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Hernán Lavín Cerda (1970)


"Cambiar de religión" y "Ka Enloquece en una Tumba de Oro Y el Toqui está
envuelto en Llamas. Y Máquinas de Deisler"

Poemas por Hernán Lavín Cerda, Ediciones Renovación y Ediciones Mimbre.
1967 - 1968


Por M.C.G.
Publicado en PEC, 13 de septiembre de 1968



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Decía Proust, más o menos, que en los dibujos y arabescos que rodean el texto de una acción de Sociedad Anónima, puede reconocerse el estilo de una época tanto como en un libro, en un cuadro, en unos versos.

Certísimo.

Hay el estilo, a secas, y el estilo de la época. Este último es tan poderoso que no se libran de él ni los más audaces innovadores. Lo percibimos, por ejemplo en Baudelaire. En Rubén Darío. En ciertas figuras solitarias de Picasso. Toda la Ilustración parece vaciada y agudizada en la manera de Voltaire.

La fuerza aglutinante del estilo de la época, es, obviamente, el escollo más duro para singularizar el estilo propio, reconocible, sellado.

El ejercicio de la crítica permite observar el fenómeno de cerca y casi sin interrupción.

De la poesía nacional en nuestros días podría decirse, de modo simplista, que recibe su "estilo" de la manera de Nicanor Parra por un lado, y del período abstracto de Neruda, por otro. Pero en verdad que no es tan simple, ya que, como se sabe, Parra ha sido el receptor —de calidad, por cierto— de los poetas ingleses del lenguaje coloquial, quienes a su vez se ampararon en los simbolistas franceses, etc. (esto lo hemos analizado ya repetidas veces). Por otra parte, la poesía de Armando Uribe, que recibió la misma corriente nutricia de los coloquialistas ingleses, nada debe a la de aquel, aparecida con posterioridad. Deduciremos, pues, que hoy en día el estilo de la época tiene carácter planetario.

Y bien. Hernán Lavín Cerda, aunque sujeto fuertemente a las mismas modalidades hoy en curso nos parece (no olvidar, nuestra crítica es impresionista, nada sabe del estructuralismo a la alemana) nos parece, un poeta te-rri-ble-men-te dotado. Es, al modo de l'enfant terrible, el poeta terrible. En "Cambiar de Religión" parecería querer jugarle el calembour a la poesía, a las palabras, al lector y a si mismo. Uno diría que huye, escandalizado, de la poesía como reino estético para ir a refugiarse en el ingenio. Ingenio de la imagen y de la retórica. Ya del todo seguro a su amparo, lo hace bien. A ratos, decididamente bien:


Los pañales de un hijo de dos meses
le quitaron a usted la inclinación a los sedantes.
Yo la miro a los ojos a la hora de la angustia,
cuando el sol se sale del mapa, y usted
tiene la misma sonrisa de viuda alegre
de Bertrand Russell.


Poco antes le ha dicho al tierno bebé:


Caíste a las cuatro de la tarde a este país
lagartija, y yo te bautizo en el Nombre
y del Hijo, por mi culpa, por mi culpa,
por mi bellísima culpa.


Su idea e imagen de Dios haría persignarse al propio ya nombrado Voltaire.

El poeta abordará a su padre y a su abuela con igual impersonalismo. A la segunda le adjudicará los siguientes versos:


Recuerdo que mi abuelita también era op.
Está en su tumba todavía con su minifalda azul
y sus aros per sécula geométricos. Mi abuela la excéntrica
que tuvo en vida un par de ojos francamente sexy,
barrocos, mi abuela que ha de resucitar un día
de la mano de su par de medias op
y su rayita negra.
Cualquiera diría el más insinuante horizonte.


Su última publicación. "Ka Enloquece en una Tumba de Oro y el Toqui está envuelto en Llamas. Y Máquinas de Deisler", cae de lleno en las abstracciones. La vastedad de nuestra ignorancia empieza preguntándose ¿quién es Ka? ¿Es el alma egipcia traída terre a terre? Nos consolarnos atribuyéndolo a un mero ideograma. Confesemos en cambio que nos gusta lo de "y Máquinas de Deisler". Ocurre que de sus ilustraciones fluye siempre, aún de las más simples, un encanto que murmura apenas. ¿Qué? Eso, un encanto.

 

 

Esta poesía podría decirse que lleva una intención, en un lenguaje siempre esotérico, de lamentar y reivindicar la aborigen raza aplastada. ¿O no? Quién sabe...

