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Presentación de "Putamadre" de Héctor Hernández Montecinos

Señales de ruta

Rodrigo Flores Sánchez
Ciudad Dfctuosa, 15 de octubre de 2005

Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

F.G.L.

“La desaparición de una familia”, de Juan Luis Martínez, se anticipa a una época donde los significados han sido declarados mercancía irrisoria, a un tiempo latinoamericano en el que signos se han desvanecido bajo la instauración de las consignas, donde se han borrado “las señales de ruta” y ya no existe posible retorno, más que a manera de ingenuidad autocomplaciente o preceptiva criminal. Es en este extravió donde se inscribe la obra de Héctor Hernández Montecinos.

Ésta puede ser leída como una trampa, una trampa fatal para el lector: “Esto que tienes frente a ti no es un libro Esto que tienes en tus manos son otra manos que te sugieren que te detengas Que no sigas Que están esperando el más mínimo descuido para saltarte encima y sacarte los ojos”.

Frente a la fetichización burguesa del libro como derrotero de la redención, la serenidad y la apacible paideia, Putamadre -que reúne No (2001), Este libro se llama como el que yo alguna vez escribí (2002), El barro lírico de los mundos interiores más oscuros que la luz (2003), más algunos textos del libro inédito Coma- propone una ruta o espiral distinta. Ésta es la de la discordia frente a la política del olvido y la revuelta frente a los sobreentendidos histó(é)ricos, sociales, culturales y, finalmente, lingüísticos (el horizonte de la política escritural de ache ache abarca a autores “incómodos” como Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Rodrigo Lira y Néstor Perlongher) . Sólo así se entiende la apuesta por una escritura deshabitada de los contenidos preferenciales de lo poético, y ocupada, conquistada e invadida, virtualmente, por la contingencia.

En Mil mesetas, de Gilles Deleuze y Felix Guattari, autores referenciales para ache ache, se señala: “Tartamudear es fácil, pero ser tartamudo del lenguaje es otro asunto, que pone en variación todos los elementos lingüísticos e, incluso, los no lingüísticos, las variables de expresión y contenido”. La obra de Hernández Montecinos puede ser entendida como una trampa o señuelo: la de la variación infinita que pone en jaque los mecanismos de legitimidad de la lectura como ámbito excluyente de la escritura. La obra de Hernández Montecinos puede ser vista como la de la variación infinita que cuestiona el problema de la identidad de la escritura en relación con términos como sexualidad, género, psicoanálisis, lenguaje y poder, LENGUAJE Y PODER, LENGUAJE Y PODER, LENGUAJE Y PODER.

Usando, los conceptos del escritor argentino Edgar Bailey, la escritura de ache ache es una máquina verbal alerta y, simultáneamente, inocente. Inocente en cuanto a la efusividad, apertura y energía centrífuga que desprende, e inocente en cuanto a la posición que asume la construcción textual como proyector político y ético. Finalmente, la condición que asume Héctor frente al lenguaje y el mundo es el de la incertidumbre, pero no una incertidumbre aséptica de quien se lava la manos, sino en términos de ética y visión:

No sé mi nombre No sé si soy un hombre o una mujer No sé dónde estoy No puedo moverme Tengo los ojos abiertos pero no veo nada Parece que soy ciega o ciego Tengo imágenes en la mente pero no son de mi vida En realidad no sé qué es mi vida ¿Tendré familia? ¿Seré joven o vieja o viejo? No sé dónde estoy No oigo nada No sé si es de día o de noche Qué año ni qué país ¿Estaré vivo? ¿Seré algo? Cuando mis ojos se abran no sé de qué lengua a qué lengua traducir lo que vieron o lo que dejaron de ver No sé qué es lo que ha cambiado de lugar o desaparecido No sé qué he hecho ni qué ha pasado

 
 

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Señales de ruta.
Presentación de "Putamadre" de Héctor Hernández Montecinos.
Por Rodrigo Flores Sánchez.
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Ciudad Dfctuosa
15 de Octubre de 2005.