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Toque de queda en el país de niños

Vicente Undurraga
Publicado en La Tercera, 3 de julio de 2019


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¿Habrá toque de queda en Kidzania? En las inmediaciones parece que sí. La capacidad crítica de una sociedad madura no debe dejarse eclipsar por el plebiscito correccional de los alcaldes inspectores. En caso contrario, pronto habrá más vitalidad y humanidad en el museo de cera que en las calles de la comuna que lo alberga.

Ya que no los votantes, confiemos en que la Contraloría o la Justicia sabrán impedir ese mal entendimiento de la democracia. Si no, ¿qué sigue? ¿Plebiscitar el confinamiento a zonas extremas para lanzas y cocainómanos? ¿Someter a consulta ciudadana la re-tipificación delictual de la sodomía? ¿Exoneración para fumadores?

La otra sería devolverle la mano a Lavín, Viñambres y los demás ediles colegiales con una ordenanza intercomunal que impida la circulación nocturna por el espacio público no sólo de niños sino también de ñoños, de modo que ellos mismos quedarían, cual adolescentes o mercachifles coludidos, con estricta reclusión nocturna.

Pero yo hoy quería hablar de otra cosa. Llevo un buen rato pegado leyendo a José Ángel Cuevas. Conozco su literatura hace años, pero el encuentro con su llamada Poesía temprana (recuperada hace poco por Montacerdos) activó en mí una compulsión por su obra y una cierta meditación sobre el estado de las cosas en el país. Cuevas tiene la gracia de escribir sobre lo indignante sin indignación. Con tristeza, con ironía, con nostalgia, con impureza, con rabia o acritud, pero de indignado profesional no anda.

En su poesía hay tres estaciones por las cuales el poeta va y viene. Primero está la elegía de las esperanzas sesenteras y del tiempo de la UP; ahí Cuevas transmite una Alegría con mayúsculas, el sentimiento gozoso de una vida agrupada, solidaria y no limosnera. Después está el canto trágico de los años 70 y 80, durante los cuales vive intensamente un “exilio interior” y expone la derrota popular en toda su brutalidad. Por último, ofrece la aciaga crónica del achatamiento transicional, una sociedad donde el socialismo, para decirlo todo de una vez, termina vinculado no ya al capital sino al narco, mientras los jóvenes o ex-jóvenes no somos capaces de articular más que nuestra propia vida, consolidando un país del sálvese quien pueda o el te paseo lumpenesco. Este Chile o ex-Chile es el centro deprimente de su poesía última, que, gran gracia, no es deprimente sino vivaz y enérgica.

La lectura intensiva de los “duros, chicoteados versos” y de las prosas autobiográficas de Cuevas me azuzó la conciencia de algo que de tan obvio nos termina pasando colado: la infantilización nacional a la que hemos llegado y que se ve refrendada en el delirio que suponen el toque de queda juvenil y otras prohibiciones al alza.  

Como el agua al contacto con el sodio, el domingo todos estos devaneos mentales (pajeos, dirá un troll) me explotaron cuando fui a buscar a mi hija a un cumpleaños en Kidzania, miniatura de ese Chile que celebra como natural lo que es pura ideología –el absolutismo del mercado y el mercadeo– y que se entrega como niño al chupete a un modelo social absoluto de compraventa donde poco falta para que privaticen el aire y los rayos de sol (eclipses incluidos).

Pero quizás, en vez de reclamar, habría que ponerse en los vilipendiados zapatos del emprendedor y crear algo así como UPzania: una miniatura de cómo sería la vida en una democracia socialista, que era el proyecto original de Allende, pero sin sedición y sin cargar las tintas hacia lo malo o lo sofocante, tal como Kidzania no remarca las opresiones y perversiones del neoliberalismo. Yo al menos iría a UPzania. Y en una de esas le propondría a mi familia y amigos radicarnos ahí.

Si muchos lo hiciéramos, UPzania tendría que expandir sus dominios hasta que un día, como los mapas soñados por Borges, coincidiría punto por punto con el país real y así, 50 años después, el sueño socialista tendría al fin lugar. Los ojos del mundo volverían a estar sobre nosotros, ya no por el cruce de la Luna por delante del Sol sino de la voluntad por delante de la inercia, mientras los chilenos, parafraseando un viejo verso de Pepe Cuevas, “quemaríamos las naves para internarnos entre globos”.   



 

 

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Toque de queda en el país de niños
Vicente Undurraga
Publicado en La Tercera, 3 de julio de 2019