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Javier Campos registra la Latinoamérica
............................. latente y escondida en EEUU

Por Roberto Careaga Catenacci

 

 

El volumen de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone, puede considerarse una crónica de la vida de un latino que pese a llevar décadas instalado en la sociedad gringa, mantiene una conexión ancestral y constante con sus pares. Relatos políticos que enfrentan modalidades culturales latinoamericanas y estadounidenses.

Paralelamente a los grupos sociales reconocidos y formales de Estados Unidos, un tejido humano de latinoamericanos ilegales se esconde en cocinas de restaurantes, detrás de herramientas de limpieza y en fábricas multinacionales. Fueron ellos fundamentalmente quienes se lanzaron al vacío desde las Torres Gemelas, minutos antes que se derrumbaran y quienes, nostálgicos y tristes, conforman un especie de revés silenciando del sueño americano en medio de la globalización. Así parece advertirlo Javier Campos en el volumen de cuentos La mujer que se parecía a Sharon Stone.

Publicado por RIL Editores y Melusina Editorial el año pasado, La mujer que se parecía a Sharon Stone contiene 11 relatos hilados por un narrador común, un periodista chileno de residencia en EEUU que trabaja para el Literary New York, y que en conjunto pueden considerarse una crónica de la vida de un latino, que pese a llevar décadas instalado en la sociedad gringa, mantiene una conexión ancestral y constante con sus pares. El contrapunto está dado por los seis epígrafes con citas del cantautor norteamericano Bob Dylan, leyenda del rock y que en sus inicios tuvo un fuerte cariz político.

La presencia de Dylan, que abre el libro con una cita de su canción A hard rain’s a gonna fall, entrega una sensación –o clave- a través de la cual leer el libro. “Oh, ¿dónde has estado querido hijito mío de los ojos azules?”, pregunta el verso, para seguir contando que ha recorrido “montañas nubosas”, “retorcidas carreteras”, “bosques tristes”, “océanos muertos” y miles veces las entradas de los cementerios. “Y una intensa lluvia va a caer”, termina la cita de Dylan, sentenciando así al lector a mantener una lectura especialmente fijada en la nostalgia del libro.

El contrapunto, por cierto, es justamente haber escogido a una leyenda del rock norteamericano para abrir volumen de relatos que tiene como centro la figura del latino, que por exilio u obligación laboral, se encuentra situado en ciudades como Minneapolis o Nueva York. Pareciera no calzar, pero justamente es en esa mixtura donde se cimientan los cuentos: en la tensión entre la marginalidad y detentadores del poder, sus lógicas de silenciamientos y relaciones de dependencia. Son relatos políticos en definitiva, que enfrentan modalidades culturales latinoamericanas y estadounidenses, resolviendo un modo de vida evidentemente marcado por la globalización.

En esa línea, se encuentran El reposo del guerrillero, La mujer que se parecía a Sharon Stone, El dorado mes de septiembre, La migrante, Fiestas Patrias, Esos olvidados pájaros migratorios bajo las Torres Gemelas e Isolda y el Zapatista. Este último, especialmente destacable en el libro, narra la historia de un entrampado amor entre una poeta argentina, con fijación por la cotidianidad, y un mexicano posiblemente zapatista, haciendo eco de las lecturas de Campos a Roberto Bolaño y desplegando quizá su mejor literatura, al alejarse –en el mejor sentido del término- de la crónica.

Cabe destacar también el relato Noche de luna tropical, quizá la narración que explicita mejor cómo la nostalgia –y de algún modo la pérdida del origen- guían todo el volumen, pese a que justamente sea el único que no esté localizado fuera del primer mundo. Por el contrario, está situado en la localidad inexistente, pero cualquiera, de Chile, llamada Santo Tomé. En ella el narrador central del volumen, el periodista chileno, tuvo su infancia y también a su amigo Juan Casanova, hijo de ejecutado político que bailó en un circo rural el son cubano.

Años más tarde el narrador, residente desde joven en EEUU, volverá a Santo Tomé para recabar la historia de Juan Casanova padre y contar una historia muy chilena, donde por lo demás parece reflejarse de soslayo toda una Latinoamérica golpeada por la dictaduras. Pero más que la simple historia, la clave del cuento y su relevancia se encuentra en que la crónica de Casanova fue publicada en Literary New York, básicamente porque en ella se mezcla “la música latina y la represión militar en el Cono Sur”.

Esa única frase podría entregar la pista fundamental para leer el volumen desde la perspectiva que quizá menos le gustaría a su autor, en tanto puede entenderse como la mejor descripción de los cuentos de La mujer que se parecía a Sharon Stone. En esa línea, Campos básicamente utiliza la marginalidad y exotismo del latino para, a modo efectista, contar historias amenas. No obstante, la frase citada puede leerse de la manera opuesta: quien tiene la visión superficial y simplista de América Latina no es Campos, sino la cultura norteamericana, y la operación de La mujer que se parecía a Sharon Stone es justamente dejar expuesta la ética gringa y la manera como ésta puede alivianarlo todo.

La sensibilidad de Javier Campos, quien de hecho está radicado hace años en EEUU donde enseña literatura latinoamericana, puede leerse en El Mostrador.cl, donde desde hace cerca de dos años escribe , columnas esporádicamente.


 

 


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Javier Campos registra la Latinoamérica latente y escondida en EEUU.
por Roberto Careaga Catenacci.
Fuente: El Mostrador, 28 de abril de 2004.