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Karen Toro, una poeta esperada


por
Juan Cameron




El nombre de Karen Toro (Valparaíso, 1980) venía repitiéndose con fuerza en el ambiente porteño desde hace varios años. Como estudiante secundaria integró el taller literario de la Casa de la Juventud y aparece en su recopilación 23 jóvenes escritores de Valparaíso (1998) cuando ya es alumna de Artes de la Universidad de Playa Ancha. Tras cursar allí un par de años opta por continuar estudios de Pedagogía en Castellano en la misma casa universitaria.
Su participación resulta desde entonces ineludible. Varias muestras colectivas recogen sus trabajos; figura en los cuadernillos 2000 Palabras y La Poesía se encuentra en Valparaíso -ambos correspondientes a proyectos financiados con fondos públicos- en la presentación Taller de Poesía de La Sebastiana, dirigida por Sergio Muñoz Arriagada, y en la antología Creación desde la Palabra, de Felipe Ugalde y Arturo Rojas, editada por la Universidad Técnica Federico Santa María.

El Silencio crece en el Jardín
(2002) confirma las predicciones de sus seguidores. El texto incluye tres cuadernillos reunidos a partir de 1998: Agua en la sangre, Las sombras nocturnas y Temporada de caza. En el primero de ellos rinde tributo a Jorge Teillier, de quien toma el epígrafe inicial. Su atmósfera, muy leve allí -como si más quisiera influenciarse que dar cuenta de ella- se refiere al lejano instante de la infancia (no al "país"), a figuras patriarcales y a otras claves, insuficientes para catalogarla de lárica. Su verbo es más asertivo y la nostalgia resulta un dato accesorio en la construcción del discurso:

El gesto
de algún desconocido bondadoso
avisará mi presencia,
y mis amados,
aturdidos por la memoria,
correrán a encontrarme.

Las sombras nocturnas se refieren a una etapa más próxima y en esta sección atrapa en cierto modo el lenguaje, para quebrarlo en un juego de gozosas posibilidades. Con cierta inteligente capacidad de mostrar, Karen soslaya entrelineado un erotismo frágil y poderoso a la vez; como si acaso sonriera:

Yo soñaba con un señor
que me ardía
y me dolía por los costados,
hasta que una tarde
cubrió de jazmines y besos
todas mis dolencias.

Pero es Temporada de caza el texto más significativo de esta selección. De proyectarse en el tiempo bien puede entenderse junto a Lobos y Ovejas, de Manuel Silva Acevedo y al Esperando a Ganímedes, de Rosabetty Muñoz. La enumeración y el análisis de los movimientos, hecho con total ausencia de adjetivación, da fuerza y precisión al relato; pero más allá de la simple comprensión, en el puro territorio de las imágenes:

Pocos saben
lo que llega a sentir el animal
cuando el cazador lo rechaza
cuando al borde de la bala
no ve lo exacto
y se retracta/
y se sienta a llorar.


Punto de mira es un logrado textos, una pequeña joya a ser disfrutada:

El problema no es el gatillo
sino la mano
que no desea presionar,
sino el ojo
que se nubla entre las aguas.

En Temporada de caza los roles interactúan entre víctima y victimario, entre sujeto y objeto y, en el plano semántico, entre significante y significado. Hay aquí una continua e intensa metonimia, como si acaso existiera una culpa (de ella o "del otro") imposible de ser asumida por el simple e inmediato análisis. Tal vez la respuesta ambigua de la poesía la haga inútil y más rica a la vez. Los versos siguientes resumen esta postura humana y escritural:

un cazador no debería admirar tanto a su presa
un cazador no debería llorar cuando dispara.

Magníficos versos que, para alcanzar la perfección, bien podrían haber utilizado el verbo en tiempo presente.


* * *** * *

 

Karen Toro: Poesía

Había visto al viento...

Había visto al viento
calar las escalas de una playa vacía
pero nunca había visto al mismo viento
romper contra un par de niños
Los observo girar
y no recuerdo haber amado así como ellos
el correr contra el mar y contra el tiempo
La marea aún no sube
y yo espero de algún modo
a alguien
que nunca va a bajar conmigo o hasta mí
Los niños recorren el paisaje
con toda la infancia prendida
leen el futuro en la arena
me cuentan que de antaño la conocen
que desde mi hondo reflejo en el agua
algo sin nombre se va a escapar

 

A la hora del té...

