Un rockero rumor subterráneo subversivo fracasado ex militante recorre como escalofrío estas
cortas cartas cortocircuiteadas de cabo a rabo.
Las propiedades musicales de estas disonantes cartas eléctricas son el ritmo fragmentado, bastante intervalo, y sonoro verso afluente de arte mayor, como los alejandrinos de 14 sílabas de la poesía medieval española de tono épico. Sólo que Cuevas sintoniza con la disonancia inarmónica de "la derrota total del sonido Industrial de la Revolución". Sonido de la revolución industrial que, es sabido, arranca de la Inglaterra del siglo XVIII y tiene ecos aún en la página 5 de estas anárquicas cartas festivas en estas urbanas líneas quebradas: "¡Maldito taxista antimarxista! que nos llevó con salvoconducto y yo lo escupí, botado en la calle llena de volantes sin/ humareda ni luz blanca".

José Ángel Cuevas
Leo en "Cartas al director" —página 44— una oración periodística: "El índice de cesantía sobrepasó el límite del 30%". Preintuyo que en este pasaje Cuevas subtextualiza una ironía a El Mercurio. Cómo contestar a una atmósfera de descomposición total, apogeo de lo mejor de la decadencia de Occidente y Oriente a la par: "Es el país, los países y sus provincias, un quebranto/de innegables proporciones, Sr. Director/ grandes oleadas de reivindicación humana".
Pasajes de este tono de poesía combatiente no del todo lograda a ratos me hicieron agotadora la lectura, porque el poeta Cuevas insiste en demasía en este tipo y tipeo de fraseo periodístico, que usa, es obvio, a conciencia, para algún fin semirrevolucionario a lo mejor, o porque le gusta escribir en este estilo, lo cual no impide que me agote leer tantos versos como "la caída del producto puede llegar al 15% este año/ la Banca Central debió comprar una enorme cartera vencida". Aunque hay cierto natural placer en leer la fluidez con que escribe: "El militar recurre a los impuestos para salvar el déficit fiscal".
Una frase que tocó mucho una raíz personal, que la celebré bailando con mi sombra en mi silenciosa buhardilla, está en "Carta de amor", que abre con este excelente arranque: "Se evoca un largo amor en la fase Acumulación de Fuerzas/ bajo el espectáculo de un Gran Cerro/ noche a noche en todo el país, una Virgen luminosa vaga", donde emerge el mejor Cuevas destacado por el crítico Ignacio Valente.
Una parda tarde recia y reacia al sol de agosto, en Las Cruces, Nicanor Parra me dijo que a veces se iba a leer a Cuevas en las rocas para pensar con frescor en el suicidio. Los prometidos fraseos que dancé son: "Nosotros, anarquistas/ no podemos
tener amores/ tan largos". Es verdad.
Un rockero rumor subterráneo subversivo fracasado ex militante recorre como escalofrío estas cortas cartas cortocircuiteadas de cabo a rabo, donde no está exento un subtexto de lujuria breve: "Y tuvo relación con una perversa militante que tenía gusto a menta en los labios". Gusta Cuevas del oxímoron, figura poética barroca que le da barraca a cierta idea de esa lógica antigua donde a no puede ser distinta a a. Un oxímoron clásico es "nieve ardiente". La lógica dice que una militante es buena. Cuevas desmitifica este implícito supuesto naive y escribe oxímoron "perversa militante". En la página 33 escribe el oxímoron triple: "En silencio industrial exhibicionista".
Dejo a un lector alerta que se apasione por la poesía el descubrir otros oxímorons que abundan en este regalo que nos hace el activo neoantiexpoeta pasivo Cuevas, en el apogeo del sonido de la Tercera Ola Industrial donde al que no surfea la ola se lo hace resaca.
Pese a ser una escritura rapidísima, parecida al experimento que desea hacer Maquieira de escribir poemas que tengan le velocidad de la luz, a mí al menos me exigió una lectura ardorosamente paciente. Sentí una suerte de tristeza de que se acabara tan rápido este rockero epistolario. Me puse placentero al descubrir que lo podía releer. La señal de un trabajo poético logrado es que uno queda con sed de relectura. Es una playa de ágatas: siempre se encuentran nuevas piedras sorprendentes.