Parece que, en última instancia, importa poco. Lo que nuestro oído sí percibe es un preciosismo en la búsqueda de una verdadera cábala de las palabras, el gusto y ultragusto por la belleza disonante y las bruscas asociaciones.

Y quizá por qué, al finalizar la lectura de ambos libros miramos, imaginando, hacia el poeta (su efigie nos es desconocida) y parece que debemos esperar.

 

 

 

 

Poemas de "Cambiar de religión"

 

Cambiar de religión

1
Uno llega al mundo entre un pañal y el infinito
y la tierra se llena de arrugas de un minuto a otro.

2
Adán muerde la manzana con lucidez asombrosa
y a Virna Lisi se le cae el sostén de vergüenza.

3
Oficio loco
el de pretender que un hermoso rostro
como el de un pájaro con todos los huesos en su sitio
pueda volar en la pieza oscura
de una máquina fotográfica
cruel.

4
Lo inconsolable de los vestidos de papel
es que pasarán al recuerdo
en menos que canta un pájaro.
Felizmente la mujer que los use
quedará como un vaso por dentro:
húmeda de experiencias.

5
La mejor dio una vuelta desnuda
dentro de la greda.
Apal sapalipir hapabipiapa upunapa tipinapajapa.

6
Empezar a decir que la sombra de la sombra,
lo mismo que a partir de una calle que se mira a sí misma,
o subirse a una cruz para decir líbrame.

7
Creo que estamos a punto de aceptar
que metan en nuestra casa la trama de un crimen
aparentemente perfecto: contemplar el absurdo
desde una ventana o un espejo de familia.

8
Yo te beso
con la pasividad de un ministro de viviendas
en el nombre del protocolo de la vida.

9
Noche a noche se graba una función de amor
en una cinta magnética.

10
Hay gente que sufre, incluso
por llevar una cruz en miniatura colgada al cuello.
Pero estoy seguro que nadie sería capaz
de derramar una lágrima
por un avión detenido para siempre en el espacio.

11
La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa?
Unasganaslocas.

12
Una perra se utiliza incluso para eso.

13
Evtushenko recién descubrió a Kafka. Iba loco.
«París Strip Tease», querido Sartre.
Voznesenski con su cara de oblea. Yo lo aplaudo.
A Pasternak quisieron nombrarlo poeta oficial
de la Revolución.
Época de comisarios, Maiakovski, de pistoletazos
en la sien.
«Cuádreme los versos, rímelos, hágame un canto
en veinte líneas».
¿Qué le parece a usted el realismo socialista?

14
Ver una guagua con dientes, señores, ¡qué grotesco!

15
Más de alguien me ha preguntado
valiéndose de imágenes puramente poéticas
si yo creo en el suicidio.
Aprovecho la oportunidad para decirles
en imágenes puramente humanas
que en la actualidad casi no queda tiempo
para cambiar de religión.

16
Pedagogo mío en castellano,
ayúdame a pulir los versos, líbrame
de la locura de decir las cosas como son, llévame
al siglo de las luces del lenguaje, hazme fino,
la estructura de la obra literaria, protégeme
de todo mal, depende de la paz del espíritu, no me dejes
caer en tentación, así sea.

17
Y dijo Cristo en la cruz a sus ladrones:
«Alléguense, alléguense,
para que alcancen a salir en la medallita».

 


Dios

Dios tiene mucho menos idea
respecto de la poca idea que ustedes tienen del mundo,
es decir de mí, dice Él, y desde el dice Él
todo se complica, y lo que quién sabe
pudo ser doblemente sencillo
se complica el doble.

(Pero tus calzones son del color de las rosas,
son con vuelos y a medida que el strip tease avanza,
con el favor de Dios, lo doblemente complicado
se descomplica, se goza, se parte de cero,
hasta que vuelve Dios y vuelta a lo mismo:
lo que con tanto esfuerzo se había logrado descomplicar,
doblemente se complica, ya no se goza).

 


Con fondo de ángeles

Ave María Dulcísima
concebida en una noche de luna,
el pecado vino a ti vestido de ángel,
encachimbado y provisto de zapatillas de levantar,
el pelo joven con perfume y olor a vino embotellado.
El templo había oscurecido y jóvenes hacían el amor
a los pies de un reclinatorio, con los ojos
fijos en los ojos, en forma astrológica.
También volaban entre cuatro paredes
otros ángeles de menor tamaño llamados angelitos,
provistos de alas con olor a esperma fresca
y nalgas desnudas y rosadas.
María vino a nosotros, blanca como el peligro,
vestida con un traje de novia corto
que apenas le cubría los muslos.
un reporter fotográfico de barba granate,
engalanado con una túnica dorada,
disparó el flash de su contaflex en el momento preciso
en que María guiñó su delicioso ojo izquierdo
y los ángeles empezaron a pasar uno por uno.
Un enano de cara corrediza, especie de Rey Mago,
lampiño como el incienso, cantó aflautadamente
y tomó nota de los últimos detalles.
Yo hice exactamente lo mismo.

