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Javier Campos | Autores |












La moral y la creación artística

Por Javier Campos


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Leí este julio una columna de Monserrat Martorell en The Clinic titulada "Los demonios de Pablo Neruda" (https://www.theclinic.cl/)

No es una discusión reciente pero aún hay la siguiente confusión. Es decir, ¿la relación entre la moral del ciudadano productor de arte y su creación artística son ambas  lo mismo? Esta discusión se ha hecho más reciente por dos cosas: la actualidad que tiene lo políticamente correcto y el cuestionamiento feminista a la dominación masculina en distintos aspectos de nuestra vida social, política, cultural, artística, salarial, e incluso en el llamado lenguaje inclusivo. Monserrat retoma en su artículo dos asuntos que ahora pesan (más que en décadas anteriores) sobre la memoria del poeta Pablo Neruda. Primero es la violación a una mujer joven de la etnia tamil que le hacía el aseo en su residencia cuando fue un joven cónsul en Ceilán (actualmente Sri Lanka) entre enero de 1929 y junio de 1930. Neruda tenía 24 años. El primero lo narra en sus memorias el mismo Neruda quizás sin darse cuenta el poeta los efectos que tendría esa historia que ahora se le juzga  de conducta machista aparte de violador. «Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia».  Lo otro que también sigue persiguiendo al poeta es haber abandonado (emocional y financieramente) a su hija Malva Marina que nació con una enfermedad cerebral y murió a los 3 años y él nunca la menciona en sus memorias. Monserrat no entra en un análisis más desarrollado de estas dos conductas morales del poeta, sino que se hace varias preguntas especialmente cómo la crítica feminista debería enfrentar este asunto de inmoralidad frente a la obra artística que Monserrat no pone en cuestión. Por el contrario, reconoce la belleza de la poesía nerudiana.

De lo primero, Monserrat dice: “Esta es la descripción de una violación, de un abuso de poder, de una relación que no contempla el consentimiento. El problema es que no podemos enfrentarnos a Neruda ni preguntarle qué quiso decir ni cuánto de esta imagen puede corresponderse a la fantasía, a la realidad, a la subjetividad propia de un escritor, de una persona que inventa, que miente, que disfraza, que oculta”. No queda claro aquí lo que dice Monserrat, pues lo que escribe Neruda es la narración de un recuerdo y en nada hay aquí un pasaje poético ni imaginativo. Son unas memorias bien claras en su narración. El deseo sexual de un hombre usando su poder físico para dominarla y violarla. Por supuesto es una violación desde la jurisdicción más moderna. No sabemos cómo se juzgaría aquello en ese país y en ese momento. No menciona Neruda si esa mujer denunció aquel abuso. El poeta no se refiere nunca más a ese hecho en ninguna parte de las memorias.  Monserrat se pregunta: “Este hecho me lleva a otro, a preguntarme si los escritores, si las artistas, si las músicas, deberíamos ser buenas personas y deberíamos conducirnos por aquello que conocemos como una moral saludable, razonable, si en definitiva deberíamos pedirle a esa gente que construye, que crea, que arma y desarma los tiempos, algo más. Creo que no. A nadie en la calle le veo alas.”

Termina Monserrat con una conclusión y luego con una pregunta. “No creo, pero sí me parece importante la memoria y desde ese lugar, el de la información, evaluar si queremos o no seguir leyendo a Lewis Carroll, a Dickens, a Flaubert.” Aquí Monserrat afirma que situaciones que le ocurrieron a un/una artista en su historia pasada vienen a ser determinantes para que valoremos a distintos escritores/as si hay que leerlos en el presente, contemplar sus pinturas, escuchar su música, etc. Termina preguntándose cómo el feminismo debe acercarse o evaluar a Neruda que representa el patriarcado. Sobre esto último  Monserrat no elabora ninguna respuesta ni posible teoría.

