Estos poemas fueron escritos entre 1989 y 1990 cuando Javier Campos era profesor en la Universidad de Fairfield, universidad jesuita, que está en el estado de Connecticut, EE. UU. La inspiración principal, entre otras influencias como la poesía, el cine o la pintura, tiene que ver con la vida en “la extranjería” o concepto —el más usado— que es “el exilio”. El escritor chileno Martín Cerda en una presentación de mi libro La ciudad en llamas (1986) en la Sociedad de Escritores de Chile usó por primera vez el término “extranjería” dentro de la crítica que se hacía sobre obras escritas fuera de los países del Cono Sur que en ese momento tenían dictaduras militares. Fuera lo que sea creo me gusta ese término (hasta ahora) que usó Martin Cerda. Una parte eran exiliados políticos propiamente tal. Habían sufrido o torturas o fueron perseguidos por su militancia política de izquierda o estaban en listas que eran buscado por los militares. Yo, como muchos otros, no salimos del país como exiliados políticos y nuestras vidas no fueron vidas de exiliados sino vivir en un país distinto. Las razones, en mi caso, era que había perdido un modesto primer trabajo en la Universidad de Concepción. Por la solidaridad internacional tuve la oportunidad, desde septiembre de 1973, de salir a estudiar fuera como muchos más que llegamos a distintos países. Se me ofrecía estudiar estudios de doctorado y fue algo que jamás había pensado que iría a viajar y vivir en otro país. Ni menos en Minnesota, Estados Unidos. Fuera de Chile entonces conocí a muchos latinoamericanos que estaban en EE. UU. por las mismas razones mías. Unos salieron porque económicamente no tendríamos ningún futuro con la dictadura además de vivir bajo un régimen dictatorial. Otros fueron ayudados a salir de Chile (por la Solidaridad Internacional) por la represión que sufrieron por ser militantes de partidos de izquierda. Muchos salieron con sus parejas y otros con sus hijos pequeños. La vida en el exilio o extranjería produjo grandes remezones emocionales y sentimentales donde muchos matrimonios se separaron. Algunas esposas volvieron a Chile con sus hijos. El padre se quedó en una tierra aún más extraña. La nostalgia cubrió como un manto de nieve la separación y el dolor de no tener a sus hijos o hijas a su lado. Estos recados que escribí para dos hijas que regresaron a Chile, en los 80, su inspiración tiene que ver con lo dicho más arriba. Este libro habla de eso. Recados de un padre a sus hijas que viaja por el Universo en una solitaria nave espacial.
JC,
Mayo 2025, Spring Hill, Florida, Estados Unidos

Javier Campos