 


Tienes la cabeza calva a imagen y semejanza

Caído el veintiocho de noviembre a la tragicomedia,
morado como los planes del pentágono, pero morado moderno,
sano, dulce también, dice tu madre que aún no te conoce,
como las betarragas, con tres días célibes de mundo,
morado de nuevo como la cibernética de Tzara.
Caído al mundo con un número y una ruleta bajo el poncho,
por la genial eternidad que no es sino la grandísima:
la mortalidad con algunos grados de alcohol
y la encantada, la cruel puerta de calle.

Naciste en cuna de incienso:
«Cordero de Dios» o «la estrella brillaba para ti».
Pero las enfermeras contrahechas, las mismas enaguas
pelirrojas y los calcetines de un nylon a todas luces
más obsceno que el éter, cada una la más bella bestia
con su respectivo bozal.
Caíste a las cuatro y media de la tarde a este país
lagartija, y yo te bautizo en el Nombre,
y del Hijo, por mi culpa, por mi culpa,
por mi bellísima culpa.

 


Pañales

Los pañales de un hijo de dos meses
le quitaron a usted la inclinación a los sedantes.
Yo la miro a los ojos a la hora de la angustia,
cuando el sol se sale del mapa, y usted
tiene la misma sonrisa de viuda alegre.
De Bertrand Russell.



OP

1
En la calle una minifalda a cuadritos mueve su cintura
y se nos sube a la cabeza, y como en un tablero de ajedrez
yo pienso en lo cuadrado que puede no sólo ser la vida
sino el amor, o algo tan mecánico a simple vista
como bajarse las medias y acariciar el nylon.

Aunque les guste o no les guste estamos en los días
del arte op, y esos anteojos por secula geométricos:
el black and white de las modelos más flacas
que el espíritu santo, bloqueadas aún
por un sistema socioético, absolutamente
minifáldicas y refociladas, con los cuellos de antílope
como cuellos de botella.

2
Recuerdo que mi abuelita también era op.
Está en su tumba todavía con su minifalda azul
y sus aros per secula geométricos. Mi abuela la excéntrica
que tuvo en vida un par de ojos francamente sexy,
barrocos, mi abuela que ha de resucitar un día
de la mano de su par de medias op
y su rayita negra.
Cualquiera diría el más insinuante horizonte.



Camas

Reconozco que hay camas diferentes,
reconozco clases sociales.
La cama de Enrique VIII se hizo para ocho,
la cama de Julieta terminó en un Valle de Lágrimas:
Romeo se mató una tarde y nadie sabe.
Luis XVI despertó un día sobre una cama llena de baba,
y a mí me fue imposible ver la contracama de Jan Hus.

No te ilusiones Napoleón con Josefina.
Lo que interesa es que la cama sea ella misma
por sí sola. Ahí usted puede pegarse un balazo
o jugar su descendencia.

Aunque la cama al fin no existe,
no es más que un estado de ánimo del cuerpo,
una forma de ponerse.

 


Calvicie

Empezamos a perder el pelo
aunque a costa de ganar en experiencia: dicen,
puede ser, quién sabe. Empezamos a perder la vida.
Ya no tenemos la rapidez de antaño que nos permitía
seguirle de cerca los pasos a un avión supersónico.
Decididamente el nervio óptico se gasta, como todo,
y los ojos están buenos para ir a dormir
el dulce sueño de los justos.

Pero cómo se cae el pelo, en qué forma, sin piedad,
tan de un sueño para otro. Y cómo nos miran de soslayo
los espejos, y cómo se ríen de nosotros
de los labios para adentro, y qué terrible cara de peluquero
tiene ese no menos terrible espejo
que hace las veces de reloj despertador.

Una experiencia viene detrás de otra: dicen.
Pero el pelo se cae siempre, exactamente igual.
Y en el pelo se va la vida, es lo primero
de la vida que se va. (Sólo en casos excepcionales
la vida logra perpetuarse calva).

 


Poemas observantes

1
Pasará un año, dos, tres, y así hasta el infinito,
y tú y yo seguiremos jugando ping pong, sin perder,
sin detener el juego, infalibles, así hasta el infinito.
Porque tú y yo conocemos de memoria el secreto,
lo que dice Mao sobre la naturaleza, la lluvia,
el ají de color y los deportes.