El 22 de junio de 2012 se publicó un interesante artículo, “Good Art, Bad People”, escrito por un conocido columnista norteamericano, Charles McGrath, ex editor del New York Times Book Review. En una traducción libre del título de la columna sería: “La gente mala produce obras de arte”. O en mi libre interpretación: “¿Puede una gente que hizo terribles cosas producir una obra de arte”?  Este artículo pone un viejo tema en la discusión de la producción artística que es la relación entre artista de carne y hueso y él mismo como el productor de arte (sea literatura, música, pintura, etc.). Las tendencias son dos en esa discusión: o que no hay ninguna diferencia entre ambos, o que sí hay una clara diferencia. Respecto a lo primero, hace muy poco resurgió la polémica contra el director estadounidense Woody Allen al que se le acusó de molestar sexualmente –y poseer una mentalidad pedofilica- a algunos de sus hijos cuando eran niños.  Pues ahora algunos/as rastrean sus filmes hurgando esa supuesta conducta pedofilica de Allen puesto que piensan que no hay diferencia entre Allen y sus creaciones artísticas. Comienzan a buscar aquello   en sus personajes creados, en los comentarios entre ellos, interpretar las relaciones de gran diferencia de edad que usualmente aparecen entre el personaje masculino (Allen actuaba también) con amantes que tienen 20 o 30 años menos que el personaje masculino (por ejemplo, en la bella película Manhattan de 1979).

De igual manera se ha comenzado a re-interpretar y rechazar la obra del pintor francés Balthus (1908-2001) por sus pinturas de niñas adolescente en posturas muy sensuales viendo también al pintor de carne y hueso como un pedófilo que lo trasmite en sus pinturas. Hubo 8 mil cartas al Museo Metropolitano de Nueva York en diciembre de 2017 para que se suspendiera una gran muestra de la pintura de Balthus por su “contenido voyerista y hacer de los niños objetos sexuales”. Exigían sacar su pintura “El sueño de Thérese¨. El director del Museo rechazó la demanda diciendo: “Esta exposición de Balthus da la oportunidad para conversar. El arte visual es uno de los más significantes medios que tenemos para reflexionar sobre el pasado y el presente, y debemos exigir la continua evolución de nuestra actual cultura a través de una discusión informada y respetando la expresión creativa”. Es claro que para El Museo Metropolitano de Nueva York (MET) no hay que confundir al artista con su producto creado. Lo que dice el MET se puede aplicar a la novela  Lolita  (1955) escrita en Estados Unidos por el escritor ruso  Vladimir Nabokov (1899-1977).  Se dice que el autor tenía una supuesta conducta pedófila como el personaje, Humber Humber, un profesor muy mayor que enseña literatura en una universidad de Nueva York.  Nabokov fue profesor de literatura rusa y europea desde 1948 a 1958 en Cornell University, Ithaca, Nueva York.

Lo que escribió Charles McGrath en el New York Times, que sin duda opina lo mismo que señalamos más arriba, trata otro asunto, pero también conectado a lo anterior: la producción artística y el sujeto que la produce. En este caso él se hace dos preguntas, ¿puede un artista producir “buen arte” (obras maestras) aun cuando esa persona es (o ha sido) un horrendo antisemita, racista, misógino, traficante, pedófilo, ladrón, violador, cometido crímenes sexuales u otros, adultero/as, pertenezca o haya pertenecido a grupos terroristas, etc.?  ¿Y a razón de eso eliminarlo para siempre, por sus conductas personales (morales, ideológicas o patológicas), de exposiciones o publicaciones?  ¿Censurarlos de pertenecer a sociedades artísticas, sacarlo de los catálogos de las bibliotecas o de los museos, o su música sea prohibida, sus esculturas destruidas, sus novelas quemadas? ¿Finalmente marginarlos de la historia de la literatura y del arte de su propio país?

