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¿PARA QUÉ SIRVE LA POESÍA?

Hernán Lavín Cerda

Luego de escuchar con respeto, cariño, buen humor y una pizca de humor negro la lectura en voz alta de los estudiantes que sueñan con ocupar, alguna vez, un espacio en el reino sin monarca de la poesía (no sólo ocuparlo sino también fertilizarlo), se supone que yo debo decir algunas palabras más o menos inteligentes sobre este viejo asunto, aunque no me resulta fácil la operación de construir un pensamiento coherente (ya no se diga con inteligencia) en privado y en público, sobre cualquier materia de aspecto natural o, incluso, sobrenatural, dicho sin falsa modestia. ¿Quién habla o escribe cuando uno escribe o habla?

Creo que alguien dijo con una precisión científica: "Una ópera es un lugar donde una mujer o un hombre recibe una puñalada y, en vez de morir, canta. Sí, canta como ángel o bestia, y su canto es de una fealdad y una belleza insoportables". Sospecho que algo semejante sucede en el ámbito del Arte o del Antiarte de la Palabra al que aún denominamos Poesía. Ahora bien, ahora mal, ahora quien sabe. Si me preguntáis ¿para qué sirve la poesía?, me atrevo a responder que sirve para todo, inútilmente, y no sirve, útilmente, para nada. Dicho de otro modo, sirve para creer en el milagro de la respiración de cada día, o, si les parece, para creer o más bien sentir la presencia de Dios, aunque Dios, a veces, esquivo y caprichoso como una niña con ojos de mamífero asustado, se burla de nosotros. Hace algunas noches, durante un largo sueño, me dijeron que Dios, en medio del insomnio más cruel, perdía el sagrado sentido del humor y no era capaz de creer en la existencia de Dios. Recuerdo que le dije con lágrimas en los anteojos, después de sonreír como una vaca mística en alguna calle maloliente de la India: "No sufras por mí, Dios mío, y sólo atrévete a creer en la existencia de Dios, como en el principio de los tiempos, cuando tus ojos aparecían y brillaban sin desaparecer, y todo estaba en lo más profundo del corazón de todo. ¿Recuerdas? Atrévete a deslizarte hacia el túnel de la resurrección y no dejes de cultivar la misericordia por todos nosotros. Casi muerto de risa, ten piedad por nosotros que te queremos tanto. Te queremos, finalmente, por ese desliz metafísico y tan tuyo que otros llaman ternura inagotable".

Pero será mejor que dejemos a Dios en paz y volvamos al ombligo del origen para decir que la poesía, no sólo contemporánea, se parece cada vez más al dinero. Sirve para recordar y olvidarse de casi todo (aun de los niños verdes), y soportar la pobreza. Yo les digo a los alumnos que milagrosa y peligrosamente se parecen a su inseguro servidor, que cultiven la voz de la poesía, aquella del principio y del fin de los tiempos, y nunca serán pobres, aun cuando algunos insistan en pensar que son más pobres que una piedra ciega, coja y harapienta en medio del camino. No hay pensamiento pobre; menos un pensamiento pobre de espíritu: ni siquiera en el iluminado San Francisco de Asís. Si ustedes viven dentro de aquel soplo siempre genésico de la poesía, lo más probable es que nunca se sientan atrapados por la telaraña del desierto espiritual, ese desierto que atormentaba al cronopio mayor y amigo inolvidable, Julio Cortázar, cuando se refería al porvenir de la hermosa e insufrible América Latina: ese futuro que ya es presente desde hace un buen tiempo.