2
Mao mío aquel Beethoven sordo y sordo, y Liszt, el Franz,
el delicadamente idiota, el melenudo,
y Chopin, el que sangraba pianísimo cuando no salía el sol,
la Bohemia y la Moravia, los mil años, los niños
rosados y los viejos más rosados aún,
las cuestiones que pasan entre los blancos,
tan socialistas hoy, tan europeos, tan como los yanquis,
tanto o mucho más.

3
Qué lástima, usted habría sido perfectamente mi amor,
mi único amor, no me lo dicen sus ojos, me atrevo
a pensar en una cuestión de naturaleza, de energía,
qué lástima, si usted hubiera tenido una cara
menos occidental, cámbiesela, sepa que la adoro,
por el gran sol que acabará con occidente,
su cara tan blanca, tan amiga de los herejes,
y esas ojeras pálidas que vienen de Praga
capital de Sodoma socialista, y que el Yang-Tze me ahogue
con mentiras y todo si yo miento.

 


Acuerdo de paz

Mister Johnson, prepárese.
En la otra vida usted será el único norteamericano
y deberá obedecer las órdenes de sus superiores:
los ángeles vietnamitas.

 


El primer comisario

Platón fue el primer comisario
y está bien muerto a la diestra y siniestra,
filosófica y felizmente.
¿Qué habrá sido del mundo
convertido de la noche a la mañana en platonísimo?
Por fortuna los huesos se diseminan
y el espíritu avanza con la época.
Platón pasó a la prehistoria
y sobre las tablas de la ley crece el pasto
y corre el agua.

 


La vida es así

La vida es así, y eso no es cierto.
Uno hace que la vida sea así, o no lo sea.
Hace frío, es verdad, y yo te abrazo.
Pero tú insistes en que la vida es así,
como tú dices, la Alcaldía, el Reloj,
que no es posible.

La vida es así como uno quiere,
como debiéramos tú y yo, en nuestro caso.
Pero tú tienes miedo, timorata, y te aferras
a que la vida es así, ni un paso más,
y eso no es cierto.

Yo te abrazo, yo sé, y esa es la forma
en que uno hace que la vida es así.
Pero es otoño, hace frío, es verdad,
y te resistes a que la vida, por último,
sea así, como uno debe.

 


La difícil asunción

El ascensor que hasta fracción de minutos
se preparaba a la asunción de cada día,
por inexorable mandato divino
debe detenerse.
Tú vienes en él, alienada, como el ten piedad de nosotros
invisible que maneja las riendas, con los labios
como los labios de una careta de cartón
(y la puerta de calle que al abrirse en un rictus
de codicia se trizaría, la vergüenza, estoy seguro
como un vaso).

Por tus ojos como por un ascensor
sube hasta nacer en el que escribe un par de miradas
benignas de sentido, y analizo tus senos
a pesar de haber en ellos un resabio.

Entonces viene lo sexual:
amémonos, Lesbia mía, a secas.

 


A Minina todo lo porno

Malgré tout, para excitarse hay que saber
con qué tocarse, después de beber
(tu infinitivo démodé) su cafecillo calientillo.
«No te muevas, dijo Talita»: eléctrica y apavonada.
Y ustedes son testigos mis calzonudos y cor,
de que a Minina yo los más finos y acabantes heptasílabos
luego de métricamente meteméla, y es una lágrima aterciopelada
que mi lenguaje tan lineal y de retorno
a la romancia se desvirtúe por una rabia así tan justa
y liricida, si agréable, por infelicidad no sabo la traduc,
mi chilian fiero.


Mozart

Mi padre se murió un día
en que el alma lo abandonó húmeda por el recto,
y entre la lluvia mi mamá se besaba con Mozart,
y se besan, detrás de la puerta de la clínica,
frente a la sala de operaciones
y sin guantes.


Consulta privada

Otorrinolaringólogamente, es decir con amor,
nos fuimos besando con furia casi mística
más allá de oídos, nariz y garganta.


El juego de rodillas

Me aterra que dejes de ser mujer
primero por los tobillos, base ideológica,
y te insectices ahora por las piernas, mariposas,
y finalmente el par o el juego de rodillas, las arañas,
y el pelo enculebrado.


A pie pelado y cursi

Vestida de desvestida y sin antifaz como pretexto,
atacada en cueros y sin un rictus y en un clima
con estufa a gas y a pie pelado y cursi.
Al centro el chiste de tus dos caderas
y centímetros más abajo tricomoniática y profunda.
Vestida de desvestida y calurosa y velludísima,
atacada en cueros y a pie pelado y cursi,
pero tu perfume a sulfa, tu hipocondría.


