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PRÓLOGO

RESISTIR  EN LA ESCRITURA

Sueño en Guadalajara y otros cuentos, de José Baroja, TerraIgnota Ediciones, 2023, 178 páginas

Mg. Carolina Merino Risopatrón
Didacta de la lengua y la literatura. Universidad Católica del Maule
Talca, Chile


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Por fortuna, ¡Dios!, yo aún escribo, me resisto y escribo.
Sueño en Guadalajara

Y he aquí, Baroja, que te encuentro muy asentado lejos de Chile. En tu nuevo rol de testigo de los dolores de esos asalariados que se aprisionan como rebaño dentro de los camiones para intentar llegar a la hora a sus pinches trabajos y no ser despedidos por jefes dueños de sus cuerpos y sus almas. Casi todas y todos ellos transeúntes de una o varias  ciudades (¡PORQUE YA NO SÉ CUÁNTAS GUADALAJARAS HAY!), que te atraen aún con sus miserias y mezquindades. Dirás en Sueño en Guadalajara, suerte de ars poética que me permite cartografiar temas, motivos y personajes que recorrerán este volumen de 31 cuentos:

«Sobre la base de esta misma Guadalajara y, sobre todo, a partir de un México esculpido por contradicciones, que extrañamente me atraen so riesgo de arrebatarme la vida, la puedo imaginar a ella. Sí, cabrón, para que me entiendas, la imagino a ella y, por ende, la escribo…».

Dirás que es el síndrome de Estocolmo el que te ata a una ciudad que reconoces como propia en tu memoria, aunque, tal vez, solo sea esa la ficción. Salpicados por  coloquialismos y jerga mexicana, y precedidos por epígrafes de escritores y filósofos que anticipan la lectura de cada relato, nos asomas a las vidas de muchas mujeres y algunos hombres que protagonizan o padecen «las cosas de Latinoamérica»: corrupción y narcotráfico, desapariciones, machismo, borracheras, hipocresía, explotación y pobreza. Continente donde no hay trabajo que haga  posible cambiar los destinos, porque, cuando de verdad se realiza, se lo asume a lo godín hasta la locura y la muerte.

¡Tanta muerte, Baroja! ¿Es necesario exhibirla, te pregunto, como si no fuésemos conscientes de ella? Vidas segadas por la ceguera al cruzar las calles, o esfumadas en el recuerdo, o viniendo desde el más allá para advertir que las burocracias trascienden en el otro lado. Parecieras contarnos, sin embargo, que es posible vencer a la definitiva por el humor que recuperas de la mano de viejos entrañables: don Esteban bailando rumba a sus cojos ochenta y cuatro años; doña Julia riendo a carcajadas junto a San Pedro para no llorar de impotencia; o Isolda musitando en su lecho mortuorio obscenidades antiguas.

No serás creyente, pero casi no hay cuento sin que evoques —aunque no invoques— a la Virgen o los santos. Al punto de reconocer a Dios en la existencia de los niños. Aunque la infancia podrá ser Edad de oro, Paraíso perdido, como lo fue para la puta ¿chilena? que se murió acompañada de su mascota, o también un infierno de mierda. Entonces, Anita pasará de sonreír y agradecer por estar viva a morir a los cinco años a manos de su madre (Sueño en Guadalajara), o bien, a liberarse de la horrible bolsa-mundo (Pequeños pasos) al atravesar la avenida.

Continúo reconociendo en tu creación dos potentes motivos literarios que aquí se imbrican: el amor y la escritura. No por nada nos invitas a la lectura a través del epígrafe: «Tuve que perderme para encontrarnos en Guadalajara», dedicado a tu esposa Leyda, con quien te acompañas en el oficio.

El desafío de escribir se tematiza en la voz de un probablemente mismo narrador que rompiendo la cuarta pared le habla a sus personajes o al propio lector cuando le recuerda que todo cuento debe tener un conflicto o una desgracia. Algunas veces, Baroja, te muestras sarcásticamente en pleno proceso creativo. Así nos conminas a observar a Guarnieri, tu alter ego, quien ha optado por la literatura dejando atrás la seguridad de una vida convencional.

Dirás en Rumba: «He ahí el juego del escritor: todo trata sobre nosotros». Permíteme cuestionar esa afirmación. La literatura trata sobre todos y sobre todas cuando nos reconocemos en las miserias o temores que se vuelven paralizantes. Pero también cuando podemos  celebrar la maravilla de vivir. Me das la razón cuando aceptas infructuosamente que has tratado de liberarte de los rostros de esos «otros» para construir tu ficción amorosa: «Los he vuelto a silenciar en mi cabeza; los he amordazado nuevamente en mi imaginación, pues yo mismo, cuando no escribo, me convierto en uno de ‘esos’» (Sueño en Guadalajara). Aunque no te lo hayas propuesto, tus cuentos les hacen un espacio a «esos» y «esas» que, como nos recuerda Sábato, en el encabezamiento de La ciudad de la furia: «Ya no se dice que son 'los de abajo' sino 'los de fuera’».

Gracias al poder de la ficción, aunque solo sea por esta vez, tú los has hecho pasar.

 

 




 



 

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RESISTIR EN LA ESCRITURA.
"Sueño en Guadalajara y otros cuentos", de José Baroja,
TerraIgnota Ediciones, 2023, 178 páginas.
Por Mg. Carolina Merino Risopatrón