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¿Una eterna noche en la aldea global?
("Taxi Driver" de Egor Mardones, Ediciones Al Aire Libro, Colección Bestia Mágica, 2009)

Hugo Quintana Q.
Profesor y Poeta


 

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Existe un interesante ensayo que sostiene que en la Aldea Global hay espacios que se convierten en tópicos o lugares comunes, es decir, que pueden ser visitados en Santiago, en Canberra, en Madrid o en Tokio, y al ingresar a ellos, se puede encontrar lo conocido, lo propio. Por eso, cuando te sientas extranjero en alguna parte del mundo, pues entra a un McDonal's, a un Starbucks o a una cadena de supermercados -en todos lados se parecen tanto, sean los Woolworths en Australia, Lider en Chile, Wal-Mart en cualquier ciudad estadounidense, o Jumbo en Argentina-, o bien, puedes comenzar la lectura de este "Taxi driver", de Egor Mardones.

De hecho, no recuerdo muy bien el nombre del autor ni el título del ensayo, pero la idea central que le daba cuerpo al texto, me impresionó muchísimo. Y es esa idea, precisamente, lo primero que se me vino a la cabeza toda vez que me sumergí entre las páginas de este texto poético, la idea de encontrarme en uno de esos espacios de la aldea global.

Es simple, no se puede escapar al escenario propuesto, ni al aire que impregna la ambientación del libro, al pesimismo, a la ironía que se ventila desde todos sus versos; y es porque todas las cosas que allí se expresan, hayas vivido en Tomé, en Santiago, o bien en cualquier ciudad del mundo, pueden verse de todas maneras, en cualquier parte.

Su universalidad como un asunto innegable, es un punto a favor a modo de inicio.

Y la cosa no se detiene ahí, existe una gran cantidad de referencias a canciones, a lugares isotópicos por donde transita la trama propuesta (siempre hay un bar, un hospital, o una botillería, en cada ciudad), a autores, a lecturas, letras de rock, que la enumeración pudiera resultar un ejercicio poco ejemplificador.

De hecho la mayor de todas las referencias es el mismo título. Parece que el hablante lírico (¿el mismo autor?) se identifica demasiado con el protagonista de la cinta original de Martin Scorsese. Un idealista punk que las oficia de taxista, desea terminar con la podredumbre de la cual es un espectador privilegiado, marco que se escenifica en una ciudad cosmopolita y, además, dentro de la jornada en la que este luchador social solitario mejor se desempeña: la noche.

El taxista es entonces un antihéroe que intenta salvar a quienes la vida no ha favorecido: una prostituta es objeto de su acto de justicia, pero al mismo tiempo es la personificación del severo castigo para otros que encuentran la muerte en el filo de sus balas. Y al final, la imagen del taxi driver recorriendo la ciudad, como un vigilante, casi una figura fantasmal al estilo de Batman, pero más decadente también, es la mejor de las síntesis oculares posibles.

Algo de eso es lo que intenta proponer el texto poético. Pero adaptado a un escenario distinto. En la cinta uno sabe que se trata de la década de los setenta. En el libro no se tiene sospecha de si nos encontramos en una película ochentera, o si la cosa fluye en los noventa, o bien después. La ciudad que las oficia de marco de realidad en la cinta es Nueva York, pero en el libro puede ser cualquier "citi", solo basta con la condicionalidad de cosmopolitismo, y de ostentar una representatividad que la vuelve al mismo tiempo transparente, por eso es que se aparece la posibilidad de asimilarla como una imagen, como una proyección de la aldea global.

Otro de los aspectos positivos a resaltar, es la gran cantidad de recursos expuestos. Algo que habla muy bien, en cuanto a estilo, acerca de la maestría de la pluma del autor, la rapidez mental con la que se fraguaron estos poemas. Y la gran cantidad de ingenios también, en cuanto al uso del lenguaje (ej: "VERS.O.S.", "desalado": sujeto sin alas, o bien, sin sal, es decir, desabrido, de acuerdo a lo planteado por Soledad Bianchi, entre otros atractivos usos).

El gran espejo que representa esta arquitectura, es otro de sus elementos positivos, debido a que se encuentra muy a tono con la situación existencial del hombre a finales del pasado siglo e inicios de este. Por lo tanto, se condice con la realidad actual.

Dicho de otra manera, en cuanto a su forma, este texto se aparece como bien escrito, bien articulado, cuya estructura nos habla de un cuidado trabajo por parte del autor.

El problema surge con el fondo del texto. Pasa que este es un proyecto algo visitado, algo repetido. Huele a lugar común y desde ahí trastabilla un poco la capacidad del autor. Pasa que hablar acerca de la podredumbre de una sociedad que se está cayendo a pedazos, a estas alturas, no es una novedad. Quizás el tono, el trazo, el tratamiento del lenguaje haya sido novedoso a mediados de los ochenta, debido a la restringida panorámica del país. Pero en pleno siglo 21, y con el influjo de internet bajo la manga, huele a chiste repetido. En último caso, es un tema que la ensayística ya ha trabajado convenientemente, baste fijar nombres desde Moulián o Álvaro Cuadra en nuestro país, hasta autores clásicos como Jameson, Lyotard, o Eliseo Verón.

Es este fondo del cómo hacer poesía el que llama a dudas.Hace demasiados años que venimos haciendo poesía desde el rincón de los malditos. Pareciera que siempre estuviéramos re-escribiendo "Una temporada en el infierno". Cada cual, en su tono lastimero y autoflagelante, donde la ausencia de fe o de esperanzas es el condimento más habitual.

Veamos: un hablante lírico atormentado, quizás alcohólico, alguien que conoce muy bien la galería de estupefacientes, en una enumeración que parte desde los "porros" hacia otros fármacos, alguien que recorre la ciudad en una suerte de crónica de los olvidados, de los que reman la vida en contracorriente, alejados de la luz; es el tono rebelde largamente socorrido el que desencanta un poco, el que deja algo de mucre en la boca al minuto de paladear estos versos.

Casi escucho una voz de adolescente decir: "más de lo mismo".

Pero no deseo desalentar al lector de manera tan categórica. Todas las cosas tienen de bueno y de malo. Aún grandes obras literarias tienen terribles aspectos negativos entre sus páginas. Yo aconsejaría el ejercicio significativo de leer y evaluar a cada cual.

Para concluir el presente artículo, quisiera resaltar la condición de publicación digital que ostenta este libro. Comentar la problemática que plantea el libro digital, es cuestión de otro escrito -ciertamente-, pero en la actualidad estamos frente a una encrucijada, la revolución que internet nos ha significado. Es por ello, que la mutación del libro, del formato físico -es decir, en papel- al formato digital es un imperativo de estos tiempos. Que yo sepa, Egor es uno de los pocos que se ha decidido a lanzar un libro para internet, privilegiando una "virtualización de lo real".

Hay muchos otros que han sabido ocupar -y muy bien, hay que decirlo- las herramientas que la worldwideweb nos ha entregado, gente que ha escrito y publicado en revistas o comunidades virtuales, blogs, fotologs y hasta en Facebook, realizando apariciones de manera periódica. Pero este libro -en cambio- está diseñado y pensado para esta realidad. Y eso es un aspecto que tengo el deber de resaltar. ¿Estará abriendo este libro una tendencia que luego todos habremos de continuar?.



 

 

 

 

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("Taxi Driver" de Egor Mardones, Ediciones Al Aire Libro, Colección Bestia Mágica, 2009).
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