Leyendo 
              con ojos de hermana menor
              
              Presentación de Putamadre de Héctor Hernández 
              Montecinos
              
              Richard Astudillo
              
              
             
              la tapa 
                es horrible, falta un índice y quizás el máximo 
                error,
                las páginas carecen de numeración
                Patricia Espinosa
              
            
          
          La entrada al copireich y a la página numerada de la 
            multimedial obra de Héctor Hernández-Montecinos, me 
            ha enfrentado a la formalidad de la institución de una tensión 
            literaria inscrita por todas las de la ley. Leo-veo Putamadre 
            como el sueño de la “obra propia” a contramano de la 
leguleya 
            latinoamericana que protege los bienes y los cócteles de nuestras 
            letras nazionales. No voy a leer Putamadre como globalidad 
            y unidad de un proyecto estético (no tiene sentido hablar de 
            vanguardia en la actualidad, el único poeta vanguardista que 
            interviene la realidad con éxito, es J.J. Brunner y sus poemas-informes). 
            Voy a ver-leer Putamadre como ejercicio de domesticidad y hacinamiento 
            corporal. Voy a leer-ver Putamadre desde uno de sus puntos 
            de fuga, el Tratado de la fascinación (página 
            número 60), lo más afectadillo de la muestra, donde 
            como dice la cueca, el baile heteronacional, se escenifica la teleserie 
            de la máma, la hija y la guagua que llora debajo e la enagua.
            
            El tratado como contrato, división territorial de la propiedad, 
            bien raíz, tiene una espesa tradición en la producción 
            de corporalidades geopolíticas. El tratado médico firmado 
            por las ciencias categóricas y uniformadoras, abre los fuegos 
            de la modernidad tecnócrata. Fueron unos vándalos barbones 
            santificados por unos vándalos papales (en español) 
            los que se adjudicaron solares en el mundo conocido, durante el año 
            1494, así lo cuenta un texto escolar aprobado por el MINEDUC 
            con una excelente evaluación del comité. Tordesillas 
            fija el meridiano de partición del Océano Atlántico 
            a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. De esta forma, España 
            adquiere el dominio del hemisferio occidental y Portugal el oriental. 
            Se concreta con el tratado un verdadero reparto del mundo entre estas 
            dos coronas. Tratados y crónicas militares afirmaron que “las 
            indias” no tenían cultura y que no contaban con almas y por 
            lo tanto merecían la pena inquisitorial por sus repetidas blasfemias. 
            Te-ele-ce, es la versión recargada del tratado en la era colonial 
            de moda. El tratado como límite, división, mapa ilustrado, 
            ha dado paso al tratado de la continuidad, de la apertura, total somos 
            tan pero tan gringas que hasta creemos en la libertad y la democracia, 
            nuestro fatídico credo.
            
            El Tratado de la fascinación, página 60, me niego 
            ha calificarlo como simple escritura o juego neobarroco visual. El 
            texto desea y afirma una forma de leer la disposición de los 
            cuerpos y sus flujos en medio de arquitectónicas y espacios 
            cotidianos, siempre políticos. La hermana, la madre, los libros, 
            la ilustración, la cama, el perro, el gato, la pieza, el casete 
            son cuerpos indistinguibles en la contigüidad espacial, son hebras 
            por donde transita una inclasificable corporeidad deseante. Esta expresión 
            tiene su correlato en la textualidad (como una performance de la vida 
            cotidiana) y el continuo de palabras, imágenes, sobre todo 
            imágenes, citas de sentidos cuya sintaxis reemplaza la causalidad 
            y el orden lineal por el principio de casualidad. La puntuación 
            o las cláusulas del tratado geopolítico (o literario) 
            son reemplazadas por las mudeces y superposiciones de frases, que 
            viran y se entrometen en otros textos, discursos y objetos. Un apunte: 
            la mudez, aches to aches, es la protagonista central de la 
            teleserie-obra: “sólo me queda huir de esta / obra extraviarme 
            en el libro / ocultarme entre las páginas / meterme dentro 
            de las páginas”. Ache se persigue y paranoiquea, se oscurece 
            y se va a negro enguantado huyendo de los guardianes del sentido.
            
