación. Todo esto, se traduce a la vez al plano de la escritura poética, y acá se vuelve al tema de la tradición como un canon molesto, pero es desde intersticios y fracturas las posibilidades de deconstruir el mismo sistema donde aparece, pero también, como señalas, se podría hablar de una conciencia macroregional desde donde se están liberando nuevos proyectos escriturales que remecen los idiomas del continente, desde el aymará al portugués, que ponen en jaque a los cánones locales, y que en último caso inventan un nuevo color para la página en blanco.


 


Héctor Hernández Montecinos
es licenciado en Letras con mención en Lingüística y Literaturas hispánicas en la P. Universidad Católica de Chile. Doctor en Filosofía, mención Estética y Teoría del Arte en la Universidad de Chile. Ha publicado No! (Ediciones del Temple, 2001), Este libro se llama como el que yo una vez escribí (Ediciones Contrabando del bando en contra, 2002), El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz (Contrabando del bando en contra, 2003) y el libro colectivo Desencanto Personal: Re-escritura del Canto General (Cuarto propio, 2004). Poemas suyos aparecen en antologías como Desconciertos de la concertación (CD-ROM, Denison University, 2002), Círculo infinito (Al Margen editores, 2002), Treinta jóvenes poetas (Universidad de Playa Ancha, 2003), Poetas Chile Siglo XXI, vol. 7 (CD: Rayentru, 2004) y en Cantares: Nuevas voces de la poesía chilena (LOM, 2004) hecha por Raúl Zurita.

(1) "Chile es el nombre de mi padre" es la reescritura de Poema de Chile de Gabriela Mistral, que sumado a las reescrituras mistralianas de los poetas Pablo Paredes y Paula Ilabaca darán origen al libro Yin Yin, pronto a publicarse en Chile.

(2) Esta serie fue recitada por el autor y musicalizada por Niko Candia en el disco independiente Almas impresionantes a puro defecto (2001).





 
 

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