En la plenitud de la vida

En la plenitud de la vida y exactamente como los perros,
aunque con absolutas más trabas, restos de prejuicios
y no querer mirar, con la piel más aspera
que una cáscara de nuez,
soportamos así quince minutos que duraron quince años
y después su vergüenza pegada al capot de la camioneta
por un espacio igual al tiempo.

El amor se hace, lo que cuesta es despegar las piezas:
cuestión de mecánica y de nervios que son como los cambios
y permiten cambiar de velocidad exactamente como los perros,
a pesar o por tener ojos de gata y caderas acostumbradas
a salirse fuera del camino.


Mañana resucito

Entonces me hice Vallejo,
vendedor viajero de tristumbre, palo y cogollo,
y en eso estoy cuando todos sin que él les haga nada
me suplican que mañana resucito, cae jueves
también con una soga.
Del cuello al hecho hay mucho por delante,
me tiranizan al oído, y yo que nací en París
ya ni me acuerdo ni en qué forma, salvo la lluvia.


Yo comía maní

La biología que aprendí, a lo primate,
y mis espermas con bigote y lucidez en tus ovarios,
no exagero, yo no lo entiendo con ojos de tres meses
y tan rosado y agarrándose una pata,
¿cómo se puede nacer un Iván de carne y carne
del modo menos lógico?

Yo comía maní, lo que me acuerdo, y el tozoide
se salió sin clímax, con desgano, y había
un descuido vaginal, lo que no olvido,
y el rumor cumple seis meses el veintiocho,
agú,
y se confirma.


Con ojos gatitos

Paradamente, léase Vallejo,
y en honor a la piel muslísima, léase Gelman,
mi tetónica, per seculorum hicimos correr los genes
en un canto a lo divino y lo espermático,
con almíbar y sin neuro, pero sí
con ojos gatitos.


Eva

Lo bueno es que ya no se puede escribir sobre el bien,
porque el bien ya estuvo escrito,
y una manzana agusanada
ascendía al reino de los cielos.


Llantas

Sobreviene el drama
cuando siente que Dios embarrado
lo llama desde el interior de las llantas
con una voz reducida estrictamente a dar vueltas.


Pedantería

Sin embargo debo reconocer
que cuando nuestras relaciones aún eran cordiales
hubo una mosca azul que me dijo:
«Sin mí nada podéis hacer».

Lo recuerdo con cariño
a pesar de su pedantería.


Nieve

El agua de la llave lava los pecados del mundo
y una toalla afranelada se encarga de secar
el cuerpo ya sin mancha
y una estufa a gas de parafina nos reseca la piel
y una sola gota de lluvia vuelve los pecados a su sitio
y si por algún motivo
cae

nieve
el
cuerpo
se
llena
de
sarna.


Las botas blancas

Las botas blancas de esa prostituta
que ahora viene a decirnos ¿cuánto cuestas?
son tan puras como la hostia que ahora viene
a decirnos ¿cuánto pides?
con una pureza que no llega a la suela
de las botas blancas de esa prostituta
que ahora viene a pasar el presupuesto.


Bar

En el bar donde reina la ley seca
todos los asistentes me miran con religión
a través del vidrio de copas que no disponen
de una sola gota
roja de impureza
y a ritmo de venias me revelan
mis defectos físicos y morales.


¿Loco?

Me meso los cabellos
a causa ¿y virtud? del nerviosismo.
La situación se pone incuestionablemente difícil.
Soy un diputado popular por obra y gracia
de mis amigos farmacéuticos.
Y a lo lejos veo que una pareja de cara mantecada
juega tenis sin raqueta y sin pelota
y transpiro
gotas
verdes
como el césped de la cancha
y termino por pisarme la lengua
más seca que el cuero cabelludo de una momia.


Obelisco

Con champú de rosas con esencia
y pelos peinados a lo toqui, el domingo
de las araucanas exiladas y con botas
terminó a los pies de Balmaceda: doctor en amor libre
sólo por acto de presencia, verde hasta la tusa,
y arrinconado a los pies de un pene blanco
con cuerpo de obelisco que dominó la ciudad por temor,
sólo por acto de presencia.

 




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"Cambiar de religión" y "Ka Enloquece en una Tumba de Oro Y el Toqui está envuelto en Llamas. Y Máquinas de Deisler".
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Por M.C.G.
Publicado en PEC, 13 de septiembre de 1968.