            Respecto al asunto artefacto libro, me refiero el cuadro de la hermana 
            cuestionando el artefacto libro, me gustaría situarlo respecto 
            a otra escena. Hay una película de un colonizador-cineasta 
            alemán llamado Werner Herzog (con música tecno new 
            age de Popol Vuh) que posee una escena aberrante: un grupo de 
            aborígenes de la Amazonía, que se interpretan asimismos 
            dentro de la película, acuden a la embarcación de los 
            recién llegados extranjeros, que se interpretan asimismos dentro 
            de la película como actores de cine venidos en aviones con 
            boletos de primera clase. Entre ellos destaca un sacerdote católico, 
            figura libidinal que se interpreta asimismo con naturalidad. El actor 
            lleva una biblia, libro de libros en la mano. Una vez subidos los 
            indígenas a bordo, comienza una enrarecida ceremonia. El sacerdote 
            le hace entrega al jefe aborigen de la palabra de Dios, mientras un 
            mal traductor interpreta las intenciones de los recién llegados. 
            El jefe aborigen recibe el texto con desenfado, toma el libro de libros 
            con ambas manos, pensando que en el raro artefacto se encuentra envasada 
            la palabra de los dioses. El jefe acerca el artefacto a una de sus 
            orejas y al no escuchar palabra, lanza el libro lejos, resultando 
            finalmente aprisionado y acusado de profanar el credo colonial patentado 
            por el libro de libros: “¿Por qué tení puros 
            libros de novela? me pregunta yo me río por este grandioso 
            momento pero tampoco le contesto lo mira y lo deja rápido otra 
            vez toma la nueva novela y me lo muestra diciéndome que le 
            gustó más”. El flujo del libro en la hermana del 
            Tratado de la fascinación es un flujo de saber al cual 
            ella se resiste prefiriendo la visualidad de la página, las 
            fotografías, los dibujos (creo que el cuadro no es solo un 
            guiño teórico al importado concepto de literatura 
            menor, también es la profanación lúdica del 
            mismo mediante una praxis social-lectora que sospecha del ilustrado 
            aparato libresco). El pasaje corporeiza el texto que más cuerpo 
            ha ganado en la literatura de anticuario a la chilena: La Nueva 
            Novela. La hermana da al objeto un vitalismo que el hermano mayor 
            no encuentra (la cita no es una cita de autoridad, la hermana reconoce 
            la materialidad del texto, lo ubica como un adorno extraño 
            traído desde el supermercado letrado).
            
            Como práctica escritural el trastoque de la textualidad se 
            marca en la imprecisión de la espacialidad dentro del dibujo 
            de la hermana: “mi Hermana apoya su cabeza en el escritorio y dibuja 
            un gato se pasea por el entretecHo y nos reímos sin decir nada 
            aHora”. En la continuidad, la hermana ha ilustrado y el hermano ha 
            escrito, ambas textualidades se niegan a separarse de la instantánea 
            de la escena. El equívoco reconoce en la escritura la dirección 
            de un deseo que lleva a la hermana a la adolescencia y la contraescritura. 
            En otra habitación, la madre, en sincronía, manufactura 
            la masa del pan. Como en los textos de Vallejo, este doblez sitúa 
            a la escritura plegada a formas de creación del trabajo doméstico-rural 
            (panaderas, lavanderas, costureras, cocineras).
            
            Con la irrupción de la madre en escena, la contigüidad 
            verbal-corpórea se acelera. Madre, música, hermana, 
            hermano, gato, perro, se hacen indistinguibles; todo la acción 
            del cuadro aparece motivada por la fórmula de saludo de la 
            madre: “mi madre cruza la pieza preguntando qué están 
            Haciendo los pajaritos”. La animación- nominación sitúa 
            a los hermanos dentro de la fauna que ellos mismos escriben y dibujan. 
            Nuevamente la hermana se resiste a la linealidad, desea que todos 
            los días sean miércoles para ensayar siempre un juego 
            nuevo. La semana contable desechada es otra muestra de la negación 
            de la memoria sometida al rigor del tiempo. Linealidad temporal, es 
            traducible aquí, como censura al desorden textual y a la búsqueda 
            de la proliferación de múltiples sentidos en los textos.
            
            En la última secuencia la hermana termina el dibujo. El hermano 
            crítica la obra de la hermana. El juicio filial sostiene que 
            la obra terminada tiene una falla imperdonable, el número de 
            flores no se corresponden con el número de las letras del nombre 
            de pila, hay errores, incoherencias, excesos, faltas de ortografías, 
            abuso de la tipografía. La hermana, acepta reparar el texto 
            pero no accede a borrar ningún componente de su obra: “se Ha 
            sentado otra vez en el escritorio a dibujar la flor que falta (y no 
            a borrar la letra que sobra) al menos eso creo desde la cama tengo 
            poca visibilidad de lo que ella Hace”. En la domesticidad de este 
            último cuadro, yo identifico la operativa escritural desarrollada 
            en Putamadre, texto que no ahorra palabras y posibilidades 
            de sentidos, texto en que todo falta, no posee limpieza ni definición 
            genérico-fascista posible.
            
            El Tratado de la fascinación articula una poética 
            materialista y política de la creación, a través 
            de la conjugación de la dimensión espacial de la escritura 
            escenificada en un hacinamiento “familiar”, donde la literatura higiénica 
            colapsa en medio de conflictivas resistencias y puntos de fuga. La 
            contigüidad corporal permite al texto invadir otros discursos 
            y metamorfosearlos para buscar códigos y prácticas que 
            desborden el anacrónico y reaccionario objeto. H.H. en Putamadre 
            rescribe los tratados coyunturales que han edificado el edificio latinoamericano 
            de las certezas por medio de textos y discursos programático-simbólico-mediático-pedagógicos. 
            Ante la persistencia de cuerpos desaparecidos y privatizados, H.H. 
            ve la posibilidad del plural (hermana-hermano-madre), de los que viven 
            en luto fiestero la “linda república de rodillas”.