A la primera pregunta él afirma rotundamente que sí. Y pone varios ejemplos de artistas con conductas horrendas como ser humano, pero han creado grandes obras de arte (¨Good Art”). El compositor alemán Richard Wagner tenía un profundo antisemitismo. El pintor francés Edgar Degas también era antisemita y fue un anti Dreyfus hasta su muerte. El escritor norteamericano Erza Pound fue también un antisemita y pro fascista. Picasso fue un misógino, dos de sus mujeres se mataron y otras dos quedaron dementes. El escritor norteamericano Norman Mailer trato de asesinar a su mujer. El poeta francés Arthur Rimbaud fue traficante de armas en Etiopia. El poeta inglés Lord Byron cometió incesto. El escritor francés Gustave Flaubert pagaba para tener sexo con niños. Esos son los ejemplos que pone Charles McGrath. Yo agregaría al escritor vasco, bastante reconocido y premiado en el País Vasco, Joseba Sarrionandia (1958), quien en 1985 se escapó de la cárcel de Martutene, Sur de San Sebastián, El País Vasco, donde cumplía condena de 18 años por ser miembro del grupo terrorista ETA y ahora vive en Cuba.

Para Charles McGrath, el artista como sujeto social, sea malo o bueno, es aquello un  asunto moral. En cambio, su producción artística (sea Wagner, Pound, Degas o Sarrionandia), sea buena o mala su obra, debemos juzgarla únicamente por su mérito o calidad estética y no por su moral. Un artista que comete crímenes, sea antisemita o misógino, su condena debe ser moral; en cambio el arte que produce (malo o bueno) no puede ser juzgado de la misma manera. No podemos exigir que un artista sea de una moral impecable dice McGrath. Y aquí creemos que lo  políticamente correcto  aplicado a las obras de arte (Balthus, o caso de Lolita, etc.) entra en un juicio de valor dogmático al no aceptar esa importante frontera. Una gran poesía (Rimbaud por ejemplo), una gran novela (Flaubert por ejemplo) puede mostrarnos realidades terribles que nos ayudan a entender ciertas realidades donde esos artistas vivieron aun hayan sido escritos por artistas moralmente cuestionables.  Ya hablamos de la misoginia de Picasso, pero contémplese sus cuadros sobre rostros de mujeres, o su  Guernica cuya imagen de la mujer con el niño muerto es una de las grandes imágenes en la pintura de occidente que representa la violencia de la guerra. ¿Debemos censurar muchos cuadros de Picasso con rostros de mujeres? ¿O cierta poesía de Neruda por haber violado a los 24 años a una muchacha mientras fue Cónsul en Ceylán en 1920-1930?

A la segunda pregunta se deduce que Charles McGrath no está de acuerdo en expulsar de ningún medio o sociedad a esos artistas que moralmente son rechazados y censurados por la sociedad por sus actos. La moralidad de un artista, como ya mencionamos, nada tiene que ver con el arte producido porque ambos son de distinta naturaleza. El arte se juzga por un criterio estético y no por un criterio moral.

 

 


 

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Javier Campos. Es narrador, poeta, ensayista, profesor emérito por la Universidad jesuita de Fairfield, Connecticut. Vive en Spring Hill, Florida. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela, Casasola editor, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2019), La isla del fin del mundo (novela, Mago editores, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor (poesía, Mago editores, Chile, 2020). Fui dueño de tu encanto, cuentos, Editorial MAGO, Chile, junio 2022. Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia, Chile, Perú, Cuba, Rusia, España).  La revista Review Literature and Arts of the Americas, 104, julio de 2022, Manhattan, New York, dedicó una sección a la poesía de Javier Campos en traducción al inglés (Irene Hodgson, Nick Hill y Jessica Treat traductores).  La editorial española Valparaiso, publica este octubre de 2022 su último libro de poesía Las sombras del amor.  Poesía publicada en revista Altazor  https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-2/
Recientemente, https://www.revistaaltazor.cl/javier-campos-4/
Cuento publicado en revista Caratula de su libro Fui dueño de tu encanto, que dirige el escritor nicaragüense,  Sergio Ramírez.
http://www.caratula.net/ficcion-domingo-de-milonga/

 

 

 

 

Imagen superior: El sueño de Therese, 1938. Balthus,

 


 



 

 

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