Me gusta mucho escribir poesía porque puedo plagiar a mis padres y a mis discípulos; por ejemplo, al Santo Padre Juan XXIII, quien llegó a decir con entusiasmo: "Con frecuencia me despierto por las noches y me pongo a pensar en una serie de asuntos muy graves. Decido, entonces, hablar con el Papa. Sorpresivamente me despierto del todo, como Jesucristo en aquella cruz sangrienta, y recuerdo que el Santo Padre soy yo". El relato de Su Santidad Juan XXIII es gloriosamente poético. Así como el de Makaresco-Trani (nunca sabré quién es), luego de plagiar con júbilo a Groucho Marx, otra de las figuras de la poesía universal que sólo escribió algunos versos clandestinos. Dice el tal Makaresco-Trani: "Un buen método para adelgazar es desnudarse y comer delante de un espejo. Es una antigua técnica mediterránea que funciona muy bien porque a uno lo corren de inmediato del restaurante". Y a propósito de Marx, he aquí otra joya de la poesía que sobrevivió a su época, pero a través de Walter Benjamín: "El profesor Ackermann, harto de que Jaimito lo tutee, le manda escribir cien veces en su cuaderno: 'No debo tutear al profesor Ackermann'. Al día siguiente Jaimito entrega el castigo en forma de una tarea impecable. El profesor Ackermann lo examina y al fin asiente con júbilo. Entonces Jaimito mueve los ojos en dirección opuesta a las manecillas de un reloj y le dice alegremente: 'No te lo esperabas, ¿eh, Ackermann?'". Y he aquí que no hay aquí, sino mas bien otro rubi de la creación que se titula Empresa familiar. Comillas: "Este año, por fortuna, he logrado crear una empresa. Yo soy el presidente, mi madre es la vicepresidenta, mi padre es el secretario y mi abuela es la tesorera. Mi tío Jacobo es el miembro más distinguido de la junta directiva. De súbito, sin decir agua va, ni agua viene, ni agua va, se pusieron todos de acuerdo e intentaron prescindir de mí. Entonces yo formé un bloque con mi tío que es muy inteligente y audaz por el simple hecho de ser mi tío, y gracias a Dios conseguimos meter en la cárcel a mi abuela. Las aguas regresaron a su nivel y hemos vuelto a ser felices, paso a paso, como antes de que nos organizáramos en aquella empresa que prometía un futuro esplendor, tal como se afirma en algún pasaje de la paradójica, a veces bella y no muy piadosa Canción Nacional de Chile".

Y a todo esto, ¿qué es la poesía? Si no me lo preguntan, sospecho que lo sé; si me lo preguntan, sospecho que lo ignoro. Este juego fue una invención magnífica de Agustín de Hipona, nuestro San Agustín de la antigüedad, quien estaba pensando en Dios, por supuesto. Es difícil olvidarse de Dios o de los Dioses: Dios es un fenómeno plural como el verbo encarnado, y ese verbo encarnado se llama Poesía y suele ser la cara oculta de Dios o algo por el estilo. A veces pienso que la poesía es una aguja sismográfica en el corazón del ser humano. Qué inteligente soy, ¿verdad?, me digo a lo lejos. ¿Cómo es posible? Más que un peligro, la inteligencia de Narciso toca las orillas del pecado y de la culpa. No sé, pero de repente soy como un hijo de Ingmar Bergman, aunque no me hagan caso; más de Andrey Tarkovski o de Federico Fellini que de Bergman. Siento que la poesía es el regulador de voltaje del espíritu por antonomasia.

¿Hablemos ahora del enigma del ojo? Durante el verano de 1967, luego de una conversación con el poeta Jorge Teillier, se me acercó Juan Carlos, un niño de 7 años, y me dijo en el jardín japonés del cerro Santa Lucía, en Santiago de Chile: " Don Fulgencio Sepúlveda, el profesor de Ciencias Naturales, dice que el ojo es la parte más delicada del aparato digestivo. Para que el ojo esté siempre en buenas condiciones, hay que hacer así: no frotarse cuando algún insecto o una basura o algún volador no identificado se le mete a uno en el ojo. También hay que evitar que nos den puñetazos en la pipula o en la pupila, aunque las pipulas duermen bajo los párpados. Cuando de improviso se nos mete alguna basura en el túnel del ojo, uno debe aguantarse la tentación de cerrar completamente el ojo de la basura porque si no lo cierra, el insecto o la basura que sea es al fin expulsada por el ojo con un golpe de lágrimas que vienen del interior". Alta poesía con una base científica, me dije abriendo y cerrando los ojos ante la mirada oblicua de Juan Carlos; tan alta como el siguiente aforismo que también ayuda a vivir en este mundo polifacético: "La poesía puede calar muy hondo en la superficie de las cosas".

Sin duda que la poesía también sirve para fundar una nueva dimensión de lo real con las palabras de siempre. Por ejemplo: "Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega./ Mi cuerpo de labriego salvaje te socava/ y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.// Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros/ y en mí la noche entraba su invasión poderosa./ Para sobrevivirme te forjé como un arma,/ como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda./ Pero cae la hora de la venganza, y te amo./ Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme./ Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!/ Ah las rosas del pubis!/ Ah tu voz lenta y triste!// Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia./ Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!/ Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,/ y la fatiga sigue, y el dolor infinito". Es el texto inicial de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, publicado por primera vez en 1924. Allí el joven Pablo Neruda juega erótica y amorosamente con el lenguaje de cada día, sin permanecer inmóvil en el nivel vehicular o denotativo. Hay un desliz desde la profundidad del idioma que a través del ritmo emerge transfigurado en poema. A partir de su peso específico, las palabras dicen mucho más de lo que habitualmente dicen: se alumbran por dentro y nos alumbran a lo largo de sus combinaciones. Hay una erótica que se funda en el lenguaje de la poesía: ese milagro siempre inaugural.

