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CAMPO SANTO

LIBRO PARA EL BUEN MORIR

Jaime Bristilo Cañón

 

DOLIENTE

Estar entre las cosas como un pasar de luz
Acontecer en un minuto que parece toda una vida

Aún conservamos la salud, aunque precaria
Las agujas se llevan el tiempo de la bomba que sabrá estallar

A qué hora despierta ese niño, caramba
Duerme una eternidad si padecemos dolores irresistibles

Abandonados huérfanos frente al televisor
Transmitimos pesadillas en jornadas por saldar

Vivir la vigilia en permanente contradicción
Soñar que se encuentra lo que no se sabe que se busca

Acontecer una vida que detona en un minuto
Estar entre las cosas sin poder ser una cosa más

 

QUIROMANCIA

Una prostituta recita de memoria en un cabaret
Yo leo su mano sin idea fija

Muda entre poemas que perdieron asunto
La palma de papel sobreabunda como una nevazón

El futuro es auspicioso mas llora sin consuelo
Sabe que no hay palabras en tal página

Desde sus manos y mi boca final este verso
Vuelve a dejarse caer en un salto directo al vacío

 

OBRA DE MANO

Los papeles arrojados al suelo
Vienen días, van en desparpajo
Hojas arrugadas bajo marcas de pasos, ruedas

Silla invasora
La tierra se acumula sobre el verso hasta que deja de agitarse
Los pianos tocan en blanco y negro un mismo tiempo

Días. En desparpajo
Mirada de lince por un segundo, las cosas cobran
El sentido que pretenden mantener desde ya para siempre

 

CAMPO SANTO

Hoy he visto pasar el cadáver de mi enemigo
Sus puños crispados en llamas maldijeron el castigo de encontrarme

Caduco empujaba un carro pictórico de abarrotes
Pertrechos de guerra con evidente fecha de vencimiento acaecida

La historia cobra sus víctimas
Estrafalaria y frenética repite caprichos con nombres de primer cartel

Incapaz de verme a los ojos
Ha perfilado un gesto de acritud envejecida

El odio golpeaba su cara contra los muros de mi campo santo
Camino a su casa de fachada blanca escandalosamente sordomuda

Hoy he visto pasar el cadáver de mi enemigo

A diferencia de su albergue sin ventanas hacia mi última morada
Aquí no cultivamos podredumbre sino flores que brotan alegres desde el más allá

 

III

Los niños no saben de su vida qué hacer
Juegan al grande

A la casita
Dan solos la vuelta por la manzana

Ven caras desconocidas
Se miran mecánicamente entre sí

Agitados se toman las manos
Hasta darse cariños nuevos

Convulsas pierden y ganan las palabras
Pródigos terminan llamando con gritos a mamá

 

V

Rabia, un perro tuerto
Vaga y olisquea
Muestra los dientes
Afila el aire con un gruñido

Miedo, el niño tiende a correr
El perro se abalanza
Trunca esa carrera
El niño protege su rostro

Rabia, el perro no ladra
Es ciega su ira
Profunda la marca en el brazo
Del amo que nunca tuvo

 

 

 

 

Hay momentos primordiales en la poesía chilena cuando la muerte y la agonía se presentan como invitadas en las habitaciones de palacio e irrumpen en el sesgo de los días. Pienso en Contra la muerte de Gonzalo Rojas, en Arte de morir de Óscar Hahn, El cumpleaños de mi sombra de Luis Vulliamy, en Poemas renales de Jorge Torres, y otros más.

Creo que algunos puentes se entrelazan con Campo santo: libro para el buen morir de Jaime Bristilo Cañón. Desde la poética del autor podemos afirmar que se trata de una poesía repleta de instantáneas, atenta a la bofetada de la pupila y profundamente estremecedora. Poesía que merodea y gravita, que busca voluntariosamente en los señuelos de la memoria, que lleva en su morral el silencio de las lápidas, todo ello para ser leído entre las calles de esa gran ciudad en ruinas que nos habita.

Por ello, concibo este libro como un viaje a las latitudes de la noche o más bien como una casa con las puertas y ventanas abiertas a la visita de todos los vientos. De pronto su mirada se torna irónica y punzante, y los dolores de la existencia amalgaman su rapsodia con un gesto coloquial, siempre lúcido.

"Caballo de tiro / En qué montes arrastras ahora / Tu carreta de preguntas, esos gritos y sus ecos" dice en un notable poema titulado "Réquiem del coirón". La poesía de Jaime Bristilo manifiesta a ratos un gesto deconstructivo, una visión donde las incertidumbres del decir poético están asumidas como condición fundamental para navegar en los océanos del lenguaje, aunque el lector certero también captará que de pronto asoma en su carta sinóptica una voluntad luminosa y prometeica por entender los signos de esta modernidad de utilería, tan adversa como impuesta. Parafraseando a Blake, en este libro el logos y el thanatos se han unido en matrimonio, mientras se observa pasar el cadáver del enemigo y el más allá se concibe como una postal empañada, un letargo desdibujado por la memoria.

Así veo la misteriosa grandeza de estos versos, como un complejo imaginario de voces donde se percibe la metáfora desgarrada e intensa de quien ha transitado como un peregrino silencioso por las geografías de la muerte.

 

Óscar Barrientos Bradasic
Punta Arenas, invierno de 2006.




 

 

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CAMPO SANTO.
Libro para el buen morir.
Por Jaime Bristilo Cañón