A la hora del té
agacho mis trenzas
para espiarlo cuando Ud. y su recuerdo
flotan en mi taza
porque en esos horarios
el sol tiene la intensidad
que siempre debió tener
y pasa sus rayos
entre los brotes de un Eucaliptus
que ya no está
como su recuerdo que se hunde
como estas trenzas que ya no existen
para espiarlo a la hora del té

 

La gran silla caoba...

La gran silla caoba
se nos presenta como la sombra de ella
nos aproxima a la huida de la muerte
que camina con prisa detrás de las puertas

Después de tantos años
aún se siente el viento
perverso
al llegar el Invierno en el mar
en la cavidad de sus ojos
El viento me la arrancó
y sigue en su oficio
cuando golpea el equilibrio de todas nuestras cosas

 

Mi vieja Ruth, hoy no sé creer ni en ti...

Mi vieja Ruth, hoy no sé creer ni en ti
Por años ella me enseñó que era bueno tener fe
que servía para no mentir
para que Dios estuviera contento
Mis padres y yo no conocemos forma alguna
de ver muertos vivos sobre el mar
no sabemos esconder la voz entre las flores
sin embargo no nos molesta usar los ojos
no nos cuesta llorar
Ruth, te voy a esperar eternamente en la ventana
para que me enseñes a volar con alas de género
para que me enseñes a ver con los ojos cerrados

 

Quién como yo te iba a amar...

Quién como yo te iba a amar
quién como yo haría bailar estas manos sobre la mesa
No sé qué hago en esta casa llena de luces
si la luz con el Verano se fue de las blancas cortinas
y el Verano está ya tan lejos
del universo oscuro de la casa
Dime entonces
al llegar el frío
quién como yo te iba a amar

 

Confío en la claridad...

Confío en la claridad
que me entreabre los labios esta mañana
y en tu silencio .... y en el mío
Hoy el universo me desconoce
me invita al reencuentro
yo inclino mi especie
me inclino para oler el día
para oler mentas en lo lejano de una cocina
Y es que confío en que encendida no soy
y al apagarme soy entera para olerte
Entonces sobre el mantel
en el reflejo de las cucharas
confiada te busco y te encuentro
confiada te busco y me encuentro

 

Ayer mirando una foto...

Ayer mirando una foto
juro no me reconocí
y qué digo de usted y sus sienes de plata
si no aparecen sobre el paisaje
pero eso no importa
yo la tengo a usted
incrustada acá abajo
y perfectamente puedo asegurar
que allí estamos las dos
aunque de esa foto
lo único que reconozco
son los claros capullos de un cerezo

 

Después de una lluvia...

Después de una lluvia
cae la nada en mi ventana
y en mi ilusión infantil
A veces una trata de crecer
pero cómo
si se peca de ignorante
si se desea tanto
a la antigua inocente que sueña
después de sus palabras
señor
cae la nada en mi tiempo escaso
Distancia es la presencia suya
que ya no ronda
distancia sus pasos dicen
cuando se alejan
de mis huellas primeras
Después de Ud. llega la nada a paso lento
así como se abren las rosas en el patio
así como la inocencia regresa
al corazón de la gente
que a Ud. le parece
pues la grandeza cuando más se necesita
más se tarda

 

Quién extraña a los muertos que no conoció...

Quién extraña a los muertos que no conoció
quién bajo este techo
podría advertir
el sol que no viene con la mañana
Temprano hemos salido a la terraza
estamos en espera de las letras desconcidas
que trae la luz
y nos sentamos
por si también
trae algún resto
de los brazos que sostienen nuestra existencia
Y es que nadie desea armar
el esqueleto que nos sigue desde antes
y todos esperamos en esta terraza el momento para huir
Entonces nos preguntamos si habrá existido el pasado
si es posible escapar de quien se desconoce
Líbreme alguien
de necesitar a los muertos que no pude ver
así como de que ellos
un día me busquen y me encuentren
esperándolos bajo este mismo techo




En "Creación desde la palabra"
Antología Poética (2000 -2001)
selección de Felipe Ugalde y Arturo Rojas
Universidad Técnica Federico Santa María.

 

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Karen Toro, una poeta esperada,
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