En una de sus últimas obras de ensayo, La llama doble, Octavio Paz ofrece una reflexión muy lúcida sobre este campo magnético. De pronto, a través de un tejido amplio, dice: "La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda es una erótica verbal. Ambos están constituidos por una oposición complementaria. El lenguaje —sonido que emite sentidos, trazo material que denota ideas incorpóreas —es capaz de dar nombre a lo más fugitivo y evanescente: la sensación; a su vez, el erotismo no es mera sexualidad animal: es ceremonia, representación. El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora. La imagen poética es abrazo de realidades opuestas y la rima es cópula de sonidos; la poesía erotiza al lenguaje y al mundo porque ella misma, en su modo de operación, es ya erotismo. Y del mismo modo: el erotismo es una metáfora de la sexualidad animal. ¿Qué dice esa metáfora? Como todas las metáforas, designa algo que está más allá de la realidad que la origina, algo nuevo y distinto de los términos que la componen". Y mas adelante, el propio autor de obras esenciales como El arco y la lira, Libertad bajo palabra o El mono gramático, entre tantas otras, continúa iluminándonos con su reflexión: "Ante los poemas herméticos nos preguntamos perplejos: ¿qué dicen? Si leemos un poema más simple, nuestra perplejidad desaparece, no nuestro asombro: ¿ese lenguaje límpido —agua, aire— es el mismo en que están escritos los libros de sociología y los periódicos? Después, superado el asombro, no el encantamiento, descubrimos que el poema nos propone otra clase de comunicación, regida por leyes distintas a las del intercambio de noticias e informaciones. El lenguaje del poema es el lenguaje de todos los días y, al mismo tiempo, ese lenguaje dice cosas distintas a las que todos decimos. Ésta es la razón del recelo con que han visto a la poesía mística todas las Iglesias. San Juan de la Cruz no quería decir nada que se apartase de las enseñanzas de la Iglesia; no obstante, sin quererlo, sus poemas decían otras cosas. Los ejemplos podrían multiplicarse. La peligrosidad de la poesía es inherente a su ejercicio y es constante en todas las épocas y en todos los poetas. Hay siempre una hendedura entre el decir social y el poético: la poesía es la otra voz, como he dicho en otro escrito".

¿Para qué sirve la poesía, entonces? Pienso que desde aquella otra voz podemos respirar con alegría como en el principio del Mundo: volver a sentirlo todo con intensidad y altura. Volver al prodigio de vivir intensamente y resucitar a cada instante, despertando, sí, despertando con lentitud y ritmo y ceremonia, como cuando cada palabra se vincula jubilosa y enigmáticamente con otra palabra, al estilo de lo que ocurrió durante el Génesis, y surge entonces el milagro de la epifanía. Apariciones y mas apariciones que le dan un sentido múltiple a nuestras vidas. Por eso Neruda hablaba de las vidas del poeta: no de una sola vida. En el seno fértil de la escritura poética, no hay una vida que no sea un fenómeno de naturaleza plural. Digo vidas porque uno vive su vida en comunidad, así es, en comunicación y en comunión con sus semejantes, por medio de la profana y de la santa alianza que vibra en el corazón de lo poético. La poesía nos ayuda a ser más verosímiles, aunque también debiera ayudarnos a ser un poco más inverosímiles. No sólo mis lectores que se multiplican sin misericordia, son criaturas dudosamente verosímiles, sino que se han ido subiendo a este barco y me van queriendo sin apuro, sin exigirme nada y casi fuera del tiempo, a través de una hermandad muy humana, progresiva y encantadora. Yo me siento muy agradecido en esta silla, catedrático de mí, sentimental, por encima o por debajo de esta silla que cambia de forma a cada instante. Me siento muy agradecido, muy agradecido, para decirlo al modo de aquel samurai de la canción latinoamericana, don Pedro Vargas. Otro espíritu refinado y múltiple, que nunca fue samurai, gracias a Dios, aunque se convirtió en maestro de maestros, como lo reconoce Gabriel García Márquez cuando recibe el Premio Nobel de Literatura, me refiero a Luis Cardoza y Aragón, dijo alguna vez en su casa de Coyoacán que la poesía es la única prueba concreta de la existencia del ser humano. Yo me atreví a poner en duda ese juicio. No me parece que sea para tanto, le dije arrastrando las palabras como si el tono de hablar de Neruda, y no su espíritu, se me hubiera encamado en medio de los sesos, aquí, entre ceja y ceja. Se habla mucho de la importancia de la poesía, pero los editores opinan que no se lee ni se vende. La estupidez y la vulgaridad aumentan sin descanso y no creo que la tendencia cambie en los años venideros. En la UNAM intentamos resistir, como usted ha dicho junto a Rubén Bonifaz Ñuño, Julio Cortázar, Ernesto Sabato y algunos otros. Sin embargo, el peligro de un desierto espiritual no es una invención mía. Recuerdo que Cardoza y Aragón no dijo nada. No transcurrieron más de diez segundos y don Luis volvió a decirme en un murmullo inolvidable: "Olvídate de los editores porque siempre dirán lo mismo. A ellos les interesan las ganancias en dinero contante y sonante, sí, en dinero más bien constante..., aun cuando hay algunas excepciones. Pienso que la poesía está destinada a expresar lo que con simples palabras es inexpresable. No hay poesía en donde no hay milagro. El poeta no es un soñador, como algunos pueden creer: está despierto y lúcido, como nadie, para hacernos soñar. Sin duda que los poetas hacen milagros. Al fin el poeta es como un arco sobre las cuerdas de la realidad. Los hombres no sólo producen mercancías: van más allá y de improviso vuelan, aun cuando reconozco que las masas no quieren arte. El arte existe donde no hay masas. Masificación es enajenación; el arte nos individualiza e intensifica nuestro ser sin aislarnos, en una congregación de conciencias libres que depara una común plenitud. No hablo de 'arte puro'; no existe: creado siempre de infierno y cielo. Franz Kafka muestra la realidad y la metafísica del mundo capitalista o socialista, y le presenta un insostenible espejo de fuego. Kafka, un Jano, vio simultáneamente las caras opuestas y cayó fulminado".

De pronto se esfuma el espíritu de Luis Cardoza y Aragón y voy quedándome solo, aunque no tanto porque sé que ustedes aún me quieren y me acompañan, pero ¿quiénes son ustedes? Alguna vez le hice una pregunta no muy feliz, más bien tonta, ¿quizá inteligentonta?, a Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile: ¿Es usted el maestro Borges? Y el autor de Historia de la eternidad dijo mirándome a los ojos, ya sin verme: "A veces, ¿no?, sólo a veces... Nadie ha vivido en el pasado; ni siquiera usted. Nadie, seguramente, vivirá en el futuro. Nos queda el presente de cada día. Sólo a veces, ¿no?" De pronto se esfuma el espíritu de Borges en lo más profundo de nuestra memoria. Pienso que la poesía sirve, al fin, para todo y para nada: he ahí el beneficio, su mayor utilidad. El Arte de la Palabra nos vitaliza celestialmente, carnalmente, infernalmente. En sus dominios se humaniza uno a lo ángel y a lo bestia, evangelizada o troglodíticamente, y tiene la oportunidad de bestializarse humanamente. Arthur Rimbaud, pobre de mí, o San Juan de la Cruz. Entonces vuelvo al origen de todo, sí, al principio de estas lineas, y recupero la voz infantil: no es recomendable que nos alejemos de ella. Jamás olvidaré que Juan Domingo, un niño de más de 7 años que fue muy amigo de mi hijo Iván, visitaba con frecuencia nuestra casa verde ubicada en la calle Asunción 221, en Santiago de Chile, no muy lejos del cerro San Cristóbal. Alguna vez nos dijo: "A mí me pasaron cosas grandiosas. Cuando tenía dos años me caí adentro de un pozo y me mojé totalmente, hasta más allá de la lengua, después de ahogarme. Cuando cumplí los cuatro fui a ver qué había dentro de una olla y me tiré toda el agua caliente arriba del cuerpo: fue la primera vez que me llevaron al hospital. A los cinco años me corté el dedo gordo con un cuchillo. En otra ocasión me puse a pelear con un grandote que me rompió un ojo a puñetazos. Otra vez fui a buscar hielo y al cruzar la calle me pisó un automóvil más oscuro que los ojos de mi abuela Ramona: la pisadura fue terrible. En otra oportunidad en que le estaba sacando los higos a la higuera de un italiano que vivía al fondo de mi casa, se rompió la rama y me di un golpe de película, sí, algo muy espectacular. Vivir es formidable: yo tengo recuerdos muy lindos de mi niñez".

Sin dejar de sonreír como un enano medieval, nuestro Iván dijo con un poco de euforia: "En mi salón de clase todos los niños tienen ombligo, y el señor profesor lo tiene muy grande. Es un ombligo ciego, según dicen, pero muy bien alimentado: un ombligo de campeonato mundial. En toda mi escuela no hay otro ombligo como el de nuestro gran profesor, don Julio Santillana".

Como ustedes pueden ver, la poesía también sirve para acercarnos, con humor, felicidad y misterio, a la región umbilical del Mundo.

 


 

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¿Para qué sirve la poesía?.
Por Hernán Lavín Cerda.